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El mundo del turismo y la metamorfosis de la
realidad
Alfredo César Dachary
Los viejos pensadores de la primera mitad del siglo XX y parte de
la segunda, basados en un marco creado por la sociedad industrial o era de la
industria, creían que los servicios eran algo complementario de la industria ya
que no aportaban un producto, fruto de la transformación de materias
primas.
Esa realidad, como todas las que nos toca creer que son eternas,
tiene una vida corta, ya que es una construcción social adecuada al momento
histórico de su definición, el cual va cambiando cada vez más rápidamente,
haciendo que la propia realidad se considere un producto de “vida útil
programada”.
El turismo es una industria que opera a través de servicios; mucho
se ha hablado de la industria del turismo pero más en referencia a la era
industrial, al extremo de aplicar por analogía comparativa la pobre definición
de “industria sin chimeneas”, hoy considerado no sólo algo erróneo sino
“ideológico”.
El turismo es una gran industria y su materia prima es muy
compleja, ya que como industria tiene muchos productos y muchos procesos
combinados, todos integrados a una sola realidad que es la que da como
referencia sus características: el desarrollo capitalista hoy en su versión
global.
Las materias primas que procesa esta industria son de tres grandes
grupos: las vinculadas a los imaginarios de la gente, o sea, a las ideas,
aspiraciones, sueños de cada uno y los propios de cada sociedad, que van
cambiando acorde se va transformando la misma; éste como primer y complejo
yacimiento de materias primas, que hoy lo comparte con el mayor imaginario -
meta de la sociedad en el planeta: el consumo.
El segundo gran yacimiento de materias primas a transformar es la
realidad que nos rodea, en la que vivimos nosotros u otros grupos humanos; esta
realidad es la tierra donde se siembra y extraen los productos del turismo, por
ello ésta debe ser transformada para que genere frutos.
Hace dos o tres décadas, estas dos realidades eran consideradas
como algo etéreo, ideas; hoy, son productos. Facebook, la fábrica de soberbia
para unos y la mejor fuente de información para el crimen organizado, la
mercadotecnia y los agentes de guerras asimétricas, es un ejemplo típico de algo
que se crea para una función y sirve para muchas a la vez, pero dentro de una
lógica de un tiempo histórico.
El hombre es hoy la principal materia prima de la industria más
grande del planeta: el consumo de antidepresivos y antiansiolíticos, disfrazados
de curas mágicas, que van desde lograr la perfecta salud a la eterna, pasando
por la belleza, el cuerpo perfecto y la inteligencia absoluta, todas mentiras
para que el producto siga siendo
consumido por este “nuevo hombre” que quiere ser eterno, bello y figurar en
donde pueda.
Con el humano como principal materia prima, el turismo encontró
competencia en su yacimiento, por ello se suma y crea el turismo de salud, el
turismo de contemplación, los SPA en cruceros, lugares de descanso de la mente,
y una larga serie de ideas que sintetizan las aspiración del sujeto de
hoy.
Todos queremos figurar, todos queremos que nos escuchen, la
sociedad de consumo nos lleva a que nos exhibamos con tal de tener un poco de
atención, todos somos líderes, aunque sea en la casa o en la imaginación, los
espacios son flexibles.
El turismo es uno de los modelos que asume el capitalismo y más en
la era actual que va más allá de la venta de algo, se trata del control de los
sujetos, hacerlos “adictos” a este consumo, que va de acuerdo con la nueva
sociedad, viajar y no subir todas las fotos al Facebook es imposible, y hoy lo
hacen todos, antes ese “honor” era para los importantes, los que aparecían en
las páginas de sociales entrevistados en aeropuerto sobre su viaje, hoy es un
“derecho” de todos, se socializa la exhibición y se populariza la idiotez.
El sujeto tiene una metamorfosis; hace medio siglo salía de
vacaciones, de preferencia por un mes con toda la familia, era un derecho de
pocos, los que no podían hacerlo mandaban sus hijos de viaje a visitar unos
parientes, para que puedan contar algo al retornar a la
escuela.
Hoy eso ha desaparecido; todos viajan, se socializó el consumo, en
autobús desde su pueblo un grupo de vecinos, hasta de su ciudad un grupo de
gringos, igual de clase media pero “gueros” llegan también en “grupo” al todo
incluido, una semana viviendo como lo que no son, la gran metamorfosis del
turismo.
Al igual que en los cuentos, por una semana son señores,
atendidos, recibidos con sonrisas, donde lo que piden es ley, donde pueden ver
por debajo de su hombro a los que sirven, con el consuelo que esa semana son
superiores, están en otra dimensión, han sufrido una metamorfosis.
Lo mismo ocurre con el resto de la realidad; ayer era un pueblo de
pescadores pobres al que nadie se acercaba, salvo algún vagabundo que esté
recorriendo las carreteras hasta llegar al día de mañana, pero eso cambia; el
viejo poblado es “descubierto” por el progreso y se transforma en un lugar
mágico.
Cortar cocos, tarea diaria para hacer agua y leche o aceite, era
una tarea pesada, de golpe es un atractivo turístico; salir a la mar una
necesidad pero de repente se transforma en un placer; las casas modestas se
ocultan hasta que llega un persona, antropóloga por afición, y cree descubrir el
“paraíso” y así la casa, como en el cuento de Blanca Nieves, se transforma en un
atractivo lugar donde el tiempo se ha detenido.
El pueblo abandonado se transforma primero en atractivo, luego en
lugar de especulación y los nuevos amos del progreso reparten dinero, con la
única condición que se vayan más adentro, que formen parte de un nuevo paisaje
junto a la naturaleza y dejen las playas a los nuevos
descubridores.
Esta es una segunda metamorfosis, de una industria que transforma
todo desde la mente al cuerpo, desde los intereses a las inversiones; el hombre
consumo se debe meter en el turismo como en Facebook, para poder figurar, viajar
por cortos tiempos y así poder decir que es un sujeto globalizado, total todo es
en cuotas y la tarjeta aguanta.
El nuevo turismo, el del mundo global, es una gran caja de
sorpresas, se puede llegar a todos los lugares, el costo a veces es alto, pero
al hombre que olvidó el ahorro por ser algo obsoleto y a la prevención, porque
hay que hay vivir el presente porque el futuro es incierto, no le preocupa, vive
otra adrenalina diferente: pagar la tarjeta a fin de mes.
Ayer, las grandes industrias como Krupp, construían trenes,
locomotoras, grandes infraestructuras; hoy desde un lugar pequeño un sujeto, con
una computadora en Internet, vende el mundo, no tiene más que entrar al mercado
de la imaginación y allí buscar los niveles de soberbia, las ansias de querer
ser algo diferente por un corto tiempo, para hacer un buen negocio.
El mundo ha cambiado, el turismo más, antes se llegaba al
aeropuerto de traje y corbata, hoy de short y tenis, todo se des-ritualizó,
porque nuevamente se re-ritualizó, esta vez se dejó a un costado las formas para
llegar al fondo, buscando la necesidad narcisista del hombre que es nada en
medio de todo.
“La metamorfosis”, un libro clásico de un hombre excepcional como
Kafka escrito a comienzos del siglo XX adelantaba este proceso, que medio siglo
después Guy Debord, completaba con “La sociedad del espectáculo”, eran los
anticipos de una nueva realidad, el canibalismo del hombre por el hombre por una
sola meta: el consumo.
La metamorfosis del turismo es la de la sociedad. No hay
industrias sin humos ni viajes por paz; no es el camino para conocernos o
conocer más; es un proceso de consumo más en el mundo mágico del capitalismo
global.
alfredocesar7@yahoo.com.mx
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