1) hay que votar a Obama para que la gente se de cuenta, si gana, que es lo mismo que votar a los republicanos.
2) hay que construir de abajo hacia arriba para que algunos izquierdistas puedan algun día construir de arriba para abajo.
3) si la izquierda pretende ser realista, solo debe ocuparse del sistema de salud y salarios dignos.
a) bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos será el reino de los cielos.
b) la clase obrera seguro irá al cielo.
Cordiales saludos. Buen fin de semana. Vicente
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Date: Sun, 4 Nov 2012 12:24:19 -0300
Subject: NoticiasdelCeHu 679/12 - ¿Por qué debería la izquierda apoyar a Obama?
NCeHu
679/12
¿Por qué debería la izquierda apoyar a
Obama?
Doug Henwood
27/10/12
Mientras hojeaba
el número de la revista The Nation en el que hacía público su apoyo a la
campaña presidencial de Obama, busqué en vano por una referencia al viejo punto
de vista de que ambos partidos son “las dos caras de la misma moneda”. Aunque a
muchos fans de Obama les encanta citar el espíritu del movimiento Occupy,
no quieren saber nada del porqué del escepticismo sobre la política electoral
que muchos de los indignados americanos comparten. Ni tampoco había el menor
rastro de posiciones tan venerables como las que piden votar Verde, votar
Trabajadores Socialistas o no votar en absoluto.
No estoy seguro
de apoyar ninguna de esas posiciones. Pero me gustaría que, por una vez, un aval
desde la izquierda a un candidato demócrata a la presidencia viniese acompañado
por una reflexión sobre algunas cuestiones estructurales graves que están en
juego.
Hay ciertas
características eternamente recurrentes en estos editoriales de apoyo que son
deprimentes. Las deficiencias de los demócratas de este año son reconocidas,
pero sólo para ser inmediatamente ignoradas, porque siempre se trata de la
elección más importante desde 1932, o quizá desde 1860. Si los demócratas
pierden, las camisas pardas se sentarán en el Despacho Oval. Todo será represión
y miseria en el país y guerras de agresión en el extranjero.
Naturalmente que
habrá algo de represión, miseria y guerra incluso si gana el candidato
demócrata, pero, como ya se ha dicho más arriba, más vale dejar de lado las
deficiencias.
La persistencia
de este patrón no es una exageración. Basta citar un ensayo de 1967 de Hal
Draper sobre las inminentes elecciones de 1968: "Cada vez que la izquierda
obrera e intelectual se ha quejado por su insatisfacción con lo que Washington
estaba tramando, todo lo que los demócratas tenían que hacer era agitar el
espantajo de la derecha republicana. Los liberales y la izquierda cedían a la
primera y comenzaba a llorar : ¡vienen los fascistas! Votaban por el ‘mal
menor’.”
¿Y cuál es la
consecuencia? La respuesta de Draper: "los demócratas han aprendido que tienen
el voto de los liberales y de la izquierda en el bolsillo y que, por lo tanto, a
quién hay que apaciguar de verdad es a las fuerzas de la derecha”. Casi todos
los editoriales que llaman a votar por los demócratas este año se lamentan del
giro a la derecha de nuestra vida política, sin entrar a considerar cuanto
contribuyen sus propios apoyos editoriales al proceso.
Ya en 2008
recuerdo a un grupo de autodenominados “Progresistas por Obama” prometer que no
cederían un ápice en sus posiciones en caso de que Obama girase hacia la derecha
una vez en el poder. La verdad, me sorprendió, teniendo en cuenta que ninguno de
ellos jamás había considerado la posibilidad de no otorgarle su voto y / o
instar a otros a hacer lo mismo. En una elección que se pudiese jugar por un par
de puntos porcentuales, de entrada esta amenaza podría tener cierta fuerza. Pero
es difícil imaginar que alguna vez haya servido para convencer a nadie alegando
el peligro de que los camisas pardas estaban a la vuelta de la
esquina.
Otra
característica recurrente del género: los lamentos por la falta de coraje y
columna vertebral de los demócratas, que a menudo es tratada como una enfermedad
curable. Pero, de hecho, su estado de invertebración es un síntoma de la
contradicción fundamental del Partido Demócrata: es un partido pro-empresarios
que tiene que fingir, por razones electorales, que no lo es.
Por la misma
razón, cada vez es más difícil saber cuáles son las creencias básicas del
partido. Los republicanos tienen una filosofía descabellada y aterradora a
menudo, sí, pero coherente, que utilizan para enardecer a su apasionada base
social. Los demócratas no pueden arriesgarse a que su base se emocione
demasiado, para que no se asusten sus financiadores.
El problema
fundamental se ve agravado por la personalidad de Obama. A diferencia de
Franklin Roosevelt, quien en un maravilloso discurso en 1936 anunció que
comprendía a quienes odiaban a los ricos, Obama ansía su complacencia. Roosevelt
venía de la aristocracia y tenía la auto-confianza suficiente como para pisarles
los callos de vez en cuando. Obama, nacido en circunstancias modestas, fue
preparado para el poder desde muy temprana edad por instituciones de élite, y no
le gusta nada pisar callos. Así que en lugar de una renovación a fondo de la
arquitectura financiera al estilo del New Deal, nos han dado un té suave
de Dodd-Frank.
Yo preferiría que
Obama ganase las elecciones, no tanto porque sus políticas serían mucho mejor
que las de Romney, sino porque va a decepcionar a muchos de sus partidarios, lo
que será bueno para la izquierda radical. En vez de que la gente se queje sobre
lo malo que era McCain, que habría tenido que ganar en 2008, tuvimos el
movimiento Occupy. Occupy se desvaneció en parte porque la
atención de la izquierda se volcó en la campaña presidencial.
Estoy deseando
que llegue el 7 de noviembre y de que podamos de nuevo dar la espalda otra vez a
la “gran” política electoral, que es lo que deben hacer las personas que quieren
algo más que transformaciones menores. Las elecciones presidenciales, dado el
poder del dinero y todas nuestras estructuras constitucionales que nutren la
ortodoxia, son el terreno natural de los chicos grandes. Sería mucho más
provechoso organizarse en torno a temas específicos, como un sistema público de
salud y salarios dignos; mejorar nuestras instituciones, como lograr unos
sindicatos más activos y un tercer y cuarto partidos, y si hay que trabajar en
el ámbito electoral, que sea para construir desde abajo hacia arriba, de manera
que la gente como nosotros pueda de verdad aportar algo.
Doug
Henwood es
un conocido periodista norteamericano, editor del boletín electrónico Left Business Observer y
frecuente colaborador de The Nation
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