HACIA EL CUARTO ENCUENTRO
HUMBOLDT
Centro Humboldt
Cuando promediaba la década del ’90,
y aún encontrándonos asistiendo a la formidable ofensiva ideológica con la que
coronaba el siglo XX –hecho éste que acompañaba el virulento ataque contra las
conquistas sociales alcanzadas por los trabajadores-, generábamos, en Argentina,
una modesta respuesta un grupo de geógrafos. El emergente de esta acción lo
constituía la formalización de una asociación, el Centro de Estudios Alexander
von Humboldt (CeHu). Un pequeño gesto por su entidad en sí, y también por el
contexto en el que se desarrollaba.
No
resultaba particularmente casual que fueran geógrafos los que se movilizaran en
aquel momento. Es que a pesar de que la aludida ofensiva se desarrollaba
atravesando todos los campos, la Geografía, en especial, se encontraba
fuertemente cuestionada por la sustancia de la arrolladora embestida
ideológica.
Contra la corriente
El auge del llamado neoliberalismo,
que como fenómeno se había engendrado en los años 70, se alcanzó tras la caída
del Muro, adquiriendo por entonces el rango de dogma y, por lo tanto, obteniendo
la característica de infalibilidad y de imposición ilevantable.
Este
formidable mazazo interpretativo se fue configurando como la única realidad
existente, y a través de su posición determinante llegando a condicionar los
intentos de oposición intelectual. A esto se lo denominaba el pensamiento único;
no había, o no tenía, alternativa.
Desde
las usinas de ideas del Norte Atlántico, de sus dos orillas, la británica y la
norteamericana, emanaban las principales corrientes de la aplastante
subjetividad.
A
lo largo de los años 80 se había ido generando la idea de que se asistía a una
nueva época, situación que terminaría por confirmarse en la última década del
siglo pasado. Se hablaba hasta el hartazgo de globalización, el que era un
“concepto” omnipresente, omnisciente, surgido de vulgares representaciones del
alienante microcosmos de los mercados financieros electrónicos o virtuales. En
ellos, el reino de la circulación, la distancia parecía haber desaparecido. Y
con ella se cuestionaba uno de los pilares de la
Geografía.
Este
“concepto”, tan vago como contundente, se hallaba inscripto en cuanta
circunstancia se analizara, todo lo teñía, todo lo permeaba, todo lo
explicaba.
Cuando
Fukuyama nos anunciaba el fin de la Historia, estaba, simplemente, anudando
definitivamente la ristra de ideas que conformaban el abanico conceptual de la
nueva era. El cuestionamiento de la distancia y del pasado resultaban, así, un
ataque en profundidad contra la Geografía.
De
una expresión editorial...
Desde la Revista MERIDIANO se
emprendió, entonces, la batalla conceptual contra los “clisés” –lugares comunes-
de la globalización.
En su debut, y valiéndonos de un
indiscutido vocero del imperialismo, el conservador y británico The Economist,
hacíamos llegar la tajante respuesta a la superficialidad de los globalizadores.
Con “La Vigencia de Dos Tiranías” se anunció la contundente reivindicación que
el incuestionado semanario le espetaba a la insulsa proclama victoriosa de fines
de siglo:
“Las personas no son máquinas
pensantes (absorben al menos tanta información a través de la vista, el olfato y
los sentimientos, como de los símbolos abstractos), y el mundo no es inmaterial:
la realidad virtual no es tal realidad. El peso sobre la humanidad del tiempo y
del espacio, del terruño y de la historia –en suma, de la Geografía-, es mayor
que el que probablemente pueda levantar jamás cualquier tecnología terrícola.”
Esta mención se complementó en el segundo
número de MERIDIANO con el reconocimiento, por parte de Paul Krugman, de la
necesidad de la geografización del análisis económico, al endilgarle a la
escuela económica en boga su a-espacialidad, su inmaterialidad, su
abstraccionismo:
Pero no es así como los economistas estudian el comercio
internacional. Como advierte Krugman: ‘nosotros (los economistas) modelamos a
los países como puntos sin dimensiones dentro de los cuales los factores
productivos pueden moverse al instante y sin costos de alguna actividad a la
otra; e inclusive, al comercio entre los países se lo representa usualmente sin
referencia al espacio y con costos de transporte nulos para todos los bienes que
se comercian.’”:
Es decir, aquí la heterodoxia ajustaba
cuentas con la ortodoxia, blandiendo como arma fundamental a la
Geografía.
En suma, de Gran Bretaña a Estados
Unidos, de la ortodoxia a la heterodoxia, de las propias entrañas de la
intelectualidad imperialista se enarbolaba un acabado manifiesto geográfico,
antiglobalizador.
Pero de aquello de que la Geografía
existe a sin ella no hay Economía, fueron, simplemente, los prolegómenos de lo
que iba a ser elegido como escenario principal de la batalla.
Es que entre el ramillete de ideas fuerza
que se conjugan en el aludido macro-concepto, hay una que consideramos esencial,
central. Esencial porque formaba parte de la vanguardia de la ofensiva
capitalista, y central, además, porque también era admitida como real desde una
pretendida oposición. Nos referimos, claro está, a la cuestión del
Estado.
Para los “neoliberales”,
“neoconservadores”, o como se los quiera denominar, su revolución yacía al pie
de la monumental gesta desestatizadora que presumían estar protagonizando. Y sus
impugnadores, los nostálgicos del “estado de bienestar”, los consentían al
hablar de la deserción o la casi ausencia del Estado, u otras cosas por el
estilo.
Así es como a partir del tercer número de
MERIDIANO se sucedieron varias notas agrupadas bajo el llamado dossier “Sobre el
Estado”. “Brasil... ¿ayer?”, “El ‘otro’ Modelo” y “Deuda, Bancos y Política
Económica”, dieron cuenta de que aquello ‘del dicho al hecho...’ tiene la plena
vigencia de las sentencias profundas:
Durante cuatro décadas los contratos y subsidios gubernamentales
constituyeron el medio para enriquecerse rápidamente en Brasil, y el
multimillonario Olacyr de Moraes fue uno de los mayores beneficiados. Dirigió la
construcción del subterráneo de San Pablo, el aeropuerto internacional y la
principal terminal de ómnibus. Y aprovechó las ventajas de los préstamos a bajo
interés del gobierno y las exenciones impositivas en las décadas de 1970 y 1980
para formar grandes estancias en los desiertos del oeste brasileño. En la
actualidad, su empresa constructora es la más rentable de Brasil y la producción
anual de 300.000 toneladas de soja y maíz lo convierten en uno de los
principales productores del mundo.”
(...) La triste realidad es que los especuladores comprendieron que
muchas economías del este de Asia están embretadas en un camino insostenible.
Los formuladores de políticas en Asia deberían haber despertado frente a las
señales de peligro hace ya mucho tiempo. (...) Y a pesar de unas ganancias
corporativas persistentemente flojas y un alarmante crecimiento de las deudas
incobrables, los líderes siguieron permitiendo a los bancos subsidiar
inversiones insensatas y apresuradas en desarrollos inmobiliarios y complejos
industriales pertenecientes a poderosos intereses comerciales y a corruptos
políticos. (...) Pero la remodelación de la industria será tremendamente difícil
para los políticos del este de Asia. En las incipientes democracias de Corea del
Sur y Tailandia, los políticos de alguna manera deben enfrentarse a los
poderosos magnates que financian sus imperios políticos. En otras partes, los
autócratas que han consolidado su legitimidad sobre un alto crecimiento perpetuo
deben renunciar a sus proyectos faraónicos. A fin de satisfacer la vindicta
pública los líderes todavía tratarán de echarle la culpa a los extranjeros. Pero
al hacerlo, también deberían empezar a preparar a sus ciudadanos para tiempos
más difíciles.”
(...) Hay sin embargo una cuestión pendiente sobre la que no es
posible echar luz por ahora: si el renovado y algo diferente boom no tendrá, al
final, una cuota equivalente de dramatismo al que tuvo la deuda externa en su
momento. El supuesto de éxito se basa en el requisito de que las economías se
estabilicen definitivamente y crezcan, desarrollando capacidad de pago. En el
otro extremo, el riesgo sigue siendo el mismo: la insolvencia. Hoy no se ve si
tal cosa puede o no llegar. Pero si lo hace, algo hay ya que queda claro y es
que los deudores siempre son los mismos, los que están cambiando en parte son
los acreedores.”
Detrás de la masa de discursos monocordes
asintiendo la mentada revolución conservadora, la acumulación –los negocios,
para hablar en un lenguaje llano- de la burguesía sigue estando asociada a una
ingerencia cada vez más acusada, más determinante –y hasta despótica- de su
Estado en el ciclo económico. Sea en el caso brasileño, en el del mítico este de
Asia o en el análisis de los alcances y sentido de la política económica en un
país semicolonial en los albores del siglo XXI –la Argentina de Menem y de
Cavallo-, no hay lugar para dejarse sorprender con la imposición de debates
inconducentes.
La cuestión del Estado sigue siendo el
eje para una comprensión acabada de la realidad y una acción consecuente para
transformarla.
... a las citas Humboldt
A partir del año 1999 el CeHu ha
establecido una cita anual para los geógrafos en el país, el Encuentro
Internacional Humboldt. La necesidad de una reunión al año está fuera de toda
discusión, constituye un deber de una comunidad de intelectuales, pues ella debe
permitir desarrollar un diálogo, un debate cara a cara.
Estos encuentros se han enmarcado dentro
de la amplia campaña que la organización se fijó desde su constitución. El
temario de los llamados ha estado definido por un lema, y este ha respondido al
despliegue de una estrategia conceptual que converge sobre la línea editorial
explicitada y sus postulados complementarios.
El primer Encuentro, que se llevó a cabo
en Buenos Aires, y fue denominado “América Latina, 200 años después”, estuvo
orientado a conmemorar el aniversario del bicentenario del extenso periplo
humboldtiano por las tierras de la América colonial hispánica.
Ese trascendental episodio para nuestra
disciplina y para la región que habitamos merecía su evocación, pero no como una
mera recapitulación de lo que él significó, sino, ante todo, como la oportunidad
para emprender un denodado esfuerzo de comprensión de la región hoy, en el
cambio de siglo, haciendo del ayer un impulsor decisivo para acometer la
comprensión y la transformación de nuestros presentes históricos significativos,
es decir, de nuestras geografías.
En el año 2000, en la ciudad de Mar del
Plata, se realizó el Segundo Encuentro Internacional Humboldt, denominado
“Periferias, Regiones y Países”.
En esta sencilla fórmula se reunía el
conjunto de apreciaciones que formaban parte de la discusión en el CeHu sobre la
realidad mundial. Allí se había establecido un esbozo de programa de
investigación, un gran marco conceptual, que servía como orientador para el
estudio del fin de siglo. La “cuestión periférica o periferias en cuestión” era
la fórmula elegida para denominar apretadamente la síntesis conceptual implícita
confrontadora de la vulgaridad imperante. Debe recordarse que el trasfondo de
esta polémica era –y todavía acaso lo es- la aparición de una idea frágil pero
persistente, la de los mercados emergentes, una directa consecuencia del verano
de financiamiento de ciertos países capitalistas rezagados durante los años 90,
y co-protagonistas de la globalización.
Es obvio que la “globalización” era la
excusa para desarrollar una variada gama de estudios geográficos. Ella oficiaba
como una dramática reductora de la distancia y, por ende, de las diferencias, y
con ello pretendían hacer desaparecer todas las concepciones conflictivas
geografizadas.
La reposición de la cuestión periférica,
por lo tanto, reimpone la noción de la diferenciación espacial como elemento
sustancial para el análisis. Pero al mismo tiempo, el cuestionamiento de la
periferia implicaba la crítica, por incompleta, de esta aproximación, al
reflejar ella naturalmente las limitaciones intrínsecas a un análisis
economicista, que alcanza, empero, al menos, a distinguir el factor distancia.
De allí que Periferias, Regiones y
Países, contribuyera a establecer una concreta contextualización geográfica en
el plano de la realidad mundial, al generar escalones inseparables para su
abordaje. La periferia, como una gran diferenciación posicional; las regiones,
como una instancia más concreta, con prevalencia de las condiciones históricas
del sitio; y, por último, la dimensión país, el presente histórico (localmente
delimitado) significativo. Esto es, ese todo concreto en el que se sigue jugando
el destino de nuestras vidas, esa geografía mínima autónoma, ese ámbito en el
que se reproduce el conjunto de las relaciones significativas, y en el cual el
Estado sigue siendo el epicentro de la puja articuladora.
En resumen, Estado (dimensión política) y
país (dimensión nación), dos blancos preferidos de la ofensiva ideológica de la
globalización, que los escamoteaba, eran reinstalados en su correspondiente y
prominente lugar.
En la ciudad de Salta, a mediados de
octubre de 2001, se efectuó el Tercer Encuentro Internacional Humboldt, “La
Vuelta a la Región”. En el marco de una de las regiones históricas,
preexistentes a la creación de la Argentina moderna, esta reunión retomó el hilo
conductor de la que le precedió.
Aquello que habíamos padecido durante
casi una década, el acoso de la realidad virtual y el imputado ocaso de la
realidad concreta (geografía), comenzó a disiparse. Es que el paso del tiempo
fue dejando al desnudo las notorias limitaciones –siendo exageradamente
condescendientes- de la pretendida nueva etapa de la historia. Fukuyama parecía
ya muy lejano, casi arrumbado.
Sin duda, las consecuencias del
“neoliberalismo” habían dejado al descubierto el traumático derrotero del
capitalismo “globalizante” –que no es otro que el imperialista-, el cual está
jalonado de manifiestas y explosivas contradicciones, que por supuesto se
escriben e inscriben en clave geográfica. Las crisis periféricas de la segunda
mitad de los 90 han sido, al respecto, una contundente muestra de ello.
Entonces, precisamente allí, la región
reapareció con renovados bríos, con inusitada fuerza, tanto en el plano
internacional (megarregiones) como en el nacional (regiones o economías
regionales, para ceñirnos al caso argentino).
La “Vuelta a la Región” en Salta
significó, pues, el reconocimiento de los límites materiales del enfoque
circulacionista in extremis de la mentada globalización. Y en eso consiste,
sencillamente, este rescate de la región.
Claro que también tiene otras
connotaciones. Este regreso a la región, a lo regional, también nos impone un
doble juego de posiciones. Por un lado, desde posiciones notoriamente
conservadoras, una forma de refutación de Fukuyama, ya que del mito del fin de
la historia pasamos a que lo único que existe es la historia -como pasado–, es
decir, la versión Huntington del porvenir. Por otro, desde la vereda reformista,
la admisión de la crisis capitalista como la preciada oportunidad para redefinir
ingerencias al interior de la máquina de administrar por excelencia, el Estado,
lo que nos lleva a la necesidad de la regulación y de los
reguladores.
Frente a los conservadores, pero también
frente a los reformistas, el regreso a la región simboliza, para nosotros, el
reasumir la materialidad como el lógico punto de partida para la construcción de
conocimiento valedero.
En setiembre, en Iguazú
En este año 2002 realizaremos el
Cuarto Encuentro Internacional Humboldt. Este se denomina “Geografía de la Integración”. El lugar elegido es Puerto
Iguazú, en la provincia de
Misiones.
Desde mediados de los años 80, con el
regreso de la democracia, en el Cono Sur de América se asistió a un proceso de
integración formalizado por cuatro países (Brasil, Argentina, Uruguay y
Paraguay), que recibió el nombre de MERCOSUR (Mercado Común del Sur). Este
proyecto se enmarcó en el contexto de las referidas megarregiones, una aparente
necesidad de la “globalización”. Su evolución ha estado marcada por el
desarrollo de la crisis internacional y las crisis nacionales de la región. En
este nivel, el ciclo económico brasileño ha sido
determinante.
Alrededor de estas regionalizaciones
sobrevuelan distintas nociones, enfoques u opiniones, varios de ellos
cuestionables desde la experiencia. Siendo, en este caso, el nuestro, un
proyecto contextualizado en la periferia, es evidente que su posicionamiento
excesivamente vulnerable respecto de la evolución internacional no puede ser
soslayado. Por otra parte, la constitución de una entidad supranacional también
debe aún demostrarse. El aspecto concreto nos remite, una y otra vez, a la
cuestión del Estado, y con ello a evadirnos de las ilusiones, de las
abstracciones. Por ejemplo, ¿podemos, acaso, abrigar expectativas en que
nuestras burguesías periféricas –dependientes, irresolutas, claudicantes-
acometan plenamente el desafío de una integración
multinacional?
Geografía de la Integración, por lo
tanto, es devolverle el contexto, la encarnadura, la materialidad íntegra a los
procesos de regionalización en general, y a éste en
particular.
En Puerto Iguazú, a la vera de la
confluencia de los ríos Iguazú y Paraná, en el nordeste de nuestro país,
Argentina; allí, en la denostada Triple Frontera, en ese peculiar espacio de
integración real brasileño-argentino-paraguaya, nos encontraremos colegas y
compañeros de la región y de otras regiones del mundo, para seguir
intercambiando experiencias y opiniones, para continuar construyendo
integración, la nuestra, la de los trabajadores, la que desde el CeHu venimos
alentando desde hace siete años.
Lic.
Juan Roberto Benítez (Presidente)
Lic. Ana María Liberali (Vicepresidente)
Lic.
Humberto N. Voltolini (Secretario)
Prof. Omar
Horacio Gejo (Director
MERIDIANO)
Buenos Aires, febrero de 2002
“La
Vigencia de Dos Tiranías”, en MERIDIANO – Revista de
Geografía Nro 1;
agosto de 1995; p. 63.
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