BEIJING – Desde que el Presidente de los Estados
Unidos, Barack Obama, decidió empezar a retirar las tropas americanas del
Afganist¡n, el interés mundial por el papel que China desempeñar¡ –si es que
desempeña alguno– en la determinación del futuro de ese país asolado por la
guerra ha aumentado espectacularmente. Al fin y al cabo, China no es un simple
vecino del Afganist¡n, sino la potencia en ascenso m¡s importante del mundo, una
“potencia mundial”, en realidad, como Mike Mullen, Jefe del Estado Mayor
Conjunto de los EE.UU., proclamó en Beijing el pasado mes de junio.
Si China se muestra dispuesta a contribuir a
apuntalar el gobierno del Pesidente Hamid Karzai, no procurar¡ obtener ventaja
inmediata alguna de la retirada de las fuerzas de los EE.UU, pero, a pesar de
los miles de millones de dólares que China ha invertido en el desarrollo de los
recursos naturales del Afganist¡n, resulta difícil verla emprender una política
de intervención m¡s amplia y activa en ese país.
Una razón por la que China se muestra cautelosa a
la hora de aceptar un papel mayor en el Afganist¡n, pese a la indudable
importancia de este país para la estabilidad regional, es la de que la guerra de
los EE.UU. en él ha sido polémica en China desde el comienzo. Los nacionalistas
chinos creen que los EE.UU. emprendieron la guerra en parte para situar a su
ejército cerca de una de las fronteras m¡s delicadas de China. Adem¡s, para
abastecer a sus fuerzas armadas, los EE.UU. intensificaron su presencia militar
en el Asia central alquilando la base aérea de Manas en Kirguist¡n, país que
también comparte una frontera con China.
A juicio de los nacionalistas chinos, esas medidas
formaban parte de una conspiración americana para cercar a China. Así, los
nacionalistas chinos est¡n impacientes por ver la retirada de las fuerzas
militares americanas del Afganist¡n.
Para los estrategas chinos realistas, cualquier
apoyo a las medidas adoptadas por los Estados Unidos para contribuir a poner fin
a la insurgencia afgana deben formar parte de un pacto chino-americano m¡s
amplio. China podría acceder a no perjudicar a los EE.UU., cuando se retiren,
sólo si acceden a reconsiderar sus ventas de armas a Taiw¡n o a renunciar a su
compromiso de apoyar las reclamaciones sobre las islas Diaoyu/Senkaku, cuya
propiedad disputa China. Evidentemente, esos tratos no tendr¡n buena acogida en
los EE.UU.
En vista de que ninguno de los bandos chinos en
materia de política exterior cree que puede conseguir lo que quiere cooperando
con los EE.UU., los dos desean simplemente que la retirada americana se produzca
lo antes posible, sin preocuparse por cómo se encontrar¡ el Afganist¡n después.
Para los dos bandos, sólo la política de gran potencia importa para la seguridad
nacional de China y, si la diplomacia no puede influir en el equilibrio de
poder, hay pocas razones para ocuparse de ese asunto.
Para los liberales chinos, el Afganist¡n est¡
cargado de amenazas étnicas. Al denegar imprudentemente la petición de China de
que extraditaran a los extremistas uigures para que se los juzgase en China, los
EE.UU. dieron muestras de escasa consideración para con una cuestión de la mayor
importancia: la amenaza que representan los separatistas para la unidad que
tanto le ha costado a China conseguir. Los uigures musulmanes de la provincia de
Xinjiang fueron capturados en campos de entrenamiento de los talibanes y
encarcelados en la bahía de Guant¡namo junto con otros terroristas
internacionales desde 2002 hasta 2009. China consideraba necesaria su
extradición para socavar la comprensión internacional de que gozan quienes
aspiran a conseguir la independencia uigur, pero en los EE.UU. hubo preocupación
por las posibles violaciones de los derechos humanos en China y denegaron la
extradición de los uigures.
De hecho, el ex Presidente George W. Bush recibió a
Rebiya Kadeer, dirigente exiliado del movimiento independentista uigur, en la
casa Blanca, con lo que enfureció a muchos chinos, y, en vista de que el bastión
uigur de Xinjiang queda cerca de las fronteras de China con el Afganist¡n y el
Pakist¡n, los EE.UU. cometieron una imprudencia al enfurecer a los chinos de ese
modo.
Naturalmente, un Afganist¡n secular, estable y en
el que reine el orden redundar¡ tanto en beneficio de los intereses de China
como de los del resto del mundo. Sin embargo, pocos chinos est¡n dispuestos a
confesar que la guerra del Afganist¡n encabezada por los EE.UU., que eliminó a
los talibanes y a Al Qaeda de sus papeles dominantes en el país, mejoró la
seguridad interna de China. Esa negativa es claramente consecuencia de la
ambivalencia “estructural” que ahora existe entre los EE.UU. y China.
Una participación positiva de China en la cuestión
del Afganist¡n depender¡ en gran medida de si se libera de la predominante
mentalidad de suma cero y facilita la retirada militar americana haciendo lo
posible para estabilizar el país.
China puede ayudar fortaleciendo la decisión del
ejército pakistaní de actuar con mayor energía para contener a los extremistas
talibanes en su territorio, abrir las regiones fronterizas para ayudar al
reabastecimiento de las fuerzas de la OTAN en el Afganist¡n e invertir en las
infraestruturas del país. De hecho, las relaciones de China con el Pakist¡n han
adquirido una mayor importancia recientemente a causa de las tensiones que ahora
existen entre el Pakist¡n y los EE.UU.
El imperativo actual del gobierno de Obama es el de
calibrar su reciente suspensión de cierta ayuda militar al Pakist¡n para lograr
el m¡ximo de influencia sin incitar al Gobierno a aproximarse aún m¡s a los
extremistas. Cooperando con los EE.UU. en el Pakist¡n, China puede contribuir a
proteger sus intereses en una enérgica campaña pakistaní contra los militantes
en su territorio. Independientemente de las disputas de la época de Bush con los
EE.UU. sobre los prisioneros uigures en Guant¡namo, China est¡ en mejores
condiciones para decir a sus amigos “incondicionales” en Islamabad que el de
estabilizar al Afganist¡n no es sólo un objetivo americano, sino también un fin
importante para China.
La cooperación de China puede no ser esencial para
derrotar a Al Qaeda y a otros militantes en el Afganist¡n, pero lo ser¡ para
hacer realidad una paz y estabilidad duraderas. No es probable que los intereses
chinos y americanos en el Afganist¡n estén jam¡s perfectamente alineados, pero
las dos partes pueden y deben aprender a cooperar para su propio beneficio y el
de la región. El imperativo de China es el de ejercer su poder e influencia de
un modo que armonice con los EE.UU., pese al generalizado desagrado entre los
chinos por la posición de este país sobre diversas cuestiones, desde la de
Taiw¡n hasta la de los mares del Este y del Sur de China.