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El documento y otra versión resumida para la prensa se encuentran publicados
en http://plataforma2012.org/
POR UNA VERDADERA ESTATIZACIÓN DE LOS
RECURSOS ENERGÉTICOS
La crisis de YPF o el fracaso de una
política energética
Mayo de 2012
Introducción
Desde Plataforma
2012 estamos convencidos de la necesidad de recuperar nuestro petróleo y
nuestro gas, así como de terminar con el saqueo y la contaminación producida por
la megaminería a cielo abierto. Estamos a favor de una verdadera estatización de
YPF y de la nacionalización de nuestros bienes naturales. Estamos a favor de una
concepción diferente de dichos bienes, los cuales no son commodities, tal como
se plantea desde la nueva división internacional del trabajo. Creemos que es
necesario pensarlos como recursos naturales estratégicos y, al mismo tiempo,
como bienes comunes. Por ello, no tenemos dudas de que empresas como Repsol o
cualquier otra empresa privada o trasnacional, nada tienen que ver con los
bienes naturales de todos los argentinos.
El anuncio de la
expropiación del 51% de las acciones de YPF S.A. al grupo Repsol por parte del
Estado Nacional despertó grandes ilusiones y una fuerte adhesión en amplios
sectores de la sociedad. Esto está ligado a la significación y el valor –tanto
real como simbólico- que YPF, como empresa productiva nacional, ha tenido y
tiene para los legítimos anhelos emancipatorios del pueblo argentino.
Sin embargo, la ley
recientemente sancionada por el Congreso Nacional no garantiza la satisfacción
de las legítimas aspiraciones que ha suscitado en la sociedad. El anuncio se
realiza cuando nuestro país se encuentra sumergido en una profunda crisis
energética, producto de años de saqueo de nuestros bienes naturales, de nuestro
petróleo y nuestro gas. De este modo, superado por la coyuntura que él mismo
provocara, el gobierno de Cristina F. de Kirchner reaccionó una vez más de
manera espasmódica, tomando la parte por el todo. La anunciada “reconquista” de
YPF adolece así de sustanciales errores para cumplir con las metas que dice
proponerse, puesto que no contempla los aspectos estructurales de la cuestión
energética y carece de una mirada estratégica de mediano y largo plazo.
Plataforma 2012 considera que la
problemática energética remite a razones profundamente estructurales, que exigen
una reflexión y un debate colectivo sobre cuestiones de índole estratégico, de
mediano y largo plazo, en el plano político, social, económico y ambiental.
La actual
conformación de la matriz energética de nuestro país impone severas
restricciones para sostener el proceso de crecimiento económico independiente;
para ampliar el bienestar de la población y para proteger y reproducir el
ambiente en condiciones favorables.
Por lo tanto, una
estrategia de desarrollo energético, inmersa en una mirada más global y de largo
plazo, debería tener en cuenta y actuar en favor de, la integración de estos
tres elementos. Ello es así porque la conformación de la matriz energética
influye en los diferentes subsistemas: como insumo productivo, como bien de
consumo, como recurso natural estratégico y símbolo de soberanía económica y
política, en fin, como bien común, de carácter inalienable, base de un modelo de
desarrollo verdaderamente sustentable.
Esto no significa
desconocer las urgencias coyunturales, pero estas no deben convertirse en el
vector privilegiado de las políticas públicas argentinas, tal como ha venido
sucediendo hasta ahora. Más bien, éstos deberían ser tratados desde una mirada
estratégica de mediano y largo plazo, que contemple los aspectos estructurales
de la cuestión energética con una visión de defensa de los intereses nacionales
y de la comunidad.
I. Privatización y vaciamiento de
YPF
Desde Plataforma
2012, creemos que así como no es posible minimizar la actual responsabilidad del
gobierno nacional en la política de vaciamiento de YPF, no es posible hacer
tabula rasa del pasado, respecto de las responsabilidades políticas en relación
a la privatización y desregulación del sector petrolero. No podemos soslayar que
los Kirchner se encuentran entre los principales actores de la privatización de
YPF.
Olvidarse de ello
implicaría consumar un nuevo acto de desmemoria, para avalar el discurso
pretendidamente refundacional del actual gobierno.
a-Las consecuencias de la privatización de YPF
Debido a
que YPF siempre supo ser un baluarte de la soberanía
económica del país, el gobierno de Menem era consciente de que la privatización
no sería fácil, por lo cual requería contar con la mayor
cantidad de aliados posibles para no entorpecer la marcha de su proyecto
enajenador. De hecho, operó para que las provincias productoras de petróleo
apoyaran con sus senadores y diputados el proyecto a cambio de un acuerdo
extrajudicial con cada provincia para terminar un litigio que estaba en la Corte
Suprema de Justicia, donde las provincias reclamaban el pago de regalías
presuntamente mal liquidadas.
Este
problema se originaba en demandas presentadas por algunos estados provinciales,
reclamando el pago de regalías que no correspondían a los porcentajes, valuación
del petróleo y fecha de esa valuación fijados por la ley 17.319. Era
técnicamente imposible que la demanda prosperara, porque los términos de la ley
eran categóricos y así lo entendió el Procurador del Tesoro, quien afirmó en un
extenso dictamen, que los pagos se habían efectuado conforme a derecho y que las
provincias no tenían nada que reclamar. Los expedientes no tuvieron un trámite
preferencial de ningún tipo y estaban virtualmente paralizados en el Alto
Tribunal. Pese a todo ello, fue la excusa de Carlos Menem y Néstor Kirchner para
negociar un acuerdo, que luego suscribirían otros mandatarios provinciales.
Las consecuencias
sociales, económicas y territoriales del proceso de privatización de YPF fueron
enormes: hacia adentro, éste se tradujo en un proceso de destrucción de las
economías regionales y de descolectivización social.
YPF, nacida en las primeras décadas del siglo
pasado, fue un testimonio contundente del uso de los hidrocarburos como recursos
estratégicos al servicio del crecimiento y desarrollo de nuestro pueblo. No por
casualidad se constituyó en un modelo que adoptaron otros países de América
Latina. Durante más de 70 años, con momentos de avances y retrocesos, YPF manejó
toda la cadena hidrocarburífera, con el objetivo del abastecimiento interno de
combustibles baratos y abundantes, acompañando el desarrollo de la industria
nacional y garantizando un acceso igualitario a la energía.
El
modelo social desarrollado por YPF sintetizaba, como ninguna otra empresa
productiva del Estado, las garantías y oportunidades del Estado social argentino
(derechos sociales, protección social, bienestar general), a través de una
extensa red social que –diferencias mediante- incluía todas las categorías
laborales.
La
“reestructuración” encarada en los años `90 implicó el
cuasi desmantelamiento de la actividad económica de amplios sectores de la
comunidad, cuyos servicios estaban orientados tanto a la empresa como al
personal de YPF. El proceso de privatización implicó el claro pasaje de un
modelo de economía regional (que aún, con todas sus deficiencias, implicaba
altos niveles de integración social, territorial y económica), al modelo de
economía de enclave, dependiente de los centros globales, que lejos está de
generar encadenamientos endógenos relevantes o beneficiar el
desarrollo integral de la región. Dichos enclaves de exportación hoy
están consolidados en todo el campo de la extracción y explotación de nuestros bienes naturales (megaminería e
hidrocarburos).
Este
proceso enajenador de nuestro patrimonio, además de otorgar grandes negocios a
las empresas privadas, implicó también un posicionamiento ideológico sobre el
papel que se le atribuyó a los recursos naturales en el modelo neoliberal: un
commodity exportable y sin valor estratégico para la
satisfacción de las necesidades de la Argentina ni para la defensa de sus bienes naturales.
El desmantelamiento acelerado de YPF produjo el colapso de los marcos
sociales y laborales de aquellas comunidades que crecieron y se desarrollaron
bajo el amparo de la mayor empresa productiva del Estado. Las ventas de
los activos de YPF ubicados en todo el territorio nacional generaron el despido
de 39.000 trabajadores, quedando sólo en actividad 7.000, con una apreciable
disminución de la calidad y seguridad de la explotación de los yacimientos y
refinerías, imposible de sustituir por los adelantos técnicos.
Al igual que en otros casos (por ejemplo, SOMISA, en San Nicolás,
provincia de Buenos Aires), la ausencia de una planificación y una estrategia de
reconversión económica hizo que parte de las indemnizaciones desembocara en
emprendimientos comerciales individuales (kioscos, remiserías) o fuera destinada
al consumo y adquisición de bienes (compra de automóviles, casas). Poco tiempo
después, los negocios bajaron las cortinas; parte de los bienes fueron vendidos,
y la desocupación trepó a tasas muy superiores en relación al resto del
país.
Otra estafa consumada han sido las acciones
de propiedad participada, adeudadas a los ex-trabajadores de YPF, luego de la
desnacionalización operada en 1997, lo cual ha sido motivo continuo de
innumerables reclamos y acciones legales, sin que hasta el día de hoy se haya
resuelto la situación en favor de los ex-trabajadores.
No es casual que, en el marco de este conjunto de procesos y ligado a
la existencia de una fuerte tradición laboral, fuera en Cutral Có y en Gral
Mosconi que a partir de 1996 y 1997, al calor de las puebladas, emergieran los
primeros piqueteros y agrupaciones de desocupados. En el centro de esta acción
había fuertes contra-discursos que exigían una “reparación histórica” y que
aludían, por encima de las diferencias en las trayectorias laborales y de las
jerarquías sociales, a una misma experiencia de
descolectivización.
b-La consumación del
saqueo
El modo de
utilización de los recursos naturales no renovables, expresado en un verdadero
saqueo, es uno de los problemas menos comentados de la privatización petrolera.
La caída de reservas, producto de la falta de inversión y exploración, no es
algo nuevo, ya que estuvo presente desde el comienzo de la desregulación.
Después de privatizada YPF, y cuando estaba en plena operatividad la política
desregulatoria, comenzaron a caer los niveles de reservas de hidrocarburos. En
la década de los noventa el número de pozos exploratorios se redujo
sustancialmente al tiempo que la producción y las exportaciones de crudo
crecieron notablemente (la relación reservas/producción pasó de 13 años en 1990
a 9,8 años en 2001).
Como las cifras
privadas con que se cuenta en la actualidad no resultan confiables y la
Secretaría de Energía nunca ejerció el control del mercado de hidrocarburos, es
necesario hacer una auditoría de reservas, extracción e inversiones de todas las
concesiones para saber la realidad de lo que tenemos y las posibilidades que se
pueden considerar en el futuro.
En cualquier caso, según los
propios estados contables de YPF al 31 de diciembre, la producción de petróleo
cayó el 3,6% en 2010 y la de gas casi 8%. También la información disponible
señala que las reservas probadas de petróleo de YPF representan sólo el 35% de
las que compró Repsol en junio de 1999, cuando había declarado tener 1517
millones de barriles: hoy ésta sólo declara 531 millones de barriles de reservas
probadas.
Las reservas de petróleo
continuaron disminuyendo después del ingreso -patrocinado por el actual
gobierno- del Grupo Petersen a la empresa, en febrero de 2008. La disminución de
reservas coincide con un descenso de la producción declarada por YPF de 120
millones de barriles en 2007, hasta 107 millones en 2010. Así, se estima que YPF
produjo en 2011, 100 millones de barriles de petróleo. La mayoría de las
petroleras que operan en la Argentina tuvieron bajas.
Algo parecido ocurría con las
reservas probadas de gas natural, ya que a fines de 1998, YPF había declarado
ante la SEC 10,3 billones de pies cúbicos que equivalían a reservas por 20 años.
Según el último dato informado por la compañía, de aquellas reservas sólo quedó
el 24%. Desde la incorporación de Petersen la reducción fue del 28% desde los
3,7 billones de pies cúbicos (2007) hasta 2,5 billones (fines 2010).
La distribución
arbitraria, al servicio de la máxima ganancia, de utilidades de la empresa es
una de las la explicaciones principales de la aceleración de su vaciamiento en
los últimos años. Entre 2003 y 2007 Repsol había repatriado el 97% de las
utilidades de la empresa. Pese a esta conocida situación el gobierno promovió la
incorporación del grupo Petersen con un contrato societario que obliga a los
accionistas a distribuir el 90% de las utilidades anuales y de allí reduce
sustancialmente el financiamiento para inversión. Con este mecanismo, para
comprar el 14,9% de YPF la familia Eskenazi desembolsó apenas US$ 100 millones y
se valió de un préstamo bancario y otro de la propia Repsol para adquirir la
participación, que en ese entonces estaba valuada en US$ 2235 millones. Entre
2008 y 2010, la petrolera ganó $ 12.916 millones y repartió $ 14.906 millones,
que su nuevo socio privado utilizó para pagar el financiamiento de su
incorporación a la empresa.
En estos años, los vencimientos
de los préstamos se fueron cubriendo con el flujo de fondos que aportaba la
distribución de dividendos de YPF. Desconocemos cómo seguirá la situación de Petersen,
principal socio hoy del Estado en YPF. Pero es evidente que
este modo peculiar de
“argentinizar” el capital accionario de YPF es un antecedente más de la
errática, errónea e ineficaz política del gobierno hacia la empresa y en materia
energética. También es un ejemplo claro de su modo discriminatorio en su
relación con los agentes privados. Pero además, abre interrogantes sobre el modo
en que se seguirán cumpliendo los compromisos del grupo Petersen, que todavía es
deudor de Repsol en un monto que se publicita en cerca de US$ 1900 millones.
ll- Algunos problemas
estructurales relevantes
1-La principal
fuente de abastecimiento energético continúa siendo la producción de
hidrocarburos y no hay un desarrollo adecuado de fuentes energéticas
alternativas;
2-La extracción de
hidrocarburos está fuertemente concentrada en manos de empresas trasnacionales
cuyos intereses estratégicos trascienden las necesidades del país;
3- Las reservas de
petróleo y de gas vienen descendiendo sistemáticamente y han alcanzado niveles
críticos, en un contexto internacional de alto riesgo en cuanto a precios y
condiciones de abastecimiento;
4- El consumo
doméstico de energía mantiene un ritmo sostenido de crecimiento, con tasas
superiores al propio crecimiento del PBI y de la población, mostrando así un
marcado proceso de “intensificación” del uso de energía en el conjunto de la
sociedad.
5-No existe una
clara identificación de las fuentes de financiamiento y captación de los
recursos necesarios para las inversiones destinadas a sostener el ritmo de
crecimiento de la demanda energética, lo que implica cuestiones tales como la
apropiación y destino de la renta petrolera o los esquemas tarifarios
6- No están
definidas las reglas de juego que debe imponer el estado para el funcionamiento
de los mercados y la articulación entre los sectores privado y público en
función del bien común.
7-No hubo ni se
conocen inversiones adecuadas destinadas a expandir la generación eléctrica y el
sistema se encuentra hoy día en una situación operativa límite como para
afrontar la demanda máxima de generación en horas pico.
8-Los ejercicios
prospectivos disponibles señalan que aun con escenarios de crecimiento económico
menores a los registrados en los últimos años, el aumento esperado de la demanda
de energía primaria implicará restricciones adicionales sobre las reservas
disponibles de hidrocarburos, en un contexto de evidente retracción de las
inversiones en exploración y desarrollo de áreas.
9-La pérdida del
autoabastecimiento energético implica serias dificultades en razón de las
condiciones de alta inestabilidad en el acceso a fuentes foráneas de
abastecimiento y la tendencia de precios en alza que caracteriza los mercados
mundiales de petróleo y gas.
10-Las inversiones
de las empresas petroleras en exploración y desarrollo de áreas de explotación
de hidrocarburos se redujeron a niveles mínimos, a pesar del contexto
internacional de precios en fuerte crecimiento y el incremento experimentado por
la renta petrolera generada en el país.
11-La retracción de
las inversiones no se debe tanto a falta de rentabilidad o de estímulos
provocados por medidas de regulación de precios internos, sino fundamentalmente
a que las empresas petroleras orientaron sus inversiones al desarrollo de áreas
geográficas de mayor potencial ubicadas fronteras afuera del país, en
consonancia con una estrategia de expansión transnacional.
12- La acción
estratégica en el área no puede replicar la política pasada cuyo objetivo era
sustituir petróleo (recurso no renovable y relativamente más escaso) por gas
natural; antes bien, se requiere aumentar la disponibilidad de hidrocarburos y
mayor utilización de fuentes energética basadas en recursos
renovables.
13- La experiencia
indica que no puede esperarse que esta estrategia surja por acción del mercado y
de decisiones aisladas de las empresas privadas, pero tampoco de las políticas
del gobierno que aparecen como respuestas extemporáneas o compulsivas frente a
las emergencias en el corto plazo, que no implican una redefinición estratégica
en el sector ni tampoco lineamientos concretos acerca del desarrollo futuro del
sector energético en su conjunto.
En este campo, la
gestión de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner estuvo signada por la
improvisación, la visión de corto plazo; por el manejo de los operadores del
sector mediante una política de subsidios; por las concesiones arbitrarias; por
las licitaciones poco claras para favorecer a empresarios amigos y afines; por
el desaliento a la actividad hidrocarburífera local y la discrecionalidad en la
toma de decisiones.
a-El caso
Enarsa
Un ejemplo claro de
lo anterior y que debe llamar a la reflexión acerca de los vaivenes e
improvisaciones en la materia, es la creación de una empresa estatal (Energía
Argentina SA – ENARSA) en el 2004, con el objeto de “llevar a cabo el estudio,
exploración y explotación de los Yacimientos de Hidrocarburos sólidos, líquidos
y/o gaseosos, el transporte, el almacenaje, la distribución, la comercialización
e industrialización de estos productos y sus derivados directos e indirectos….”.
Para ello, se le otorgaba “la titularidad de los permisos de exploración y de
las concesiones de explotación sobre la totalidad de las áreas marítimas
nacionales que no se encuentren sujetas a tales permisos o concesiones “ al
tiempo que “ejercerá la titularidad imprescriptible sobre todos los recursos que
descubra y sobre los yacimientos y reservas que se recuperen como consecuencia
de rescisiones contractuales dispuestas por incumplimientos a la ley 17.319, los
que no podrán ser concesionados nuevamente”.
A ocho años de su
creación el incumplimiento de los objetivos es más que evidente. La principal
función de la empresa estatal ha sido operar en la importación de hidrocarburos
financiadas con aportes del tesoro nacional. Esto no sólo muestra el carácter
errático de la política oficial en la materia, sino también pone de relieve que
no se trata sólo de disponer de una empresa con participación estatal. Esto no
es un fin en sí mismo y no puede concebirse como un instrumento aislado, sino
como parte de una política energética integral y coherente. No sólo es cuestión
de buenas ideas o de una declaración de intenciones, sino también de objetivos
claros y prácticas consistentes, lo cual hasta el momento ha estado ausente.
b- La pérdida del
abastecimiento
Bajo el gobierno de
los Kirchner, la Argentina perdió el autoabastecimiento y de forma desordenada
salió a importar faltantes que crecen a tasas exorbitantes y por montos que se
harán insostenibles. En 2006, el país tenía un saldo de balanza comercial
energética positiva de 5600 millones de dólares. En 2011 se volvió fuertemente
negativa.
Si bien no existen
auditorías confiables de la matriz energética, puede arriesgarse que en el
actual estado en que se encuentra la producción, el consumo y la exportación,
los niveles de reservas de gas y petróleo llegan como máximo a (aproximadamente)
10 años y 7 años respectivamente, cuando a fines de la etapa de la YPF estatal
llegaban a 36 y 16 años respectivamente. Esto pese a que, antes de la privatización, YPF había
realizado importantes tareas en materia exploratoria que habían incrementado
considerablemente las reservas disponibles, pero
al momento de la
valuación de la empresa para su transferencia las reservas existentes fueron
fuertemente subvaluadas con la consiguiente subestimación de los valores de
mercado de los activos a transferir.
Paralelamente, continuó cayendo la producción de
hidrocarburos en el país. La caída estimada de 2011 respecto de 2010 es de cerca
de 4,5% en gas natural y más de 8% en petróleo.
Así, una primera
conclusión nos advierte acerca de que la reciente expropiación del 51% de las
acciones de YPF que estaban en manos de Repsol implica una evidencia emblemática
de la crisis energética que caracteriza la economía argentina desde hace años y
de las erradas políticas públicas que se vienen sucediendo en el área.
III: Análisis de la ley
de expropiación
¿Por qué, si la ley
de expropiación de YPF es considerada de carácter estratégico, el gobierno no
aceptó modificar ni siquiera una coma del proyecto original enviado por el poder
ejecutivo?
¿Qué sentido cobran
el debate parlamentario o la discusión pública si éstos se asientan sobre la
sordera persistente de un gobierno que no atina a reconocer responsabilidades
pasadas ni a escuchar las voces y reclamos, incluso de aquellos sectores que
históricamente han sostenido la defensa y recuperación de nuestros bienes
comunes? En los últimos años, fueron presentados varios proyectos de
estatización de YPF, donde ya se planteaba la preocupación por el vaciamiento
hidrocarburífero y energético y se proponían soluciones de fondo, que fueron
ignoradas, siguiendo las indicaciones del Poder Ejecutivo de no discutir y votar
sin modificaciones el proyecto oficialista. Sin duda, dichas cuestiones dan
cuenta de graves problemas relativos al funcionamiento institucional del país.
Por otro lado,
¿constituye la expropiación del 51% del paquete accionario de YPF una primera
medida “reparatoria”, a partir del cual resulte posible revertir 20 años de
privatización y vaciamiento, encaminándonos hacia una política de
autoabastecimiento, de soberanía energética y de desarrollo verdaderamente
sustentable, tal como lo presenta, con un discurso épico, el gobierno de
Cristina F. de Kirchner?; ¿Qué cambia respecto de la política energética vigente
hasta ahora la expropiación del 51% de las acciones de YPF?
Creemos que existen
sólidos argumentos que colocan un manto de dudas en este sentido, teniendo en
cuenta las enseñanzas históricas, las acciones llevadas hasta aquí por el actual
gobierno nacional, así como la complejidad ya señalada de los problemas
energéticos en el país. Por ejemplo, no hay cambio alguno del marco regulatorio
ni política de nacionalización de los hidrocarburos; no asistimos a una
verdadera estatización de la empresa; no existe una propuesta de largo plazo que
apunte a la diversificación de la matriz energética; estamos lejos de asistir a
una explicación en cuanto a las responsabilidades del gobierno en el proceso de
privatización, a las reprochables medidas tomadas hasta aquí y al reciente
vaciamiento de la empresa, entre otros tantas cuestiones importantes.
Esta preocupación
surge del análisis de importantes aspectos problemáticos de la ley, que acaba de
ser aprobada ampliamente por ambas Cámaras.
Estos aspectos no
pueden considerarse como meras cuestiones formales ni mucho menos como
descuidos, dada la experiencia que ya contamos en dicha materia. Tampoco podemos
minimizar el hecho -públicamente conocido- de que el gobierno ha sido asesorado
en este tema por un personaje como el ex ministro Roberto Dromi, uno de los
principales responsables del proceso privatizador en el país bajo los gobiernos
del ex-presidente Carlos Menem.
La propuesta del
gobierno que el Parlamento transformó en ley presenta numerosos problemas, entre
ellos:
a)
Qué significa la expropiación del 51%
Se expropia el 51 %
de YPF, tomando posesión exclusivamente del 89 % de las acciones pertenecientes
al grupo Repsol, que quedaría siendo propietaria de sólo el 6 % del total de
YPF. ¿Por qué se eligió este camino para “nacionalizar” la empresa, tal como se
pregona? La experiencia desde la privatización de YPF señala que la conversión
de las empresas del Estado en sociedades anónimas fue el primer paso para
privatizar no solo YPF, sino también Gas del Estado, Segba, etc.
Hay que recordar
que cuando en 1990 comenzó el proceso de desestatización de la empresa YPF con
el Decreto 2.778/90, la misma fue convertida en Sociedad Anónima. Bajo esta
forma societaria fue que se aprobó en aquel momento un plan de transformación
global de la empresa en el que se definieron las líneas de acción para la
privatización, previendo la venta de activos y la creación de asociaciones de
actividades upstream (exploración y explotación) y downstream
(refinación, transporte y comercialización).
Para ello, las
distintas unidades de negocios fueron privatizadas por separado. La mayoría de
las áreas propiedad de YPF (tanto las centrales como las marginales) y el resto
de los activos, en gran medida se adjudicaron a los mismos agentes privados que
integraron algunos de los consorcios adjudicatarios de Gas del Estado, Agua y
Energía, Hidronor y Segba. De este modo, en los hechos se promovió un mercado
energético fuertemente concentrado y altamente integrado vertical y
horizontalmente, con pocos actores que participan en distintos eslabones de la
cadena energética.
También es oportuno
recordar que la Ley 24.145 de septiembre de 1992 estableció las principales
condiciones para la privatización de YPF y, en principio, el Estado reservaba
para sí el 51% de las acciones, pero sucesivas modificaciones a la Ley
terminaron autorizándolo a reducir sus tenencias a una sola acción (golden
share). Así, Repsol pasó a controlar la casi totalidad del paquete
accionario de YPF, sin que ninguna de sus operaciones fuera revisada desde los
distintos organismos regulatorios del sector, consolidándose la concentración de
la producción petrolera y el elevado grado de oligopolización en refinación.
Por lo tanto, la
figura de la sociedad anónima es en sí misma un símbolo de la privatización, no
ha sido positiva en el pasado y abre interrogantes sobre el futuro de la empresa
y el control estatal en materia de hidrocarburos.
Las explicaciones
dadas por el gobierno para esta elección son variadas y poco consistentes. Entre
las principales, se señala que el 51 % era lo necesario para asumir el control
de la empresa, por lo que sería innecesario ir más allá de esa cantidad. También
que Repsol era el grupo responsable de la dirección que había adoptado la
empresa por lo que sería de una mayor injusticia expropiar a quienes no habían
dirigido la empresa a su vaciamiento. Se llegó incluso a escuchar en los debates
parlamentarios, por parte de legisladores oficialistas, que se tomó esta
decisión porque no se tenía una idea precisa del paquete accionario en manos del
grupo Petersen, y que sí se la tenía acerca del grupo Repsol. Se afirmó,
incluso, que como la expropiación genera conflictos se reducirían los mismos al
afectar a un solo grupo empresario, en este caso Repsol.
Todo esto es muy
discutible. Por un lado, es más que evidente que el grupo Repsol no es el único
responsable del curso adoptado por la empresa, en tanto no hay constancias de
que los directores del grupo Petersen se hayan opuesto a la distribución de
dividendos (más bien, eran los primeros interesados porque su adquisición de
acciones dependía de créditos que serían luego pagados con los propios
dividendos). Por otro lado, al Estado le cabe una gran responsabilidad en el
reconocido vaciamiento de la empresa. Por último, es ridículo argumentar que no
se conocía el paquete accionario de algunos en particular porque se podría
expropiar a todos incluso ignorando exactamente la naturaleza de la composición.
Quinto, quedan dudas acerca de si con esta expropiación no se está liberando al
grupo Repsol de su responsabilidad en el vaciamiento de la empresa y
habilitándolo para cobrar indemnizaciones luego de que se llevó las utilidades
de la empresa por años, vació su capital y no realizó inversiones.
En cualquier caso,
resulta llamativo que no se establezca cuál es el destino de las acciones
expropiadas, lo cual puede ser un elemento importante frente a probables
reclamos de quienes se consideran damnificados por la medida. Tampoco está
establecido el precio de la expropiación, que debería determinarse atendiendo a
la real situación patrimonial, previa auditoria de sus Estados Contables por
parte de la Auditoria General de la Nación, la revisión del cumplimiento de las
concesiones otorgadas a la Sociedad; la auditoria de las reservas; etc. Nada
indica que esto se vaya a hacer.
Dicho esto, es
relevante discutir si el modelo de Sociedad Anónima con participación privada
puede ser útil en esta instancia en vistas del objetivo declarado de lograr el
autoabastecimiento en recursos hidrocarburíferos, el control público de estos
recursos, entre otras cuestiones. Más aún cuando bajo esta forma societaria se
realizaron todas las maniobras que hoy se denuncian como “vaciamiento”. En
síntesis, no hay argumentos sólidos para explicarle a la ciudadanía por qué la
supuesta “nacionalización” de YPF no se hace bajo la forma de una empresa del
Estado.
Para que se
entienda cabe hacer notar que bajo la actual forma societaria, y como muestra la
historia, los socios privados tienen derecho a la distribución de utilidades y
esto supone un límite a la capacidad del estado de utilizar YPF como un
engranaje de la política energética. Más aún cuando se anuncia que la empresa
debe salir a buscar nuevos socios porque el Estado se declara de inicio sin
capacidad para sostener su expansión.
La figura de la SA
también crea otros problemas. Si el Estado Nacional quisiera dejar de cotizar en
la Bolsa de Nueva York no podría hacerlo porque el Estatuto le exige la mayoría
del 75% de las acciones con derecho a voto. Si quisiera cambiar las normas
referentes a la constitución del directorio, requiere el 66% de las acciones
según el Estatuto. De hecho, ni siquiera puede afirmarse que tiene quórum propio
para sesionar en primera convocatoria, en tanto la Ley 19.550 (de sociedades)
exige la presencia del 60% de las acciones.
En síntesis, el
porcentaje expropiado no es suficiente para tener el completo control de la
empresa y más bien refleja la pretensión del gobierno de seguir
realizando con la empresa operaciones que en el pasado dieron pésimos
resultados. Más bien, es una decisión consciente para liberar al Poder Ejecutivo
de controles de las instituciones democráticas y de la ciudadanía en general
para permitirle seguir funcionando en gran medida como lo hizo YPF hasta aquí y
con los penosos resultados conocidos. Si realmente se quisiera cumplir con el
objetivo declarado de nacionalización y control de la empresa el Estado
necesitaría más acciones o, mejor aún, otro modelo de empresa.
b) Cesión de acciones a las
provincias
Tal como está la
ley, se entiende que la secuencia a seguir para la expropiación es la siguiente.
Primero el Estado Nacional expropia el 51% de las acciones clase D
correspondientes a Repsol; luego cede (¿gratuitamente?) la propiedad del 49% de
ese 51% a las provincias productoras que lo “deseen” y de acuerdo con la
proporción de sus producciones (¿Cómo serán medidas?). Los derechos políticos
del 51% expropiado serán ejercidos conjuntamente por un pacto de sindicación de
acciones y se prohibiría la transferencia futura de acciones (¿sólo las
expropiadas?) sin autorización conferida por los dos tercios de los miembros (se
supone que presentes) del Congreso.
Lo anterior indica
que, más allá del discurso público, si se atiende sólo al texto de la ley, se
detectan muchas imprecisiones sobre estos procesos claves de la supuesta
“nacionalización” de YPF. En primer lugar, no está dispuesta expresamente la
gratuidad de la cesión, por lo que conforme a la redacción bien puede ser una
cesión no gratuita a las provincias. Este texto habilitaría al Poder Ejecutivo
Nacional a vender las acciones a las provincias que lo deseen, en el límite, a
ejercer presión de todo tipo para negociar con las mismas el traspaso. No es
menor recordar que las provincias fueron oportunamente presionadas por el
gobierno de Menem para vender el 12 por ciento de las acciones de YPF que Menem
les concedió.
El segundo punto
confuso se refiere a la titularidad de las acciones. En el artículo 8º dispone:
“La reglamentación deberá contemplar las condiciones de la cesión asegurando que
la distribución de acciones entre las provincias que acepten su transferencia se
realice en forma equitativa...”. El artículo 9º aclara: “(El PEN ejercerá los
derechos políticos sobre la totalidad de las acciones sujetas a expropiación)
hasta tanto se perfeccione la cesión de los derechos políticos y económicos
correspondientes a ellas a la que se refiere el artículo anterior” y luego “La
cesión de los derechos políticos y económicos de las acciones sujetas a
expropiación que efectúe el Estado nacional a favor de los Estados provinciales…
contemplará el ejercicio de los derechos accionarios correspondientes a ellas en
forma unificada por el plazo mínimo de 50 años a través de un pacto de
sindicación de acciones”. La pregunta inmediata es: ¿por qué no se estableció
expresamente que se trata de la “la cesión de la titularidad” o de la
“propiedad” o “de las acciones”?
Asimismo, un tema no
menor es la composición de la distribución del 49% de las acciones expropiadas
que establece el proyecto de ley. Para promover un verdadero federalismo, las
provincias no petroleras deberían tener algún nivel de participación. Así se
cumpliría con el sentido de la nacionalización al que se alega y que claramente
no expresan las medidas hasta aquí tomadas.
En suma, no está
claro cómo se ha de instrumentar la composición accionaria entre la Nación y las
provincias. Lo que sí está claro es que la figura de la SA no es la más adecuada
y abre muchos interrogantes hacia futuro. Si realmente se pretende nacionalizar
la empresa y transformarla en un instrumento potente para la política energética
del país, hay que conformar una sociedad del estado, y en todo caso garantizar
el total poder del Estado en la toma de decisiones.
c) La consolidación del
extractivismo depredatorio
El artículo 3 ilustra
la consolidación del extractivismo depredatorio, como “modelo de maldesarrollo"
del país, algo que en medio del entusiasmo generalizado que produjo la medida,
ha sido muy poco contemplado, incluso en las críticas de algunos sectores de la
oposición.
En primer lugar, en su
inciso a), se declara como principio la “promoción del empleo de los
hidrocarburos y sus derivados…” lo cual colisiona con toda la legislación
nacional e internacional sobre Cambio Climático (suscripta por la Argentina) y
de promoción de Energías Alternativas. Se promueve “el empleo” de combustible
fósil, principal responsable del efecto
invernadero.
Contra la opinión de
muchos que festejan un futuro promisorio en la materia, nos resulta muy
preocupante la incorporación de los hidrocarburos no convencionales como uno de los principios del proyecto de
ley. El gas de esquisto o shale gas
es equivalente a la megaminería a cielo abierto, hoy muy cuestionada tanto en
nuestro país como en otras latitudes y sobre cuyos efectos nocivos para el país
se ha pronunciado Plataforma
2012 (Véase nuestro segundo pronunciamiento sobre el tema de la megaminería
en Argentina, febrero de
2012). De hecho, la extensión
de este tipo de metodología, denominada “fracturación hidráulica”, y el fuerte
impacto social y ambiental que genera, ha venido produciendo múltiples
cuestionamientos, que han conllevado su total prohibición en Francia (en 2011),
así como la suspensión y moratoria en diferentes regiones de Estados Unidos,
Canadá, Australia y Sudáfrica.
Atento a las
gravísimas y probadas consecuencias socio-ambientales de la explotación de
los hidrocarburos no convencionales, nuestro país debe previamente
realizar un debate amplio y verdaderamente democrático, para decidir si es
posible o no promover este tipo y modalidad de explotación. La relación amistosa
del gobierno con las multinacionales que siguen trabajando en la mega-minería a
cielo abierto abre muchas dudas sobre las alianzas y negocios que se piensa
hacer desde YPF en la materia.
Preocupa aún más
todo esto, si tenemos en cuenta que el recientemente designado presidente de
YPF, sostuvo que perseguirá el objetivo de "ser el primer experto mundial en el
rejuvenecimiento de yacimientos marginales, líder en el desarrollo de recursos
no convencionales" y exportadores de servicios profesionales para el "desarrollo
de proyectos de downstream (refinación de combustibles y derivados, en la jerga
del sector) en toda América latina".
Asimismo, como ya
hemos señalado, la apuesta por la explotación del gas no convencional significa
consolidar una matriz energética dependiente de los hidrocarburos (cada vez más
escasos, y con mayores riesgos ambientales), cuando la vía a escoger debería
apuntar a la diversificación de nuestra matriz energética, en pos de modelos
alternativos y realmente sustentables.
Por último, desde
Plataforma 2012, propugnamos una visión que contemple la resignificación
de nuestros bienes naturales, no sólo como recursos estratégicos (lo cual
habilitaría el establecimiento de “áreas de sacrificio”), sino como “bienes
comunes” que garantizan y sostienen las formas de vida en un territorio
determinado. El concepto, muy generalizado en el espacio de los
movimientos sociales latinoamericanos y del pensamiento crítico, viene a
contrarrestar la visión utilitarista de los bienes de la naturaleza como
mercancía, como “recursos” para las actividades económicas, lo cual implica el
desconocimiento del resto de sus atributos -que no pueden representarse mediante
un precio de de mercado, incluso aunque algunos lo tengan-. Entendemos así que
la denominación “bienes comunes” excede a la de recursos naturales, ya que
estaría considerando también su valor simbólico, de existencia y de
legado.
d) El artículo 12 y la
denuncia de pasivos ambientales
Como se indicó, un
tema que queda pendiente y que seguramente dará lugar a controversias, es el
precio a pagar por la expropiación. Este es un tema sobre el cual el Estado
argentino debería tener un criterio sólido formado, porque de lo contrario puede
verse seriamente perjudicado y con ello el conjunto de la sociedad.
Por ejemplo, y a pesar
de declaraciones periodísticas, no existe ninguna disposición sobre los pasivos
ambientales (tanto el daño ambiental colectivo como los daños particulares a
través del ambiente) producidos por el accionar de Repsol.
Si estos pasivos
ambientales sólo son usados para reducir el precio de expropiación, estos daños
terminan siendo socializados, es decir, trasladados colectivamente a la
sociedad. Además, el pasivo ambiental de Repsol debe incluir (tal como lo
establece el artículo 41 de la Constitución Nacional y el artículo 28 de la ley
25.675) la recomposición ambiental o - en caso de ser técnicamente
imposible- el pago de la indemnización sustitutiva al Fondo de Compensación
Ambiental.
Todo esto sin
perjuicio del inmediato inicio de acciones penales ambientales por la violación
de los artículos 55, 56 y 57 de la Ley Nacional 24.051 (Residuos Peligrosos) que
establecen delitos ambientales de orden público (es decir, no es facultativo el
inicio de acciones penales, deben ser iniciadas de oficio). También debe
investigarse penalmente el accionar u omisiones de los funcionarios públicos,
tanto nacionales como provinciales, que debieron controlar ambientalmente el
accionar de la empresa petrolera
Además, en este
campo, nos topamos una vez más con el cinismo del gobierno, ya que los
funcionarios públicos nacionales y provinciales y los Estados también
deberían ser condenados -civil y penalmente- por no controlar la contaminación
ambiental. Por ejemplo, las ciudades del norte de Santa Cruz (Koluel
Kaike, Pico Truncado, etc.) tienen problemas con la provisión de agua debido a
la contaminación petrolera.
Ni que hablar del
caso de Loma de la Lata, en Neuquén, que es uno de los mayores casos probados de
contaminación petrolera. Como han afirmado las comunidades mapuches afectadas:
“Hoy la
hipocresía de los gobernantes de turno utiliza nuestras denuncias de
contaminación y pasivos ambientales para sacar ventaja de Repsol y pareciera que
esta fuera la única culpable. Pero pregunto, mientras Repsol YPF contaminaba a
gran escala, como siempre, las comunidades denunciamos, el
estado nacional, provincial con
la legislación, leyes y autoridad de aplicación que garantizarían el buen
funcionar, sano de la actividad extractiva, ¿dónde estaba? Hoy se llenan la boca
hablando de daños, contaminación y pasivos ambientales. Vuelvo a preguntar,
¿cuál es lo nuevo? Si siempre lo supimos y ellos estuvieron ausentes. ¿Y para
quiénes serían las sanciones? Quedará seguramente en la duda de todos y en los
bolsillos de pocos” (http://www.opsur.org.ar/blog/2012/04/25/la-estatizacion-de-ypf-en-loma-la-lata/).
e) Potestades del poder
ejecutivo
El artículo 14:
“Facúltase al Poder Ejecutivo Nacional y al interventor de YPF SA designado por
éste, a adoptar todas las acciones y recaudos que fueran necesarios, hasta tanto
asuma el control de YPF SA, a fin de garantizar la operación de la empresa, la
conservación de sus activos y el abastecimiento de hidrocarburos.”
Aquí nos topamos
con reiterados problemas institucionales que le han traído serios problemas al
funcionamiento de la democracia argentina y que están en el centro de la
explicación del vaciamiento de YPF. Según la Constitución, para ser válida toda
delegación de facultades legislativas hacia el Poder Ejecutivo, debe cumplir con
dos requisitos: i) Que se fije un plazo para el ejercicio de las facultades
delegadas; ii) Que se ejerzan dentro de las bases de la delegación que el
Congreso debe establecer. El Congreso no puede entregar su competencia, sino que
debe establecer con toda claridad los límites y condiciones bajo los cuales
estas atribuciones serán ejercidas temporalmente.
En el caso en
cuestión, la delegación estipulada en el art. 14 es totalmente imprecisa y hasta
podría afirmarse que equivale a la ausencia total de bases de delegación. No se
trata de un tema menor sino que involucra el propio funcionamiento de las
instituciones democráticas y la continuidad de una política que tras la fachada
de la urgencia de los temas, y con la complicidad de una buena parte de la
oposición parlamentaria, , engrosa la concentración de poder político y
económico en el país.
f) Carencia de control
público
El artículo 15 del
proyecto establece que Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) “seguirá
funcionando como una sociedad anónima abierta”... “no siéndole aplicable
legislación o normativa administrativa alguna que reglamente la administración,
gestión y control de las empresas o entidades en las que el estado nacional o
los estados provinciales tengan participación”. Aquí, algo que llama
poderosamente la atención, es la similitud entre este artículo y el art. 6 de la
Ley 24.145 de privatización de YPF…
Esta disposición
cuestiona el propio carácter de “nacionalización” o “estatización” de la
empresa, en tanto cualquier sociedad con participación estatal mayoritaria ya
sea en el capital o en la formación de la voluntad societaria, es parte del
sector público, aún cuando no esté constituida como tal en los términos de la
ley de sociedades. Así, puede afirmarse que, al igual que el proceso de
privatización de la década del noventa, esta ley busca que el poder político
evada los controles que corresponden a este tipo de sociedades, entre otros la
ley de obras públicas (Ley 17.064), el régimen de contrataciones del estado
(Decreto 1023/01, puesto que requiere su incorporación expresa ya que, de otro
modo, no es aplicable per se a sociedades del estado), el régimen de
información pública (Decreto 1172/03), la ley de procedimientos administrativos
(Ley 19.549), ley de ética pública (Ley 25.188), etc. Tampoco se ejercería el
control de la SIGEN, pese a que en declaraciones públicas los propios
interventores estatales en YPF reconocieron que es necesaria la auditoría de
este organismo..
Asimismo, es sabido
que ya se iniciaron negociaciones con varias empresas multinacionales como la
Chevron, Exxon Mobil, Total o empresas de origen chino. Desde Plataforma nos
preguntamos si las "uniones" y "acuerdos" con otros grupos multinacionales
extranjeros -diferentes a Repsol pero con intereses propios, igual de distantes
de los intereses de nuestro país- y la participación de otras empresas privadas
en YPF, constituyen realmente un camino para lograr la soberanía petrolera y
energética.
Al igual que en las
privatizaciones de los años noventa o tantas otras medidas de “necesidad y
urgencia” el argumento esgrimido señala la razonabilidad de algunas de estas
exclusiones dado que el estricto régimen de contrataciones del estado podría
conspirar contra la celeridad requerida por la actividad comercial de YPF. Esto,
dicho por un gobierno que no fue capaz de controlar a la empresa hasta aquí, ni
tampoco de aplicar las normas de control. Por el contrario, creemos que esta es
una de las explicaciones centrales del formato elegido para la empresa, sociedad
con participación estatal mayoritaria, en tanto están excluidas del régimen del
Decreto 1023/01.
Lo que debería
haberse hecho es reemplazar la redacción del artículo 15 del proyecto para
incluir plenamente a YPF S. A. en el sector público nacional
(artículo 8 inciso b) de la Ley de Administración Financiera) con las
consecuencias que la propia ley prevé para éstas (inclusión en el presupuesto y
control por parte de la SIGEN y la AGN). Por lo mismo, y dado que la empresa
queda bajo la órbita del Poder Ejecutivo Nacional, debería quedar explícita su
inclusión en el ámbito de aplicación del Reglamento General de Acceso a la
Información Pública (art. 1º del Anexo VII, Decreto 1172/2003) y de la Ley de
Procedimientos Administrativos (conf. art. 1º de dicha ley de acuerdo con la
interpretación citada de la Corte Suprema), a la Ley de Obras Públicas (17.064),
que es de aplicación obligatoria al realizarse las obras con fondos del tesoro
nacional.
La
falta de control que cuestionamos se ve agravada por la complementariedad del
artículo 15 con el art. 17 del proyecto, que prescribe que: “A fin de cumplir con su objeto y los fines de la presente, YPF
Sociedad Anónima acudirá a fuentes de financiamiento externas e internas y a la
concertación de asociaciones estratégicas, joint
ventures, uniones transitorias de empresas y todo
tipo de acuerdos de asociación y colaboración empresaria con otras empresas
públicas, privadas o mixtas, nacionales o extranjeras.”
Este artículo es clave
para comprender que las medidas tomadas por el gobierno dificultan – o, más
bien, van en sentido contrario- de la soberanía energética de nuestro país y
aleja la "argentinización" de la expropiación. Este artículo no sólo reafirma
que YPF seguirá operando con criterios bastante parecidos al pasado y promoverá
la incorporación de capitales transnacionales sin que esté claro bajo qué
criterios. La experiencia pasada abre serios interrogantes acerca del tipo de
“negocios” que se piensa encarar con la empresa, más aún cuando se trata de un
gobierno que se caracteriza por su pretensión de apoyar capitales amigos del
poder político.
Las
facultades sumamente amplias otorgadas al Poder Ejecutivo hablan de la falta de
contralor, lo cual es perjudicial para la transparencia de la gestión y la
propia credibilidad de la empresa, habilitando un amplio margen de
discrecionalidad a espaldas de la ciudadanía.
Lo
anterior es más urgente a poco que se piense que el propio gobierno es
responsable del vaciamiento que denuncia. Si este gobierno, en 9 años, no fue
capaz de advertir, controlar o impedir a tiempo el vaciamiento, ¿por qué
deberíamos otorgarle ahora la discrecionalidad de uso del patrimonio de YPF?
Por último, frente a tal
circunstancia, no podemos soslayar las últimas declaraciones de la presidenta en
relación a los trabajadores petroleros, a quienes culpa por la caída de la
producción en el sector. Como ya lo hiciera con los docentes (en su discurso de
inauguración del año parlamentario), se enfrenta con los trabajadores, que son
el pulmón y el corazón de la actividad hidrocarburífera, pretendiendo engañar a
la sociedad otra
vez con el argumento de que son una
aristocracia obrera que cobra sueldos por encima del resto de los trabajadores,
ocultando que tienen un plus por riesgo y condiciones adversas de trabajo. ¿Será
acaso que el Gobierno pretende tentar a los múltiples socios extranjeros
con los que negocia actualmente, en base a ofrecer “mano dura” para con los
trabajadores petroleros?
g) No hay
modificaciones del marco regulatorio vigente.
Vale recordar que
la privatización y desregulación del sector petrolero se estructuró en torno a
tres ejes: i) desregulación sectorial; ii) segmentación de YPF antes de su
privatización y venta de las nuevas unidades de negocios; y iii) transferencia
de la petrolera estatal al sector privado. Entre 1989 y 1991 una serie de
decretos y resoluciones fijaron los criterios básicos y profundizaron el proceso
de desregulación tendiente a la privatización final de YPF. La ley no altera
muchos de los elementos del régimen jurídico de los hidrocarburos vigentes desde
hace dos décadas, hecho que explica por qué se llegó a esta situación como
resultado de lo realizado por el conjunto de las firmas que operan en el sector
(no sólo Repsol YPF) con la anuencia del Estado.
¿Cuáles son las
claves del marco regulatorio vigente? Recordemos que el decreto 1055/89
establece la desregulación del sector y permite la conversión de los contratos
de locaciones por contratos de concesión habilitando la extensión de los plazos
de concesión de 20 años (para las áreas de interés secundario) a 25 años (para
las áreas de recuperación asistida). El decreto 1212/89 establece la libre
disponibilidad del crudo, la libre importación y exportación del recurso, la
liberación total de los precios en todas las etapas de la producción,
permitiendo a su vez la libre capacidad de refinación, de instalación y
titularidad de bocas de expendio.
Este decreto en su
momento suspendió la vigencia de los artículos 25 y 34 segundo párrafo de la Ley
Nro 17.319, habilitando la conversión de los contratos preexistentes y
eliminando la prohibición de la tenencia de más de 5 concesiones de explotación
o más de 5 permisos de exploración a un mismo operador. El Decreto 1589/89, pese
a que fuera parcialmente derogado en lo relativo a la libre disponibilidad de
las divisas en hasta un 70% en el exterior, aún sigue vigente para temas como la
determinación de los contratos de explotación, la preferencia de compra de gas,
disposiciones de comercio exterior, tipo de cambio, restricción a la
importación, intercambio de petróleo crudo y concesiones de transporte. No puede
haber cambios sustanciales en la política energética si estos decretos no son
derogados y así alterado el marco regulatorio.
IV-Lineamientos para una estrategia de desarrollo
energético para la Argentina
Por todo lo
expuesto previamente, son muchos los interrogantes que quedan abiertos en la
política energética oficial y en la reciente expropiación de parte del capital
accionario de YPF. Desde Plataforma 2012 consideramos que estos interrogantes
deberían ser rápidamente resueltos para que de una vez por todas el Estado
argentino recupere su capacidad para llevar adelante una política energética al
servicio de los intereses del país y consistente con un modo de desarrollo
económico verdaderamente sustentable.
En ese sentido,
entendemos que sigue ausente una estrategia integrada para abordar la cuestión
energética que debería considerar, entre otros aspectos, los siguientes:
-Aumentar la
apropiación estatal de la renta petrolera, en la perspectiva de su estatización
total y carácter auténticamente federal, esto es, con participación de todas las
provincias.
- Recrear una
empresa pública de hidrocarburos que actúe como testigo y promueva su
integración con las otras empresas estatales de América Latina.
-Promover un mayor
nivel de exploración y desarrollo de áreas hidrocarburíferas convencionales;
-Diversificar la
matriz energética, en vistas de romper con la dependencia exclusiva del patrón
energético basado en la extracción de hidrocarburos;
-Promover el
desarrollo de energías alternativas no contaminantes (energía eólica y solar;
someter a una discusión colectiva otras energías posibles, como aquellas basadas
en los biocombustibles).
-Gestionar la
demanda de energía mediante un uso más racional de la misma.
-Crear un único
ente regulador de la energía que sea responsable del conjunto de actividades de
regulación y control de todo el mercado energético nacional con participación de
trabajadores y usuarios.
-Incorporar nuevas
regulaciones a la propiedad del conjunto de las empresas y grupos empresarios
que operan en los distintos segmentos del mercado energético, de modo de
introducir competencia en todo lo que resulte técnicamente posible.
-Instrumentar un
Sistema de Información Energética en todos los eslabones de la cadena del
sector.
-Realizar una
estricta auditoría, tanto en el campo petrolero como en el gasífero, sobre las
reservas comprobadas y establecer rígidas restricciones a la relación
exportación/reservas.
-Llevar a cabo un
debate amplio y verdaderamente democrático acerca de la posibilidad o no de
extraer gas y petróleo no convencional, atento a sus gravosas consecuencias
ambientales y territoriales.
-Elaborar Planes
Estratégicos para el sector energético en su conjunto con la finalidad de
conocer las necesidades futuras de inversión y prever la ejecución de obras que
aseguren el abastecimiento interno.
-Establecer que las
empresas productoras de gas y petróleo, públicas y privadas, destinen un
porcentaje de sus inversiones en el segmento up stream a actividades de
exploración con independencia de la duración de las reservas comprobadas de sus
yacimientos.
-Integrar en la
problemática regulatoria del mercado energético, y de cada una de las cadenas,
una visión dinámica de la incorporación del desarrollo científico-tecnológico en
los distintos servicios públicos privatizados, recuperando o preservando el
poder de decisión del Estado en la materia.
- Avanzar en la
conformación de un plan de formación de recursos humanos, dada la destrucción
del aparato administrativo del Estado, la cual ha sido particularmente intensa
en el sector energético.
-Priorizar el
normal abastecimiento del mercado interno a largo plazo con la producción
nacional, antes que la exportación, garantizando el auto-abastecimiento, la
protección de los derechos e intereses de los usuarios, y su acceso a tarifas y
precios que contemplen el interés social.
-Derogar toda norma
que permita la libre disponibilidad de los hidrocarburos extraídos en nuestros
territorios y lanzar un Plan de Auditorías energéticas para impulsar el uso
racional del petróleo y su sustitución por recursos energéticos de tipo
renovable y no contaminante.
-Evitar (y
sancionar severamente) daños ambientales asociados a la exploración y
explotación hidrocarburífera.
Primeras Firmas
Mirta Antonelli,
Jonatan Baldiviezo,
Héctor Bidonde, Jorge Brega, Gastón Burucúa,
Diana Dowek, Lucila Edelman, Mónica Galán, Mario Galvano, Roberto Gargarella,
Adriana Genta, Diana Kordon, Gabriel Levinas, Darío Lagos, Javier Lindenboim,
Rubén Lo Vuolo, Gabriela Massuh, José Miguel Onaindia, Mónica Scandizzo,
Maristella Svampa, Enrique Viale, Nicolás Tauber Sanz, Osvaldo Tchercaski, Jaco
Tieffenberg, Patricia Zangaro.
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