NCeHu
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Argentina
Pablo
Heller
Prensa
Obrera 1245

El llamado
“desendeudamiento” no es tal, porque la deuda pública simplemente ha cambiado de
manos y aumentado. El 50 por ciento de ella fue transferida a organismos
públicos, los que han recibido certificados, letras y otros títulos basura que
se vienen desvalorizando, cuya cobranza a su vencimiento es totalmente
incierta. El Banco Central, junto con la Anses, ha sido el principal
vaciadero de esa basura. Se ha convertido no sólo en el principal proveedor de
divisas, sino también de moneda local al Tesoro, a través del giro de adelantos
transitorios. Así se financia el quebranto fiscal. La aceptación compulsiva
de títulos públicos obliga al BCRA a imprimir billetes o a entregar divisas,
según sea el destino que el gobierno nacional dé al dinero que recibe -el pago
de la deuda en moneda extranjera o en pesos. El activo del BCRA ya está
constituido, en más del 50%, por papeles del Estado (pagadios). Por otro lado,
sin embargo, el BCRA absorbe parte de los pesos que debe emitir (por adelantos
al gobierno o por compra de dólares de la exportación) mediante la contratación
de deuda con los bancos locales. A éstos les da sus propios títulos (Lebac), los
que pagan un rendimiento de más del 15% anual, con tendencia a subir. Esta
deuda del BCRA con los bancos es de 106 mil millones de pesos. Sin embargo, la
absorción de pesos, en el año último, ha sido inferior a los que se emiten, al
punto que la oferta monetaria estaría creciendo al 35% anual. De todos modos,
esa política de absorción de pesos demuestra que el oficialismo descree por
completo de su tesis de que la emisión no desvaloriza el dinero nacional.
Asimismo, delata el carácter parasitario de esa emisión, que debe ser absorbida
al costo de una elevada tasa de interés. Los depósitos de las divisas que el
Banco Central tiene en Suiza rinden apenas el 0,25% de interés anual. La carga
anual de intereses que debe pagar el BCRA por su deuda con el sistema de bancos
es de 3 mil millones de dólares. En resumen, el Banco Central tiene un
patrimonio inflado (ficticio), constituido por papeles del gobierno, que
representa la mitad del total de su activo. Por otro lado, tiene una deuda por
sus propios títulos emitidos (Lebac y Nobac) que equivale al 50% de las divisas
que registra (que son de 44 mil millones de dólares). Una parte de estas
reservas, sin embargo, son préstamos recibidos del Banco de Basilea u otros
bancos centrales. Hay que agregar que otra parte de las reservas del BCRA son
encajes de los bancos comerciales, o sea la contrapartida de una deuda. Estos
encajes han venido cayendo, como consecuencia de los retiros de los depósitos en
dólares, a más de la mitad desde que se estableció el cepo cambiario (nueve mil
millones de dólares). La quiebra del Banco Central -que para muchos es un
desatino, porque nunca puede quebrar una entidad que emite dinero- se manifiesta
cuando se interrumpe el crédito que recibe de los bancos del sistema para
absorber pesos. Un banco central que no puede absorber el dinero en circulación,
pierde, al mismo tiempo, la capacidad de emitirlo, porque si continuara
haciéndolo, desataría el derrumbe de la moneda. La aproximación de una situación
de este tipo se manifiesta en el aumento de la tasa de interés que paga cuando
renueva los créditos con el sistema local de bancos y en el acortamiento de los
plazos de esos créditos (en su mayor parte entre 30 y 60 días). Sin ir más
lejos, esta semana el BCRA se quedó sin poder colocar 1.300 millones de Lebac,
los que han pasado a engrosar el volumen de dinero en circulación. Otra
manifestación de la tendencia a esa quiebra es la tasa creciente de la suba de
precios y la formación de un mercado de cambios paralelo. Acentúan esta
tendencia las deudas en títulos públicos que están emitiendo las provincias, que
ya alcanzarían los 25 mil millones de dólares. Estos títulos se compran y son
pagados en pesos, pero ligados a la cotización del dólar. Entre las tasas de
interés que pagan y el ajuste por desvalorización del peso, rinden un 30% de
interés al año, o sea que la deuda provincial aumenta a ese ritmo. En poco
tiempo, quedará en evidencia la incapacidad de numerosas provincias para honrar
esas deudas o incluso pagar los intereses. Para evitar esta quiebra, deberán
intervenir el Estado nacional y el Banco Central. La emisión de moneda en este
cuadro equivale a la hiperinflación. La hiperinflación es la declaración de
quiebra de un banco central. En esto consiste el ‘defol’ K. Por último, a
nadie se le escape el desfasaje creciente entre los precios internos y los
internacionales, cuyo resultado es elevar los costos de la producción nacional.
Está instalada la tendencia a la devaluación del peso, que el gobierno ya
reconoce con el aumento de la tasa de devaluación del peso oficial. Una
devaluación masiva sería el reconocimiento final del ‘defol’, que serviría para
desvalorizar las deudas del Tesoro con el Banco Central y la Anses, así como a
desvalorizar las deudas del Banco Central con el sistema local de bancos,
mientras revaloriza los activos en moneda extranjera. El costo de esta salida
del ‘defol’ recaería, como en todas las ocasiones pasadas, en un aumento
exponencial de los precios y tarifas que deben pagar los trabajadores. O sea: en
una desvalorización gigantesca de la fuerza de trabajo.
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