El ritmo de la Historia se ha acelerado dramáticamente desde el comienzo del año 2011: en enero, el dictador Ben Ali fue barrido por la revolución tunecina que encendió las llamas de la revolución en Egipto y en todo el mundo árabe, desde Mauritania, Marruecos y Algeria hasta Yemen, Bahrein, Omán y desde el Atlántico al Océano Indico.
Incluso después de la partida de los dictadores egipcio y tunecino, las masas no detuvieron la lucha revolucionaria. Esto se demuestra claramente en la fuerte movilización de 100.000 personas en Túnez, los sangrientos choques y la renuncia de Ghanoussi, y el poderoso movimiento huelguístico de la clase tEabajadora en Egipto que desafía las órdenes militares. Los choques armados en Libia y las masacres del pueblo libio por el régimen desintegrado del dictador Gaddafi, el amigo de Tony Blair y Berlusconi, así como también la amenaza de una intervención militar imperialista "humanitaria" en la región, no pueden ser separados del despligue de la revolución árabe, a pesar de las diferencias existentes.
Libia
Por cierto, el proceso revolucionario nunca es
uniforme, nunca es lineal. Toma diferentes formas en diferentes formaciones
sociales, incluyendo en aquellas de una región que comparte antecedentes
históricos comunes.
El mundo árabe post-otomano fue deliberadamente
fragmentado por los imperialismos de Inglaterra, Francia e Italia, y más tarde
por las elites militares gobernantes feudal-capitalistas. La tarea histórica de
una unidad política árabe fue levantada por los nasseristas y baatistas. No
podía sino fracasar por sus propios límites y los de la tardía burguesía árabe,
unida por miles de lazos al imperialismo. Lo que se está extendiendo ahora es el
levantamiento de las masas árabes no solamente contra los monarcas y emires,
sino también, y por sobre todo, contra los regímenes que emergieron en el
despertar anticolonial de los años 1950-1960 y que luego capitularon ante el
imperialismo para servir a sus propios intereses egoístas.
La declinación del
nacionalismo árabe toma una forma particularmente violenta en Libia debido a las
estructuras arcaicas de una sociedad tribal preservada por el régimen de
Gaddafi. El desarrollo de la clase obrera local fue evitado deliberadamente. La
fuerza de trabajo fue importada desde el extranjero y ahora está siendo evacuada
del país. Por el contrario, en Túnez, el proletariado jugó un rol decisivo desde
el principio de la revolución, y en Egipto estuvo preparado e intervino desde
principios de febrero.
La brutalidad de la guerra civil en Libia, que
recuerda a las guerras tribales en Africa, y la existencia de fuertes elementos
islámistas -golpeados a mediados de los '90, pero nunca extinguidos-, refleja
las condiciones primitivas del pais que el llamado "Tercer Camino Universal" de
Gaddafi mantuvo intactas. El dictador libio, por un período entero, jugó el rol
de un Bonaparte que equilibraba entre intereses en conflicto; al interior del
país, entre las diferentes tribus y clanes; y en el exterior, entre el
imperialismo, las masas árabes y otras fuerzas antiimperialistas,
particularmente durante el período de la Guerra Fría y el resurgimiento de las
luchas nacionales en la periferia.
Los limites de este equilibrio se han
agotado por la globalización capitalista y sus crisis, la desaparición de la
URSS, la reafirmación de la agresividad y la guerra que libra el imperialismo y
el sionismo en Medio Oriente y en Asia Central. El régimen de Gaddafi, falto de
una real base social popular, capituló ante el imperialismo de la manera más
obscena, particularmente en la última década. Mientras en el primer período la
base de los Estados Unidos en Whilas fue expulsada y los campos de petróleo
fueron nacionalizados, ahora, Gaddafi y su corrupta camarilla vendieron el
petróleo que producía el país; en primer lugar, a las grandes compañías de
Inglaterra e Italia. El viejo "demonio" de Occidente se transformó en el mimado
de los gobernantes en Londres, París y Roma.
Es vergonzoso, un síntoma
inequívoco de una bancarrota moral y política, el hecho de que Chávez y su
"socialismo del siglo XXI", o en Grecia, el "libertario" Takis Fotopoulos y su
"democracia inclusiva" les den apoyo, apenas "crítico" o recubierto por un velo
de "neutralidad entre los dos campos de la guerra civil" en el nombre del
antiimperialismo. Los "socialistas" radicales y anarquistas antiimperialistas
que no desafían al capitalismo, comparten ahora el destino del nacionalismo
burgués radical en su ignominiosa y sangrienta caída.
Gaddafi es el hombre
del imperialismo, incluso aunque éste hipócritamente ahora lo abandona. No hay
duda de que el imperialismo tiene sus propios seguidores en el campo de la
oposición (entre oficiales ex Gaddafi, islamistas y emigrados burgueses) y
prepara su intervención en esta región estratégica, contra la revolución árabe y
en defensa del Estado sionista en crisis. Pero para enfrentar al imperialismo en
la región, tenemos que apoyar la lucha justa del pueblo de Libia para derrocar
al tirano. Los rebeldes en Benghazi, hablando a Al Jazeera, denunciaron:
"Occidente desea intervenir solamente para salvar el saqueo del petróleo libio"
e insistieron que están solos para enfrentar con sus propios medios a
su enemigo.
La clase obrera, ante todo en los países de la Otan, tiene
el deber de parar cualquier tipo de intervención imperialista y ponerse del lado
de los revolucionarios, oponiéndose a las fuerzas pro-imperialistas y planteando
un programa de revolución permanente en el país, en la región y a escala
internacional.
Revolución y crisis
Mientras no solamente millones de oprimidos en la
región y en todo el mundo, sino también las clases dominantes, reconocen el
carácter revolucionario de los eventos en el Magreb y en la península arábiga,
algunos pesimistas profesionales de la izquierda (incluyendo la llamada extrema
izquierda o izquierda radical) tratan de negar que lo que está ocurriendo frente
a nosotros es una revolución, porque no cumple con su esquema de lo que una
revolución "real" debería ser, o porque no está dirigida por un partido
comunista.
El estalinista KKE en Grecia, sacando de contexto y distorsionando
la famosa acotación de Lenin que dice que la revolución se caracteriza por la
"transferencia de poder de una clase a otra", omite innumerables textos de Lenin
hablando sobre los procesos revolucionarios de profunda transformación social,
nunca "puros" en su composición, siempre llenos de confusión política e
ideológica, que llevan ya a la victoria (la transferencia de poder de una clase
a otra -la revolución social, por ejemplo, de Octubre de 1917-, o de una sección
de una clase a otra sección de la misma clase -revolución política, por ejemplo
la de Francia en 1848-) o a la derrota (por ejemplo la revolución griega de
1941-49). pero una revolución derrotada, cuando la clase dominante se mantiene
en el poder, es aun así una revolución (por ejemplo la revolución rusa de
1905).
Otros (ver el artículo de Petros Papakonstantinou en Prin, el
periódico del NAR, del 20 de febrero) deploran que aún en Egipto lo que esta
ocurriendo es, como mucho, una revuelta, no una revolución. El mismo autor, en
otro artículo como corresponsal del burgués Kathimerini, señala
correctamente que la primera palabra que se debe aprender en el Medio Oriente
ahora es "thawra", revolución...
Los marxistas revolucionarios no hemos
vacilado: como hemos señalado en un artículo publicado en nuestro periódico Nea
Prooptiki, el 19 de febrero, no solamente estamos frente a una revolución árabe:
la revolución en el mundo árabe golpea las puertas de Europa. La revuelta griega
de 2008 fue el preludio -la "primera explosión política de la crisis económica
mundial", según las famosas palabras del infame Dominique Strauss-Kahn
-anunciando la llegada de explosiones revolucionarias. Hemos entrado en una
nueva fase de la revolución mundial, exacerbada por la profundización de la
crisis capitalista que estalló en 2007.
Es importante y vital reconocer
el carácter revolucionario de la agitación en el mundo árabe. Pero no es
suficiente: como marxistas tenemos que establecer la conexión dialéctica de esos
hechos políticos de primer orden histórico y sus condiciones materiales de
posibilidad en la actual crisis mundial.
Después del colapso de Lehman
Brothers y la inmediata amenaza de una explosión del sistema financiero mundial
en otoño de 2008, los intentos de los Estados capitalistas y los bancos
centrales para detener la crisis, por medio de inyecciones de enorme liquidez y
paquetes de rescate - un proceso exacerbado aún más por la llamada
Flexibilización Cuantitativa 2, decididoa en noviembre de 2010
por Bernake, jefe de la Reserva Federal de Estados Unidos-,
produjeron una gigantesca especulación y una oleada inflacionaria hacia el
llamado Bric (Brasil, Rusia, India, China) y los países del sur. El
resultado fue un nuevo salto en los precios de la energía y los alimentos que
pone fuego en la ya acumulada dinamita social en los países árabes, que sufren
un enorme empobrecimiento y poblaciones muy jóvenes que sufren desempleo
crónico.
El mismo proceso de 2008, de expansión del déficit y deudas, produjo
la pesadilla de la crisis de la deuda publica europea y la insostenible crisis
fiscal de Estados Unidos.
La Coordinadora por la Refundación de la Cuarta
Internacional ha seguido de cerca este proceso, analizando y haciendo los
pronósticos correctos paso por paso.