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88/01
Tres reflexiones a raíz de la lucha griega
Iñaki Gil de San
Vicente
7/5/10
La clase
trabajadora griega está luchando por la verdadera independencia de su país,
independencia práctica rechazada por su burguesía al aceptar la dominación
impuesta.

La impresionante lucha de la clase trabajadora
griega contra los ataques devastadores del capital nos exige tres reflexiones
urgentes. La primera es que en contra de la ideología reformista e interclasista
desarrollada en los últimos decenios, la lucha de clases no desaparece, no se
extingue nunca, sino que como ya dijo el Manifiesto Comunista hace más de siglo
y medio, se mantienen latente, en el subsuelo social, actuando de forma
imperceptible como el viejo topo del que hablara Karl Marx.
Durante los períodos de relativa “normalidad”,
de bonanza económica y de capacidad de concesión de mejoras por parte de la
burguesía, en estos períodos, la lucha de clases se mantiene reducida a las
presiones por mejoras socioeconómicas y sociopolíticas. Desde 1945 y en parte
debido a la presencia de la URSS pero también debido a que las clases
trabajadoras europeas no olvidaban el colaboracionismo de sus burguesías con los
ocupantes nazis, por estas y otras razones, como los beneficios económicos de la
reconstrucción, etc., en este período denominado los “treinta gloriosos” de la
historia capitalista, la lucha de clases aparentemente desapareció en su forma
dura.
Hubo ásperas movilizaciones entre finales de
los ’60 y mediados de los ’80, pero no llegaron a la intensidad revolucionaria y
contrarrevolucionaria de los años 1917-1939. La respuesta del capital a esa
oleada y a la crisis económica de entonces fue el denominado “neoliberalismo” y
la aceleración del proceso de unificación europea. De nuevo, pareció que la
lucha de clases desaparecía sepultada bajo los escombros de la URSS. Pero en la
segunda mitad de los ’90 resurgieron los “brotes rojos” en varios países
europeos, y desde entonces, con altibajos y retrocesos pero lentamente hacia
arriba, vuelven las luchas sociales en un contexto de típica polarización
sociopolítica y electoral en la que el neofascismo es azuzado por el capital en
previsión de la paulatina movilización obrera y popular.
Es en estos momentos cuando se demuestra la
corrección histórica de la teoría marxista de la organización, de la dialéctica
entre conciencia y malestar difuso, entre organización y espontaneidad, de la
necesidad de mantener siempre una lucha organizada con perspectivas
estratégicas. En Grecia las izquierdas han practicado esta teoría y ahora
demuestran su acierto. En el Estado español, la “izquierda” se arrodilló ante el
cadáver del dictador Franco y los efectos los sufrimos todos y todas.
La segunda reflexión trata sobre la mentira de
la “Europa democrática”. Nos mienten cuando hablan de la “construcción
democrática de Europa”. Lo que realmente ocurre es la brutal vigencia histórica
de la ley de la concentración y centralización de capitales, que hace que las
burguesías fuertes dominen a las débiles por la violencia interimperialista o
por la presión político-económica, o por ambas a la vez. La ley de la
concentración y centralización de capitales ha modelado la evolución europea en
cuatro grandes fases de reorganización.
Nos encontramos en la cuarta, la iniciada tras
la guerra de 1939-45. Las tres anteriores se aceleraron e impusieron mediante
sanguinarias guerras que abarcaron todos los espacios donde la civilización
europea había hincado sus zarpas. El Tratado de Wetsfalia de 1648, el Congreso
de Viena de 1815 y Yalta y Postdan en 1945 sancionaron las tres reordenaciones
anteriores impuestas tras guerras atroces. Pero la cuarta, que tuvo en el
Tratado de Maastricht de 1992 uno de sus momentos decisivos, está sin cerrarse
definitivamente porque, por ahora, el euroimperialismo no puede recurrir a otra
guerra mundial.
Carecemos de espacio para analizar las
relaciones de supeditación del euroimperialismo al imperialismo occidental
dirigido por los EEUU, y la agudización de las contradicciones mundiales que
abre la posibilidad de guerras locales que desencadenen dinámicas prebélicas a
gran escala. Los intelectuales burgueses no podían imaginar hace dos décadas la
evolución del mundo, y se reían a carcajadas de la teoría marxista del
imperialismo. Ahora la realidad les da pánico y no hacen sino justificar como
sea el espeluznante rearme imperialista mundial.
Mientras las contradicciones de fondo se
agudizan, las burguesías europeas más poderosas han jugado con el pueblo
trabajador griego, y con los demás, como juega el depredador con su presa,
apretando poco a poco la soga alrededor de su cuello, en un sádico juego de
controlar el tiempo económico-político en función de sus intereses internos y de
la debilidad creciente de la víctima. Al no poder imponer militarmente, por
ahora, sus exigencias recurren a presiones económicas y políticas cada vez más
duras, amenazando directamente con la expulsión de la zona euro, y con otras
medidas más drásticas, lo que causa pavor en esas burguesías débiles que tienen
más miedo a sus propios pueblos explotados que a los tiburones
financiero-industriales.
La tercera y última reflexión surge
precisamente del comportamiento de las burguesías débiles, que aceptan las
durísimas exigencias externas contra sus pueblos con tal de mantenerse en el
poder. La clase trabajadora griega está luchando por la verdadera independencia
de su país, independencia práctica rechazada por su burguesía al aceptar la
dominación impuesta por potencias extranjeras, por el FMI, por el capital
financiero, etc.
Desde hace algunos años, independentistas
vascos explicaban en foros internacionales el surgimiento de nuevas opresiones
nacionales dentro de la UE, sobre pueblos oficialmente soberanos, invisibles
desde el la ceguera dogmática, como efecto de la transferencia de valor, del
saqueo legalizado por la UE de la riqueza de los pueblos y Estados débiles a
manos de los fuertes, mostrando que ya actuaba en la práctica la Europa de las
dos velocidades, incluso con la aparición de una periferia sobreexplotada dentro
de la UE. La crisis capitalista real emergida entre verano de 2007 y 2008
intensifica estas explotaciones nacionales dentro de la UE.
En un alarde de cinismo hipócrita se acusa al
pueblo griego de haber falsificado u ocultado datos sobre su verdadera situación
económica para no perder la confianza de los mercados financieros. El
capitalismo es terrorista, corrupto y mentiroso en su misma esencia y las
mentiras de la gran banca, de los monopolios y de los Estados imperialistas son
cualitativa y cuantitativamente más dañinos para la humanidad que las del
pequeño y pobre Estado griego.
El pueblo griego debe exigir responsabilidades
a su clase dominante, y cargar sólo sobre ésta los costos de la crisis. Aún así,
el pueblo trabajador griego tiene la suerte de disponer de su propio Estado, de
ser siquiera formalmente independiente, lo que aumenta su capacidad de lucha y
de defensa contra esta nueva forma de opresión nacional invisible. Otros pueblos
no tenemos esos recursos, y debemos conseguirlos cuanto antes para defendernos
de la ferocidad del euroimperialismo. Euskal Herria necesita un Estado
independiente que asuma la defensa de su pueblo trabajador en medio de la crisis
mundial.
EUSKAL HERRIA 6-V-2010
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