Militares en activo, generales y
coroneles –que ocupan cargos operativos en el Ejército Mexicano– manifiestan su
preocupación ante la posible intervención militar de Estados Unidos en México.
Se muestran frustrados por la política de Felipe Calderón, obsequiosa ante los
duros del Pentágono, y advierten que se construye el “escenario” para
el ingreso de tropas estadunidenses a territorio nacional. Señalan que una parte
del caos y la violencia en ciudades mexicanas es inducida desde el exterior con
la anuencia del gobierno federal. Especialistas en seguridad nacional coinciden
en que se generan las condiciones que justifiquen una “cooperación más estrecha”
en el plano militar entre ambos países

El pasado 18 de junio, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) calificó
como “superpotencia” a las bandas del narcotráfico que operan en México. El
hecho apenas mereció unas líneas en páginas interiores de algunos medios
impresos. Pero militares de la Segunda Sección del Ejército Mexicano (encargada
de las labores de inteligencia) terminaron por desesperarse: observan como
inminente la llegada de tropas estadunidenses al país, una demanda de los
sectores castrenses más duros de la Defensa Nacional de Estados
Unidos.
“Institucionales”, acostumbrados a callar sus diferencias con los civiles y
renuentes a comentar las discrepancias al interior de las Fuerzas Armadas, esta
vez los militares prefieren hablar. Señalan que parte de la violencia que se ha
desatado en las últimas semanas podría ser “inducida”. Y acusan al gobierno de
Felipe de Jesús Calderón Hinojosa de preparar el “escenario” para una
intervención estadunidense abierta.
Aseguran contar con información de que los atentados con carros bomba (uno
realizado en Ciudad Juárez, Chihuahua, el 16 de julio, y dos más en Ciudad
Victoria, Tamaulipas, el 26 de agosto de 2010) pudieron no ser obra de las
bandas de narcotraficantes. Incluso, es probable que no hayan sido realizados
por mexicanos.
“No es el modus operandi de los cárteles ni de los grupos armados
con reivindicaciones políticas”, dice uno de los divisionarios que solicita
mantener bajo reserva su identidad. Agrega que en círculos castrenses existe
inquietud ante la desestabilización del país y las acciones del gobierno federal
que, más que contenerla, parecen propiciarla.
Las declaraciones a Contralínea de militares en activo del Ejército
son válvulas de escape y señales de lo que ocurre en el ámbito castrense. A
decir de Guillermo Garduño –especialista en Fuerzas Armadas e investigador
adscrito a la Universidad Autónoma Metropolitana y conferencista en el Colegio
de la Defensa Nacional–, los militares están desesperados porque los comanda un
grupo de civiles que “ni idea tiene de lo que son las Fuerzas Armadas”. México
no ha creado una elite civil que conozca al Ejército Mexicano, a la Marina
Armada de México ni a la Fuerza Aérea.
De acuerdo con los generales y coroneles que solicitan no revelar sus
nombres, la supuesta “estrategia” para permitir el ingreso de tropas
estadunidenses a territorio mexicano con los menores costos sociales contaría
con dos vertientes: al interior, donde se buscaría que la propia sociedad
mexicana demande más “seguridad” sin importar el origen de la “ayuda”; y al
exterior, en el que los países consideren que la intervención sería
“humanitaria”, ante bandas criminales que han superado al Estado mexicano.

Las presiones, en ascenso
En el estudio La globalización del delito: evaluación de la amenaza del
crimen organizado trasnacional, presentado el pasado 18 de julio, la
Oficina de la Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito señala que la
“superpotencia” mundial de criminales organizados “ha generado una guerra por
territorios y nuevas rutas entre bandas de traficantes, particularmente en
México”.
Ya antes, el informe de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, aprobado para
su publicación el 25 de noviembre de 2008 y dado a conocer en enero de 2009,
Joint Operating Environment. Challenges and implications for the future
Joint Force (JOE) –título cuya traducción sería Contexto de la
Operación Conjunta. Desafíos e implicaciones para el futuro de las operaciones
de las Fuerzas Conjuntas– advirtió que el Estado mexicano podría ser
incapaz de mantener la estabilidad en los próximos años. Y colocó al país como
un Estado fallido con características similares a Afganistán. En el mismo
documento, el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos
“recuerda” que “un México inestable podría representar un problema de seguridad
de enormes proporciones” para ese país.
Las presiones estadunidenses fueron subiendo de tono y de número. El 10 de
marzo de 2009, el director de la Inteligencia Nacional de Estados Unidos, Dennis
Blair, señaló que México no controlaba todo su territorio. Para julio de ese
mismo año, el informe La narcoinsurgencia de México y la política antidrogas
de Estados Unidos –del Instituto de Estudios Estratégicos del Colegio de
Guerra del Ejército, dependiente del Pentágono– planteó que México vivía “una
transición del gangsterismo tradicional de asesinos a sueldo a
terrorismo paramilitar con tácticas de guerrilla”. Además, el 17 de ese mes
Janet Napolitano, secretaria de Seguridad Interior de Estados Unidos, declaró
que el Ejército Mexicano había fracasado en su lucha contra el narcotráfico en
la fronteriza Ciudad Juárez.
Sin embargo, a partir de la segunda mitad de este 2010, el discurso de las
autoridades estadunidenses y de la ONU ha sido cada vez más contundente: México
es incapaz de controlar a las bandas del narcotráfico y su ineficiencia es una
amenaza a la seguridad de varias regiones del mundo, incluyendo Estados
Unidos.
“Todo se va acomodando”
El embajador Henry A Crumpton, exoficial de operaciones clandestinas de la
Agencia Central de Inteligencia y excoordinador de la lucha contra el terrorismo
en el Departamento de Estado, aseguró que México vive una
“narcoinsurgencia”. A principios de septiembre pasado, en una
entrevista con Wall Street Journal, Crumpton reconoció que ese concepto
es “particularmente incendiario” para los mexicanos por su temor histórico a que
el ejército de Estados Unidos se ponga al frente de la lucha antinarcóticos.
La secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, retomó el
concepto vertido por Crumpton y, el 8 de septiembre, agregó que México “se está
pareciendo más a como se veía Colombia hace 20 años”. En esa misma declaración,
defendió el Plan Colombia, del que, aseguró, sí dio resultados en la lucha
contra el narcotráfico.
“Todo se va acomodando”, dice a Contralínea un general que solicita
mantener bajo reserva su nombre. Llamar “superpotencia” al narcotráfico es
considerar que las Fuerzas Armadas de México no son suficientes para combatir a
una “amenaza mundial”. El “peligro” de una intervención es real, agrega.
En efecto, oficiales estadunidenses consultados por Wall Street
Journal explicaron que “el gobierno mexicano parece estar cada vez más
abierto a una mayor cooperación, debido a que la situación de seguridad está
empeorando”. En declaraciones publicadas el mismo 10 de septiembre, el embajador
mexicano en Washington, Arturo Sarukhán, dijo: “Hemos alentado a Estados Unidos
a mejorar y profundizar la cooperación con México”.
A los agentes de la Oficina Binacional de Inteligencia –establecida en agosto
pasado y anunciada en marzo de este año, luego de las reuniones de “alto nivel”
celebradas en México entre la plana mayor de seguridad nacional de Estados
Unidos y sus pares mexicanos– se suman los “Cuerpos de Paz”.
Tan sólo durante la semana del 7 de noviembre llegaron 39 “voluntarios”, como
informó la embajada estadunidense en México. Estos nuevos voluntarios se
integran a trabajos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), la
Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y la Comisión
Nacional de Áreas Protegidas.
Previamente, a lo largo del año, habían llegado 33, que estarían integrados a
la propia Semarnat en programas de manejo de áreas protegidas, ecoturismo,
educación ambiental y desarrollo de negocios sostenibles; y 12 más, en los
programas del Conacyt en transferencia tecnológica, tecnologías de la
información, desarrollo de negocios y organizaciones y enseñanza del idioma
inglés.

La intervención blanda
Especialistas consideran que, como nunca desde la Revolución Mexicana, el
país se encuentra al borde de una intervención militar estadunidense. Coinciden
en que mientras más desestabilizado se encuentre el país, mayores serán las
posibilidades de que marines “colaboren” en territorio mexicano.
“Ése [el de la intervención] es el tema en los círculos de la inteligencia en
México”, señala Abelardo Rodríguez Sumano, investigador del Centro de Estudios
sobre América del Norte de la Universidad de Guadalajara.
El especialista en temas de seguridad nacional de México y Estados Unidos
señala que la intervención estadunidense tendría como origen el “vacío” que han
dejado las autoridades mexicanas.
“No hay un consenso en el sistema de seguridad nacional en cuanto a la
relación con Estados Unidos. Estamos desarticulados en el aspecto de la
‘colaboración’. Hay sectores, como el de la Marina [Armada de México], que la
quieren. Y otros, como el del Ejército [Mexicano], que se resisten. Y mientras
no haya acuerdo y se generen estos vacíos estratégicos, los estadunidenses los
van a ocupar. Ellos sí tienen claro qué quieren respecto de nosotros.”
Para el doctor Guillermo Garduño Valero, la intervención no es un hecho del
futuro inmediato: “Ya está ocurriendo”. Agrega que los propios estadunidenses
consideran que no son necesarias en este momento las tropas de ellos en el
país.
“Se trata de una guerra de ellos; pero
que la libran, como la
mayoría de ellas, a lo largo de su historia, fuera de su territorio. Ellos ya
están aquí. Ya intervienen, pero los que ponen las vidas son los mexicanos”,
asegura.
Al final, concede: “Cuando las instituciones mexicanas se agoten, entonces sí
tendrán que responder ellos directamente… Y va a ocurrir”.
Para Jorge Luis Sierra, especialista en seguridad nacional y Fuerzas Armadas,
la preocupación de los sectores militares mexicanos ante una posible
intervención estadunidense no es nueva. El egresado del Centro de Estudios de la
Defensa Nacional, de la Universidad de la Defensa Nacional en Washington,
explica que después del ataque a las torres gemelas en Nueva York, el 11 de
septiembre de 2001, la inteligencia militar mexicana advirtió que Estados Unidos
querría instalar bases militares en México.
La advertencia habría quedado plasmada en un documento elaborado en 2003: la
minuta de la reunión de las dos generaciones de maestría en seguridad nacional
que las Fuerzas Armadas mexicanas imparten. Se trataría de la elite castrense
egresada del Colegio de la Defensa Nacional (a cargo de la Secretaría de la
Defensa Nacional) y la del Centro de Estudios Superiores Navales (a cargo de la
Secretaría de Marina).
Para el senador René Arce, integrante de la Comisión Bicamaral de Seguridad
Nacional, Estados Unidos “siempre ha intervenido en México en cuestiones de
inteligencia”. Arce cuestiona: “Ahora sí nos quieren parecer muy patriotas y
marcar su línea, cuando lo que les ha molestado [a las Fuerzas Armadas
mexicanas] es que les digan que violan los derechos humanos; ése es el problema.
La presencia de militares y gente de inteligencia sí existe, pero es
discreta”.
Abelardo Rodríguez señala que incluso para el sector militar más
duro de Estados Unidos, el Departamento de Defensa, los
marines debieron desplegarse en México desde hace meses.
“Pero históricamente está visto que una vez que Estados Unidos se instala en
algún país, es muy difícil que salga”, advierte.
EPR, también en alerta ante posible intervención
La posible intervención estadunidense en México no
sólo ha sido advertida por las Fuerzas Armadas Mexicanas, sino también por los
grupos guerrilleros. El Ejército Popular Revolucionario (EPR), considerada la
guerrilla con mayor capacidad de fuego en México, señaló que cuando Estados
Unidos utiliza los conceptos narcoinsurgencia y
narcoguerrilla, está señalando que intervendrá militarmente.
En su órgano de difusión El Insurgente, correspondiente a
septiembre y octubre de 2010, el EPR y su organización política, el Partido
Democrático Popular Revolucionario, señalan que el “gendarme del mundo” es el
que acuña los términos narcoinsurgencia, narcoguerrilla y
narcoterrorismo con el fin de intervenir en México, y también con el
de relacionar a la lucha de reivindicaciones políticas y sociales con el
crimen organizado.
El EPR rechaza que la delincuencia organizada, principalmente los cárteles
del narcotráfico, sea “insurgencia”. Equipararlos equivaldría a criminalizar
la pobreza. Se trata, asegura, de un ardid de la guerra de baja intensidad
diseñada por los militares estadunidenses.
El narcotráfico es una empresa capitalista; nada tiene que ver con la
guerrilla en México, concluye el EPR.
Contralínea 208 /
14 de Noviembre de 2010