NCeHu
677/12
Reproducido de RGE 1622, 2/11/12
Entrevista a
Vicenç
Navarro publicada en la revista digital SISTEMA, 26 de octubre de
2012
Esta
entrevista hecha por la Asociación de Estudiantes
Progresistas de la Universidad Pompeu Fabra analiza algunas de las
posturas adoptadas en círculos intelectuales (incluyendo algunos de izquierda),
posturas que el profesor Navarro considera erróneas, tales como la supuesta
desaparición de los Estados o la naturaleza de la dictadura
española.
Pregunta (P-) De una manera
creciente se está afirmando que los Estados están perdiendo poder y que en la
economía globalizada su poder de decisión se está limitando. ¿Qué opina
usted?
Respuesta (R-) Que
se está exagerando. Las derechas justifican la aplicación de medidas altamente
impopulares, refiriéndose a que estas fuerzas globalizadoras que no les permiten
hacer otra cosa. Así, el gobierno Rajoy recortó 6.000 millones de euros en
sanidad pública, diciendo que no tenía otra alternativa, pues así se lo mandaba
Bruselas. En realidad, hubiera conseguido casi la misma cantidad revertiendo la
bajada del impuesto de sociedades de las empresas que facturan más de 150
millones de euros, bajada de impuestos implementada anteriormente, con el apoyo
del PP y CiU, por cierto.
P- El
Estado continúa, pues, teniendo una gran importancia.
R- No hay duda de
ello. Es cierto que la integración de España en la Eurozona limita y condiciona,
pero no determina lo que hace el Estado español. Constantemente se están
externalizando las causas de, por ejemplo, desmantelar el Estado del Bienestar.
Antes de que hubiera la Unión Europea y la Eurozona ya se decía que la
globalización económica impedía al Estado español expandir su protección social,
ignorando que uno de los países más globalizados del mundo, Suecia, que estaba
plenamente integrada en la economía internacional, con un elevado porcentaje de
su actividad económica centrada en su comercio exterior, resultado del pequeño
tamaño de su población, tenía el Estado del Bienestar más desarrollado del
mundo.
Ahora se dice que
los recortes son resultado de la integración de España en el euro. Me levanté
esta mañana con el programa de Manel Fuentes de Catalunya Ràdio, afirmando, una
vez más, que los gobiernos Rajoy en Madrid, y Mas en Barcelona, no tienen otras
alternativas que llevar a cabo tales recortes, unos recortes que, por cierto,
están desmantelando el escasamente desarrollado Estado del Bienestar de España y
de Catalunya. La evidencia de que hay alternativas es abrumadora, evidencia
silenciada en los medios de mayor difusión del país.
P- Usted
el otro día en una de sus clases criticaba a las izquierdas por haber aceptado
tal globalismo.
R- Sí. Critiqué a
autores como Eric Hobsbawm y Susan George, que asumen, por ejemplo, que los
Estados han perdido influencia, siendo sustituidos por nuevas entidades, a las
que llaman multinacionales, que se han convertido en las nuevas fuerzas que
rigen el mundo. Esta interpretación está muy generalizada.
P- Y usted
está en desacuerdo.
R- Sí. No hay
multinacionales. No son empresas que sean propiedad de varias naciones. El hecho
de que operen y estén en todas las partes del mundo no quiere decir que sean
multinacionales. Si uno mira su propiedad y su gestión, verá que siempre son
nacionales, centradas en un país. La General Motors es una empresa
estadounidense. Telefónica es una empresa española. Son empresas
transnacionales. Y cuando un conflicto ocurre entre ellas, siempre son los
Estados los que se sientan y negocian. La evidencia es abrumadora. Es más, usted
no puede entender el comportamiento internacional de la General Motors sin
entender la relación entre esta empresa, cuya central está en Detroit, sin
conocer la relación de su central con el gobierno federal de EEUU. Son empresas
transnacionales, lo cual es distinto a multinacionales.
P- Usted
también criticó al italiano Negri, fundador del movimiento que se llama
“autonomía†por su postura sobre el Estado.
R- La postura de
Negri es incluso peor. Celebra la desaparición de los Estados, creyendo que los
Estados son antiguallas que deberían desaparecer. Puesto que no hay un Estado
mundial, democráticamente elegido, me parece un profundo error eliminar las
pocas instancias donde la ciudadanía puede todavía intervenir.
P- Usted
también criticó a Eric Hobsbawm por su negación del carácter fascista del Estado
español. ¿Por qué?
R- Hobsbawm no
conocía bien la historia del sur de Europa, lo cual aparece en sus observaciones
sobre la dictadura que en España se llama franquista. Hobsbawm reproduce
acríticamente la sabiduría convencional existente en el establishment español
que definía tal dictadura como un sistema caudillista.
P- Y
usted, ¿no está de acuerdo con esta definición? ¿Por qué?
R- Porque era
mucho más que un régimen caudillista. Era un régimen dictatorial, con un partido
único, la Falange, un partido claramente influenciado por el partido fascista
italiano que, convertido en Estado, tuvo gran influencia en, juntamente con la
Iglesia católica, configurar una ideología totalizante, el nacional
sindicalismo, que intentaba crear una nueva sociedad basada en la destrucción de
la sociedad anterior, la República. Su ideología, como es la ideología fascista,
era una ideología totalizante y totalitaria, con un nacionalismo extremo que se
atribuía el derecho de conquista sobre otros pueblos, superioridad dada por su
pertenencia a una raza superior. El día nacional se llamaba “el día de la
Razaâ€. Negaba la existencia de clases, estableciendo los sindicatos
verticales, característicos del fascismo. Tal dictadura fue enormemente
represiva. Por cada asesinato político que cometió el fascismo italiano, el
español cometió 10.000, según el investigador del fascismo europeo más conocido
en EEUU, el profesor Malekafis, de la Universidad de Columbia en Nueva York. Tal
dictadura intentaba controlar todos los medios productores de valores e
información.
P- Usted
escribe sobre ello en su libro Bienestar Insuficiente, Democracia
Incompleta.
R- Sí. Escribí el
libro a la vuelta de mi exilio. El profesor Malekafis había indicado que para
definir a un régimen como fascista, éste debía tener ocho
características.
P- A las
que usted añadió dos más.
R- Exacto. Creía
que el profesor Malekafis no había sido suficientemente exigente.
Paradójicamente no había incluido en sus condiciones ni el racismo ni la
negación de la lucha de clases que también caracterizaba al fascismo, con su
establecimiento de los sindicatos verticales. Éstas eran también condiciones
definitorias del fascismo.
P- Y usted
cree que el régimen español reunía todas estas diez
características.
R- Sí. Es una
verificación empírica. Una vez definido el criterio, entonces la investigación
consistía en comprobar empíricamente si el régimen reunía o no estas
condiciones. Y la investigación concluye que sí que fue un régimen
fascista.
P- Pero
muchos dicen que aún cuando lo era al principio, dejó de serlo más tarde con los
tecnócratas del Opus Dei.
R- Es otro error.
Naturalmente que el régimen fue variando. También varió el régimen comunista en
la Unión Soviética. La distancia entre Stalin y Gorbachov era enorme, mucho
mayor que la distancia entre el Franco de 1936 y el de 1975. Y en cambio a tal
régimen continuó llamándosele comunista hasta el último día de su existencia. Lo
mismo debe, por lo tanto, hacerse en la definición del régimen dictatorial
español. El hecho de que en los últimos años de la dictadura española fuera una
cáscara vacía, carente de ideología, llena de oportunistas que constituían una
mafia en el poder, no niega la definición de aquel régimen como fascista, de la
misma manera que el vacío ideológico de la Unión Soviética y el control del
aparato estatal por una oligarquía no negaba la definición de aquel régimen como
comunista. Mi libro crítico de la Unión Soviética, escrito en la época Brezhnev
–que dictaminó la prohibición de mis escritos en aquel país-, mostraba como la
narrativa y los símbolos establecían tal continuidad con las épocas anteriores,
lo cual justificaba el uso de tal término. Y lo mismo ocurrió en España.
Recordemos que el símbolo fascista estaba en la entrada de todos los pueblos
hasta el último día de la dictadura. Y los funcionarios tenían que jurar lealtad
al movimiento fascista –el Movimiento Nacional-, con sus camisas azules y
brazo en alto hasta 1978.
P-
Cambiando de tema, usted también ha enfatizado que el fenómeno que caracterizará
el siglo XXI será la lucha democrática.
R- Sí. Es la
redefinición de la lucha de clases que no desaparece sino que se expande,
transformándose en la lucha del capital, hegemonizado por el capital financiero,
en contra de la gran mayoría de la población. Estamos hoy viendo la
proletarización de las clases medias, que junto con las clases trabajadoras
constituyen las clases populares, es decir, la mayoría de la población. Y hoy,
el capital tiene una enorme influencia sobre el Estado y sus instituciones
representativas. De ahí la pérdida de legitimidad de tales instituciones.
P-
Incluidas las de la UE.
R- Exacto. Hoy
Europa se está construyendo a espaldas de sus pueblos. De ahí mi desacuerdo con
el filósofo alemán Habermas, pues estando de acuerdo en que, tal como él
propone, Europa debería construirse en base a instituciones democráticas, estoy
en desacuerdo cuando él asume que las instituciones existentes hoy en la UE
pueden ser las bases para construir tal Europa democrática. Yo no creo que estas
instituciones sean transformables. En realidad, el que no sean democráticas es
por diseño.
P- De ahí
su desacuerdo también con el economista catalán Antón Costas.
R- Sí. Este
economista escribió un artículo en El País en el que atribuía el desarrollo de
las políticas de austeridad a la incompetencia o ideologización de las
instituciones gobernantes de la Eurozona. Creo que Costas se dejaba en el
tintero lo más importante. Estas políticas y estas instituciones estaban
diseñadas para defender los intereses del capital financiero. Y lo están
haciendo muy bien. Lo cual se hace a costa de que a la gente le vaya muy
mal.
P- El
punto de vista que usted representa apenas aparece en los medios de información
en España ¿Cómo se siente?
R- No hay plena
conciencia entre la población en nuestro país, tanto en Catalunya como en el
resto de España, de lo limitadísimo que es el abanico mediático en el que
posturas críticas son sistemáticamente excluidas. Yo, que no tengo dificultades
para tener mis artículos publicados en los países donde he vivido en mi largo
exilio –Suecia, Gran Bretaña y EEUU-, tengo muchas dificultades para publicar
en España. Y lo mismo ocurre, por ejemplo, con Juan Torres, Catedrático de
Economía de la Universidad de Sevilla, y una de las mentes más claras y críticas
en este país. Estamos bajo una dictadura mediática.
Naturalmente que
me hiere, ofende y molesta que se me discrimine. Pero lo que me molesta más es
que se prive a la ciudadanía del punto de vista que necesita para reaccionar y
responder a la enorme explotación existente y a la cual está sometida. Mi
preocupación es mayor por lo que significa para el país que la discriminación
personal que ello implica, aunque también me molesta.
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