NCeHu
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Argentina
Definiciones en el
juicio oral por el asesinato de Mariano Ferreyra
14/2/13
El asesinato del joven militante del
PO y las graves heridas a Elsa Rodríguez sacudió al poder político y tocó a
fondo al movimiento popular. El oficialismo
imaginó que había sido el detonante de la muerte de Néstor Kirchner e incluso
provocó una crisis política; es que pocos dias antes, Cristina Fernández había
pretendido consagrar una unidad política con la burocracia sindical. La
etapa final de un juicio con un fuerte y creciente control político que se
debate entre el camino hacia el juicio y castigo y la impunidad a los
principales acusados.
El asesinato de Mariano Ferreyra devolvió a la superficie
el carácter criminal de la burocracia sindical y su transformación en una casta
empresarial que prospera mediante la explotación de los trabajadores de su
propio gremio. Puso asimismo al descubierto la trama mafiosa del armado
kirchnerista en el transporte ferroviario. Un año y medio después, esa trama se
volvería a poner en evidencia en la masacre de Once.
Denunciamos, desde el primer momento, todas estas
circunstancias, y con ello produjimos una delimitación política que aportó una
claridad decisiva al movimiento popular a la hora de la movilización por el
juicio y castigo a los culpables. Miles de jóvenes y trabajadores se
reconocieron en la condición social y militante de Mariano; los trabajadores
tercerizados se sintieron interpelados, no ya entre los ferroviarios, sino en
toda la dimensión del territorio nacional. Las tentativas de cooptar a los
allegados políticos y personales de la víctima -la táctica empleada por este
gobierno y los anteriores, para neutralizar el repudio-, fracasaron en forma
miserable.
El método político empleado en la lucha por el juicio y
castigo, en el caso de este crimen, se diferenció del utilizado en los casos de
los compañeros Q’om o del docente neuquino Carlos Fuentealba. Nosotros fuimos de
entrada por los responsables políticos –incluido el gobierno nacional y el Poder
Ejecutivo-, al que conminamos a que procediera a una investigación en sus propia
filas. Debido a la recusación de esta requisitoria a proceder a investigar el
aparato del propio Estado, el gobierno ha quedado como responsable último de la
masacre de Once.
Las escuchas telefónicas han dejado probada la
colaboración de los titulares del ministerio de Trabajo (Carlos Tomada y su vice
Noemi Rial) con José Pedraza, secretario general de la Unión Ferrorviaria. La
reacción inicial del gobierno y de sus alcahuetes (en particular José Pablo
Feinman y otros de Carta Abierta) fue enrostrar la responsabilidad del crimen al
Partido Obrero (PO), que habría estado en el lugar y en el momento inadecuado.
“Nos tiraron un muerto”, acusaron las eminencias que viven del presupuesto del
Estado. La misma Presidenta utilizó la mayor parte de la entrevista que concedió
a los familiares de Mariano, a atacar al Partido Obrero. Claro: en octubre de
2009, al inaugurar una sede sindical de los ferroviarios, Cristina consagrado a
Pedraza como la encarnación del, textual, “sindicalismo que
construye”.
No insistieron en esta vía de exabruptos cuando, el 22 de
febrero de 2011, otros 51 muertos cayeron en la estación de Once, como tampoco
lo habían hecho, antes, en ocasión de la decena de accidentados fatales en los
pasos a nivel. Los compañeros tercerizados que se habían convocado, aquel 20 de
octubre, para reclamar por el pase a planta permanente, no estaban allí por
“apresuramiento”: habían trajinado durante dos años los pasillos ministeriales
con esa misma reivindicación.
“Un crimen político contra la clase obrera”, esa fue la
síntesis de la caracterización política que guió nuestra lucha. Un crimen
ejecutado para defender un sistema de concesión parasitaria y corrupta del
transporte, así como la explotación del trabajo precario de miles de
trabajadores tercerizados. Un crimen para defender el monopolio de una
burocracia sindical patronal, integrada al Estado. Un crimen para detener el
movimiento por la independencia de la clase obrera, que hoy mismo progresa en
todos los sindicatos. Pocas veces antes había quedado definido con tanta
claridad la naturaleza social y política de un crimen contra luchadores
populares. Lo que se puso en juego, entonces, en esta lucha por el Juicio y
Castigo, es una confrontación de naturaleza histórica.
Es esta lucha y la claridad con que fue empeñada, lo que
permitió llegar al juicio oral y público, que se encuentra en la recta final,
con los responsables políticos de la patota entre los acusados. Antes que la
prisión preventiva cayera sobre Pedraza, la ministra actual de Seguridad, Nilda
Garré, desplegó la última tentativa para evitarla: montó un operativo mediático
para encarcelar a los compañeros ferroviarios que habían luchado con Mariano, a
los que acusó de actos de vandalismo en la estación Constitución, con la clara
finalidad de desnaturalizar la lucha de los tercerizados.
Garré había llegado a ese ministerio como parte de una
maniobra cuidadosa del gobierno para apartar a Aníbal Fernández de la conducción
política de la Policía Federal y sacarlo del foco de la responsabilidad por las
órdenes que dio a la fuerza aquel 20 de octubre. Luego de la condena que
pronuncie el Tribunal Oral, habrá que ir por la investigación y juicio de Aníbal
Fernández. En el juicio oral y público “no están todos los que son”: faltan los
concesionarios del Roca, que habilitaron la salida laboral de la patota y están
entrelazados en la explotación de los tercerizados y el desvío de los subsidios;
no está la cúpula de la Policía que monitoreó operativo desde la Jefatura; no
está el ministro encargado de las fuerzas de seguridad en aquella
ocasión.
¿Cuál es el desafío político en esta fase final? El
gobierno no es impasible o neutral en esta circunstancia. Se ve que ha seguido
un lento y penoso peregrinaje gatopardista, que consiste en depurar en forma
aséptica (sin sangre) y limitada la trama mafiosa para conservar la conducción
del aparato de negocios y sindical del ferrocarril. Los Luna(por el
subsecretario de Transporte Ferroviario, Antonio Luna) y los Schiavi (Juan Pablo
ex secretario de Transporte)enfrentan ahora su propio juicio oral y público por
Once; el nuevo ministro de transporte, Randazzo, no es del palo de Omar Maturano
(gremio La Fraternidad) ni del pedracismo; se ha removido a la conducción
macrista-moyanista-pedracista del Belgrano Cargas; por último, está intentando
manejar la UF con un pedracismo sin Pedraza. Por último, pretende que la
culminación del juicio oral y público sea el final de la historia, o sea que no
se trasvase a los concesionarios, la jefatura policial, los ministros de
Seguridad.
Las querellas representadas por los abogados del CELS y
los del Partido Obrero alegarán, en los próximos días(viernes 15), por la
condena a perpetua de Pedraza y sus cómplices. No se conoce, sin embargo, el
planteo de la fiscal, María Luz Jalbert, que representa al Ministerio Público y
que, en esa condición, influye en la formación de la opinión del Tribunal
oral.
La fiscal Jalbert atravesó una crisis seria, hace un par
de meses, cuando la Procuradora K, Alejandra Gil Carbó, le puso dos comisarios
políticos como “ayudantes”. Del juicio oral y público se desprende una
conclusión de conjunto acerca de la responsabilidad de Pedraza como instigador
político de las acciones que llevaron al crimen, que para sus defensores no
alcanzan el carácter de una prueba firme. Si prevalece este criterio judicial,
jamás sería posible probar una responsabilidad política y la impunidad quedaría
consagrada con carácter universal. En este caso, Pedraza –el mismo que intentó
sobornar a los jueces de Casación, para obtener una excarcelación– hasta podría
ser declarado ¡Inocente!
Otro capítulo merece la posición de la troika que integra
el Tribunal, la cual se encuentra cruzada, por lo menos, por dos
condicionamientos: uno, tiene que ver con la presión de la cruzada del gobierno
en el Poder Judicial, para reemplazar con jueces propios a los que reputa afines
a la “corpo”; el otro es, digamos, ideológico, con referencia al garantismo. Con
relación a esto último, los defensores de la patota alegan la falta de pruebas
“materiales”, o sea la ausencia de una orden escrita y firmada de matar.
Recordemos que el garantismo es una posición de defensa de la población que
carece de la capacidad material de defender sus derechos, ante la acción del
Estado y las fuerzas de seguridad, que se mueven con recursos y desarrollan una
conspiración impune. No debería servir como escudo para defender a ese mismo
aparato (burocracia, policía, funcionarios, ministros, pulpos económicos
concesionarios), que precisamente conspira contra quienes carecen de derechos,
trabajadores tercerizados, privados del derecho elemental del convenio
colectivo.
Este conjunto de señalamientos apunta al objetivo de dar
las armas intelectuales, y por lo tanto organizativas, para impedir un nuevo
caso de impunidad. La perpetua para Pedraza y sus cómplices no solamente daría
impulso a las cuestiones excluidas de esta causa desde su fase de instrucción;
también impulsaría la lucha por el esclarecimiento, juicio y castigo por la
desaparición de Jorge Julio López y Luciano Arruga; por los asesinatos de
campesinos Qom y del Mocase; por llevar a tribunales a Sobisch, por Carlos
Fuentealba y por tantos y tantos compañeros sometidos y reprimidos. Las mujeres
agredidas, las trabajadoras y trabajadores esclavizados en el campo y la
ciudad.
Publicado por Agenda Oculta
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