En una democracia representativa la campaña electoral es la
antesala del voto. El valor del sufragio depende del debate público que le
precede. Una campaña abierta, plural y competitiva garantiza el voto libre y
soberano. Pero en los comicios del 22 de mayo, los actos electorales fueron
desplazados por la ciudadanía que tomó las plazas del estado y muchos países del
mundo. La campaña de los votantes cuestionó y apagó la de los candidatos. ¿Cómo
hemos llegado hasta aquí? ¿A dónde nos lleva?
¿Cómo se inundaron las plazas? Enredados con vocación
de hacerse “reales”.
Los medios de comunicación y los políticos han
malentendido el movimiento 15-M como una maniobra partidaria, un hecho
“excepcional” (transitorio), “espontáneo” (sin causas ni autoría). Son
explicaciones reduccionistas y rebatibles. Los “indignados” no ligaban su
protesta al resultado electoral, ni sus propuestas al programa de las
candidaturas. Al contrario, identificaban estas expresiones políticas como
imperfectas y limitadas. Criticaban que la participación popular se limitase al
sufragio episódico y a apariciones anecdóticas en los medios. Cuestionaban las
mordazas, cuando no el propio sistema, de representación democrática.
El 15-M no es un suceso espontáneo, no está liderado por
jóvenes ingenuos, ni manejado por nostálgicos. Los referentes de los acampados
no eran las batallas en la clandestinidad, ni los héroes oficiales de la
transición. El 15-M llegó a las plazas por la confluencia de redes de activistas
sociales muy movilizados (al menos, el núcleo inicial) y otras redes más difusas
(y extensas) generadas en ámbitos digitales. Ambas se entremezclan, se
confunden. Como señalaba un hacktivista en la Puerta del Sol, con el No a la
Guerra aprendieron a salir a la calle. Con el 13-M de 2004
descubrieron la potencia del enjambre de nodos en red. Con V de Vivienda
confirmaron su capacidad de convocar a los demás. Y con el 15-M han
demostrado su potencia para auto-convocarse y recabar apoyos sin fronteras.
Autonomía para desobedecer, movilizarse… extenderse.
Esta secuencia está precedida de los movimientos sociales
de base, que ocuparon las calles en nombre de la insumisión, el 0’7%, la
abolición de la deuda externa o el “Nunca Máis”. Es un flujo de desobediencia
civil que se materializa, casi cada cinco años, desde hace dos décadas. Y que
por sí misma manifiesta los costes que conlleva la participación no partidaria
en España. Además, el 15-M cristalizó otra cadena de sucesos más recientes. La
oposición a la ley Sinde abrió la estructura de oportunidad política. El apoyo
de miles de jóvenes de todo el mundo a Wikileaks y las revoluciones árabes de
jazmín fomentaron nuevas formas de acción política en el ciberespacio. ¿Por qué
no practicarlas, aquí y ahora?
La lógica de Internet se ha llevado a la vía pública; de
ahí que quienes desconocen la primera no entiendan lo que ocurre. Nosotros
tampoco, pero sí constatamos que las prácticas en la Red (autoconvocarse,
deliberar en foros, consumir contrainformación, tejer redes afectivas y
efectivas, generar y operar en esferas públicas periféricas y digitales) se han
hecho tangibles. Los rasgos de la comunicación digital - cooperación,
instantaneidad, realimentación, horizontalidad, descentralización, flexibilidad,
dinamismo o interconexión – se han hecho presentes en asambleas y acampadas.
En el libro Cibercampaña: cauces y diques para la
participación. Las Elecciones Generales de 2008 y su proyección
tecnopolítica1
identificábamos “el encapsulamiento progresivo del ciberactivismo en su propia
esfera “digital”. Los datos mostraban cómo desde el 13-M de 2004 hasta los
siguientes comicios de 2008, las cibermultitudes habían renunciado a formular
reivindicaciones estructurales. El 13-M dejaron claro que el sistema
político-informativo no denunciaba la mentira, siquiera antes de unas
elecciones. Y en las anteriores elecciones municipales V. de Vivienda clamaba
que el sistema económico ni siquiera garantizaba el derecho a techo. En las
Generales de 2008 los cibernautas se preocupaban, sobre todo, por el “canon
digital”. Nos equivocábamos recelando de una multitud virtual, con las
connotaciones negativas del término (limitada a las pantallas, “ilusoria”…).
Pensábamos que los ciberactivistas sólo se resistirían ya a los intentos
estatales y corporativos de acabar con la libertad de Internet.
Pero los indignados también confirman el cisma creciente
que en 2008 existía entre unos 300.000 usuarios intensivos de la política
digital, que identificamos en ese libro, y los instrumentos de participación que
ofrecían los políticos y los periodistas. Cuanta más tecnopolítica hacía un
ciudadano, más crítico se mostraba con la cibercampaña oficial. Denunciaban, por
ejemplo, que como cibervoluntarios del PSOE y el PP sólo se les había utilizado
para reventar foros hostiles bajo identidades falsas o, aún peor, para manipular
las encuestas digitales sobre el ganador de los debates televisivos. Es decir,
degradando aún más la campaña.
Esta primavera de 2011, la tecnopolítica digital no sólo
ha sido simbólica, expresiva o limitada a demandas relacionadas con la Red.
Quizás porque en los últimos años Internet ya era la plaza. O lo que es lo
mismo, la diferencia entre on-line y off-line ha perdido (parte de) sentido.
Surgen y se consolidan prácticas híbridas que rompen la división tradicional
(ahora caduca) de lo “real” y lo “virtual”.
Resumiendo, desde la Red se han innovado y acelerado los
modos de intervención cívica en campaña electoral; precisamente, para garantizar
su legitimidad. El 13-M de 2004 las cibermultitudes se rebelaron ante mentiras
de tal calado que, de no haber sido denunciadas por nadie, habrían invalidado el
resultado electoral. Fue una deliberación celérica y desde abajo, la que desde
la periferia salvó la línea de flotación del sistema de representación
político-mediática2.
Luego las teorías conspirativas del 11-M degradaron la esfera pública española
hasta generar una “pseudocracia” (gobierno de la mentira, pseudo, en
griego), donde todo puede afirmarse sin probar nada3.
Por fin, el 15-M ha venido a elevar el techo de la democracia: las redes
sociales han convertido el “Pásalo” de los SMS en “Hazla”. ¿Hacer qué? Más
democracia, (r)evolucionarla.
¿Cómo funcionaban las plazas? Horizontalidad, dinamismo
y ausencia de liderazgos.
Los análisis sin distancia exacerban las visiones
negativas u optimistas. Teniéndolo en cuenta y a grandes rasgos simplificamos la
organización del movimiento en tres máximas: (1) horizontalidad, (2) dinamismo y
(3) ausencia de liderazgo. Es la tríada de la “democracia deliberativa”4, la
misma que invocaba el “cambio de talante” de Zapatero; pero que ha sido rebasado
por quienes han transitado del “No nos falles” al “No nos folles”.
(1) La horizontalidad de prácticas, organización y
generación de propuestas responden al concepto de devolución. Todo lo trabajado
y deliberado debe retornar al movimiento con dos objetivos: difundir y
retroalimentarse de modo cooperativo. El Gran Salto hacia Abajo que propone el
traslado de las acampadas a las asambleas de barrio, persigue un cambio hacia
una cultura política radical. La transición política pactada desde arriba podría
ahora transformarse desde abajo, desde sus raíces.
(2) Cambio y dinamismo. La composición y organización del
movimiento 15-M han estado sometidas lógicas incluyentes y, por tanto, en
constante transformación. La estructura de trabajo ha cambiado continuamente por
el crecimiento exponencial de participantes (inimaginable en partidos y
sindicatos) y por las necesidades de deliberación (decenas de comisiones, grupos
de trabajo, etc.)
(3) Sin liderazgos. La voz de los acampados nunca fue la
misma. Rotaron los portavoces. Sin jerarquías, ni jerarcas. Teniendo muy en
cuenta que el grito: “Que no, que no nos representan” también podía mutar en:
“Que Sol, que Sol no nos representa”. Esta ausencia de líderes responde a una
doble vulnerabilidad: de los movimientos sociales y de las prácticas políticas
digitales.
Todo movimiento social con caras y demandas muy concretas
se vuelve vulnerable. La cooptación institucional integra a los portavoces en
las estructuras de gestión política. O les aplica la represión, física e
institucional. Este es el aprendizaje colectivo de las redes de resistencia que,
insistimos, vienen haciéndose presentes desde hace 20 años. La otra experiencia
de socialización política previa se guía por los rasgos descritos antes. Los
excluidos, no ya de la calle, sino también de los medios, han generado nuevas
prácticas políticas, en gran parte, anónimas. Esto posibilita la autonomía
expresiva de los ciberactivistas, pero les exime de dar “explicaciones” y asumir
“responsabilidades”. Luces y sombras en la Plaza del Sol. Por lo menos algo de
luz, mientras las instituciones se han vuelto más opacas que nunca, como
corresponde a los espacios privatizadores de lo público.
¿Por qué tomar las plazas? Reapropiación de espacios y
discursos.
El movimiento 15-M supone una doble reapropiación: del
espacio público y del discursivo. Las acampadas rompen las lógicas comercial y
mercantilista, que limitan el uso de las calles y plazas al intercambio de
bienes y servicios. Tras una semana de acampada, la mayor crítica provenía de
los comerciantes y hoteleros cuyo nivel de negocios había descendido. Y es que,
tras sucesivas reformas, la Plaza del Sol, como tantas otras, era un “no-lugar”:
un espacio de paso, sin bancos ni árboles, donde conversar o encontrarse
resultaba casi imposible. Tomar las plazas no pretendía sólo visibilizar
determinadas demandas. Implicaba detenerse y habitar los espacios colonizados
por el tráfico y el capital.
De la misma manera y en paralelo, las asambleas en
espacios públicos que, en el momento de escribir este texto, quieren sustituir a
las acampadas persiguen recuperar espacio discursivo. Frente a la voz de la
ciudadanía, limitada a expresión electoral o formatos mediáticos
sensacionalistas y populistas, ahora se quieren recuperar la implicación y el
compromiso que implica la deliberación democrática. Nunca antes se ha realizado
tanta pedagogía política sobre el funcionamiento de la Ley Electoral y el valor
del voto, entendido como parte de un proceso y un resorte de empoderamiento y
contrapoder ciudadano.
La respuesta de los políticos y periodistas partió, como
no podía ser de otro modo, de la ilegalidad. Los convocados rebatieron que “La
voz del pueblo no es ilegal” y “Sin nosotros no sois nada”. Dicho de otra forma:
el 15-M normalizó la desobediencia civil no-violenta a través de una ilegalidad
compartida, discursiva y creativa… Y, sin embargo, leal con la democracia. Algo
que no se puede afirmar de bastantes “representantes políticos” a quienes se les
ha gritado: “Somos vuestros jefes, os haremos un ERE”. El 15-M podría suponer la
inclusión plena en la democracia española de varias generaciones y prácticas
militantes, heredadas y renovadas. Hasta ahora invisibilizadas, vuelven a
confluir, para con prácticas no convencionales dotar de sentido al voto. Un
significado abierto, nunca cerrado. Un contrato en constante revisión. Una
democracia viva, vivida, nunca concedida, ni regalada. Pero surgen dos
cuestiones acuciantes. ¿Serán capaces? ¿Qué harán “los profesionales” de la
democracia?
No es fácil que las redes activistas y los nuevos
ciudadanos gestados en Internet superen sus limitaciones y problemas de encaje
mutuo. Son muy débiles por separado. Pero cuando suman fuerzas cobran forma de
extraordinario contrapoder. El paso de las protestas a las propuestas será
clave. Cómo se formulen las demandas y cómo sean gestionadas marcarán nuestro
futuro inmediato, en lo social y en lo institucional.
Se enfatizan los problemas que tal grado de movilización
pueda provocar. Se señala el riesgo de infantilismo expresivo (es más fácil
hacer un video para Youtube que una reforma legal) que desembocaría en un
“ciudadanismo” vacío y sin mordiente. Se alerta sobre las posibles derivas
“antisistema”. Pero entre estas últimas nunca se incluye la más evidente: la
berlusconización. Claro, no afecta tanto al pueblo como a sus
supuestos representantes.
El 22-M quienes realmente ganaron las elecciones fueron
las tramas conspirativas del 11-M y de la Gürtel. Su indisimulada ansia de poder
y el antagonismo con que enfrentaron el 15M mientras celebraban su triunfo
(“Esto es democracia y no lo de Sol”) dan base a los peores augurios. Podríamos,
así, encontrarnos dentro de muy poco con una sociedad civil muy movilizada, pero
también acosada por tramas fraudulentas que controlan el juego electoral. Tal
divorcio sólo traería más “pseudocracia”, defendida con “securocracia”. La
mentira política se defiende con el recorte de libertades civiles y garantías
democráticas. A golpe de porra (acaban de desalojar las acampadas catalanas,
mientras escribimos) y de talonario. “Les pagué para que no se prostituyeran”,
dijo Berlusconi de sus velinas menores de edad. Las elites podrían llegar a
decirlo abiertamente de los periodistas (les financio para que no parezcan mi
gabinete de prensa) y de los políticos (ídem, para que no parezcan mis
valedores). Y la involución se justificaría con el miedo infundido a los
enemigos internos (antisistemas, terroristas, extranjeros...)5.
Sería un desenlace paradójico, y no por ello menos
trágico. Porque ya aguantamos suficientes mordazas y medias verdades en la
transición. Porque el 15-M dio respuesta cumplida a los “héroes de la traición”
que entronizaba Javier Cercas en su libro sobre el 23F. Frente a tanta miseria
ensalzada, los jóvenes han afirmado la fuerza de los ideales y exigido una
política con valores. Y porque, finalmente, se ha vuelto a escuchar la voz de
los sin miedo. “Sin techo, sin curro, sin pensión, sin miedo”.
Víctor F. Sampedro Blanco. Catedrático
de Opinión Pública y Comunicación Política. URJC
José Manuel Sánchez Duarte. Profesor de
Opinión Pública y Comunicación Política. URJC
http://propolis-colmena.blogspot.com/2011/05/la-red-era-la-plaza.html
Notas:
1 Libro que analiza
2.000 cuestionarios y ocho grupos de discusión, editado en Madrid por la
Editorial Complutense. 2011. Disponibles algunos capítulos en www.victorsampedro.net y las bases de datos en www.ciberdemocracia.net. Veáse también Sampedro, V.
2008. Medios y elecciones 2004; Televisión y Urnas 2004: Campaña
Electoral (2 volúmenes) Ed. Universitaria Ramón
Areces, Madrid.
2 Sampedro, Víctor
(Ed.) (2005) 13-M. Multitudes on-line. Madrid: Ed. Libros de la catarata.
Descargable en su totalidad en www.victorsampedro.net.
3 Sampedro, V. 2009.
“Conspiración y pseudocracia. O la esfera pública a cinco
años del colapso del 11-M" Viento Sur, nº 103.
4 Sampedro, V. 2000.
Opinión pública y democracia deliberativa. Medios, sondeos
y urnas. Ed. Istmo, Madrid. Sampedro, V.; Resina, J. 2010
“Opinión pública y democracia deliberativa en la Sociedad
Red" Revista Ayer 80/ (4).
5 Sampedro, V. 2011.
“Wikileaks. La revolución está siendo televisada"
Revista Razón y Fé Nº 1.348 Febrero.