Historia del Poblamiento de San Juan
Como algunas provincias del Noroeste, también San Juan tuvo
población indígena estable antes de la llegada de los conquistadores españoles,
especialmente en el oeste de la provincia, hoy departamentos de Iglesia y
Calingasta.
Los restos de pueblos como Angualasto, Tocota, Pozos y Barrealito
dan cuenta de una población indígena estable dedicada a la agricultura y con
importante influencia del Imperio Inca. Una vez establecidos los españoles en
Mendoza, buscaron asegurar su comercio con el Perú siguiendo el Camino del
Inca.
Con ese objetivo Juan Jufré fundó en 1652 la ciudad de San Juan de
la Frontera en el Valle de Cariagasta.
La misma sirvió para agrupar a los españoles dispersos en la zona
y para organizar las encomiendas de indígenas.
Estos primeros colonizadores buscaban minerales preciosos, pero
sus esperanzas se frustraron rápidamente.
Confiando encontrar buenos yacimientos se establecieron en el
valle de San Juan, y aprovechando las acequias indígenas iniciaron cultivos de
frutales, hortalizas, cereales y alfalfa, logrando especialmente una buena
adaptación de la vid.
La expansión de los cultivos superó las necesidades locales, con
lo que comenzó la transformación de los frutos en vino, aguardiente, pasas,
frutas secas y dulces.
La apertura de los caminos hacia Córdoba y Buenos
Aires permitió la colocación de los productos sanjuaninos en otros dominios
españoles.
La calidad de sus vinos y el aguardiente fue rápidamente
reconocida y promovió un notable desarrollo
campesino.
Nuevas poblaciones aparecieron en la campaña: San José de Jáchal
en 1752 alrededor de la capilla del mismo nombre, Mogna en 1753, San Agustín del
Valle Fértil en 1776, originadas todas ellas en asentamientos o pueblos
indígenas.
A pesar de la emigración y las bajas que significaron para San
Juan la guerra de la Independencia y las luchas civiles, la población fue
creciendo regularmente.
Los cultivos se intensificaron dentro de las zonas
tradicionales de asentamiento, se acrecentó el comercio con Chile y se estrechó
la integración con el resto del país.
En la últimas dos décadas del pasado siglo se establecieron junto
a los viñateros tradicionales inmigrantes franceses e italianos, se mejoraron
los procedimientos de elaboración de vinos y, con la llegada del ferrocarril en
1885, se pudieron colocar rápidamente en el gran centro consumidor de Buenos
Aires.
Aunque en menor proporción que la región pampeana, San Juan
recibió una importante inmigración de extranjeros durante las primeras décadas
del presente siglo que siguieron consolidando su crecimiento demográfico hasta
el trágico terremoto de 1944 que destruyó la capital casi
totalmente.
Igualmente el crecimiento poblacional pudo reanudarse hasta que en
los años sesenta se produjo un importante decaimiento de su economía que provocó
una gran emigración de sanjuaninos hacia otras
provincias.
Durante los años setenta pudo recuperar su crecimiento
poblacional, que continuó moderadamente durante los ochenta hasta superan el
medio millón de habitantes en el último censo.

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