Eventos en
Chile
En los primeros días de octubre del ’95, se realizaba el II
Seminario de Calidad de Vida Urbana, en la sede Chillán de la Universidad del
Bio Bio. La coordinadora era la Prof. Dídima Olave Farías y yo concurriría para
exponer una ponencia y presentar la Revista
Meridiano.
Salí de Buenos Aires en el Pullman del Sur, volví a cruzar la
Cordillera en momentos de nevadas y deshielo, y ya en Santiago tomé otro ómnibus
hasta Chillán.
Prontamente me dirigí a la Universidad y consulté sobre el salón
donde se haría el Seminario. ¡Pero nadie sabía nada! Ni de Calidad de Vida, ni
de nada. Hasta que alguien me preguntó quién me había invitado, y cuando
mencioné a la Prof. Olave, enseguida dijo: -“Ahhhh, el Congreso de la
Dídima!”
Todo transcurrió normalmente, las exposiciones y discusiones fueron
muy enriquecedoras, pero con más formalidades de las que se suelen tener en
Argentina para ese tipo de encuentros académicos. Como parte de la temática que
se estaba tratando, visitamos diferentes áreas de la ciudad, y desde ya, también
el museo y lugares de esparcimiento. La camaradería de los chilenos en general,
y de Dídima en particular, hicieron que la estadía fuera sumamente grata.
Y cuando el evento estaba finalizando, me invitaron a participar
del XVI Congreso Nacional de Geografía, organizado por la Sociedad Chilena de
Ciencias Geográficas y la Universidad Austral de Chile, que se haría la semana
siguiente en Valdivia. Yo aduje que no podía estar tantos días fuera de Buenos
Aires sin haberlo organizado previamente y además, que ese domingo había
elecciones en la Ciudad de Buenos Aires. Pero insistieron, y me
entusiasmé.
Volví a Santiago. De la terminal de buses tomé un taxi hasta el
aeropuerto. Pedí un pasaje ida y vuelta a Buenos Aires, que pagué 250U$S, que
eran tan solo 250$, y al ratito estaba sobrevolando la Cordillera. El
espectáculo, precioso. Pero de ninguna manera tanto como yendo por
tierra.
Llegué a Buenos Aires el sábado a la tarde. Organicé todo con mis
hijos para una semana más fuera de casa. Al otro día fui a votar y visité a mis
padres, como todos los domingos. El lunes a la mañana avisé en mis lugares de
trabajo que no asistiría y busqué reemplazantes para mis clases. Cargué la
indumentaria necesaria para soportar la lluvia y me tomé el avión de vuelta a
Santiago.
Era
la primera vez que volaba por LAN y me encantó. Le pedí a la azafata pasar a la
cabina durante el cruce de la Cordillera y tomé un montón de fotos desde allí.
Al llegar al Aeropuerto Internacional
Comodoro
Arturo Merino Benítez, corrí hasta el Aeropuerto Nacional de Pudahuel, que está
a pocos pasos y tomé un vuelo hasta Valdivia. El avión hizo escala en Temuco. El
aeropuerto está en pleno centro urbano. Una tiene la impresión de que se va a
llevar algo por delante. Por el contrario, el aeropuerto de Valdivia está a más
de 30 km de la ciudad. Allí me estaba esperando Carmen Varela Araya, una
excelente anfitriona, y me alojó en el hotel que la Universidad tenía junto a su
campus. Económico y excelente.
Al Congreso concurrieron docentes e
investigadores de todo Chile, de las regiones vecinas de Argentina, y algunos
españoles. Muchas de las discusiones fueron fuertes y vehementes, pero en todos
los casos se mantuvieron las formas.
Hicimos salidas para conocer toda la ciudad, en
especial los sectores más críticos, y los restos que se conservan del terremoto
seguido de tsunami que la destruyó en 1960, como el caso de una escuela
religiosa que quedó convertida en escombros. La intensidad fue de 9,5 en la
escala de Richter, y se registraron más de 1600 víctimas.
Ese 22 de mayo, las réplicas llegaron a la
ciudad de San Carlos de Bariloche. Se abrió una grieta en el lago Nahuel Huapi y
nunca más se encontró el viejo muelle. La lancha Modesta Victoria que estaba
amarrada, se soltó y como consecuencia del “tsunamito”, apareció en el medio del
lago ya que quedó en la cresta de la ola. La persona que estaba haciéndole
mantenimiento, se salvó de milagro. La cruz de la catedral se torció y algunos
edificios se agrietaron. Debido a un evento, la gente se había concentrado en el
Centro Cívico y no había nadie en la zona de la costanera, por lo que no hubo
víctimas. Yo recuerdo estos acontecimientos, porque estaba en cama con paperas,
y lo vi por televisión.
Valdivia es una ciudad muy bonita, con
precipitaciones muy abundantes que superan los 2500 mm anuales y dan origen a
una vegetación boscosa muy densa, a la que denominan selva. El Centro es pequeño
pero muy acogedor con edificios de buena calidad. El río Calle-Calle que al
ingresar a la ciudad toma el nombre de Valdivia, es uno de los pocos navegables
de Chile.

Ciudad de Valdivia y río
homónimo.
La cena de recepción del Congreso se realizó en
una embarcación. Y todas las demás noches, muchos participantes continuamos
comiendo juntos. Hugo Romero nos indicó un lugar, estilo fonda, donde los
alimentos eran de primera calidad y los precios muy bajos. Se llama La Bomba, y
es un lugar tradicional de Valdivia, donde se encuentran todas las clases
sociales, jóvenes y viejos, chilenos y extranjeros. Y además de saborear platos
chilenos vernáculos, entre ellos unas sopas especiales y un exquisito pastel de
choclo, se puede jugar a los naipes o al dominó, o ver partidos de fútbol en sus
televisores.
Todas las veladas comenzaban o finalizaban con
uno o varios piscos sours, preparados de diferentes maneras según las
recetas de cada uno. Pero a la mañana siguiente…, teníamos que estar
frescos para continuar trabajando.
En esa ocasión conocí a la mayoría de quienes
hasta el día de hoy continúo compartiendo actividades académicas, y en muchos
casos, establecido una relación de fecunda
amistad.
Ana María Liberali