NCeHu 561/11
Utopía, transformación e ilusión
Alfredo César Dachary
Medio siglo fue iluminado por una luz que guiaba al hombre, era la idea
de Progreso. Luego del fin de la segunda guerra mundial esta luz comenzó a
apagarse y se prendió otra más potente que era la del Desarrollo, una especie de
camino obligado de la humanidad al cual Rostow le asignó etapas que los pueblos
no podían saltar para poder llegar a esa deseada meta.
La
vida de esta ilusión fue muy corta para los países recientemente descolonizados,
ya que el mundo se había configurado entre los que eran desarrollados y los que
difícilmente llegarían, y así se abre otra esperanza para los rezagados, luego
de varias luces que no alcanzaban a prender aparece una nueva esperanza: el
Desarrollo Sustentable, una propuesta de paradigma, nunca definido
plenamente.
Ésta ha pasado de ser
una propuesta a quedar como un eslogan de los políticos de turno, y casos
excepcionales, como lo son Bolivia y Ecuador, ambos gobiernos populares de
izquierda que han aterrizado lo que fue la idea inicial en un proyecto, que le
han denominado diferente y no coincide en nada con la estrategia que plantean el
Banco Mundial o el BID sobre el tema del desarrollo
sustentable.
En
estos pueblos, mayoritariamente pobres por expoliación de sus recursos, se
generó una nueva propuesta de “desarrollo” que se sintetiza en el concepto del
Buen Vivir, en oposición al “vivir mejor”, como un modelo de vida o de
desarrollo más justo, más armónico y más ecológico. Esta nueva
alternativa que nace de los grupos sociales más castigados del colonialismo al
neoliberalismo, los pueblos originarios, mestizos y pobres en general, ha sido
incluido en las constituciones de estos dos países andinos como el objetivo
social a ser perseguido por el Estado y por toda la sociedad.
Esta
concepción se opone al concepto occidental de “vivir mejor”, ya que en la lógica
neoliberal es necesario que se mantenga la asimetría mundial porque los recursos
naturales mundiales “no alcanzan para todos”, o sea, que la condición es que
tiene que existir un gran número de países mínimamente desarrollados que
abastezcan al mercado mundial de materias primas y mano de obra baratas, para
poder mantener la riqueza en pocos países y parte de su gente.
El
Buen Vivir busca lo opuesto; un desarrollo equitativo de los diferentes pueblos
y países y, en vez de propugnar el crecimiento
continuo, busca lograr un sistema que esté en equilibrio. En lugar de
atenerse casi exclusivamente en datos referentes al Producto Interno Bruto u
otros indicadores económicos, el Buen Vivir se guía por conseguir y asegurar los
mínimos indispensables, lo suficiente, para que la población pueda llevar una
vida simple y modesta, pero digna y feliz.
Por segunda
vez se plantea en pocas décadas una nueva gran utopía, esta vez no salió de
jóvenes y académicos de los países centrales sino de lo opuesto, de los sectores
más relegados de las sociedades sudamericanas, que buscan crear islas de
esperanza en un mar de tormentas, una utopía mayor y más frágil que el
desarrollo sustentable.
Parece ser que
no hay memoria histórica y las sociedades equitativas en el mar del capitalismo
son barcos al garete en medio de un gran ciclón, y el ejemplo más claro lo da
Cuba, que sobrevive a base de grandes sacrificios enfrentando no sólo al enemigo
real externo sino al propio de las nuevas generaciones que plantean lo que
ofrece al resto del mundo la sociedad de consumo.
Eso no
significa que todas las ideas de sociedades equitativas sean utópicas, sino que
las ideas que pretenden hacer islas diferenciadas hace siglos han sido
condenadas al fracaso, como los falansterios de Fourier o las granjas colectivas
de Owen, los icarios de Cabet y todas las demás fantasías de buena fe que
planteaban los socialistas utópicos del siglo XIX.
En el otro
extremo de esta realidad está China, el país que va camino a transformarse en la
primera potencia económica mundial y cuya dirección es timoneada desde hace más
de medio siglo por el Partido Comunista Chino, algo que suena raro, luego de que
Estados Unidos festejó a fines de los ochenta la caída de la URSS y el final del
marxismo.
Julio Godio,
en un trabajo muy interesante “El futuro de una Ilusión”, respuesta al
tradicional trabajo del historiador francés Francois Furet titulado “El pasado
de una ilusión” explica las diferentes metamorfosis que pasó la primera
experiencia comunista hasta llegar a China, algo que no es lineal como muchos
pretenden presentar o simplificar, a partir de las tradicionales dicotomías de
bueno - malo, marxismo - capitalismo.
En la Rusia zarista, en la que triunfa la
revolución bolchevique se da la primera metamorfosis, al tener rápidamente que
abandonar la utopía socialista como fórmula mágica y así emergió la Nueva
Política Económica (NEP) en 1921. La segunda metamorfosis se da en la propia
década de los veinte con el ascenso de Stalin al poder, quien asume un poder
absoluto y despótico con el objeto de conducir una economía planificada, como
una gran fábrica, alimentada por las cooperativas del campo y desarrollada por
la industria pesada en las grandes ciudades. Se plantea mantener la unidad
territorial del viejo imperio zarista y reniega de la NEP y su creador Lenin.
Este modelo dura hasta el fin de la URSS.
La tercera
metamorfosis de un gobierno dirigido por un partido comunista, se inicia en
China en 1979, cuando se plantea pasar de un modelo de economía planificada a
uno de economía socialista de mercado, modelo abierto y fuertemente vinculado a
la economía mundial capitalista. Este nuevo modelo dirigido por un partido
único, en sintonía con el Confusionismo, acepta y promueve una nueva burguesía,
que está representada en el partido y el Estado con iguales derechos.
Este último
fue el gran salto adelante, implica que las ideas socialistas debían adecuarse y
adueñarse de dos temas que habían sido olvidados en su etapa fundacional,
cegados por la visión más purista: el mercado y la relación con los sistemas
civilizatorios.
Keynes juega
un papel fundamental al aportar la teoría sobre el mercado regulada, que está
por encima o supera a la contradicción entre un capitalismo salvaje y su
correlativo, la lucha de clases. De allí que para definir una economía
socialista de mercado se requiere reconocer al Estado, algo que intenta borrar
el neoliberalismo. Este nuevo Estado y el bloque sociopolítico progresista que
lo sustenta, rescatan la idea de fraternidad (Revolución Francesa: libertad,
igualdad y fraternidad) que se utilizará para la legitimización social de los
mercados.
Así el mercado
regulado es necesario en el socialismo, porque cuando más se expande el mercado,
más se extiende la articulación de la división social del trabajo que establece
la especialización y consolida los conocimientos y saberes de los asalariados
sindicalizados.
Construir una
economía de mercado socialista es crear una economía innovadora integrada al
mercado mundial. Para construir los nuevos mercados socialistas no basta con
tomar el poder político, se requiere creatividad a fin de utilizar los elementos
de la fraternidad subyacentes en la sociedad. Así la creación de esta nueva
economía socialista de mercado no debe tener como referencia a la economía sino
a la sociedad en su conjunto.
La economía
socialista de mercado sólo podrá ser sostenible si es capaz de superar las
antinomias corrientes en el capitalismo que expresan intereses corporativos,
pero ello no implica regresar al proteccionismo, sino avanzar sobre las
vanguardias tecnológicas. Esto llevaría, según el análisis de Godio, a la
instauración de un nuevo paradigma: el de la Sociedad del Trabajo, que viene a
reemplazar al de la sociedad industrial-asalariada.
Ésta es la
nueva NEP, que plantea este historiador para dar una interpretación a lo que
ocurre en China, que no es un nuevo capitalismo dirigido por el Partido
Comunista Chino, sino una nueva forma de generar un desarrollo en un país pobre
y sobrepoblado cuyos primeros resultados han sido los de sacar de la pobreza
extrema a varios cientos de millones de personas.
Si el mundo se
desplaza a esta nueva hegemonía compartida con otros países emergentes como los
del BRIC, estamos frente a nuevos modelos, que podrían transformar las utopías
en realidades, un verdadero “milagro” realizado por el hombre, en un mundo que
ve el futuro con bastante desesperanza.
alfredocesar7@yahoo.com.mx
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