La impunidad que ha presidido la actuación de las multinacionales bananeras
en Latinoamérica durante más de un siglo podría llegar a su fin antes de que
acabe el año. La United Fruit Company, hoy rebautizada Chiquita Brands Inc.,
protagonista de golpes de Estado, masacres y apoyo a dictaduras en el
subcontinente durante décadas, se sentará en el banquillo de los acusados en
Colombia por financiación de una red del paramilitarismo que ocasionó al menos
11.000 víctimas en la región del Urabá.
La Fiscalía colombiana se dirigió a principio de mes al Director de Asuntos
criminales del Departamento de Justicia de EEUU, Thomas Black, para que
notificara a los ciudadanos estadounidenses directivos de Chiquita Brands, con
sede en Cincinnati, John Paul Olivo, Charles Dennis Keiser y Dorn Robert
Wenninger, que están siendo investigados como criminales en Colombia por
"concierto para delinquir agravado" . El paso siguiente será en los próximos
días la petición de extradición, que podría extenderse a otros 19 miembros de la
Junta Directiva de Chiquita, para que respondan por la financiación a los
paramilitares colombianos en operaciones dirigidas a la "protección" de la
bananera, la ocupación de tierras mediante el desplazamiento forzado y la
eliminación de sindicalistas.
La frutera facilitó miles de fusiles y millones de balas a grupos armados
Ya son 127 las familias colombianas que se han personado como víctimas en un
proceso que, según declaró a ABC News el experto estadounidense en Derecho
Internacional Terry Colling Sworth, "es el caso más grande de terrorismo de la
historia reciente , con tres veces más víctimas de las que produjo el ataque a
las Torres Gemelas de Nueva York". Por su parte, la relatora general de la ONU
para la independencia judicial, Gabriela de Alburquerque, de visita en Colombia
hasta el pasado miércoles, trajo en su agenda la necesidad de hacer justicia
sobre Chiquita Brands, con la imprescindible extradición de sus ejecutivos desde
EEUU.
"República bananera" ha sido durante décadas la denominación de países, como
Honduras, cuyos gobiernos actuaban como títeres de las fruteras estadounidenses
y, por extensión, de los países latinoamericanos donde ha reinado la
arbitrariedad, la corrupción y la dependencia. En Colombia se cumple en estos
días el 81 aniversario de la "matanza de las bananeras" perpetrada por el
Ejército colombiano en la estación central de Ciénaga, a las órdenes de la
United Fruit Company, cuyo recuerdo constituye un capítulo central en Cien
Años de Soledad de Gabriel García Márquez.
Entonces se trataba de acallar las protestas sindicales. Hasta hoy mismo los
gerentes bananeros han seguido en la misma línea, financiando a los
paramilitares y fomentando el destierro de las familias campesinas para extender
los cultivos. La declaraciones voluntarias de los jefes paras, en el
marco de la "Ley de Justicia y Paz", que les garantiza impunidad a cambio de la
"verdad" y de una improbable "reparación" a las víctimas, han sido decisivas
para desempolvar centenares de causas a las que EEUU y Colombia pretendieron dar
carpetazo. Salvatore Mancuso, Raúl Emilio Hasbún, Ever Veloza y Fredy Rendón han
detallado pagos millonarios a las Autodefensas Unidas por parte de Chiquita
Brands para desplazar a sangre y fuego a los campesinos de sus tierras con la
complicidad del Gobierno colombiano hasta hace dos años. Los defensores los de
derechos humanos estiman que estas prácticas continúan con el protagonismo de
"bandas emergentes", como las Águilas Negras.
Confesiones de
paramilitares
Las confesiones de los jefes históricos de los paramilitares han llegado más
lejos. Según las declaraciones a la fiscalía del capo Raúl Emilio Hasbún, los
paramilitares recibieron 4.200 fusiles AK-47 y 5 millones de proyectiles
procedentes de Bulgaria camuflados en un barco de Chiquita Brands. Además, y
mediante soborno a las autoridades aduaneras, la multinacional bananera
consiguió establecer un puerto privado en Turbo (región de Antioquia) que
también sirvió para actividades de narcotráfico. Las embarcaciones Chiquita
Bremen y Chiquita Belgie embarcaron en ese puerto una tonelada y
media de coca camuflada entre la fruta en 2001.
Cuando empezaron a conocerse sus actividades delictivas, Chiquita lanzó una
estrategia de ingeniería financiera para crear empresas con nombres nuevos y
fingir que habían terminado sus operaciones en Colombia. Sin embargo, la fiscal
especial para el caso, Alicia Domínguez, considera probado que las empresas
Olinsa, Invesmar y Banacol S.A., esta última con sede en las Islas Vírgenes
británicas, han seguido pagando a los paras por su "protección".
Concretamente, Olinsa tiene un contrato con Chiquita Brands hasta 2012 y es una
tapadera de la multinacional que en realidad nunca ha dejado de actuar en suelo
colombiano desde la masacre de 1928, cuando se llamaba United Fruit Company.
Fuente: http://www.publico.es/internacional/279322/bananera/eeuu/armo/paramilitares/colombianos