NCeHu
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El verdadero patriotismo de la oligarquía
colombiana
Renán Vega
Cantor
La
Haine
17/2/13
Los mismos que tronaban contra Nicaragua y contra la corte de
la Haya, son quienes han entregado el territorio colombiano para que sea un
botín de las multinacionales
A finales del año anterior, tras
conocerse el fallo de la Corte Internacional de Justicia de la Haya en el
diferendo entre Colombia y Nicaragua, los medios de comunicación, voceros de las
clases dominantes, políticos y politólogos, abogados y una caterva de
oportunistas, encabezados por un expresidente de la República –el más descarado
pro imperialista y vendepatrias que se recuerde en la historia de sumisión que
caracteriza a la oligarquía criolla- llamaron a desconocer el fallo y,
recurriendo al más barato y mentiroso de los nacionalismos, clamaron porque se
adelantara una guerra contra Nicaragua para defender los Callos y el mar
circundante. Al mismo tiempo, los sicarios del micrófono y de la pluma –que
abundan en este país- pasaron rápidamente a difundir sus breviarios de odio y
resentimiento contra los nicaragüenses. Enseguida, Juan Manuel Santos siguió con
la misma tónica y decidió desconocer el fallo, con lo que se ha dado muestra que
el colombiano es un Estado canalla, al estilo de Israel o los Estados Unidos,
para el cual el derecho internacional solamente es aceptable cuando le conviene
o cuando las grandes potencias le imponen sus intereses.
Todos esos chovinistas, con unos bríos
que los hacían aparecer como cruzados medievales en defensa de la patria –es
decir de sus fundos, bancos y propiedades-, se rasgaban las vestiduras como los
primeros defensores de la soberanía nacional, que supuestamente fue lesionada
por los jueces de la Haya. En forma demagógica dieron la impresión de
preocuparse por los habitantes raizales de San Andrés y Providencia y hasta
realizaron manifestaciones políticas de rechazo al fallo mencionado en los
territorios insulares del Caribe colombiano, derramando lágrimas de cocodrilo
por la triste situación de los pescadores isleños, como si alguna vez en
realidad se hubieran preocupado por ellos, que desde siempre han soportado el
olvido y el abandono del Estado central.
Tales muestras de nacionalismo no
pasaban de ser un simulacro porque, al mismo tiempo, los mismos sectores que
tronaban contra Nicaragua y contra la corte de la Haya, son quienes han feriado
y entregado el territorio colombiano para que sea un botín de las empresas
multinacionales de la minería y lo han convertido en la más grande base militar
de los Estados Unidos.
Por si hubiera dudas de su verdadero
carácter antinacional del Estado colombiano, pocas semanas después, exactamente
en el mes de diciembre de 2012, sucedió un hecho que demostró fehacientemente
ese espíritu entreguista, cuando en silencio y casi a escondidas se le dieron a
la empresa carbonífera Drummond 60 mil millones de pesos, para cumplir con un
laudo arbitral que se falló en contra de Colombia a finales del 2011, por parte
de la Corte Internacional de Arbitraje de la Cámara de Comercio, son sede en
París. El origen de este fallo se remonta a la demanda que la Drummond interpuso
contra el Estado colombiano por supuesto incumplimiento en el transporte de
carbón por ferrocarril desde el Departamento del César hasta Santa Marta, más
exactamente por parte de Ferrocarriles del Norte de Colombia, FENOCO.
Como suele ser normal en estos casos,
el fallo favoreció a la empresa multinacional del carbón, y los árbitros
enviaron copia del Laudo a la Sala Civil de la Corte Suprema de Justica que dio
un concepto favorable, con el argumento que el fallo era acorde con el derecho
interno de Colombia. Los árbitros habían determinado que Colombia debía pagar 38
mil millones de pesos por costos de transporte de carbón y 13 mil millones por
no haber cumplido con sus deberes de vigilar y controlar la vía. El fallo fue
aceptado sin ninguna oposición, ni jurídica ni política, pero como el
presupuesto del año 2012 ya estaba aprobado no se asignó la partida
correspondiente, y no se pudo pagar en el 2011. Esto se hizo con un
impresionante mutismo y en secreto en diciembre de 2012, cuando se le entregaron
60 mil millones de pesos como parte de la multa impuesta al país, más los
respectivos intereses.
No es que sea novedoso que el Estado
colombiano y sus diversas instancias, como la Corte Suprema, avalen los
intereses del capital transnacional sin reparo alguno, lo que resulta llamativo
es que el desembolso de la indemnización que se le entregó a la Drummond se
hubiera hecho en el mismo instante en que el fervor patriotero contra Nicaragua
alcanzaba las cotas más altas. Y llama también la atención que el abogado que
“defendió” al país en este laudo haya sido un uribista de pura cepa, nada más ni
nada menos que Edmundo del Castillo, Secretario Jurídico de la Presidencia
ilegitima del hacendado paisa, y hoy acusado de varios delitos, entre ellos las
chuzadas ilegales del desaparecido Departamento Administrativo de Seguridad
(DAS).
Es decir, que de manera directa, un
miembro de los que se reclaman como grandes patriotas, tanto que cantan el himno
nacional con la bandera al pecho al más puro estilo fascista y con camisa negra
al estilo de Juanes, no sólo sabía del resultado adverso contra los intereses
del país que se perpetró en París, sino que intervino de manera directa en el
asunto. Sin embargo, ante tamaño atraco ninguno de los patrioteros que se hacían
cruces por la decisión de La Haya ha abierto la boca para protestar y denunciar
el arrodillamiento ante la Drummond. Los mismos que respiran odio y entonan
canticos de guerra contra nuestro vecino centroamericano han permanecido mudos
y, por supuesto, no han hecho encendidos y belicosos llamados para que ese fallo
a favor de la multinacional del carbón fuera desconocido. Ni el ex presidente
paisa ni Juan Manuel Santos, tan beligerantes a la hora de desconocer el fallo
relacionado con San Andrés, han comentado este acontecimiento ni han enviado al
respecto ningún insoportable mensaje a través del twitter, como cuando se
anuncia, con regocijo propio de los vampiros sedientos de sangre, el asesinato
de algún comandante de la insurgencia. Santos, por ejemplo, afirmaba el 18 de
diciembre que no acataría el fallo de la Haya, al tiempo que por debajo de
cuerda ya se habían entregado los 60 mil millones de pesos a la Drummond,
empresa que, como en el cuento de Rafael Pombo, es una pobre viejecita sin
nadita que comer.
Este silencio simplemente revela hasta
donde llega el supuesto nacionalismo de la oligarquía criolla: patrioterismo
barato y retórico respecto a otros países de la región, más pequeños y en teoría
más débiles militarmente (recuérdese al respecto lo sucedido con Ecuador en
marzo del 2008) y sumisión absoluta y abyecta respecto a los países
imperialistas y sus empresas multinacionales, a los que se les concede todo lo
que exijan.
En el caso de la Drummond el asunto
adquiere unos mayores ribetes de indignidad, si se tiene en cuenta que esta
multinacional estadounidense, que explota el carbón en la costa atlántica
colombiana, es responsable de innumerables crímenes ambientales y sindicales.
Crímenes ambientales, puesto que desde hace años viene destruyendo los
ecosistemas de la región, contamina campos y ciudades, vierte toneladas de
carbón al mar, como se ha comprobado recientemente, y en virtud de lo cual se le
impuso la ridícula multa de 2.900 millones de pesos, es decir, 20 veces menos
que la que le pagó el Estado colombiano. Y crímenes laborales, porque se ha
comprobado que esa empresa ha financiado a grupos paramilitares que han
asesinado a varios dirigentes sindicales. Además, uno de sus más acérrimos
defensores, y ahora ex presidente, admitió haber recibido dinero de esa empresa
para pagar los honorarios del abogado que logró que ese personaje no declarara
en los Estados Unidos en el proceso que se adelanta contra la Drummond por
paramilitarismo y asesinato de sindicalistas.
Con este hecho queda claro el verdadero
significado del patriotismo barato y de pacotilla de la oligarquía y del Estado
colombiano. Ese patrioterismo sólo sirve para incitar el odio y el racismo
contra los países vecinos, a la par que le sirve de disfraz a esa oligarquía
para encubrir su carácter de ficha incondicional de los intereses imperialistas
en el país y en la región, a nombre de la pretendida confianza inversionista, un
simple eufemismo para ocultar su mentalidad servil y neocolonial.
* Renán Vega Cantor es
historiador. Profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional, de Bogotá,
Colombia. Autor y compilador de los libros Marx y el siglo XXI (2 volúmenes),
Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 1998-1999; Gente muy Rebelde, (4
volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 2002; Neoliberalismo: mito y
realidad; El Caos Planetario, Ediciones Herramienta, 1999; entre otros. Premio
Libertador, Venezuela, 2008.
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