Lo contaba recientemente Michael D.
Yates, editor asociado a la
Monthly Review –“El trabajo es un infierno.
Historias de la clase obrera de nuestros días”
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=2595-.
Beverly Peterson es una profesora de universidad que tras pasar gran parte de su
vida intentando obtener su doctorado, se convirtió en una "profesora gitana",
enseñando aquí y allí y en cualquier lugar, bajo condiciones terribles y por muy
poco dinero. Cerca del 40% de los profesores universitarios usamericanos lo son
hoy a tiempo parcial y ganan alrededor de 2.000 dólares por curso y sin
beneficios, como suele decirse allí, de bienestar social. Desde que aprobó unos
exigentes exámenes en la Universidad William and Mary en 1992, Peterson estuvo
buscando un puesto de trabajo a tiempo completo en algún departamento de
“Estudios Americanos”. Tres años más tarde, tras 121 cartas y dos entrevistas
prosigue su búsqueda. Para poder subsistir suma dos puestos de profesora
interina. Viaja regularmente en su coche desde su casa en Smithfield, Virginia,
hasta sus puestos de trabajo en la Universidad Thomas Nelson Community en
Hampton, a 40 minutos de su casa, y luego hacia la Universidad William and Mary,
a otros 40 minutos. En el barco con el que debe cruzar el río James para colmar
este último trecho de su via crucis, trabaja con notas y materiales para la
enseñanza. El cuentakilómetros de su Chevrolet de cuatro años marca 97.000
millas, unos 156 mil kilómetros, 40 mil anuales. "Me gusta mi trabajo, pero
deseo poder hacerlo en circunstancias menos complicadas", ha señalado Beverly
Peterson.
El Plan Bolonia, documentado, útil y magnífico libro de intervención
político-cultural, está estructurado en un prólogo, tres capítulos, la
conclusión (“La vida con y sin Bolonia”), una muy interesante cronología donde
justamente se destaca la importancia del movimiento estudiantil en todo el
proceso (un movimiento, apuntan los autores, “valiente, heroico, riguroso y
ejemplar”) y una bibliografía sucinta. El Plan Bolonia presenta y critica
tenebrosas aristas de la situación, muy similares a la anteriormente señalada.
El pragmático y mercantil espíritu pro-bolonés (y concepciones afines) es
resumido con las siguientes palabras: “La universidad debe dejarse de pamplinas
inútiles, como la búsqueda de la verdad, y poner los pies en el suelo; o lo que
es lo mismo, la Universidad debe dejar de ser un paréntesis para el tiempo libre
de la razón y el pensamiento y empezar sin más a ser rentable” (p. 91).
Los autores del volumen, Carlos Fernández Liria (CFL) y Clara Serrano García
(CSG), inician su exposición con la conocida cita aristotélica: “Todos los seres
humanos por naturaleza desean saber”. De eso se trata, de saber y de saber de
forma documentada, sin manipulaciones. CFL y CSG señalan con nitidez lo que se
esconde detrás de tanta confusión. No es poco: la destrucción de la Universidad
pública europea, su mercantilización y su puesta al servicio de las grandes
corporaciones. No es un interpretación exagerada fruto de ningún izquierdismo
incorregible. Es, señalan los autores, “una declaración de intenciones
explícitamente recogida en todos los documentos oficiales que están en la base
de la reforma” (p. 9). No están solos en su valoración. Como se señala en el
prólogo del libro, treinta universidades francesas “se han declarado en huelga
indefinida contra la mercantilización de la enseñanza” y trece rectores han
hecho un llamamiento a las universidades europeas para combatir esta
reconversión empresarial de los estudios superiores. También en España el
combate es cada día más mayoritario. En el principio han sido la acción y la
protesta.
En el primer capítulo del libro se defiende una tesis tan simple como
ocultada: Bolonia no existe. La creación de un espacio europeo de educación
superior (EEES) es una tapadera de un proceso más profundo decidido a puerta
cerrada en las cumbres de la OMC y en el marco del Acuerdo General de Comercio
de Servicio (GATS). Se trata de reconvertir la universidad pública europea en
una institución rentable al servicio del mundo empresarial. La propia
declaración de Bolonia de 1999 no fue más que “propaganda que intentaba
enmascarar lo que realmente iba a ocurrir” (pp. 12-13). La propaganda ha
continuado sin tregua desde entonces: una campaña descomunal de desprestigio se
emprendió contra la Universidad pública. Los mitos que rodean al proyecto
boloñés –homologación, movilidad y cambio del modelo educativo- son
deconstruidos en las páginas 17-24 de este primer capítulo.
El capítulo 2 –“Una universidad basura para un mercado laboral basura”-
critica el interesado desenfoque con el que es abordada la superación de las
insuficiencias de la institución (que no se niegan desde luego, como por otra
parte ocurre en muchas otras instituciones públicas o privadas, empezando por
aquellas mismas que señalan la necesidad de eficacia y rentabilidad): “El
problema es que Bolonia soluciona los males de la Universidad pública como la
guillotina se podría decirse que cura los dolores de cabeza” (p. 33). Los
autores desmontan la posición defendida por las autoridades del Ministerio y de
las Universidades: hay que defender el proceso de Bolonia porque no se trata de
mercantilizar los estudios superiores sino de poner la Universidad al servicio
de la ciudadanía. Los críticos, señalan las autoridades, ven empresas por todas
partes, son alarmistas, catastrofistas y apocalípticos. También aquí los autores
muestran su posición con meridiana y documentada claridad: “Dónde se ve la mano
de los empresarios en todo este proceso? Muy sencillo: en todos y cada uno de
los documentos oficiales que están en la base de la creación el EEES” (p. 39).
Así, en un informe de la OCDE de 1996, se marcaba la siguiente estrategia: “Las
familias reaccionarán violentamente si no se matricula a sus hijos, pero no lo
harán frente a una bajada gradual de la calidad de la enseñanza y la escuela
puede progresiva y puntualmente obtener una contribución económica de las
familias o suprimir alguna actividad. Esto se hace primero en una escuela, luego
en otra, pero no en la de al lado, de tal manera que se evita el descontento
generalizado de la población” (p. 48). El apartado 4 de este capítulo –“La
mercantilización en las facultades científicas”- es ilustrado magníficamente a
partir de un estudio, recomendable sin sombra de duda, de Teresa Forcades i
Villa intitulado “Los crímenes de las grandes compañías farmacéuticas”
El capítulo 3 –“El mito de ‘aprender a aprender”- es una argumentación
critica contra la idea, igualmente extendida, que Bolonia representa una
auténtica revolución educativa que pretende poner la universidad al servicio de
las nuevas demandas sociales. Nada de eso. En opinión de los autores “se trata
del equivalente a una reconversión industrial del mundo académico” (p. 76). Toda
la geografía del mundo académico, señalan, se verá forzada a amoldarse a los
intereses profesionales y a las prioridades de investigación empresarial. Las
páginas dedicadas al master de formación del profesorado (páginas 80-82 y 85-88)
son de lectura obligada. No se las pierden.
En la conclusión los autores extraen punta cívico-política del análisis
anterior: en lugar de ciudadanos y ciudadanas libres con autonomía de acción y
de pensamiento, en lugar de ciudadanía crítica con el mundo en que vivimos, lo
que se demanda y pretende de la Universidad tras esta estrategia de reconversión
es la “producción” de trabajadores-autómatas ”capaces de ser muy productivos y
de adaptarse servilmente al mundo empresarial” (p. 91). La Universidad buscada
no va a ayudar a forjar caracteres libres, con capacidad para cuestionar el
destino al que se les quiere someter. “Se pretende producir sujetos flexibles,
fácilmente amoldables, dispuestos a vender su vida a cambio de un salario, no
personas capaces de tener juicio propio” (p. 91).
Cabe señalar, por otra parte, que este movimiento universitario y ciudadano,
sustancia del volumen comentando, del que los autores forman parte destacada, ha
conseguido, una vez más, probar que las erróneamente denominadas causas
imposibles suelen ser, por el contrario, muy posibles y que alzar la voz, y
moverse en direcciones razonables y justas, suele dar resultados fructíferos. No
es poco lo que se ha conseguido hasta ahora: levantar en pie de resistencia el
mayor movimiento universitario de los últimos veinte (o más) años con una arista
anticapitalista, o cuanto menos antimercantilista, nada ocultada.
El libro, apuntan los autores, “alberga un agradecimiento infinito hacia los
estudiantes que tanto han trabajado estos años por defender la Universidad” (p.
10). Vale la pena resaltarlo y es obligado sumarse al agradecimiento.
Artículo aparecido en El Viejo Topo, julio-agosto de 2009.
Salvador López Arnal es profesor-tutor de Matemáticas en la UNED y
enseñante de informática de ciclos formativos en el IES Puig Castellar de Santa
Coloma de Gramenet (Barcelona).