La Dama de Hierro ¿al servicio de
quién?
Alfredo César Dachary
En la década de los 60´s – 70´s en Latinoamérica
se daba el primer gran ajuste, mediante recetas basadas en la violencia y cuyo
modelo eran los golpes de estado militares, pero éstos como idiotas útiles del
poder civil que era el titiritero de estos gobiernos dictatoriales.
Allí se trató y, en gran parte, se logró destruir
el poder del sindicalismo, la resistencia, acabar con las utopías sociales de
los sectores más avanzados, en síntesis, dejar los países de rodillas para poder
imponer a partir de los 80´s el gran ajuste al sistema capitalista, ya herido
gravemente a partir de la mitad de la década de los 70´s.
En ese nuevo proceso global destacan dos
personajes, que la historia de las clases populares en los países que
gobernaron, los recordará como los iniciadores del proceso de desmantelamiento
de las conquistas sociales ganadas en el siglo XX, muchas de las cuales
sobrevivían por la guerra fría, especialmente en el caso europeo, donde la
lección que dejó la Dama de hierro recién se entendió a partir del 2008, cuando
se tuvo que asumir que el ajuste hacia abajo, es para clases o grupos sociales y
no para países, por lo que no hay estados “libre de crisis ni
ajuste”.
Margaret Thatcher asumió el gobierno
británico en mayo de 1979, al cabo de una década traumática del ex imperio en
franco retroceso desde el fin de la segunda guerra mundial y con la pérdida de
sus colonias y una estructura industrial obsoleta que se expresaba en una
inflación superior al 25% y la necesidad de ser “socorrida” por el FMI y sus
famosas recetas recesivas, siempre para los grupos sociales con menores
ingresos.
El costo para esa mujer, cuyos ideales estaban
aún iluminados por el resplandor Victoriano, fue el descontento general de la
clase trabajadora, en proceso de extinción ya que con la Thatcher se barrerán
los últimos restos de lo logrado en la postguerra, comenzando con el
aplastamiento de los sindicatos, la desregulación de la City (zona bancaria de
Londres), privatización de industrias, aliento a la inversión extranjera,
rebajas de impuestos, reducción del Estado y ayudas sociales a grupos de riesgo.
Margaret Thatcher, la “Dama de hierro”,
experimentó sus ideas con el pueblo inglés y así barrió con más del 15% de la
base industrial británica, pero el crecimiento siguió bajo porque ya los
sindicatos amenazados y golpeados no pedían aumentos salariales a la par de la
inflación. El vaciamiento de la
industria dejaba a la economía inglesa totalmente dependiente del poder
financiero del mundo de la City.
En medio del proceso de ajuste, la Dama de hierro
tuvo un aliado inesperado que la ayudó a sobreponerse y fue el petróleo del Mar
del Norte, en momentos en que el precio de éste era determinante en las
economías nacionales.
Para el ex Canciller Geoffrey Howe: "Su verdadero
triunfo fue haber transformado no sólo un partido, sino dos, de modo que cuando
el Partido Laborista finalmente regresó al poder, el cuerpo central del
thatcherismo fue aceptado como algo irreversible". Se habían sentado las bases
para un neoliberalismo institucionalizado en el país, algo que se replicó en el
resto de Europa entre la socialdemocracia y la
derecha.
En la actualidad, hay más gente languideciendo en
el paro de larga duración que la que había hace 40 años en todas las modalidades
de desempleo juntas y esto es consecuencia de las políticas neoliberales de
Margaret Thatcher, cuando logró eliminar de las comunidades millones de puestos
de trabajo industriales cualificados y seguros haciendo de localidades mineras y
ciudades industriales, entre otras, zonas devastadas que nunca se recuperaron.
En la actualidad, más de cinco millones de
personas están en las listas de espera para acceder a una vivienda social
mientras que miles de millones de libras de subsidios para vivienda se van
directamente a los bolsillos de propietarios privados que cobran rentas
elevadas. La escasez de vivienda está enfrentando a unas comunidades con otras
al tiempo que se convierten en chivos expiatorios a los inmigrantes o a
cualquier otro colectivo de personas consideradas como menos
merecedoras.
El ocaso de los sindicatos desmembrados por las
leyes antisindicales y el desempleo masivo sumado a las aplastantes derrotas de
las huelgas a costa de muertos, como fue el caso de la derrota de los
emblemáticos mineros, ha cambiado la faz de las clases populares en la
Inglaterra actual, que sigue registrando ajustes cada cierto tiempo a fin de
mantener la poderosa clase en el poder encabezada por el sector financiero.
La “Dama de hierro” trabajó para el futuro,
representado por el pasado colonial hoy encaramado en el mundo de las finanzas,
entre cuyas cabezas está la dinastía
Rothschild, por ello no
sorprende que los grandes beneficiados de este ajuste sea este poderoso sector
económico mundial.
Según un informe, fruto de una investigación realizado por Le Monde, la
capital británica es la cabeza de una verdadera telaraña de paraísos financieros
extraterritoriales situados en colonias o ex colonias del otrora imperio
británico, ya que la City canaliza el 55% de los depósitos off shore del mundo,
por ello es que puede ser
considerada como el más grande paraíso fiscal del mundo.
La primera plaza financiera de Europa es, por
cierto, una plaza financiera “on shore” (localizada). Pero se halla en el centro
de una telaraña de paraísos fiscales “off shore” (extraterritoriales),
territorios de la Corona o ex colonias, con nombres que se convirtieron en
sinónimos en la historia de las finanzas en las sombras: Islas Caimán, Islas
Anglo-normandas, Isla de Man, Islas Vírgenes británicas, Gibraltar, las
Bermudas, Hong Kong, Irlanda y Dubai.
¿Valía la pena desmembrar al sindicalismo,
reducir los derechos sociales y encumbrar a esta nueva aristocracia financiera
en la cima del mundo? ¡Sí!, gracias
a la Dama de hierro, que les sirvió a los capitales de manera
excepcional, con la servidumbre de la hija de un tendero, que siempre ha sido
fiel a la aristocracia.
Margaret Thatcher fue la artífice de la reducción de la protección
social, hasta tal punto, que la mortalidad en la mayoría de sectores populares
(tal como ha documentado extensamente Richard G. Wilkinson en su libro Unhealthy
Societies) creció durante su mandato, incluyendo las tasas de suicidio,
homicidio y alcoholismo, apareciendo de nuevo un problema que había
desaparecido: el hambre, en especial entre los niños, y muy en particular en las
regiones más pobres, como Yorkshire, Escocia, y el País de Gales (ver “The Iron
Lady: the Margaret Thatcher Movie we don’t need”, de Laura Flanders. The Nation.
04.01.12).
Esta mujer que se
guiaba por la vieja ética protestante y el liberalismo económico fue la que hizo
famoso el dicho de “creemos en la lucha de clases y venceremos”, y tanto ella
como Reagan intentaron y lo consiguieron en gran medida, crear una cultura en la
que todas las víctimas del nuevo “orden” que ella aspiraba a establecer, se
sintieran responsables de su propia situación, siguiendo la premisa del
protestantismo.
Su desprecio hacia el feminismo en lo particular y las mujeres
(pobres) en lo general y sus recortes en derechos laborales y sociales dañó
extensamente a las mujeres británicas, mucho más a las mujeres de los mineros
perdidos en pueblos alejados, sin otra opción laboral que el socavón.
La señora Thatcher
fue uno de los grandes artífices del mundo unipolar, además de
promotora del pensamiento único, ambos fundamentos para una globalización neoliberal que intentara,
sin éxito por lo que hoy vemos, “la difusión universal de la supremacía
occidental”.
Para el ex primer ministro laborista, Harold
Wilson, Margaret Thatcher fue la
“Pasionaria del privilegio”, la que desmanteló los fundamentos de la democracia,
poniéndola en manos de la parte más perversa de la economía capitalista, las del
mundo financiero.
El resentimiento de hija de un pequeño
comerciante la llevó a construirse una caparazón para aguantar todo con tal de
ser aceptada por una clase dirigente de la cual anhelaba ser miembro. Esto se
expresa en una frase célebre que fue su gran síntesis de imaginarios e ideales:
“la sociedad no existe, sólo existen los
individuos”.
Nacida fuera de época, pero entendiendo
plenamente el sentir de los grupos del poder, fue la artífice de una revolución
violenta, que no sólo trajo dolor y muerte en Inglaterra, sino que su ejemplo se
expandió en Europa y en América, donde tuvo varios seguidores en el poder, desde
los Chicago boys de Pinochet, a
Carlos Menen en Argentina, pero el mejor alumno de esta escuela lo tuvo
en México: Carlos Salinas de
Gortari.
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