NCeHu 324/03
ARGENTINA:
¿MÁS DE LO MISMO?
Por José Nun
Las instituciones son siempre la puesta en acto de una idea, sea ésta la
de proteger la salud de la gente, la de brindarle educación o la de hacer
cumplir las leyes. Por eso, cuando entran en crisis, se tambalean los principios
que encarnan, se debilitan los lazos sociales y cunde la falta de sentido.
Escuelas que enseñan poco o nada, hospitales que atienden mal, empresas que no
dan trabajo, jueces y policías corruptos, políticos y funcionarios mafiosos, se
vuelven entonces los síntomas de una sociedad
alienada.
Desde fines de los 80, ésta es la situación que prevalece en Argentina.
De ahí el clamor de diciembre de 2001, cuando renunció De la Rúa: “¡que se vayan
todos!”. Era un grito de desesperación y exigía un replanteo a fondo de la
institucionalidad descompuesta. Los beneficiarios de la crisis y los idiotas
útiles se unieron, en cambio, para cuestionar el grito mismo, como si fuera una
propuesta doctrinaria: “quieren la anarquía, promueven el caos, invitan al
autoritarismo...” Y tuvieron éxito.
Las consecuencias están a la vista. Hubo, es cierto, cacerolazos y
asambleas barriales, crecieron (y se dividieron) las organizaciones de
piqueteros y se activaron viejas y nuevas formas de solidaridad popular. Pero la
crisis institucional no se resolvió y, en varios aspectos, se ha agudizado:
aumentaron escandalosamente el desempleo, la miseria, la deuda pública y la
brecha entre ricos y pobres. Peor aun, no se ha ido casi ninguno de los
cuestionados, no se han reformado la justicia ni la policía ni los modos de
hacer política; y muchos de los responsables principales de la crisis se
presentan ahora al proceso electoral que se inicia con las presidenciales
del 27 de este
mes.
Bien mirado, tiene su lógica. Si no hay fuerzas potentes y organizadas
que la contraresten, una crisis institucional tiende a reproducirse, sostenida
por los intereses que la aprovechan. Y esas fuerzas son muy incipientes. De ahí
que los comicios del 27 no entusiasmen a nadie y que las candidaturas actualicen
una vieja discusión: con su voto, ¿los ciudadanos juzgan una trayectoria o
eligen a quien les cae mejor? Llamemos A a la primera alternativa y B a la
segunda.
La campaña de Carlos Menem es de tipo A: nadie
cree que sea honesto pero busca
convencer a los pobres de que puede repetir la fugaz prosperidad de su primer
gobierno (que todavía estamos pagando) y les recuerda a los ricos que fue
siempre su fiel servidor. En el extremo opuesto, también Elisa Carrió
apela al tipo A: exhibe sus años de labor parlamentaria valiente y progresista y
subraya el pasado reaccionario y/o corrupto de sus rivales. Éstos apuestan
básicamente al tipo B. Ricardo López Murphy se presenta como alguien
honrado y confiable, soslayando su derechismo neoliberal y sus serias responsabilidades como ministro
de De la Rúa. Adolfo Rodríguez Sáa alude a sus logros en San Luis, la
provincia que gobierna a su antojo desde hace 18 años; pero recurre sobre todo a
su indudable carisma personal para repartir promesas incumplibles. En cuanto
a Néstor Kirchner, candidato
del gobierno, explota la propia mediocridad de su imagen: es uno más, que se
dice decente, que sacará al país adelante como lo hizo con su pequeña y muy
petrolera provincia de Santa Cruz (en una gestión cuyos graves claroscuros pocos
argentinos conocen); pero su suerte depende, en verdad, de la eficacia del
aparato duhaldista y del asistencialismo
oficial.
Se explica que Carrió desee que el enfrentamiento sea
finalmente entre ella y Menem. Porque son dos opciones tipo A que obligarían a
los votantes a decidir si quieren resolver o no la crisis institucional. Sólo
que ésta ha dañado de tal manera las condiciones de vida del pueblo y sus
posibilidades de informarse, deliberar y definir preferencias que serán muchos
(seguramente demasiados) quienes terminarán votando por los espejitos de
colores, la apariencia de buena persona o las migajas del clientelismo. Por
desgracia, las sociedades alienadas creen en la magia pero rara vez producen
milagros.
El presente texto será publicado próximamente en
España. Gentileza: Lic. Javier
Lindemboin.
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