¿Una Sociedad
alternativa?
“… sueñan las
pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres…” Eduardo
Galeano.
Alfredo César
Dachary
Hoy Londres se alumbra con las hogueras del enfrentamiento entre los
sectores pobres de ese país decadente y la policía, último recurso de los que
perdieron la razón pero aún les queda la fuerza para imponer sus ideas, algo que
repite en estos momentos en Chile, el “demócrata”
Piñera.
Hoy se cae la bolsa de valores en los países del mundo desarrollado y
emergente, mientras las calificadoras de riesgo le reducen la calificación a
Estados Unidos, dentro de su propio país desde el bastión de Wall Street. El
dinero no tiene bandera sólo intereses, por ello no es un acto de democracia
sino de prevención ante hechos posibles de un país cuya deuda es igual al PIB
que genera.
Obama, responde a las pocas horas, diciendo que eso no sólo era falso,
sino que nadie puede calificar a Estados Unidos, no necesitan de las
calificadoras, ¿y el resto del mundo que son de dudosa moralidad, si? Obama ha
perdido el piso, cree que está en Estados Unidos de los cincuenta, dos décadas
antes que comenzara la decadencia de la cual hoy vemos algo de lo mucho que
existía, pero democráticamente no se decía.
Mientras en Israel 300,000 personas marchan por igualdad social, algo
impensado en otras épocas y obligan al Primer Ministro a una reunión de urgencia
de su gabinete, en España los indignados siguen la pelea frente a un Estado que
ha decidido combatirlos.
La actual crisis no es una más, es algo profundo, que si bien se refleja
en las bolsas, está más allá del dinero, está en la gente, en la pérdida del
futuro, en los grandes vacíos, la falta de metas y motivaciones; el hombre solo
frente a su única opción: consumir o morir.
En medio de este revuelo que para muchos es el futuro y para otros es la
supervivencia, sale un trabajo denominado Sociedad Alternativa, que es anónimo,
como los últimos textos críticos al sistema y que tiene una serie de ideas e información que nos ayudará
entender en parte lo que estamos viviendo.
El análisis para la propuesta de una sociedad alternativa, parte de una
pregunta y es que resulta paradójico que en una sociedad que se define como
libre y democrática pueda ser el origen y la causa de todos estos males que hoy
le toca vivir a esta sociedad.
Si
bien la democracia consolidada protege al Estado de posibles conflictos
internos, implicando al individuo en su funcionamiento, pero por oposición el
modelo económico ha utilizado una base, el individualismo y la competitividad,
por lo que siempre los intereses económicos están por delante de los sociales.
Esta situación de subordinación de la democracia al capitalismo como sistema ha
distorsionado el desarrollo de la misma con los resultados que estamos viendo.
La
democracia juega como un arma de doble filo; por un lado, el positivo que puede
potenciar la libertad, incrementando el conocimiento, la defensa y difusión de
las ideas y, por el otro, puede ser utilizada como plataforma para instalar un
totalitarismo. Hitler llegó al poder por elecciones libres.
La
igualdad, el otro derecho fundamental de los tres que consagró la Revolución
Francesa, hoy está reducido sólo al hecho de que los ciudadanos puedan votar,
pero no para hacerse escuchar, ya que ello implica que sean ciudadanos con poder
económico, sino será un “nadie”, esa sombra que sobrevive en la selva de la
ciudad.
De allí que la democracia sin igualdad se transforma en un nuevo modelo
de totalitarismo donde los ciudadanos pierden el privilegio de opinar y ser
escuchados, para quedar reducidos a meros consumidores. Por ello hay que
defender la libertad de opinión, hoy secuestrada por los políticos como agentes
del poder económico.
Los cambios bruscos a favor de la “democracia y libertad”, como fue la
caída de la URSS y enfrentar al capitalismo salvaje, generó una pobreza muy
grande, ya que en el año 2000 el Banco Mundial reconoció que en los denominados
países del Este, ex asociados a la URSS, la pobreza había pasado de 1988 a 1998
de ser de un 2% al 28%.
El empobrecimiento de Rusia de mitad de los noventa y la posibilidad de
que regresara al poder un partido comunista llevó a que el FMI le diera un
crédito excepcional de 10,000 millones de dólares, atado a una privatización
salvaje de la ex URSS, lo cual cumplió con creces el elegido, Boris
Yeltsin.
El poder financiero, el más importante de esta etapa, no tenía límites a
su expansión y eligió a Davos, en Suiza, como el lugar donde anualmente se les
toma una revisión a los diferentes grupos de poder, para luego plantear las
exigencias del mercado para el año siguiente, siempre orientadas a ampliar los
intereses deshumanizados del mercado, una entelequia que hoy se la acepta como
un nuevo dios.
La globalización profundizó estos cambios y los Estados han ido perdiendo
protagonismo, hoy reemplazados por las grandes agrupaciones macro regionales
como la Unión Europea, el TLCAN, el MERCOSUR, en occidente y las que se han
organizado en el oriente, encabezadas por la potencia emergente:
China.
Por ello es que hoy vemos la falta de libertad y su respectiva capacidad
de crítica, porque la democracia como la capacidad que tenemos los ciudadanos
para participar en las decisiones colectivas han sido transferidas al mercado y,
con ello, al capital. Ayer eran los plebiscitos, hoy son las encuestas; ayer la
consulta a los grupos sociales, hoy los Delphi o los grupos de enfoque para
tomar decisiones que afecten a millones de
personas.
El pensamiento único, eje ideológico de la globalización, lleva a las
ideas neoliberales como la reducción del déficit público del Estado, mientras
fomentan el consumo y el endeudamiento de los consumidores. La crítica al
endeudamiento público está orientada a limitar al Estado, a la función de
árbitro o represor contra las grandes mayorías que rechazan vivir en la pobreza,
como lo es hoy.
En el pasado, los ciudadanos invertían o ahorraban en el Estado,
comprando bonos o en las tradicionales caja de ahorro, las jubilaciones y, con
toda esa masa de dinero, el Estado realizaba las obras de interés común, pero al
desaparecer el Estado como captador del ahorro, no queda otra fuente que la
banca privada, que ha absorbido incluso a las propias jubilaciones, el poder del
dinero se multiplica así geométricamente.
La otra forma de reducir el Estado a su mínima expresión es la de
transformar al ciudadano que opinaba y actuaba en un consumidor, que sólo es
motivado por los grandes medios y cuyo ciclo del consumo termina en nuevos
créditos que le hipotecan el futuro.
La verdad y la razón son términos cada vez más difusos en los medios de
comunicación ya que basan su economía en algo muy alejado de la realidad, la
publicidad, que prefiere la sexualidad a la razón para vender su imagen,
servicios o conceptos. Si el ciudadano podría diferenciar el mensaje real del
ficticio que le ofrece una utopía (tener un cuerpo perfecto en dos meses)
estaríamos ante algo peligroso, porque afectaría la estabilidad de un sistema
que tiende a adormecernos en vez de invitarnos a pensar.
En el 2006, el 49% de los estadounidenses estaba trabajando en empresas
relacionadas con la información, un sector fundamental para el adoctrinamiento
social, a partir de promover los valores de lo privado y provocar una
desilusión, apatía y desencanto por
lo público.
Esta sociedad que nos está alienando y con ello asfixiando, es la que
merece ser revisada en todas sus dimensiones, desde las ya citadas a otras, como
el papel de la religión, el mercado como una nueva religión y la sociedad, a la
cual hoy se la quiere liquidar cuando se pretende terminar con la familia, todos
estos referentes de una sociedad que ya no le son útiles al nuevo modelo de
gente sola, individualista y consumista.
¿Cómo buscar una alternativa, sin caer el juego extremo de la violencia
aunque ésta ya existe como forma de opresión a millones de personas en el mundo?
R. H. Tawney señala que no podemos pretender eliminar el mal comportamiento de
todos los individuos: el egoísmo, la codicia o las conductas violentas, pero si
podemos crear un ambiente donde éstas no fueran alentadas.
Ignacio Ellacuría, jesuita asesinado en El Salvador, decía que la
universalización debía hacerse desde una opción preferencial por los pobres,
porque siempre se ha hecho desde una opción preferencial de los ricos y
poderosos.
De
allí la necesidad de lograr una sociedad, no sólo más justa, sino más
igualitaria en posibilidades, una sociedad diversa donde se respeten todas las
opciones y no un mundo prefabricado para crear falsas expectivas que duran muy
poco, como el placer y nos obliga a mucho como deber: trabajar para consumir y
no para vivir.
En general, el trabajo de este colectivo es un punto de partida
diferente, no plantea la lucha armada como en el siglo pasado o el terrorismo,
el real y no el fabricado porque no es la salida; plantea más recuperar al
hombre, al ciudadano por encima del
consumista autómata en que nos ha transformado la sociedad actual.
alfredocesar7@yahoo.com.mx