NCeHu
231/10
Rumbo al XII Encuentro
Humboldt
El capitalismo como geografía
La Rioja, 20 al 24 de
septiembre
Ref.: 92 - Mayo griego (Guillermo Almeyra)
103 -
A social-democracia neoliberal: de Miterrand a Zapatero,
passando por FHC (Emir Sader)
123 - El fracaso del
nuevo laborismo y del socio-liberalismo (Vicenç Navarro)
145 - La ideología del
imperialismo (Jorge Altamira)
Lucha
de clases en la UE
Vicenç Navarro
Público, 17 de junio de 2010
Una lectura de nuestra
realidad que se ha generalizado en las culturas políticas y mediáticas de
nuestros países es que vivimos en un mundo globalizado en el que los estados
están perdiendo poder, reemplazados por mercados centrados en grandes empresas
financieras e industriales (llamadas multinacionales) que se han constituido
como las unidades de actividad económica en el mundo. Las derechas neoliberales
aplauden esta evolución, a la cual consideran responsable de una enorme
prosperidad. Sectores de las izquierdas gobernantes, por el contrario, se
lamentan de esta evolución y resaltan los costes que tales cambios significan
para las instituciones democráticas, pues asumen que, en este escenario, lo
económico es lo que determina lo político. Y concluyen que, en un país pequeño
–como España–, atrapado en este sistema globalizado, poco puede hacer el Estado,
excepto seguir lo que la globalización (los mercados financieros y comerciales)
le exige. Parecería, pues, que no hay otra alternativa que reducir el gasto
público y reducir los salarios.
Tal teoría, sin embargo, es errónea. Los
países escandinavos están entre los países más globalizados del mundo. Debido a
su pequeño tamaño, su economía está muy integrada en la economía europea y
mundial. La suma de sus exportaciones e importaciones sobre su PIB es la más
elevada del mundo. Y, sin embargo, tienen los estados del bienestar más
desarrollados y los salarios más elevados de Europa. La causa de ello es que las
relaciones de poder (entre ellas las de clase, pero también las de género)
tienen una configuración favorable a las clases populares. Las clases
trabajadoras, en alianza con las clases medias, han desarrollado unos elevados
estados del bienestar (caracterizados por la universalización de los derechos
laborales y sociales) y un alto nivel de vida, en contraste con los países del
sur de Europa (Grecia, Portugal y España), donde el dominio histórico de sus
estados por las derechas ha determinado estados del bienestar escuálidos, unos
salarios bajos y un bajo nivel de vida. Acusar de despilfarro y exuberancia de
gasto público en estos países como la causa de la crisis del euro, como están
escribiendo autores neoliberales, es risible.
Las izquierdas deben recuperar
el análisis de clases, olvidado desde hace tiempo, para entender nuestras
realidades y entender que, en contra de lo que se está promoviendo, los estados
continúan teniendo un papel central y que las relaciones de poder de clase en
cada país son el factor determinante de su desarrollo económico y social, así
como de la manera como responden a la crisis. Es más, las mal llamadas
multinacionales son en realidad empresas transnacionales, es decir, basadas en
un Estado, que operan en varias naciones. Y es imposible entender su
comportamiento internacional sin comprender la relación de tales empresas con el
Estado en el que se ubica su sede central.
La construcción de la Unión
Europea (un paso que valoro positivamente) se hizo en base a una arquitectura
institucional neoliberal (que considero negativa; ver la sección Europa en
www.vnavarro.org), resultado de la enorme influencia de la banca alemana sobre
el Estado alemán, consecuencia, a su vez, de la debilidad de la clase
trabajadora, resultado de la gran disponibilidad de mano de obra barata
procedente de Alemania oriental y de los países del este de Europa. Tal
debilidad explica el estancamiento económico de aquel país, causado por la
escasa demanda doméstica (consecuencia de la reducción salarial y del
espectacular descenso de las rentas del trabajo como porcentaje de la renta
nacional) y el limitado estímulo económico. Como indiqué en un artículo anterior
(“La sabiduría convencional europea”, Público, 10-06-10), tales relaciones de
poder en Alemania fueron determinantes para configurar el llamado “modelo
alemán”, basado en una elevada competitividad debida a un crecimiento de la
productividad muy superior al incremento de los salarios, lo que crea una gran
riqueza que se concentra en las empresas exportadoras, incluyendo la banca.
Gerard Schröeder venció en el conflicto con su ministro de Hacienda, Oskar
Lafontaine, y con los sindicatos, que se oponían a este modelo, los cuales
favorecían un modelo basado en la demanda doméstica en lugar de en las
exportaciones.
Algo semejante ocurrió en Reino Unido, donde el Gobierno de
Tony Blair dio plena independencia al Banco de Inglaterra y liberalizó la banca,
convirtiendo la City (el centro financiero británico) en el centro mundial de
los hedge funds (lo cual justifica el nombre que se le dio, “el Wall Street
Guantánamo”, por estar más desregulado que el propio Wall Street). Las
izquierdas dentro del Partido Laborista fueron derrotadas y los sindicatos
marginados. En ambos casos (Schröeder y Blair), el socioliberalismo (la
incorporación del neoliberalismo en la socialdemocracia) fue el que contribuyó
en gran manera al dominio del capital financiero en la Unión Europea y, con
ello, a la enorme crisis de la socialdemocracia en la UE.
En Reino Unido, el
Partido Laborista pasó de tener el 33% del total del electorado en 1997, al 25%
en 2001 y al 22% en 2005. Si este país hubiera tenido un sistema proporcional,
el Partido Laborista habría perdido la mayoría del Parlamento ya en 2001. El
hecho de que no la perdiera se debe al sistema electoral sesgado, que le
permitió mantener la mayoría durante 13 años, lo cual se presentó erróneamente
como prueba de su popularidad. La abstención y el desánimo se reflejaron también
en la pérdida de la mitad de sus afiliados.
Algo parecido ocurrió en
Alemania. El programa 2010 de Schröeder fue el inicio de su fin como partido de
Gobierno. Perdió las elecciones y el partido pasó de tener 800.000 miembros a
380.000. No fue la socialdemocracia, sino el creciente distanciamiento de los
partidos socialdemócratas gobernantes de las prácticas identificadas con tal
tradición, lo que condujo a su declive. ¿Pasará lo mismo en España?