La comunidad entre la realidad y la
utopía
“La imaginación a diferencia de la dura realidad de la vida es un
lugar de expansión de libertad sin trabas”. Z.
Bauman.
Alfredo César Dachary
Hay dos conceptos que son de uso diario y que generan en la gente
diferentes reacciones: uno es comunidad, que significa un lugar de iguales donde
existe respeto mutuo, es algo alejado, aislado; y, por el otro, sociedad, que es
un concepto más moderno y generalmente toma el adjetivo de la realidad que
vivimos, sociedad en crisis, sociedad de consumo y sociedad individualista,
siempre términos más negativos que positivos.
La síntesis moderna de lo que debería ser una comunidad sale muy bien
explicada en la película La Aldea, donde un grupo de familias del presente se
aíslan en un lugar para vivir en el pasado, más simple y menos competitivo, en
síntesis, la felicidad comunal.
La comunidad representa el tipo de mundo al que,
por desgracia, no podemos acceder pero que deseamos con todas nuestras fuerzas
habitar; es una rémora de la educación religiosa que siempre nos habla de lo
bueno como el paraíso y lo malo como el infierno.
Raymond Williams definía el término así: “…la comunidad es algo que siempre ha sido o que siempre existirá en el
futuro, pero se la puede asociar al paraíso perdido, que nunca dejamos de buscar…”.
Por ello no es coincidencia que los que promueven el turismo comunitario
lo plantean como un lugar aislado, con paz y gente más amigable, que es lo que
busca el turista en su largo camino por lograr tener experiencias originales y
no trasformadas, algo tan utópico como la misma comunidad.
La sociedad moderna, siempre presionada por la competitividad, por la
inseguridad, por tener más servicios y por consumir más se plantea vivir en
comunidad, como los barrios cerrados o cotos, pero se trata de buscar gente
homogénea a partir de sus ingresos o gustos para vivir más en grupo pero más
seguros; por eso hoy cambian seguridad por libertad.
Históricamente, antes de advenimiento de la modernidad, el mundo
occidental vivía en comunidades mayoritariamente rurales en plena sociedad de la inocencia. Ese largo período hasta fines del siglo XV
estaba regido por la fe como única manera de entender e interpretar las cosas,
era la época del mundo encantado.
De allí que la felicidad se da mientras el hombre se mantiene
inocente e ignorante de las cosas, ya que cuando el mundo empieza a ser
interpretado por el mismo con la modernidad entramos en el tiempo del mundo
desencantado.
La comunidad perfecta, aunque muy pequeña, la da la Biblia con Adán y
Eva y la expulsión del paraíso, cuando violaron las leyes que había y, por ello,
el castigo fue el trabajo. La pérdida de la inocencia es un punto sin retorno: uno puede vivir
feliz mientras no sepa cuán verdaderamente feliz es.
Según Ferdinand Tönnies (1887), las asociaciones humanas se dividen
en dos grupos: primero, la más antigua, la comunidad que se forma de la unidad
de voluntades y, la segunda, es la sociedad o asociación: consenso, negociaciones y acuerdos: el contrato
social.
Goran Rösenberg
señala que la comunidad
representa el círculo cálido, donde las lealtades humanas no vienen de ningún
cálculo frío, el miembro de la comunidad no está obligado a demostrar nada, hicieran
lo que hicieran, ya que la comunidad implica un entendimiento de tipo natural y
tácito.
Para Martín Heidegger, “la comunidad sólo puede ser inconsciente o estar muerta: una vez que
empieza a pregonar su valor, su belleza y a levantar vallas, ya ha dejado de
existir”, mientras que para Robert Redfield en la comunidad no hay motivación para la reflexión, la crítica o la
experimentación, porque es fiel a su naturaleza.
Las características de la comunidad para Redfield son varias,
destacando la disyuntiva, o sea, ellos o nosotros, pequeña donde la comunicación entre los miembros es directa y total
y autosuficiente, todo se hace entre ellos.
De allí que la comunidad mantiene su unidad hasta que se desequilibra la
comunicación interna en favor de la externa, ya que históricamente la
“distancia” fue el mejor muro que tuvieron las comunidades para aislarse y
protegerse, hoy la revolución informática rompe estas últimas
barreras.
Por ello es que la identidad emerge cuando la
comunidad perece, y no como se nos ha pretendido hacer creer que la identidad se
la ha querido asociar a comunidad como sucedáneo de ésta. La identidad brota en
el cementerio de las comunidades pero florece gracias a la promesa de la
resurrección de los muertos.
En general, en la sociedad actual cuando se habla de comunidades se
parte de un acuerdo tácito de que estamos hablando de pueblos originarios, ya
sean estos fijos o nómades. Hay también pueblos aislados o comunidades de mestizos, de ex
esclavos y muchos otros modelos de un pasado que persiguió y exterminó a muchos
de estos pueblos.
Pero también hay comunidades modernas, creadas en el siglo pasado y
vigentes hoy, como es el caso de los kibutz, los barrios aislados como ghettos que son las comunidades de inmigrantes.
Otro caso serían las comunidades de personas que se integran por formas de vida,
como son las Ecovillas.
En los países de fuerte inmigración hay comunidades de gente por
origen, ya no sólo del país sino de la región, que los une el idioma, la
tradición y la religión. En el otro extremo están las comunidades virtuales que
se generan en la web, además de las redes.
Desde la perspectiva de la geografía y el urbanismo tenemos las
comunidades dentro de la ciudad por barrios, incluido pueblos que han quedado
dentro de las ciudades en expansión. Dentro de éstos tenemos las organizaciones comunitarias como son: el club de barrio, clubes de servicio incluido también los grupos religiosos, iglesias
pequeñas que se organizan alrededor de un pastor, o en el otro extremo, las
cárceles, comunidades de gente en conflicto con la sociedad, que tienen incluso
leguajes y normas comunes.
En Europa cuando se logró el acuerdo a través de la Unión Europea de
levantar las barreras fronterizas, emergen nuevas formas que ya existían
anteriormente, como son los nacionalismos o regionalismos, para algunos la
denominada “Europa de los pueblos”.
La comunidad es una forma de asociación voluntaria que se hereda como en
los pueblos originarios, los regionalismos, o se construye en tiempos modernos
dentro de la sociedad y sus grandes contradicciones como una forma de
enfrentarlas en la medida de sus fuerzas ante temas comunes, como es el caso de
la seguridad.
El extremo son las nuevas comunidades a fin de implementar una forma de
vida común, menos individualista, más solidaria y estos casos son muy
interesantes porque son formas de agrupamiento de gente con ideas comunes que a
veces no se conoce de antes. Ésta puede ser dispersa, como son los inmigrantes
del frío de los países desarrollados, que forman pueblos u ocupan barrios que
sólo están habitados por su gente y se crea una comunidad fuera de su país.
Estas formas nuevas son fruto de la búsqueda de gente que tenga gustos,
ideas, lenguaje y otras afinidades que a veces en los países a donde se asientan
es difícil de lograr, pero estas comunidades de inmigrantes, sean jubilados en
costas de sol o inmigrantes en países desarrollados, mantienen la característica
del idioma, historia, parientes y pasado común.
Las nuevas comunidades de gente que emergen en la ciudad en plena
expansión se desarrollan a costa de romper con las comunidades tradicionales
como son los barrios, sus clubes y las juntas de vecinos, todos estos elementos
se fueron perdiendo al crecer el barrio por expansión de la ciudad.
Éstas son las comunidades de intereses, los barrios cerrados, los cotos,
los fraccionamientos o los countries, una forma de asociación que nace de la
pérdida de valor del contrato societario, no se cree en la policía, en la
escuela pública, en los servicios médicos del Estado, el transporte, el club,
hasta el supermercado; expresan la crisis de un modelo de ciudad y de un resabio
de modelo de sociedad más solidaria.
alfredocesar7@yahoo.com.mx