Argentina
Rumbo al XII Encuentro
Humboldt
La Rioja, 20 al 24 de septiembre
El mayo griego
Guillermo Almeyra
"Su radicalismo está en los métodos, pero todavía no en el pensamiento.
Sin embargo, todavía no han dicho la última palabra"
El mayo francés, en 1968, fue fruto del
hartazgo y la esperanza. El mayo griego, en cambio, es hijo del repudio al
sistema social y de la desesperación.
Por eso, mientras el primero se
expandió rápidamente por todo el mundo, desde México a China, de Argentina a
Checoslovaquia, de Estados Unidos a Brasil e Italia, la rebelión de campesinos,
obreros, trabajadores en general, funcionarios, profesores, estudiantes,
artesanos y pequeños comerciantes e industriales ha creado en Grecia un frente
único, por arriba de las clases, entre sectores que hoy están unidos por la
voluntad de no pagar la crisis que no provocaron y de la que son víctimas, pero
probablemente sólo encontrará eco, en lo inmediato, en las próximas víctimas del
capital financiero y de su especulación contra el euro.
O sea, en España y Portugal, y quizás
en Italia, porque una de las características de la actual crisis capitalista –la
mayor en la historia del sistema, que abarca todo el mundo– es que hasta ahora
ha enfrentado escasas manifestaciones masivas de protesta en Europa. En efecto,
el descreimiento en la idea misma de la factibilidad de una alternativa
anticapitalista –provocado por el inglorioso derrumbe de los partidos y
gobiernos que decían ser comunistas o por la transformación de los partidos
comunistas chino y vietnamita en promotores del capitalismo salvaje y, también,
la extrema debilidad de la izquierda anticapitalista en casi todos los países–
da como resultado que la rabia se canalice hacia los enfrentamientos étnicos,
como en Bélgica y Ucrania, y detrás de las derechas xenófobas, en Francia o
Italia.
Mientras en Grecia la crisis brutal
organizada por Goldman Sachs y el capital financiero internacional, con la
complicidad activa del gobierno de la derecha, se dio casi al día siguiente de
una gran movilización contra ésta y del voto aplastante en favor del Partido
Socialista, o sea, encontró una población ya militante y luchando con esperanzas
de cambiar, en los otros países, salvo parcialmente en Francia y Alemania, la
desmovilización, el desánimo y la falta de esperanzas en una alternativa
refuerzan la hegemonía política y cultural del capitalismo, y dan base para
derechas disímiles, como la española, la húngara, las italianas berlusconiana,
semifascista o de la Liga Norte, y la austriaca, las cuales tienen en común el
racismo y el chovinismo, y combaten la unidad y los sentimientos solidarios
entre los trabajadores, los estudiantes y técnicos jóvenes que esporádicamente
resisten.
Por eso, el ejemplo griego,
probablemente, encontrará más apoyo entre los estudiantes, los jóvenes
desocupados o con empleos temporarios y mal pagados, y entre los inmigrantes y
los indocumentados que son una buena parte de los obreros, pero están divididos
de los demás explotados; pero en lo inmediato no motivará a las masas en la
mayor parte de los países europeos. Por el contrario, Grecia seguramente
alentará las acciones combativas de los movimientos sociales urbanos en América
Latina que no tienen el freno, existente en Europa, de los partidos
socialdemócratas.
Pero hay que contar con la voracidad y la ceguera
del capital financiero, que está especulando contra el euro y contra la
inestable Unión Europea (UE), y apuesta al derrumbe de Portugal y de España y a
condicionar aún más a la maltrecha Italia. Ahora bien, en Portugal, a diferencia
de los dos últimos países, el Estado es frágil, como en Grecia; la burguesía,
como la griega, es débil, y la izquierda anticapitalista es poderosa y tiene
detrás de sí el recuerdo de la Revolución de los Claveles. Y en España la crisis
económica se une con los comienzos de una crisis de dominación que hace resurgir
el antifascismo, la polarización política y la necesidad de la República. Una
situación a la griega en los países mediterráneos meridionales podría difundir
el mayo griego por toda Europa occidental del sur.
Sin embargo, a diferencia del mayo francés, que
puso en la orden del día la lucha contra los aparatos (de los grandes partidos
comunistas y de las burocracias sindicales), el mayo griego estalla cuando los
órganos estatales de mediación (Iglesia, partidos, burocracias sindicales) están
muy desprestigiados y debilitados, al igual que las instituciones. Pero lo hace
sin consignas ideales subversivas.
En la actualidad, los griegos luchan contra la
utilización capitalista de la crisis capitalista para aumentar la desocupación,
reducir los ingresos reales y los salarios, destruir las conquistas históricas
de los trabajadores. Están unidos por el no al Fondo Monetario
Internacional y la UE, y por el rechazo a la sumisión del gobierno
socialdemócrata ante el diktat del capital financiero. Pero no formulan
consignas ni siquiera posibles en lo inmediato, como la expropiación de los
bancos, impuestos al gran capital, rechazo a las deudas contraídas
fraudulentamente por la derecha, expropiación de los bienes de los
irresponsables y corruptos, para tener un fondo para la importación de alimentos
en caso de default. Aún están bajo el shock resultante de la desilusión
derivada de haber votado masivamente contra las políticas hambreadoras de la
derecha y de ver a los socialistas, que las denunciaban, aplicar otras peores
poco tiempo después; aún protestan, pero dentro de los marcos del sistema, y su
radicalismo está en los métodos, pero todavía no en el pensamiento. Sin embargo,
todavía no han dicho la última palabra.
Fuente: La Jornada; México, 9/5/10.