POR CLODOVALDO
HERNÁNDEZ
Atilio Boron (Buenos Aires,
1943) acaba de ganar la octava edición del Premio Libertador al
Pensamiento Crítico que otorga el Gobierno venezolano. Lo hizo con su obra
América Latina en la geopolítica del imperialismo. Pero este sociólogo y
politólogo argentino también podría ganar -si existiera- un premio al
pensamiento ácido, en especial cuando escribe artículos como uno de los
más recientes en el que compara a Europa con la puta de Babilonia, por la
actitud de los gobiernos que le negaron acceso a su espacio aéreo y sus
aeropuertos al presidente de Bolivia Evo Morales. "Es un episodio bíblico
-explica- y se refiere a una mujer que se prostituyó con los reyes de la
Tierra".
- Pese a todos los progresos, es obvio que en América
Latina sigue existiendo una mentalidad proimperialista muy acendrada, al
menos en sus estatus quo. Por ejemplo, la oligarquía colombiana habla de
pensar en grande cuando se refiere a la posibilidad de integrarse a la
OTAN. ¿Podrán las fuerzas progresistas superar el peso muerto de ese
pensamiento reaccionario?
- Soy optimista al respecto. Creo que lentamente se ha
logrado ir erosionando esa mentalidad proimperialista, colonial, que
durante mucho tiempo caracterizó a la opinión pública y a la dirigencia
política de América Latina. En ese sentido, pienso que es clave la gran
misión que llevó a cabo el presidente Hugo Chávez, quien levantó las
banderas que había enarbolado Fidel Castro en la década de los 60 y 70. El
papel de Chávez fue fundamental porque, por diversas razones, la
influencia de Cuba había decaído sensiblemente. Con el gobierno del
presidente Chávez comienza a producirse un cambio significativo y ahora,
sin caer en triunfalismos, podemos confiar en que, si seguimos trabajando
a fondo, la visión antiimperialista se va a arraigar en América Latina. De
hecho, creo que eso ya se aprecia. Por ejemplo, las opiniones con respecto
a los presidentes norteamericanos antes eran mayoritariamente admirativas,
las élites políticas latinoamericanas los presentaban como unos héroes.
Ahora se aprecian unas posturas mucho más críticas.
- Frente a la integración latinoamericana-caribeña con
enfoque antiimperialista, hay una respuesta de la derecha con un bloque
comercial, la Alianza del Pacífico, que ha comenzado a cumplir funciones
de contrapeso político a la Unión de Naciones de Suramérica (Unasur), la
Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). ¿Cómo vislumbra
usted el futuro de esa confrontación?
- Yo veo que la Alianza del Pacífico es fundamentalmente
una alianza político-militar, aunque se le pretenda presentar como
meramente económica. Su objetivo principal es erosionar el bloque de
países suramericanos y específicamente la Unasur. Eso lo acabamos de ver
en la reunión de Cochabamba, pues no participó ninguno de los presidentes
de los tres países de la Alianza (Colombia, Perú y Chile, que son
miembros, junto a Costa Rica y México). La ausencia de Perú tiene un
agravante y es que ese país desempeña la presidencia pro témpore de la
Unasur y, por tanto, debió ser quien convocara la reunión para discutir el
caso de la violación a los derechos del presidente Evo Morales. Ollanta
Humala no ejerció su rol de presidente temporal de la Unasur y cometió con
ello una gravísima transgresión. Quedó demostrado que su visión de los
asuntos internacionales está subordinada a Washington. Lo que debió ser
una cumbre de presidentes de la Unasur se convirtió en apenas un encuentro
de algunos presidentes. Esto habla de la influencia perniciosa que la
Alianza del Pacífico ejerce sobre los procesos de integración de América
Latina. Estados Unidos no tolera esa integración, la considera lesiva para
sus intereses nacionales. La reunión de Cochabamba fue saboteada por
Washington a través de sus aliados en la región, tal como lo denunció, con
otras palabras, el presidente ecuatoriano Rafael Correa. Él se refería
principalmente a Humala, que estaba apenas a una hora de vuelo de
Cochabamba, porque el presidente de Colombia, (Juan Manuel) Santos, tenía
la excusa de que se encontraba en Suiza. La lógica de la Alianza del
Pacífico es debilitar la integración de los pueblos latinoamericanos y
Humala cumplió con la orden directa de Washington. En cuanto a (Sebastián)
Piñera (presidente de Chile) no hay mucho que decir: él siempre obedece
las órdenes de Washington y nada más.
- ¿El episodio del avión presidencial boliviano
es una advertencia acerca de hasta dónde están dispuestas a llegar
las fuerzas imperiales para demostrar quién manda en el
mundo?
- Sí, es un mensaje mafioso, porque muy bien
pudieron negarle el plan de vuelo al avión del presidente Morales,
pero lo dejaron despegar para luego poner en peligro la seguridad de
esa nave. Una cosa es que a usted le adviertan en tierra que no lo
van a dejar pasar por el espacio aéreo de un país y otra, muy
distinta, es que lo hagan cuando ya está en el aire y se está
quedando sin combustible. Eso demuestra el grado de la preocupación
que tiene EEUU de que el señor Edward Snowden cuente todas las
fechorías, crímenes, tropelías y delitos cometidos por la Agencia de
Seguridad Nacional. Por eso les dio la orden a las naciones de
Europa de tratar así a Evo Morales, causando una crisis
internacional mayúscula, aunque hay que decir que el secretario
general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, no se ha dado por
enterado y no hizo ninguna declaración. Ese señor solo actúa cuando
la Casa Blanca se lo ordena. En este caso le dijeron que se quedara
callado ante una violación brutal de la soberanía. |
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- ¿Qué importancia le otorga actualmente la élite de
Estados Unidos a América Latina? ¿La tesis del patio trasero ha cambiado o
se mantiene?
- Tienen un concepto muy complicado, una mezcla de
desprecio hacia nosotros y una irresistible atracción por nuestros
recursos naturales. Por una parte, nos consideran racial y moralmente
inferiores. Aunque se cuiden de decirlo, lo demuestran con su
comportamiento. Prevalece la tesis del patio trasero, algo feo, sucio, que
es preferible que nadie lo vea. Claro, que esta es la visión de la élite
estadounidense, no la del pueblo, que en última instancia es también
víctima de la explotación de esas élites. El Comandante Chávez siempre
insistió en que hay que diferenciar entre pueblo y gobierno. El salario
mínimo de un trabajador de EEUU es hoy igual al de 1979, hace 34 años que
no se aumenta, mientras la clase dominante se ha enriquecido como nunca.
Esos trabajadores son aliados nuestros porque son un pueblo explotado por
la misma burguesía que explota al resto del mundo y que si hubiera vida en
Marte, también se las arreglarían para explotar a los marcianos. En suma,
nos desprecian, pero saben que la mayor reserva petrolera del mundo está
en Venezuela, y que 80% del litio, un mineral estratégico para las
telecomunicaciones, está en América Latina; y que la mitad de la
biodiversidad y del agua dulce está en América Latina.
NO AL PACHAMAMISMO
- Usted dice que en América Latina hay un debate entre
pachamamismo y extractivismo. ¿Cuál de los países cree usted que ha
manejado mejor el balance?
- Es difícil decirlo, aunque creo que Venezuela, Ecuador y
Bolivia han hecho un gran esfuerzo por lograr un justo punto de equilibrio
entre la defensa de la madre tierra (el pachamamismo), de los recursos
naturales y la necesidad que tenemos de aprovechar esos recursos. El
pachamamismo, en sus versiones más extremas, nos lleva de vuelta a la
época de las cavernas, porque tendríamos que dejar de producir
electricidad y de construir casas de ladrillo, por ejemplo. Es un planteo
que no tiene ninguna seriedad, algo retórico, efectista, que no enfrenta
los problemas reales. Tenemos casos como el de Ecuador, cuya población se
duplica cada 25 años y si no aprovecha los recursos de manera responsable
y prudente, condena a esa población a vivir en peores condiciones que las
actuales. Lo mismo pasa con Venezuela, que en 30 años tendrá más de 50
millones de habitantes y si no se hace un uso racional de los recursos
naturales, esa población estará sentenciada de antemano. Yo rechazo la
división que algunos compañeros de la corriente pachamamista pretenden
establecer entre la naturaleza y la sociedad. Yo creo que la sociedad
humana forma parte de la naturaleza y la salvación de la naturaleza debe
incluir la preservación de la sociedad humana. A veces se plantea un
debate muy injusto. Dicen que los gobiernos de Ecuador, Bolivia y
Venezuela son hipócritas porque hablan de revolución, pero siguen
explotando el petróleo, el gas, el litio.¿Pero, qué quieren que hagan,
cómo atender los problemas de la gente más pobre sin tocar esos recursos?
Lo que se debe hacer es evitar la explotación capitalista, que es
predatoria y derrochadora, pero se pueden aprovechar los recursos para que
la población viva mejor.
LOS ENOJADOS BRASILEÑOS
- En su afán de control global, la élite hegemónica ha
creado nuevos mecanismos de supresión de gobiernos y liderazgos
nacionalistas, antiimperialistas, contrahegemónicos. Uno de ellos es
atizar rebeliones populares que comienzan en las capas medias y luego
toman cuerpo entre los pobres. Visto lo ocurrido en Brasil, ¿corren los
gobiernos de izquierda de Latinoamérica el riesgo de ser derrocados por
sus propios pueblos?
- Lo de Brasil no es algo asimilable con otras protestas,
como por ejemplo las que ha habido en Argentina contra el gobierno de
Cristina. En primer lugar porque la composición social de los
manifestantes evidenciaba la presencia importante de sectores populares.
No es gente que quiera una vuelta a la derecha y el neoliberalismo, sino
que estaban realmente muy enojados por el hecho de que los grandes
beneficiarios de la gestión macroeconómica de los gobiernos tanto de Lula
(Da Silva) como de Dilma (Rousseff), han sido los bancos. Esto lo dijo el
propio Lula, cuando lamentó que el esfuerzo para que millones de personas
salieran de la pobreza haya significado también el enriquecimiento brutal
de los bancos. Bueno, pues esa gente que ahora tiene una situación un
poquito mejor, ve cómo la mitad del presupuesto nacional va al servicio de
la deuda pública y enormes porciones se están gastando en los Juegos
Olímpicos y la Copa del Mundo. Eso produjo una oleada de indignación que
de alguna manera significa el inicio de un nuevo ciclo de luchas
populares. Pero esas luchas no tendrán como objetivo derrocar al gobierno
de Dilma, sino instarla a que avance por una vía más radical en cuanto a
la redistribución del ingreso, más control estatal sobre la actividad
económica, es decir, por una vía más parecida al fenómeno chavista que a
los gobiernos neoliberales.
CONTRA EL CONSUMISMO, EDUCACIÓN
Educación. Tal es la medicina que Atilio Boron
recomienda para el virus de la mentalidad capitalista que, a su
juicio, afecta muy especialmente a Venezuela. El intelectual
argentino ha estado varias veces en el país y ha podido comprobar el
conflicto existente entre las ideas socialistas y nuestra tendencia
al individualismo, el egoísmo y el consumismo exacerbado.
"Eso se resuelve en un proceso de largo plazo,
basado en un intenso esfuerzo de educación popular -puntualiza-.
Venezuela es un país que ha estado sometido brutalmente a la
hegemonía cultural del imperialismo norteamericano. Yo diría que más
que ningún otro y eso no se puede cambiar de la noche a la mañana,
se debe hacer lentamente, enseñándole a la gente por qué el
consumismo es, en realidad, un vicio y genera contradicciones que
perjudican a toda la sociedad".
Boron cierra su reflexión en tono anecdótico: "He
visto en Caracas a compañeros que son genuinos revolucionarios, pero
están obsesionados por cambiar de teléfono celular cada seis meses y
eso demuestra lo acendrada que está la cultura del consumismo,
incluso en cuadros revolucionarios. Eso es comprensible porque ha
habido, desde hace al menos cien años, un proceso de adoctrinamiento
mercantilista que promueve el consumo desenfrenado. La salida es la
educación de las clases populares… porque en el caso de esos a los
que Chávez llamaba los pitiyanquis, no hay nada que hacer, esos son
irrecuperables". |
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¡PELIGRO!, IMPERIO EN DECADENCIA
Con una licenciatura en Sociología de la Universidad
Católica de Buenos Aires, un máster en Ciencias Políticas por la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales, de Santiago de Chile, y un
doctorado, también en Ciencias Políticas, por la Universidad de Harvard,
Estados Unidos, Atilio Borón ya tendría autoridad suficiente para opinar.
Pero más allá de sus títulos, lo autoriza su vida, porque ha sido un
hombre consecuente con sus ideas, que debió vivir en el exilio, en México,
entre 1976 y 1984, la noche más oscura de su Argentina.
Con el
surgimiento de liderazgos y procesos de avanzada en la América Latina del
siglo XXI, Borón salió del claustro de la Universidad de Buenos Aires,
donde es profesor titular, para participar activamente en los principales
debates de este tiempo, entre ellos la situación y perspectivas de las
fuerzas imperiales aquí y ahora.
- Solía decir el presidente Chávez que el imperialismo
estadounidense está ya en declive y que en este siglo se registrará su
desaparición. ¿Usted qué cree?
- Chávez tenía razón. En mi libro demuestro cómo ha habido
una decadencia irreversible del imperialismo norteamericano. Pero, claro,
eso no significa que se vaya a acabar en pocos años ni que el proceso vaya
a ser pacífico. Sostengo la tesis de que los imperios se vuelven más
violentos en la fase de decadencia. El imperio francés nunca fue tan
sanguinario como cuando libró su última gran guerra, en Argelia; el
imperio británico nunca fue tan sanguinario como cuando tuvo que combatir
a los nacionalistas de la India; el imperio español nunca fue tan
sanguinario como cuando intentó impedir la independencia de sus colonias
americanas. En su fase de declinación, todos los imperios se vuelven más
virulentos y EE.UU. no será la excepción.
Diario Ciudad de Caracas, 8 de julio de 2013.