El “nuevo canal”
Alfredo César Dachary
Cuando a comienzos de la década de los cuarenta del Siglo XIX se
descubrió oro en California, Estados Unidos no tenía un sistema de transporte
para atravesar los miles de kilómetros que separan a la costa este atlántica de
la costa oeste del Pacífico, ya que el tiempo transcurrido se había consumido en
la expansión de sus fronteras.
El
naciente imperio estadounidense se expandió durante todo el siglo XIX, primero
hacia sus vecinos inmediatos como lo era México y ocurrió desde sus fronteras
originales hacia afuera, de ahí su amplitud hasta el Caribe y el mismo Golfo de
México.
Desde mediados del siglo XVIII, los ingleses habían logrado triangular el
Caribe continental occidental en base a las tres posesiones: el centro en
Jamaica y los establecimientos coloniales en Mosquitia y Belize, por ello para
1775, el gobernador de Jamaica lo era también para las dos colonias en tierra
firme.
Los
motivos que llevan a Inglaterra a mantener su presencia en Caribe occidental
eran dos: el primero era la posibilidad de la explotación intensiva de la gran
riqueza forestal existente que era utilizada en la gran industria y las otras
manufacturas en pleno auge de la revolución industrial; la segunda era el motivo
geopolítico, la posibilidad de controlar el futuro del canal
interoceánico.
A comienzos de 1840, en pleno auge expansivo de Estados Unidos, los
británicos pretenden extender su control desde el reino de la Mosquitia hasta el actual
Panamá, específicamente hasta la población de Boca del Toro, y en las costas de
América del Sur hasta las bocas del Orinoco, lo que lleva a que Estados Unidos
comience a considerar la actitud inglesa como un serio peligro de competencia en
el futuro poder.
Los ingleses habían llegado muy lejos y muy cerca de los límites de
Estados Unidos, al lograr su mayor control y perspectiva de esta zona con el
protectorado en la
Mosquitia, de la isla de Roatán y el estallido de una guerra
interna en Yucatán, de los mayas contra los mexicanos, que dejaba a toda la
costa oriental de la
Península bajo control maya-británico. Esta guerra, promovida y
con pleno apoyo inglés, será la base de la consolidación de la futura colonia de
Belize frente a un México invadido en el Norte y con un Yucatán en proceso de
separación del país.
Así la primera mitad del siglo XIX será, para el Caribe continental, el
escenario del enfrentamiento entre Estados Unidos e Inglaterra por el control de
la zona para poder construir un canal o paso interoceánico y el origen de esta
disputa viene del Siglo XVIII, cuando ambas potencias comenzaron a estudiar esta
posibilidad del canal interoceánico.
En 1781 se había comisionado al ingeniero Manuel Galisteo para hacer un
estudio sobre la posible canalización del istmo de Rivas y cuatro décadas
después, en 1829, el gobierno de Nicaragua había suscrito con el general
Verveer, representante del rey de Holanda, un contrato de excavación para un
canal, el cual nunca se pudo implementar.
Morazán, en
1837, había mandado a hacer un plano a los ingenieros Baily y Batres, y seis
años después el obispo de El Salvador había hecho gestiones para firmar un
contrato de construcción con los franceses, primero, y los belgas, después, lo
que llevó al cónsul inglés Chatfield a intentar un mayor reconocimiento de su
gobierno al reino de la
Mosquitia.
Los estadounidenses
habían mandado a David White a realizar un estudio de factibilidad del futuro
canal, mientras en Londres se publica la obra de Luis Bonaparte “Canal of
Nicaragua”, pero la
situación se complica a causa del descubrimiento de oro en California, lo
que obligaba a Estados Unidos a buscar un paso inmediato para el Pacífico.
Es así como
Estados Unidos entra de lleno al conflicto con Inglaterra a partir de lograr un
contrato de exclusividad, por medio de la Accesory Transit Company, para el transporte
interoceánico a través del río San Juan, lo cual se logra y el nuevo sistema
interoceánico se inicia con el vapor Prometheus en 1850.
Hasta la inauguración del ferrocarril transoceánico en 1869, los
estadounidenses debieron hacer un largo periplo para llegar a California por la
vía de Nicaragua, controlada desde 1848 por el estadounidense Cornelius
Vanderbil; así entre 1848 y 1868, hicieron el viaje a California 68,000
pasajeros de ¡da y de regreso 57,000, lo cual muestra la importancia de esta
olvidada y aislada región. Este
primer sistema de paso transoceánico se había logrado a partir de una serie de
alianzas logradas por el líder del proyecto en Nueva York y que había integrado cuatro compañías
controladas por él.
La primera era la línea de vapores de Nueva York a San Juan del Norte,
que llegaba dos veces al mes; allí se hacia un trasbordo a dos vapores chatos
que irían de San Juan a Granada a través del río y lago de Nicaragua, y al
terminar el recorrido se seguía por tierra de Granada al puerto de El Realejo,
en carros tirados por mulas mientras se construía un
ferrocarril.
En este puerto
nicaragüense del Pacífico estaban los vapores marítimos que se encargaban del
transporte hacia las Californias y otros puntos del Pacífico, donde estaba
consolidando Estados Unidos su verdadera conquista del
oeste.
El resto de la
historia es muy conocido, el canal de Panamá reemplaza a esta vía, al ser
inaugurado a comienzos del siglo XX bajo el control de Estados Unidos, frente a
un imperio británico que ya comenzaba a dar muestras de agotamiento en su largo
control de los mares y grandes colonias de ultramar.
Dicen que la
historia se repite y la diferencia que al comienzo es una tragedia y la segunda
vuelta se transforma en comedia, sin embargo, en este tema tan complejo y que
abarca, lo que se ha denominado y así lo es, el “patio trasero de Estados
Unidos”, la América media, o sea, Centroamérica y el Caribe, el tema puede ser
muy complejo y, a la vez, peligroso.
Al final de
esta primera década del siglo XXI, Estados Unidos no sólo está en una profunda
crisis, de la que no han podido salir en dos años de grandes esfuerzos sino que
además ya hay países que están camino a consolidarse y compartir la hegemonía
del capitalismo global, lo cual hace más difícil la
situación.
Por ello llama la atención que en el mes de julio de 2010, una
flota de más de 40 buques de guerra, incluido porta-aviones, hayan desembarcado
en Costa Rica, un país sin ejercito, a partir de un “permiso” logrado por el
Parlamento con el voto contrario de la oposición. El “permiso parlamentario”
autoriza a los militares de Estados Unidos a asentarse desde el 1 de julio al 31
de diciembre en el territorio de este país centroamericano con el pretexto de
“apoyar” a la lucha contra el narcotráfico.
En el mes de noviembre, como salido de la nada, estalla un
conflicto fronterizo entre Nicaragua y Costa Rica referente a la titularidad de
una zona, que para los nicaragüenses es parte de su territorio y para los
costarricenses es una isla bajo su soberanía: la Isla Calero.
La ocupación militar de la zona por el ejército de Nicaragua lleva
a un enfrentamiento diplomático entre ambos países, primero al seno de la OEA,
en el cual se plantean una vía diplomática y luego se pretende llevar a la
ONU.
La causa del diferendo aparentemente era la posibilidad de dragar
el río San Juan y reactivar el mismo como una vía para el transporte de
mercancías al interior de Nicaragua desde el Caribe, algo que había sido muy
importante a mediados del siglo XIX, como planteamos al comienzo de esta nota.
El hecho que el conflicto sea del lado del Caribe hace muy
compleja la situación, ya que es la zona donde el narcotráfico es más fuerte,
donde Nicaragua tiene un diferendo con Colombia por la isla de San Andrés y
Providencia y cayos menores; en síntesis, una región compleja.
El tema hubiera seguido en el terreno de la especulación del
conflicto del narcotráfico, lo cual le hubiera dado a Estados Unidos mayor
cobertura o justificación para la ocupación temporal de territorio costarricense
en la lucha contra este flagelo, sin embargo, aparecen nuevas interpretaciones
que permiten entender con mayor claridad la presencia de ese país en Costa Rica.
El diario israelí Haaretz echa mucha leña a esta hoguera, al
plantear que según sus fuentes latinoamericanas, la causa real del conflicto de
límites entre estos dos países responde a “un ambicioso plan de Venezuela, Irán
y Nicaragua para construir un canal interoceánico en suelo nicaragüense que
rivalice con el actual canal de Panamá”.
La aseveración en muy grave ya que se trata de dos países enemigos
de Estados Unidos en una zona de influencia de éste y, por ende, afecta su área
de “defensa estratégica”. El tema así planteado nos da mayores indicios sobre el
misterioso arribo y desembarco de marines en el mes de julio en Costa Rica, pero
también nos plantea graves amenazas a la paz regional, en momentos en que
Sudamérica se ha desmarcado y ha logrado reducir el impacto de la crisis
mundial, que golpea fuertemente a América del Norte.
El tema está en la agenda actual, esperemos que no sea realidad lo
que plantea el diario de Israel, porque ya Centroamérica tiene varias décadas
perdidas por enfrentamientos derivados de la guerra fría, principalmente las
décadas de los setenta a los noventa y aún está muy fresca en la memoria de la
sociedad el alto costo que ha debido pagar y, actualmente, sigue pagando.
alfredocesar7@yahoo.com.mx