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Asunto: | RE: NoticiasdelCeHu 334/12 - Argentina: CK, un discurso reaccionario (Rolando Astarita) | Fecha: | Jueves, 12 de Julio, 2012 00:21:58 (+0000) | Autor: | Vicente Di Cione <vdicione @.......com>
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Hola Esteban1870: no se si alguna vez lo leyeron (vos y Anino), y si lo leyeron: ¿hace cuanto que no releen "El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo"? Los pobres, gracias a Cristina, están más juntitos que cuando salimos de la convertibilidad, hecho que se verifica, como le gusta recitar a algunos, en los dispositivos electorales de la democracia burguesa. Eso de no tocar a los ricos no es una opinión infantil. Suena a una chicana atorrante al mejor estilo Lanata falsificadora de la realidad, tipica de los que creen que para ser obrero hay que escribir muchas veces la palabra obrero, adicionándola a muchas fórmulas de religiosidad politica. Deberían preguntarle a los ricos si son o no tocados por las políicas fiscales y si no se rompen el....alma y algo más entre ellos. Seguramente el infantilismo izquierdista de ambos deben considerar que no existen contradicciones fundamentales en el campo de la burguesía. Seguramente el darwinismo social fue un invento de Cristina, del peronismo y del vasto campo del socialismo, como dicen, pequeñoburgués. Gracias por darme la oportunidad de rememorar mis lecturas adolescentes. Saludos. Vicente. "El camino del infierno está alfombrado de buenas intenciones"
Date: Fri, 6 Jul 2012 09:33:44 -0300 From: estebanm1870@gmail.com To: humboldt@elistas.net Subject: Re: NoticiasdelCeHu 334/12 - Argentina: CK, un discurso reaccionario (Rolando Astarita) de La verdad obrera, prensa del PTS
EL DISCURSO A FAVOR DEL IMPUESTO AL SALARIOCristina divide a los pobres sin tocar a los ricos
Fecha: Jueves 28 de junio de 2012
Por: Pablo Anino
En el medio del conflicto con Hugo Moyano el kirchnerismo viene agudizando su discurso anti-obrero con el ataque a los trabajadores que reclaman no pagar ganancias y cobrar las asignaciones familiares. Claro que la embestida K contra los nuevos ricos que serían los trabajadores que cobran más de $5.782 si son solteros y sin hijos o $7.998 si son casados con 2 hijos, encubre el embate a toda la clase obrera en tiempos de crisis. Luego de 9 años de crecimiento, lejos del famoso “fifty-fifty”, que tanto gusta mencionar CFK haciendo alusión a ese histórico símbolo del peronismo donde 50% de los ingresos era de los capitalistas y 50% de los trabajadores, hoy éstos apenas llegan al 37%, siendo peor que en los ’90 y en franca caída desde el 2007. Nada bueno se puede esperar hacia adelante.
Los secretos del “modelo”: pobres y mal pagos
El kirchnerismo salió a justificar el impuesto al salario diciendo que lo recaudado se obtiene de los obreros “privilegiados” y se utiliza para redistribuir a los más pobres. Para Zaiat (“Progresivo”, P12, 24/06) estaría mal pedir por la “la anulación de ese tributo para trabajadores de salarios medios y altos”. Lo cierto es que el grueso de los trabajadores que están siendo alcanzados por el impuesto al salario (paso del 8% de los trabajadores en blanco al 20% entre 2001 y 2011) no tienen nada que ver con gerentes y directores de empresas, sino que han comenzado a tributar a medida que sus salarios pasaban la línea del mínimo no imponible. Es decir, son trabajadores que ganan muy cerca de la canasta familiar (hoy en $6.000). Es mentira que el gobierno redistribuye a los pobres. La deuda solo de intereses (sin contar los pagos de capital) se lleva $45 mil millones y los subsidios a los capitalistas unos $94 mil millones. Esto es más de 11 veces los recursos de la Asignación Universal por Hijo (AUH), más de 8 veces el presupuesto de salud, 7 veces lo que se va a destinar al plan de viviendas PRO.CRE.AR. y más de 3,5 presupuestos de educación. Es grotesco llamar a esto redistribución del ingreso.
Así como el 80% de los trabajadores en blanco que con displicencia CFK dijo que no pagaba el impuesto al salario, devela que justamente esa misma proporción gana menos o esta muy lejos de la canasta familiar, la AUH y el resto del “gasto social” tienen una dimensión tan grande como grande es la pobreza y el trabajo en negro, que alcanza al 34% de los asalariados. Estos cobran en promedio $1.800 y la clase obrera (en negro o en blanco) cobra en promedio $3.200. Toda la “bondad” kirchnerista en realidad tiene sentido en un “modelo” donde los trabajadores con bajos salarios y los pobres no pueden tener ni la más mínima aspiración a una mejora. Los caceroleros conmovidos por la falta de dólares se escandalizan frente al supuesto colosal “gasto social” que más bien son migajas que se destinan a mantener hospitales y escuelas en estado calamitoso y a los pobres en condiciones de miseria. Mientras que el salario se diluye por la inflación, la afectación del impuesto al salario y la pérdida de las asignaciones por franjas cada vez mayores de trabajadores.
Exculpando a los ricos
El “modelo” se basó en el enorme ataque al salario de la devaluación de Duhalde. La recuperación del salario real apenas permitió superar en 2011 un 12% el bajo nivel al que había llegado en lo peor de la crisis de 2001. Para los empresarios los costos salariales se redujeron por aumentos en la productividad por encima de la recuperación del salario real. Este bajo nivel salarial en términos históricos fue posible gracias a los avances patronales en precarización y flexibilización laboral primero y a la devaluación después. La burguesía considera estos logros un límite sobre el cual no quiere aceptar ningún avance de la clase obrera. Por eso se la “llevan con pala” y los K optaron por exculpar a los ricos de mayores impuestos, como si solo fuera posible redistribuir entre los pobres. El gobierno convive alegremente con la exención de impuestos para los especuladores financieros, con jueces que no pagan un peso de impuestos a las ganancias, con los exiguos pagos que realizan las mineras saqueadoras o con el ridículo 1,25% que se paga de máximo por bienes personales. De ahí se pueden obtener importantes recursos, igual que de fuertes impuestos a las grandes fortunas, de subas a los impuestos a los terratenientes, a los bancos, de incrementar las contribuciones patronales, entre muchas otras alternativas contra los ricos.
CFK y los privilegiados del mundo Alfredo Zaiat en su columna del día sábado (“Los ricos y sus riquezas”, P12, 23/06) haciendo gala de su “opción por los pobres” repasó estudios internacionales que muestran como los ricos vienen acrecentando su riqueza en medio de la crisis. Además de los ultra ricos (los que tienen más de 30 millones de dólares en liquidez), están “las personas con grandes patrimonios que parten de un activo líquido (efectivo) de un millón de dólares.”. Estos son los privilegiados del mundo, unos “10,9 millones de ricos que en conjunto reunieron una riqueza de 42,7 billones de dólares”. Cristina Fernández de Kirchner está entre ellos. Recordemos que pasó sus 3 millones de dólares a pesos y su patrimonio asciende a más de $70 millones. Eso sí, a pesar de que CFK se la pasa atacando esa “cultura” de no pagar impuestos que tendrían los trabajadores, los intereses que gane por el depósito en plazo fijo que hizo para traspasar sus dólares a pesos con el actual esquema impositivo no paga ni un mísero peso de impuestos, como tampoco lo hace ninguno de los especuladores financieros.
Nacional
2012/7/6 Vicente Di Cione <vdicione@hotmail.com>
Hola, es posible, como alguno lo ha sostenido, que no hay que perder tiempo contestando a ciertas expresiones políticas ensoberbecidas y profundamente religiosas travestidas en teorías revolucionarias. Esto posiblemente sea visto como una ofensa. Pero el texto de Rolando Astarita es para mi y muchos otros claramente ofensivo. Como no soy "inglé", salgo a contestar con su mismo aire, el cual, supongo, se corresponde con el estilo polémico que caracterizaron a las controversias en el campo socialista desde sus albores. A tal efecto agrego un pequeño texto incluido en mis "Apuntes de geografía y ciencias sociales". Muchas gracias. Saludos. Vicente
APUNTES DE GEOGRAFIA Y CIENCIAS
SOCIALES
* La izquierda, el impuesto a las
ganancias sobre los salarios y la teoría del valor[1]
Vicente Di Cione[2]
[1] Texto
sujeto a revisiones. Se agradecen los comentarios.
[2] UBA – FFyL – Dto. Geografía
Los argumentos a favor de la eliminación del impuesto a
las ganancias que gravan a los asalariados procedentes de algunos grupos
políticos de izquierda, omiten aspectos
que son esenciales, entre ellos la progresividad general del impuesto a las
ganancias y el nada despreciable dato de que del conjunto de los asalariados,
en Argentina, solamente el 19 % tienen que pagar el impuesto. El 19 % de los
que pagan se traducen en menos del 3 % del total de impuestos a las ganancias
que recauda la Nación. El resto, el 97 % corresponde a las empresas o personas
jurídicas y a los autónomos.[1]
Otro aspecto mitigado en los argumentos a favor de la
eliminación proveniente de algunas posiciones de izquierda, como el PO y el
resto de la coalición del Frente de izquierda es haber soslayado,
sorprendentemente, el análisis de clase dentro de la categoría de asalariados.
Es extraño que para algunos que se dicen marxistas, todos los “asalariados”
constituyen la misma clase, considerándolos en general explotados por un solo tipo de agente, los
capitalistas, sin considerar que un porcentaje significativo de los asalariados
de "altos ingresos" son en rigor agentes asociados a los beneficios
de la explotación de clases dueñas de los medios de producción. Los ejecutivos,
desde los CEOs para abajo, incluyendo el privilegiado cuerpo de capataces, son
la extensión orgánica ejecutora, utilizando el lenguaje, por ejemplo, de
Rolando Astarita, de la clase explotadora. Si esta caracterización es cierta,
no cabe ninguna duda que el impuesto a los salarios altos grava
fundamentalmente al conjunto de los actores sociales que comparten la
extracción de plusvalía, y no la producción de plusvalía. A nadie se le escapa
que dentro de los asalariados hay también procesos de diferenciación y
clasificación en función de los privilegios salariales, privilegios que
solamente se obtienen o por calificación o por cumplir un rol importante en la
gestión de la explotación a favor de las clases propietarias.
Otro tema que soslayan los marxistas como Rolando
Astarita, es el hecho de que en las sociedades reales, y no las sociedades
idealistas que suelen publicitar religiosamente en volantes y prensas "de
clase", hay muchas más clases que las simplificaciones que sostienen la
dicotomía asalariados – capitalistas. Tales análisis no advierten que Marx en
su espesa obra capital, por razones de construcción teórica y sin que esa
teoría fuera completada, solo hizo referencia a tres clases fundamentales: los
proletarios (en rigor fuerza de trabajo), los capitalistas (burgueses) y los
terratenientes. Tal simplificación tuvo la finalidad de exponer la racionalidad
de los capitalistas y no la racionalidad más amplia y diversa de las sociedades
complejas (reales). Por tal motivo solo se abocó al análisis del proceso de
trabajo y el proceso de producción del modo de producción capitalista, como así
también la reproducción simple y ampliada de "cada capitalista" o de
cada unidad de capital, objetivado (y subjetivado) en las empresas
capitalistas.
Pero sabemos que
las sociedades como Argentina son mucho más que la combinación de esas tres
clases y resulta un esfuerzo de falsificación muy grande de la realidad tratar
de incluir al "resto" de la sociedad dentro de ese esquema triádico
de clasificación. Entre las clases excluidas hago referencia, además de la
necesaria “reclasificación” de los asalariados del sector privado, a los
"asalariados" del sector público (administrativos, fuerza de
"seguridad", docentes, técnicos, funcionarios, legisladores, etc), a
los cuentapropistas, a los campesinos, los cooperativistas, las amas de casa,
el personal doméstico, los jubilados, los niños y adolescentes y el resto de la
población no-económicamente activa.
Si se parte de la complejidad del proceso de
clasificación, es decir, de la diversidad de clases que surgen a partir de la
dinámica histórica y geográfica de la confrontación entre actores desiguales,
combinados y contradictorios, las cuestiones inherentes a la génesis,
aportación y distribución de los impuestos, tendrán una complejidad acorde,
complejidad que conlleva a revisar muchas cuestiones que la izquierda
tradicionalmente sostiene sobre las clases sociales y, consecuentemente, sobre
las cuestiones de la teoría del valor trabajo, del valor y de la plusvalía.
Dado que el impuesto está asociado al valor y al plusvalor, analizo solo estos
y dejo de lado el carácter político de los procesos de construcción de las
clases en el interior de las luchas de clases.
Es necesario deconstruir críticamente la noción de
plusvalía. La plusvalía no es solo lo que va a parar a la acumulación de los
empresarios (cualquiera sea el tamaño) y para su consumo y el de sus familias,
sino también aquella parte del "plustrabajo" que se utiliza para el
desarrollo más o menos sostenible del conjunto de la sociedad. Buena parte de
esa plusvalía, cuyo tamaño depende de los diferentes regímenes
económico-políticos, vuelve a los sectores que la generan, los trabajadores,
sean o no asalariados, a través de diferentes políticas sociales de
sostenimiento de las condiciones generales de reproducción de lo que se llama
"fuerza de trabajo", es decir, más sencillamente, a los trabajadores/asalariados
(hay trabajadores que no son asalariados), pero también se distribuye entre los
sectores que no perciben salarios, ni rentas y tampoco ganancias.
La plusvalía tiene muchos rostros o momentos o componentes,
entre los cuales, por sus implicancias en las argumentaciones sobre los
impuestos y otros ingresos fiscales, se destacan los siguientes:
- la que se
apropian directamente los empresarios para su utilización productiva e
improductiva (acrecentamiento del capital, consumo privado).
- la que se
apropia la sociedad a través de las políticas impositivas y arancelarias de los
estados y que administran los gobiernos de turno.
En la última pueden diferenciarse:
- la que vuelve
a los trabajadores (fuerza de trabajo) bajo la forma de “salario social” y que
satisfacen necesidades asociadas al trabajo inmediatamente y necesidades
disociadas de la relación cotidiana.
- la que se
distribuye a la población no asalariada y “excluida” de la percepción de rentas
(la población marginal, excedente, el ejército industrial de reserva o, en
general, el ejército asalariado de reserva)
- la que se
redistribuye bajo la forma de subsidios sin retorno a los sectores empresariales
de cualquier rango (Pymes, grandes empresas, cuentapropistas, farmer, etc.).
- la que, en
expresión de los que se oponen al impuesto a los salarios, “va a parar al
gobierno” y que, en rigor, se destina al funcionamiento de la gobernanza de las
tres escalas jurisdiccionales (nacional, provinciales y municipales) incluyendo
las universidades sostenidas por el ministerio de educación.
En esta última
hay que diferenciar:
- la que se
destina al pago de los agentes públicos, incluyendo las fuerzas de “seguridad”
y los agentes elegido (autoridades, legisladores
- la que se
destina a las obras y servicios públicos generales, constitutivas en su mayoría
el equipamiento e infraestructura urbana, entendida como el conjunto de
dispositivos necesarios para garantizar la vida en sociedad (la socialización y
la socialidad).
Cada régimen político o modelo combina y distribuye los
rostros, formas o momentos de la totalidad de la plusvalía de diferentes modos.
Hay modos que, abreviando, son populares y otros impopulares, que favorecen la
acumulación capitalista en general o de algunos sectores en particular. El
gobierno de CFK encarna a los gobiernos populares y a los sectores del trabajo
en general, mal que le pese a cierta izquierda notoriamente infantil propensa a
la pura negatividad sistémica.
Al omitir la consideración de los aspectos señalados y al
forzar la construcción metafísica de la sociedad de clases, tal como la realizan
algunos marxistas, trae consecuencias "alienantes" y conducen al
desarrollo de políticas activas relativamente ciegas y, en cierto modo,
irresponsables con los mismos actores que pretenden representar.
From: noticias@centrohumboldt.orgTo: humboldt@elistas.netDate: Sun, 1 Jul 2012 16:51:12 -0300
Subject: NoticiasdelCeHu 334/12 - Argentina: CK, un discurso reaccionario (Rolando Astarita)
NCeHu
334/12
Argentina: CK,
un discurso reaccionario |
Rolando
Astarita |
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En el día de ayer la presidenta Cristina Kirchner atacó
duramente el reclamo de eliminar el impuesto a las ganancias a los
asalariados. Su argumento central fue que el impuesto a las ganancias
afecta a una minoría, el 19% de un total de 9 millones de trabajadores.
Agregó que aquellos que reclaman contra este impuesto adoptan posturas
egoístas, típicas de los liberales (Abal Medina acotó que pelear contra
este impuesto “es oligarquía, no es peronismo”). CK también dijo que el
impuesto debía mantenerse para defender las cuentas públicas. No mencionó
siquiera las asignaciones familiares, que es otro de los reclamos
centrales. En síntesis, la idea central que se transmite es que los
trabajadores que más ganan deben ser solidarios con los que menos ganan.
CK también sostuvo que en Europa están asombrados porque en Argentina los
aumentos salariales son superiores al 20%; y atribuyó la muerte de varios
gendarmes en un accidente de tránsito a la lucha de los
trabajadores.
Como no podía ser de otra manera, el discurso de CK ya ha
sido objeto de varias y fundadas críticas. En primer lugar, porque está
reconociendo que el 81% de los asalariados recibe menos de 5500 pesos por
mes, que es el mínimo (para solteros) que no es afectado por ganancias.
Para aquellos que viven en el exterior, digamos que se trata de poco más
de 1220 dólares mensuales (si tomamos en cuenta el tipo de cambio
oficial), y el nivel de precios en Argentina es similar al que existe en
EEUU. Este salario es considerado entonces “de privilegio” por los K
partidarios y el gobierno. En segundo lugar, se ha señalado que CK pasa
por alto que se está produciendo un “ajuste” de salarios, por vía de la
inflación. Como indica Ismael Bermúdez, en Clarín, desde 2007 la
inflación fue del 147% y el gobierno aumentó el mínimo no imponible en
apenas el 72%. Así, se rebanó una parte de los aumentos salariales
conseguidos (según el cálculo de Bermúdez, el aumento salarial real desde
2007 habría sido de solo el 4,8%). Lo peor es que cada vez son más los
trabajadores afectados por esta medida. Hoy, con un ingreso de 10.000
pesos mensuales, “ganancias” se lleva un aguinaldo completo. Pero además,
es de mala fe hablar solo del aumento nominal de los salarios, y no
mencionar la inflación. Si un gremio cierra un aumento salarial por el
21%, y la inflación es del 25%, habrá experimentado una caída del salario
real del 4%. Esto es elemental, y cualquiera lo sabe. En cuanto a vincular
las muertes provocadas por un accidente de tránsito con las luchas
salariales, es simple incoherencia mental de la presidenta. Pero es
funcional a su intento de meter miedo en la gente, para que no vaya a la
movilización, y degradar las acciones sindicales.
Todo esto se ha dicho ya, aunque no está de más repetirlo.
Sin embargo, hay otro aspecto que quisiera señalar, que tiene que ver con
el contenido ideológico del mensaje de CK. Se refiere a su pedido de que
los trabajadores que reciben mayores ingresos sean “solidarios” y
renuncien a pelear contra la caída de sus salarios (vía ganancias). Pues
bien, se trata de un discurso reaccionario, y por donde se lo
mire.
Empecemos diciendo que es un hecho que históricamente en el
capitalismo hubo diferencias salariales, y por eso el movimiento obrero
ha luchado para que los que más ganan no bajen sus salarios, y de ser
posible, los aumenten. Y para que los que menos ganan, aumenten los
suyos. Toda la historia de las luchas de clases, en el mundo y en este
país, estuvo recorrida por este propósito. Muchos e importantes combates
de la clase obrera fueron protagonizados por trabajadores relativamente
bien pagados, pero recibieron el apoyo del conjunto del movimiento. Es que
todo avance de un sector de la clase obrera frente al capital debe ser
leído como un paso que mejora las condiciones para pelear del resto. Para
no irnos más lejos, recordemos que las grandes luchas del SMATA de Córdoba
en los fines de los 1960 y los 1970 fueron protagonizadas por trabajadores
que recibían uno de los salarios más altos del país. Y esas luchas
abrieron senderos por los que pudo luego mejorar la posición del conjunto
de la clase obrera frente al capital. Decir que los mecánicos no
debían luchar para ser solidarios con los trabajadores de menos salarios,
es un argumento que solo se puede explicar por el empeño en defender los
intereses de la clase dominante. De la misma manera, entre los gremios que
más se movilizaron en 1975, con el Rodrigazo, estaban los mecánicos, y
también los metalúrgicos, que ganaban relativamente bien. De nuevo,
alguien podría haber dicho que estaban defendiendo “privilegios”. Pero lo
cierto es que la movilización por el Rodrigazo fue el intento más
importante de frenar la ofensiva que ya estaba lanzando el capital y el
estado contra el trabajo, como respuesta a la crisis que se había iniciado
a mediados de los 70.
En fin, con el argumento que está esgrimiendo el gobierno K y
sus defensores, habría que plantear que ningún trabajador con un salario
superior al mínimo debería movilizarse “para ser solidario con sus
compañeros de menores salarios”. Por supuesto, no hay manera de defender
este discurso desde posturas “progresistas” o de “izquierda”. ¿A
quién se le ocurre plantear que un sector de los trabajadores debe
renunciar a una parte de su salario para elevar el de otro sector de la
clase trabajadora? La lucha del trabajo debe centrarse en arrancar una
mayor parte del valor producido, que hoy el capital se apropia bajo la
forma de plusvalía. Por otra parte, sostener que debido a la crisis
los trabajadores deben resignar posiciones, es llamarlos a someterse a los
dictados del capital. La “receta” típica del capital, y del estado, frente
a las crisis, es desvalorizar la fuerza de trabajo para sostener la
valorización del capital. Por eso, la clase obrera históricamente opuso
resistencia, y defendió sus posiciones. La pelea por aumento de
salarios (es lo que está implicado en la disputa por ganancias y por las
asignaciones familiares), haya o no haya crisis, es una pelea por
la redistribución del valor agregado. Un valor que ha sido generado
por el trabajo asalariado, y del cual la clase capitalista, y los
funcionarios del capital, se apropian gratuitamente.
Con esto en vista, los socialistas planteamos que los
trabajadores no deben redistribuir ingresos al interior de la misma clase
(de los que tienen mayores salarios a los que menos tienen), sino
obligar a una redistribución del ingreso entre el capital y el
trabajo. El planteo de los K-defensores, y del Gobierno, apunta a
dividir a la clase obrera, y provocar enfrentamientos en su seno. Los
“marxistas” que ocupan altos cargos, o los “izquierdistas” (PC, ex PC y
similares) que se alinean con este discurso, cumplen así un rol bien
definido. Desde este enfoque, no se cuestiona la división del ingreso
entre el capital y el trabajo, sino la división en el seno del trabajo (al
pasar, ¿no se asombran en Europa cuando se muestran los índices de
distribución del ingreso en Argentina, y en América
Latina?).
La posición de los marxistas entonces es la opuesta.
Apoyamos toda lucha que arranque algo del botín apropiado por los
explotadores. Es en este respecto que he planteado la necesidad de
incorporar a los reclamos el combate contra el trabajo en negro y
precarizado. Aclaremos que debería abarcar el reclamo de acabar con los
contratos basura que se hacen desde el mismo Estado, o grandes empresas, y
que formalmente pasan por “blanqueados”. Un trabajador que firma, año tras
año, un contrato “de locación de servicios”, sin recibir aguinaldo ni paga
por vacaciones, y que está obligado a aportar como “autónomo” (aunque esté
bajo relación de dependencia asalariada) está, en los hechos, precarizado.
Pero claro, de esto no dijo palabra CK, tan preocupada por “egoísmos” y
“desigualdades”.
Por todo esto, es necesario unificar, levantando los
intereses más generales del trabajo contra el capital. Y agregamos
que en tanto exista el trabajo asalariado habrá explotación. Por eso,
no solo cuestionamos el reparto de la torta, sino también ponemos el
acento en quién hizo la torta. La torta (esto es, el valor agregado
que se divide en salarios y beneficios) fue generada por el trabajo, pero
una parte es apropiada graciosamente por los dueños de los medios de
producción. Decir que es “neoliberal” luchar por el salario es propio del
discurso que busca disimular este fundamento último sobre el que se
levanta la civilización burguesa: la explotación del hombre por el
hombre.
Rolando Astarita es profesor de ciencia económica en la Universidad de
Buenos Aires.
http://rolandoastarita.wordpress.com/2012/06/27/ck-un-discurso-reaccionario/
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