Pacífico mío te están vendiendo,
te estamos destruyendo que es peor,
¡A malhaya que se rompa,
contigo mi corazón!
Nemesio Yupanqui
Los pueblos afrocolombianos e indígenas
del territorio-región del Pacífico y sus organizaciones de base, declaramos la
emergencia social de nuestras comunidades debido al ecocidio que se viene
perpetrando contra nuestras selvas, ríos y manglares, empobreciendo la
diversidad de la vida, contribuyendo a la extinción de muchas especies animales
y vegetales, desarraigándonos de nuestros territorios ancestrales y poniendo a
nuestras comunidades al borde del etnocidio.
No podemos cerrar los ojos y menos quedarnos
callados ante la gravedad de lo que está sucediendo en nuestros territorios.
Tampoco podemos ocultar el temor que nos embarga al ver como avanza la
destrucción de las selvas que nos brindaron refugio y nos dan vida, alegría y
libertad. Tememos perder lo que indígenas y negros hemos construido durante
tantos años de convivencia pacífica entre nuestros pueblos, respetando las leyes
que nos dicta la naturaleza, a la cual hemos atado nuestras vidas y de las
cuales dependen el bienestar y el futuro de las presentes y futuras generaciones
de nuestros pueblos.
Mientras discutimos la permanencia digna de las
comunidades en el territorio, planificando nuestro desarrollo y ordenando
nuestras prácticas de manejo de los recursos ambientales, llegan otros intereses
económicos egoístas que desbordan nuestras fuerzas, arruinando nuestras
culturas, hiriendo de muerte al territorio y desestructurando las organizaciones
de los pueblos ancestrales, los verdaderos dueños del Pacífico colombiano.
Tenemos la creencia de que el territorio región del
Pacífico se asemeja al cuerpo humano. Tiene vida. Cualquiera de sus partes que
se hiera, afecta a todo el organismo. El maltrato que reciba la cuenca de uno de
sus ríos, perjudica a todo el territorio. Así lo entendieron nuestros ancestros
y ese sabio precepto lo seguimos trasmitiendo a nuestros hijos, pues ahí se
encuentra la clave de nuestra sobrevivencia, y de allí se deriva la solidaridad
y ayuda mutua entre los ríos, que debemos seguir practicando.
Hoy nos encontramos debatiendo la defensa del
Manglar, espacio de vida único en el planeta y crucial para la vida de muchos
pobladores. Nos encontramos en la encrucijada. O defendemos el manglar y las
miles de especies que allí viven, o se borran nuestras vidas, pero también la
vida de los renacientes, de los niños y niñas indígenas y negras que incluso no
han nacido y que merecen vivir en estos ecosistemas vitales. El manglar es tan
importante para la vida del hombre, las especies y el planeta, que proponemos
que los daños ocasionados a este ecosistema sean catalogados como delitos de
lesa humanidad.
Con esta Emergencia Social que hoy convocamos,
estamos llamando a todos nuestros hermanos del Pacífico colombiano, a las
organizaciones negras e indígenas, a los amigos de la diversidad de la vida y de
la cultura, a los científicos, estudiosos y amantes de esta rica y generosa
región. En fin convocamos a todos aquellos que valoran la diversidad, a que
reaccionemos frente a violaciones muy graves que se presentan en todos estos
territorios, especialmente aquellos que son propiedad privada colectiva de los
pueblos indígenas y negros:
1. La minería de oro. La explotación
aurífera se encuentra desbordada en Zaragoza (río Dagua), con daños
irreversibles al medio ambiente y ecosistemas aguas abajo y altamente
perjudicial para las comunidades negras y comunidades indígenas del Medio y Bajo
Dagua. Allí trabajan cerca de 300 retroexcavadoras día y noche, volteando el
lecho y cambiando el curso del río. Esta situación ha sido tolerada y hasta
permitida por las autoridades públicas locales, regionales y nacionales. Los
muertos, los heridos, la prostitución, el alcoholismo, el encarecimiento de la
vida y la llegada de nuevas y “legalizadas” empresas provocan incertidumbre y
temor en la región. Esta minería se extiende como un cáncer a otros ríos del
Pacífico. Una draga de gran calado trabaja en la bocana de Mallorquín. En el río
Anchicayá (San Marcos) también se encuentran operando varias retroexcavadoras.
Vemos con mucha preocupación los mapas de
solicitudes y títulos que vienen entregando INGEOMINAS y el Ministerio de Minas
en el Pacífico colombiano. Esto desconoce los acuerdos que el Estado colombiano
ha comprometido con organismos internacionales y vulnera de modo grave los
derechos de las comunidades, pues acaba con ecosistemas vitales para la
alimentación de las comunidades. Como autoridades ambientales en nuestros
territorios, solo permitimos la minería tradicional, el barequeo, practicado
ancestralmente por las comunidades, como una de las formas complementarias de
obtención de ingresos.
2. Las fumigaciones que afectan por igual
cultivos de coca y cultivos de ‘pancoger’. Estas no logran controlar la
producción de pasta de coca, pero si contaminan suelos y aguas, y liquidan la
base genética de los cultivos y la biodiversidad. Peor aún, violan los derechos
al alimento, a la salud y al medio ambiente sano. Conocemos los males que traen
estos cultivos de coca. No solo perjudican al ambiente, sino que se implantan
con violencia, para inducir a la población nativa a sembrar coca. Los asesinatos
y los desplazamientos que se producen por la producción, síntesis y tráfico de
ilícitos son un desastre para nuestras comunidades y nuestros procesos
organizativos. El orden social que imponen los grupos armados destruyen los
gobiernos propios de las comunidades. Lo peor, enganchando a muchos jóvenes para
actividades de control y vigilancia con las cuales también se subordina a las
autoridades de las comunidades. El consiguiente abandono de las prácticas
propias de producción de alimentos y la dependencia del flujo de recursos de
estas economías ilegales conducen al desarraigo de la población, una situación
que para los pueblos étnico-territoriales conduce al etnocidio, a la
desaparición de los rasgos étnicos que les dan cohesión social.
Pero el control de los cultivos de uso ilícito por
medio de las fumigaciones, las sindicaciones de los pobladores de ser
auxiliadores de tal o cual grupo armado que se beneficia del cultivo de coca,
las amenazas, las intimidaciones a la comunidad, las restricciones a la
movilidad y a la compra de gasolina y alimentos, causan igualmente daños graves
a nuestras comunidades. En la mayoría de los casos resulta siendo más caro el
remedio que la enfermedad.
3. La permisividad de las autoridades
ambientales y en concreto la CVC (Corporación Autónoma Regional del
Valle del Cauca) frente a atentados graves contra la naturaleza, agranda este
cuadro de agravios a nuestros pueblos. La ya mencionada minería, la explotación
a escala comercial del mangle, la tumba ilegal de la palma milpesos y el naidí,
el derrame de petróleo en Bahía Málaga y el vertimiento de basuras a los ríos y
al mar, deben ser controlados de manera urgente. La Procuraduría Judicial y
Agraria y el Ministerio del Medio Ambiente, deben también tomar medidas de
urgencia y actuar sin dilación.
4. Pero si denunciamos la laxitud de la CVC en este
atropello al medio ambiente, también somos consientes que estos saqueadores y
destructores del Pacífico no las tendrían todas tan fácil y no podrían actuar
impunemente, de no tener mentores en el gobierno y auxiliadores y beneficiarios
al interior de nuestras comunidades, que promueven tales situaciones, amparados
precisamente en la negligencia de la corporación, una ausencia de actuación, que
como ya lo manifestamos, está liquidando la vida en los ecosistemas más
productivos del planeta, el manglar, perjudicando a comunidades pescadoras y en
especial a las mujeres que viven de la recolección de conchas, cangrejos y
moluscos.
5. Las amenazas que vienen
recibiendo los dirigentes de nuestras organizaciones, por denunciar
estos hechos, es un indicio de que los capitales que hoy se abalanzan sobre los
recursos, provienen de actividades igualmente ilícitas.
6. Ausencia de una verdadera consulta
previa sobre grandes proyectos de infraestructura que se implementan a
espaldas de las comunidades, a pesar de los impactos negativos de estas
iniciativas. No se han informado, menos consultado debidamente a las comunidades
sobre la construcción del Puerto de Aguadulce, el desarrollo portuario de los
deltas de los ríos Anchicayá y Dagua y la urbanización del curso inferior del
río Dagua, donde viven comunidades negras e indígenas.
7. Especial mención merece el proyecto de
desarrollo de expansión y modernización portuaria en Buenaventura que se
está llevando a cabo a espaldas de la población de Bajamar. Estas comunidades
van a ser desalajodas y trasladadas sin tener en cuenta los estándares
internacionales y sin respetar sus condiciones y derechos, ante todo, sin
considerar la dinámica de río-poblado, que de romperse afectaría a toda la
población de los ríos. Denunciamos igualmente que no se conocen los tipos de
proyectos, los impactos que generarán y los planes de manejo para atender tales
impactos. Las comunidades de los ríos vemos que nuestras redes de comercio de
productos serán alteradas seriamente, que tendremos que usar puertos privados y
costosos, que las viviendas donde nos alojamos cuando llegamos a Buenaventura
serán trasladadas a sitios distantes y sin acceso al mar, situación que
desestructurara las redes parentales, sociales y políticas que establecieron las
comunidades que ya habían sufrido otros desplazamientos, en un éxodo que aún no
termina. Esta situación viene sucediendo después de vivir una ola de violencia
que cobró la vida de más de un centenar de pobladores, muchos de ellos jóvenes.
8. Creciente militarización de los
ríos. Con la llegada masiva de la coca al Pacífico y la creciente
presencia de grupos armados, para el gobierno la problemática social de estas
regiones entra a constituirse en un fenómeno que debe ser tratado en términos
militares. Las propuestas de desarrollo económico pasan a un segundo plano, pues
se trata primero de darle una solución militar al problema de la coca y de los
grupos armados. El inconveniente más grande de esta política es que todos los
pobladores de los ríos donde hay cultivos de uso ilícito entran a ser
catalogados como potenciales auxiliadores de los grupos armados. En ese sentido
vemos con mucha preocupación el control armado del territorio con acciones como
la adecuación de la base militar de Bahía Málaga y la copiosa presencia de
militares en los ríos. Esto viene desinstitucionalizando más la región, lo que
favorece más presencias militares y más violencia de todos los grupos armados.
9. Políticas públicas, planes económicos y
reordenamientos jurídicos que vienen alterando la territorialidad y
modificando las garantías de acceso, uso y manejo de nuestros territorios
colectivos, tales como la reforma al decreto 622 de Parques y el Plan
Departamental de Aguas. Se trata de iniciativas gubernamentales que no sólo
violan nuestros derechos, sino que desconocen estándares internacionales que
honran derechos de nuestras poblaciones, como el Convenio 169 de la Organización
Internacional del Trabajo y la ‘Declaración de las Naciones Unidas sobre los
derechos de los pueblos indígenas’.
Es teniendo en cuenta esta situación que
DECLARAMOS:
- Que estamos convencidos que salvar el Pacífico
de esta desenfrenada explotación de todos sus ecosistemas, es ayudar a salvar
el planeta.
- Que somos los dueños ancestrales del Pacífico
colombiano y que nuestra vida e historia está ligada a estos ecosistemas y por
lo tanto nos asiste la legitimidad para exigir que se pare la destrucción de
nuestros territorios.
- Señalamos, como ya lo ha reconocido la academia
sueca al otorgar el premio Nobel de economía a Elinor Ostrom, que la mejor y
más eficiente forma de conservar los recursos naturales, se manifiesta cuando
los propietarios los manejan de forma colectiva, atendiendo sus vitales
necesidades para un buen vivir.
- Que hemos tomado la firme decisión de trabajar
unidos y de manera solidaria entre las organizaciones que suscribimos esta
declaración, asumiendo el principio de que lo que le pase a una comunidad, a
un territorio, nos pasa a todos y actuaremos en consecuencia.
- Que desarrollaremos iniciativas políticas y
legales para que los daños que se le infringen a todos los ecosistemas del
Pacífico, del cual nosotros derivamos nuestra subsistencia, sean declarados
como delitos de lesa humanidad, pues nos resistimos a ser los futuros
desplazados ambientales.
- Que estaremos alertas y continuaremos
denunciando las amenazas y asesinatos de miembros de nuestras comunidades que
por atreverse a denunciar estos atropellos contra la naturaleza, son blanco de
grupos armados.
- Invitamos a todos los
Consejos Comunitarios del pueblo afrocolombiano y a todos los Cabildos de los
pueblos indígenas del Pacífico a que adhieran a esta declaración y nos unamos
en un sólo haz a esta trascendental iniciativa de declarar al Pacífico en
emergencia social, pues están en juego nuestras vidas y el futuro de los
pueblos afrocolombianos e indígenas.
Asociación de Cabildos Indígenas del Valle del
Cauca, región Pacífica. ACIVA-rP.
Palenque El Congal,
Buenaventura
Proceso de Comunidades Negras -
PCN
Consejo Comunitario del río
Yurumanguí
Consejo Comunitario del río
Cajambre.
Consejo Comunitario de Llano Bajo Asamblea de
Consejos Comunitarios del Valle del Cauca.
Consejo Comunitario del río
Mallorquín
Consejo Comunitario del río
Raposo
Consejo Comunitario del río
Anchicayá
Organización comunitaria de base Mina
Vieja
Organización de Negros Unidos del río
Anchicayá-ONUIRA
Consejo Comunitario de Bahía
Málaga
Consejo Comunitario de La Barra
Cabildo Indígena Joaquincito, río
Naya
Cabildo Indígena La Meseta
Mujeres piangüeras de Santa Cruz, San Joaquín
y Puerto Merizalde – río Naya.
Colectivo de Trabajo Jenzerá
Centro Matía
Mulumba, Buenaventura, 11 de abril de 2010