Han sido muy difundidas las declaraciones el pasado
2 de abril de James Woolsey, ex director de la CIA bajo la presidencia de
Clinton y figura clave en el equipo de Bush dedicado a la administración
de Irak, pronunció una conferencia en la Universidad de California (1). El tema central fue por supuesto la guerra en curso en
ese momento.
El conferencista lanzó al auditorio sus hipótesis
estratégicas. La más espectacular fue que 'Estados Unidos está embarcado
en la Cuarta Guerra Mundial, que se prolongará durante mucho tiempo', para
agregar luego:'considero que esta guerra será más larga que la primera y
segunda. Espero que dure menos que los más de cuarenta años de la tercera,
la guerra fría'. Más adelante señaló a los principales enemigos de
Norteamérica en esa contienda: 'los dirigentes religiosos de Irán, los
regímenes de Siria e Irak y los extremistas islámicos como los de
Al-Quaeda', agregando:
'Avanzamos hacia un nuevo Medio Oriente en una
marcha La guerra El discurso se sumerge en las tesis conocidas acerca del
choque de civilizaciones, en la línea argumental de Huntington (2), pero focalizada por los halcones norteamericanos en el
mundo islámico, una área territorial gigantesca que abarca desde el Océano
Atlántico, en el borde occidental de Africa hasta el Océano Pacífico,
llegando a las Filipinas, pasando por el Medio Oriente, Pakistán e
Indonesia, incluyendo a más de 1300 millones de personas y extendiéndose
al conjunto del planeta con minorías musulmanas significativas y/o en
expansión (como en América Latina y Europa). Un bocado demasiado grande
para Estados Unidos, en plena declinación económica. Sin embargo todo
parece indicar que la mirada codiciosa del águila imperial se extiende
mucho más allá de ese espacio, hostilizando a Corea del Norte, con alta
probabilidad de agravación del enfrentamiento, incluso llegando a la etapa
bélica dentro de poco tiempo. Mas aún, el embajador estadounidense en la
República Dominicana, Hans Hertell, acaba de de Desestructuración
periférica Cuando el plan imperial triunfa, la sociedad sometida es
desestructurada, por el pillaje o la simple destrucción de
infraestructuras físicas e instituciones estatales, que no son por lo
general reemplazadas por administraciones coloniales o dependientes
abarcadoras (controladoras) del conjunto de la población, buena parte de
la cual queda a la deriva. La experiencia muestra que los países
aplastados han devenido ruinas sin recuperación a la vista, donde ni
siquiera se produce una reconversión productiva integrada a las
necesidades económicas del Imperio. Es el caso de Serbia donde el gobierno
colaboracionista se quedó esperando la ayuda financiera prometida por
Occidente que nunca llegó. O el de Afganistán donde las tropas invasoras
ocupan unos pocos lugares, como el centro de Kabul, dejando el resto en
manos de jefes militares locales o en completa anarquía, haciéndose
presente de tiempo en tiempo con bombardeos contra focos hostiles o como
represalia a los ataques de la resistencia.
No estamos ante el colonialismo del siglo XIX, que
destruía a las sociedades preexistentes para reconvertirlas por lo general
como proveedoras de materias primas, integrándolas a una división
internacional del trabajo emergente.
Podría suponerse que en el caso de Irak será
distinto. Sin embargo todo indica que esa tragedia confirmará la tendencia
general.
Difícilmente se producirá un boom petrolero
colonial en Irak, ello sería posible si la economía mundial llegara a
reactivarse absorbiendo mayores precios y cantidades de dicho producto.
Pero nos encontramos ante una recesión global duradera de carácter
deflacionaria. Una sobreproducción de petróleo deprimiría sus precios
perjudicando a las transnacionales del sector, y golpeando a economías
petróleo-exportadoras como las de Kuwait o Arabia Saudita,
desestabilizando todavía más al Medio Oriente. De todos modos la renta
petrolera iraquí ya no será acaparada por ese estado nacional, que acaba
de ser destruido, sino en primer lugar por las empresas explotadoras
anglo-norteamericanas (que se llevarán la parte del león), luego por el
estado norteamericano, que cobrará algún tipo de tributo que compense los
gastos de la invasión y la larga ocupación previsible, y finalmente
generalizando el fenómeno es posible vincular la destrucción guerrera en
curso con la degradación del conjunto de la periferia desde los años 80 y
exacerbada en los 90: Proceso que afectó negativamente a la demanda
mundial, agravando la crisis internacional de
sobreproducción.
La depredación periférica, principalmente
financiera, compensaba la declinación o el estancamiento de los beneficios
en la economías centrales, permitía a las empresas globales seguir a
flote, pero al mismo tiempo degradaba una fuente decisiva de esas
ganancias: el tercer mundo. Los dráculas imperiales necesitan más y más
sangre para vivir y la extraen a los pueblos subdesarrollados, pero al
hacerlo matan o debilitan de modo extremo a sus víctimas, lo que los hace
más voraces y desesperados, provocando el desastre general, incluido el de
los vampiros en penuria de alimentos.
Es la dinámica parasitaria del capitalismo global
integralmente atrapado por la telaraña financiera.
La anexión y pillaje de la ex URSS y la Europa del
Este, se inscribe en ese panorama de desastre periférico. Sus burocracias
creyeron o hicieron creer a importantes sectores de sus poblaciones que la
instauración del capitalismo era la entrada al Primer Mundo, la
multiplicación de empresas, exportaciones y consumos. Pero esos países no
ingresaron a la esfera de los negocios productivos sino a la nueva y
ascendente corriente de la especulación financiera global, de los veloces
saqueos macroeconómicos: El viejo capitalismo productivo de Keynes había
cedido hacía mucho tiempo la hegemonía a las tramoyas financieras y
mafiosas de George Soros. Entonces su acercamiento a la economía de
mercado significó abrirle la puerta de par en par a la criminalidad
económica externa. Que por supuesto era anticipada por la avanzada
putrefacción burocrática interna, que encontró en la primera su ideal de
vida.
Enfrentamientos en el Primer Mundo La crisis ha
significado no solo mayor belicosidad contra la periferia sino al mismo
tiempo la irrupción de nuevas y viejas rivalidades al interior del Primer
Mundo ante un mercado global en desaceleración. La euforia financiera de
los años 90 lo anticipó, la misma no era en esencia otra cosa que la
apropiación por vía especulativa de los ingresos de la producción
existente. La pelea por mercados, fuentes seguras y baratas de materias
primas y por tajadas en el saqueo de la periferia (capitalista tradicional
o ex socialista) llevaba inexorablemente al incremento de los
enfrentamientos entre las grandes potencias. La irrupción militarista
norteamericana aceleró dicho proceso. La guerra contra Irak ha sido al
mismo tiempo el fin de la fraternidad occidental, expresada por la muerte
de organizaciones heredadas de la época de la guerra fría, como la OTAN,
las Naciones Unidas, y casi seguramente el ocaso de otras instituciones
como la Organización Mundial de Comercio, el Banco Mundial e inclusive el
FMI.. Cu El circulo vicioso La recesión ha empujado al establishment
norteamericano hacia el militarismo, pero es evidente que la escalada
bélica le esta causando más crisis. Es altamente probable que su
agravación incentivará aún más el empleo del superpoderío militar, para
ganar a través de la guerra las posiciones perdidas por culpa de su
declinación económica. Un verdadero circulo vicioso de guerra y
crisis.
El déficit presupuestario estadounidense superaba
en el actual ejercicio fiscal los 300 mil millones de dólares, el gasto
militar adicional de más de 75 mil millones de dólares autorizado por el
parlamento, acerca ese déficit a los 400 mil millones. Y los gastos
militares seguirán seguramente aumentando...
Pasó desapercibido que al mismo tiempo que el
Senado le permitía a Bush aumentar los gastos en 75 mil millones, cortaba
brutalmente las reducciones fiscales que él había propuesto, del orden de
los 650 mil millones de dólares durante diez años, a solo 350 mil
millones. Con esa medida que beneficiaba principalmente a las fortunas más
altas y a las grandes empresas, Bush pretendía reactivar la economía. Pero
no solo el estado está sobre endeudado, también los están las empresas y
las familias. La deuda total norteamericana (pública, empresaria y
personal) equivale actualmente al 300% de su Producto Bruto Interno. Si el
estado sigue inflando su deuda, hará subir tarde o temprano las tasas de
interés, lo que sumado al enorme déficit comercial, causará más recesión,
pudiendo precipitar una corrida global generalizada contra el dólar. La
consecuencia sería un crack financiero estadounidense, con cesaciones de
pagos incluidas. Ese fantasma ha empezado a recorrer (discretamente) el
mundo financiero en los últimos mes. La tragedia está escrita, sus
principales actores se preparan para el desenlace. La financierización
norteamericana y global estaba inscripta en la crisis de sobreproducción
no resuelta desde comienzos de los años 70, dicha financierización
significó no solo el desquicio económico (sobre equipamiento industrial,
consumismo desenfrenado con ahorros personales iguales a cero,
endeudamiento generalizado, delirio bursátil), sino también la degradación
social e institucional, que desató al demonio del autoritarismo guerrero.
Este último se presenta ahora como la tabla de salvación del Imperio, pero
su dinámica lleva a la economía norteamericana a un callejón sin salida,
no aporta reactivación (como ocurría en la remota época del keynesianismo
militar) sino más recesión. La hiperproductividad de la industria de
guerra significa que más gastos en armamento no implican más empleo sino
sencillamente más déficit fiscal que pesa depresivamente sobre un estado
abrumado por las deudas. La decadencia constituye un
fenómeno.
Notas: (1) cable de CNN
publicado en la página web rusa Irakwar el 4-4-2003 (www.irakwar.ru). (Volver) (2) Samuel P. Huntington, 'El choque de civilizaciones', Paidos,
Buenos Aires, 1997. (Volver)
Fuente: www.argenpress.info
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