Confucianos hasta la médula, para los japoneses la palabra
cambio tiene más connotaciones negativas que positivas. Hoy, sin embargo,
millones de ellos introducen su papeleta en las urnas con la sola esperanza de
poner fin a la era del Partido Demócrata Liberal (PDL), que les gobierna casi
ininterrumpidamente desde 1955.
Confucianos hasta la médula, para los japoneses la palabra
cambio tiene más connotaciones negativas que positivas. Hoy, sin embargo,
millones de ellos introducen su papeleta en las urnas con la sola esperanza de
poner fin a la era del Partido Demócrata Liberal (PDL), que les gobierna casi
ininterrumpidamente desde 1955. Mariko tiene 29 años y nunca ha votado. "Siempre
me he sentido fuera del sistema, pero esta vez creo que mi voto puede ser
decisivo para cambiar un rumbo que amenaza con hundir Japón", afirma esta
relaciones públicas de una cadena hotelera internacional que opera en
Tokio.
Después de casi dos décadas de estancamiento económico,
los japoneses parecen haber comprendido que la competencia es tan importante en
la economía como en la política. El Partido Democrático de Japón (PDJ) ha basado
su campaña en el reforzamiento del poder del pueblo y todo apunta a que se
alzará con una victoria histórica. Millones de japoneses, que jamás se
interesaron por la política y votaron siempre al PDL -como paraguas del régimen
caciquil que supuestamente les protegía-, le vuelven ahora la espalda y le
acusan de traición por la política neoliberal que expulsa del trabajo a cientos
de miles de personas que inocentemente ligaron su vida laboral a la de la
empresa.
La sentida petición pública de perdón por los errores
cometidos formulada por el primer ministro, Taro Aso, al iniciarse la campaña
electoral, el pasado día 18, no satisfizo a un pueblo hastiado de mal gobierno y
atemorizado por la incertidumbre del envejecimiento de su sociedad. Los
japoneses son los más longevos, con un índice medio de vida de 83 años (79 para
los varones y 86 para las mujeres), según el informe de mayo pasado de la
Organización Mundial de la Salud. La absoluta mayoría de ellos es consciente de
que ya no sirve el modelo instaurado en los años cincuenta para porcentajes de
crecimiento económico de dos dígitos.
El PDL no ha estado a la altura de las circunstancias
desde que el país se balancea en la cuerda floja que sostiene su economía tras
el estallido de la burbuja inmobiliaria, a principios de los noventa. Los
dinosaurios de su bancada, uno de cada tres es miembro de una dinastía política,
no supieron encarar los problemas de una sociedad que cambiaba con más rapidez
que los políticos.
Si los años noventa se conocen como la década
perdida, los jóvenes de entonces se alejaron de un sistema en el que jamás
se vieron representados. Sólo el 30% de ellos votó alguna vez, frente a una
media del 60% en el total del electorado. En estos comicios, sin embargo, la
participación podría alcanzar índices históricos. Según una encuesta de la
cadena NHK, el 91% de los votantes acudirá hoy a su cita con las
urnas.
Japón alcanzó su máximo de población en 2006, con 128
millones de habitantes, a partir de entonces ha comenzado a decrecer y, según
los expertos de Naciones Unidas, si no se toman medidas drásticas, en el año
2050, el archipiélago apenas estará poblado por 95 millones de personas. Por
cada 100 empleados de entonces habrá 73,8 pensionistas, según un estudio
elaborado por la Comisión Europea. Eso sí, el gran geriátrico en que se habrá
convertido Japón se habrá dotado de toda una serie de robots humanoides para que
atiendan a sus ancianos. Hoy por hoy, la industria japonesa tiene el mayor
índice de empleo de robots y avanza a toda máquina en este sector.
"Mi política está encaminada a la persona. Si un día
gobernamos, queremos que se utilice el dinero del contribuyente en políticas
importantes para el individuo, como el apoyo a la natalidad, la escolarización
gratuita, la asistencia a los desempleados y el aumento de las pensiones",
declaró el líder del PDJ, Yukio Hatoyama, en un mitin electoral en la oriental
ciudad de Osaka. "No queremos un país donde las mujeres digan que no pueden
tener hijos por falta de dinero", aseguró al indicar que si el PDJ gobierna se
entregarán 312.00 yenes anuales (unos 2.300 euros) por hijo.
Frustrados con el nepotismo, la corrupción y el empacho de
poder del PDL, los japoneses parecen convencidos de que ha llegado la hora de
darle una oportunidad al PDJ. Ni siquiera las tradicionales bases liberales
apuestan ahora claramente por sus antiguos líderes. La población rural, que se
beneficiaba de jugosos subsidios agrícolas y de obras de infraestructura cuyas
comisiones llenaban las arcas del PDL, también se siente traicionada por la
disminución de aranceles a las importaciones agrícolas impuesta por el ex primer
ministro Junichiro Koizumi, que dañó considerablemente los caros cultivos
japoneses.
Koizumi (2001-2006) fue el canto del cisne del PDL, cuya
incapacidad para hacer frente a la crisis económica le expulsó por primera vez
del poder durante 11 meses de 1993 a 1994. Hasta 1996, formó parte de una
imposible coalición gubernamental aunque no la encabezó. En el último quinquenio
del siglo, el PDL volvió a tomar las riendas de Japón, pero sólo sacó bríos
cuando el encantador de serpientes que era Koizumi se colocó al
frente.
El ex primer ministro prometió reformar el partido por
dentro y, como ahora el PDJ, la Administración pública, pero no cumplió ni lo
uno ni lo otro. Siempre crítico con las dinastías políticas de Japón, Koizumi ha
aceptado, sin embargo, ceder a su segundo hijo, Shinjiro Koizumi, de 27 años, su
feudo electoral del distrito de Kanagawa.
Símbolo de los tiempos que corren, un perfecto desconocido
de 28 años, Katsuhiro Yokokume, candidato del PDJ, decidió plantarle cara y
durante la campaña ha recorrido en bicicleta todos los rincones del distrito
llevando casa por casa a sus 420.000 habitantes el mensaje de esperanza de que
el cambio que Japón necesita está a las puertas. Las urnas dirán la última
palabra.