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ARGENTINA
Ciencia / El
Conicet, bajo el peso de su propio éxito
Crisis en la "fábrica" de
doctores
Nora
Bär | LA
NACION
Buenos Aires,
31/12/11
El doctor en Historia y docente de la
UBA Fabián Harari convocó esta semana a la prensa para denunciar discriminación
por parte de la comisión evaluadora que le negó su ingreso en el Conicet.
También en los últimos días, becarios doctorales que vieron frustradas sus
posibilidades de iniciar la carrera científica organizaron manifestaciones
frente a la sede del organismo.
Ambos hechos revelan problemas que el acelerado
crecimiento de los últimos años contribuyó a potenciar y otros de más larga
data.
Las denuncias de Harari, que afirmó que se lo
persigue por sus ideas marxistas, son por lo menos discutibles. Como aclaró un
comunicado del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, no
cumple con los requisitos vigentes: trabajos publicados en revistas con referato
[evaluación por pares] externo e independiente.
"Todas las publicaciones excepto una o dos -subraya
el documento-, son de carácter «endogámico» (...): editoriales y revistas que
tienen una relación directa con el autor." Quince de los 17 trabajos se
publicaron en la editorial Razón y Revolución, la revista Razón y Revolución
, y la publicación Anuario Ceics (de la cual el autor es miembro del
consejo editorial al menos hasta el número de 2009), que pertenecen a la misma
institución en la que milita, "lo cual indica que no fueron sometidas a la
compulsa necesaria (...) entre pares, variados y plurales, de la comunidad
académica".
La de Harari es una situación particular, pero la
protesta de los becarios que el sistema no podrá absorber (904 que se
presentaron a la carrera del investigador y 726, a becas posdoctorales; el 62,3%
y el 48,8% de los postulantes, respectivamente) responde a una combinación de
fallas en la comunicación, falta de coordinación y hasta sesgos culturales que
inquietan al engranaje central de nuestra maquinaria científica.
Hace ya dos años hubo quienes plantearon que
pretender que sigan ingresando indefinidamente 1500 becarios y 500
investigadores por año es insostenible. Y que se corre el riesgo de preparar
"cerebros para la exportación".
Paradójicamente, hoy la situación parece ser
precisamente la inversa: muchos científicos están retornando y los hay incluso
que no quieren dejar el país para completar su formación en centros avanzados.
¿Estamos ante una "inflación" de doctores?
La pregunta no es banal y responderla exige nada
menos que redefinir el papel de los investigadores en la sociedad.
Actividad privada
Para el ministro de Ciencia, Tecnología e
Innovación Productiva, Lino Barañao, los científicos tienen que empezar a pensar
que la formación que reciben no sólo debe servirles para el ingreso a la carrera
del investigador, sino también para desarrollarse en la actividad privada, y
para aportar su conocimiento y sus capacidades a la gestión del
Estado.
Con una dotación rejuvenecida, afirma, la tasa de
crecimiento de la carrera del investigador debería rondar el 10%. "Esto implica
unos 650 ingresos anuales repartidos por disciplinas y áreas geográficas -dice-.
Es decir, que las chances de un becario van a volver a ser las históricas
(aproximadamente uno de cada tres o cuatro)."
Según el ministro, el doctorado debe concebirse
como la última etapa de la formación universitaria, aquella en la que "se
adquiere la capacidad de obtener y procesar información en forma independiente".
Y esto debería ser útil para hacer investigación, pero también para analizar la
realidad y resolver problemas en cualquier otro ámbito. Y -algo que los
científicos pocas veces contemplan- para convertirse en creador de puestos de
trabajo.
Para facilitar este viraje, dice Barañao, se están
implementando programas de "doctores en empresas", inserción de grupos de
investigación en universidades públicas de reciente creación y en zonas de
vacancia (universidades e institutos del interior). "Entre dos postulantes que
obtengan igual calificación -destaca-, se le dará prioridad al que pueda
desplazarse a centros del conurbano o del interior."
Y agrega: "En el caso particular de las ciencias
biomédicas hay problemas adicionales. El área insume casi el 50% de los recursos
tanto humanos como financieros, con una alta concentración en la zona
metropolitana y las grandes ciudades. A pesar de esto, son muy escasos los
efectos demostrables de esta inversión en la calidad de la atención médica o en
el desarrollo de nuevas terapias. Más aún, poco de la información producida es
accesible a los médicos. No parece tener sentido seguir retroalimentando este
estado de cosas automáticamente y estamos promoviendo cambios".
Como dijo hace cuatro años, Barañao está empeñado
en "pasteurizar" la ciencia: resolver la contradicción entre la investigación de
alta competitividad con impacto en publicaciones internacionales, y la aplicada,
con posibilidades de transferencia a la práctica médica y a la
tecnología.
Pero a juzgar por el desconcierto de los becarios,
voluntaria o involuntariamente estas líneas de acción no quedan del todo claras.
Entre otras cosas porque, a pesar de los planes del Ministerio, muchas
comisiones evaluadoras del Conicet cultivan un fuerte sesgo hacia la
investigación básica, y subvaloran las actividades científicas de
transferencia.
"Conicetitos"
"Es cierto que el Conicet podría ser en parte un
organismo de formación de investigadores o profesionales orientados a ser
absorbidos por otras instituciones -dice Ana María Vara, docente de la
Universidad Nacional de San Martín e investigadora en temas de ciencia y
sociedad-. Pero entonces debería estar conversando con esas instituciones,
públicas (universidades, ministerios) o privadas (empresas, nacionales o
extranjeras) para ver qué necesitan. Y adecuar sus criterios. Sin embargo, no lo
está haciendo: en el otorgamiento de las becas, sigue sólo los criterios de
«calidad académica» en el sentido más estrecho. [Por otra parte] esos nuevos
criterios, como la voluntad de privilegiar el interior y el conurbano, no se
explicitan antes de las convocatorias ni se traducen en los puntajes... Desde el
comienzo, todos los becarios son «conicetitos», todo está dado para que sólo les
preocupe publicar papers ."
Para Vara, muchas de las conductas que están en
tela de juicio subsisten porque el Conicet es el único organismo en su tipo, se
autorregula, y los científicos no tienen que rendir cuentas más que a sí mismos,
algo que puede favorecer decisiones sesgadas.
"Sobre todo en las ciencias sociales,
frecuentemente rige un sistema corporativo con pautas muy rígidas para el
conjunto y excepciones para algunos", subraya Vara.
A fines de los noventa, cuando los científicos
emigraban en masa y el Conicet estaba al borde de la inanición, la prioridad era
mantenerlo con vida. Hoy, con mejores presupuestos y equipamiento,
investigadores que son requeridos y colaboran con los centros más importantes
del planeta, y participan en experimentos que exploran las fronteras del
conocimiento, tal vez sea el momento de poner la lupa sobre estos puntos para
que pueda desarrollar toda su potencia.
Un problema sin resolver en todos los
continentes
El equilibrio entre la oferta y la
demanda de doctores es un problema sin resolver en todo el planeta. A tal punto,
que no hace mucho mereció un número especial de la revista Nature . Según
un informe firmado por David Cyranoski, Natasha Gilbert, Heidi Ledford, Anjali
Nayar y Mohammed Yahia, sólo en los países de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el número de doctores creció 40%
en sólo diez años, entre 1998 y 2008.
"Los científicos que obtienen un título de doctor
se sienten orgullosos con justa razón: ingresan en una elite académica. Pero ya
no es tan elite como era", escriben.
Japón, afirman, es uno de los peores países en los
cuales graduarse. Después de hacer un esfuerzo por triplicar el número de
doctores, éstos no encuentran lugar fácilmente ni en las universidades ni en la
industria. De los 1350 que obtuvieron su título en 2010, sólo la mitad tenía
trabajo al egresar.
En China, se graduaron 50.000 en 2009 en todas las
disciplinas. Pero muchos critican su falta de calidad y no son bien aceptados
internacionalmente. En Singapur también se registró una gran expansión en los
últimos años: los programas de doctorado crecieron un 60% en un lustro. La
mayoría trabaja fuera de la academia.
En los Estados Unidos, el segundo productor mundial
de doctores, las posiciones académicas vienen cayendo y la industria no alcanza
a absorberlos. Sólo el 2% obtiene una plaza para realizar un posdoctorado. Las
estadísticas sugieren que cada vez más doctores deben aceptar puestos de trabajo
que no requieren esa calificación.
En Alemania la tasa de doctorados se estancó y el
trabajo en la industria aparece como una buena opción.
En Egipto, los estudiantes de doctorado se habían
duplicado entre 1998 y 2009, pero muchos se quejan de que su formación es
"mediocre".
Y en la India, hay planes para preparar
20.000 doctores por año para 2020. Pero incluso después de graduarse tienen
pocas oportunidades académicas y la mayoría busca un puesto en la
industria..
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