Asunto: | NoticiasdelCeHu 552/09 - América Latina: No se trata de un proceso linea l. Entrevista a Roberto Regalado | Fecha: | Domingo, 9 de Agosto, 2009 01:16:43 (-0300) | Autor: | Noticias del CeHu <noticias @..............org>
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NCeHu 552/09
America
Latina
Entrevista a Roberto Regalado
América
Latina: No se trata de un proceso lineal
"Soy editor de un proyecto editorial que se llama Contexto
Latinoamericano, que empezó como una revista trimestral de análisis político y
que ahora publica también folletos y libros sobre lo que está pasando en el
contexto latinoamericano desde un análisis de la izquierda latinoamericana
actual”. Se trata de Roberto
Regalado, jefe de la Sección de Análisis del Área de América,
del Departamento de Relaciones Internacionales del Partido Comunista de Cuba,
quien es uno de los fundadores del Foro de Sao Paulo que agrupa a un amplio
abanico de colectividades políticas de izquierda. A su juicio, “un espacio
bastante importante para seguir lo que está pasando en Latinoamérica”.
Precisamente, en 2008, publicó el libro “Encuentros y desencuentros de la izquierda
latinoamericana: una mirada desde el Foro de Sao Paulo”. A finales del pasado
mes de Abril, en diálogo con ALAI, esto fue lo que nos dijo Regalado.
- En tu lectura del proceso
socio-político latinoamericano, ¿cuáles son los rasgos, los hitos clave para
poder descifrar una realidad cargada de sorpresas y de hechos
inéditos?
Yo creo que entre 1989 y 1992 se cierra una etapa histórica
que, a nivel mundial, la abre el triunfo de la revolución de octubre de 1917 y
se fortalece con la Segunda Guerra Mundial, cuyos hitos son la Unión Soviética,
el campo socialista, avances importantes en el movimiento de la descolonización,
el triunfo de la revolución China, Vietnam, Corea, Cuba. Y en el caso América
Latina, se cierra una etapa histórica que se abre con el triunfo de la
Revolución Cubana en el año 59 y que está caracterizada por un auge de diversas
formas de lucha. Hay un auge de la lucha armada, que básicamente se da en
momentos inmediatamente después de la Revolución Cubana. Luego, hay un segundo
momento de auge de la lucha armada a finales de la década del 60, que es el
momento en que cae el Che en Bolivia.
Después, hay flujo y reflujo hasta
finales de los 70, cuando se produce el triunfo de la Revolución Sandinista, el
auge de la lucha armada en El Salvador y en menor medida en Guatemala. Fue una
época en la que también hubo los procesos militares progresistas encabezados por
Velasco Alvarado, por Omar Torrijos, Juan José Torres en Bolivia. Estuvo el
triunfo del gobierno de la Unidad Popular en Chile, encabezado por el presidente
Allende. O sea, hubo diversas formas de lucha.
Toda vez, en esencia se
registra un paradigma muy similar al del triunfo de la Revolución Cubana. Es
decir, una ruptura violenta del status quo y el establecimiento de un poder
revolucionario: se da un triunfo, rompe con el sistema de dominación y viene una
larga y dura etapa de consolidación del poder revolucionario en condiciones de
bloqueo y aislamiento; agresión que presupuso en el caso de Cuba una ayuda
sustancial de parte de la Unión Soviética hasta que Cuba pudo mantenerse por su
propia cuenta. Cae la Unión Soviética y, sin embargo, Cuba sigue. En el caso de
la Revolución Sandinista presupuso también una ayuda importante por parte de la
Unión Soviética, lamentablemente, ya era otro momento, y no con la magnitud que
había recibido Cuba.
Al caerse la Unión Soviética, nos quedamos sin el
apoyo de ese elemento fundamental de apoyo externo. Por ejemplo, en El Salvador
quizá se hubiese podido forzar las cosas y llegar a una derrota militar del
ejército salvadoreño. Sin embargo, yo no estoy seguro de que habría podido
sobrevivir a posteriori. Por lo tanto, como decía Schafik, se impone plantearnos
nuevas formas de lucha sin perder los objetivos
revolucionarios.
Entonces, esa etapa de luchas abiertas, como la
Revolución Cubana, se cierra entre finales del 89 y principios de los 92. O sea,
tomo en cuenta la invasión de Estados Unidos a Panamá en diciembre del 89; tomo
en cuenta la “derrota electoral” de la revolución popular sandinista en febrero
del 90 –pongo entre comillas porque se consumó en las urnas lo que en realidad
fue el resultado de una guerra de agresión que duraba ya 10 años-; tomo en
cuenta la desmovilización de importantes movimientos guerrilleros colombianos,
en particular el M19 y otros más, que se producen entre 1990 y 1991; y tomo en
cuenta la firma de los Acuerdos de Chapultepec que pone fin al conflicto armado
en el caso del Salvador.
Creo que ya ese es el momento decisivo o el
acontecimiento decisivo que marca el cierre de época, precisamente, porque era
un movimiento revolucionario armado que en aquel momento tenía mayor capacidad
combativa, una mayor eficiencia, que estaba en el clímax, en el apogeo de la
lucha armada. Un movimiento que está desarrollando una guerra exitosa, desde el
punto de vista revolucionario y, de pronto, la cambia el escenario
internacional. Entonces, por razones que no necesariamente tienen que ver con el
enfrentamiento armado dentro de las fronteras salvadoreñas, se ve obligado a
entrar en un proceso de negociación.
Se trata de un hecho emblemático
porque es el movimiento armado -no el primero ni el único que entra en un
proceso de negociación- que al cambiar la forma de lucha armada por la forma de
lucha política lo hace con mayor eficiencia, es el que tiene mayor acumulado
desde el punto de vista político militar y cuando pasa por la mesa de
negociación, sale con un mayor acumulado desde el punto de vista político,
movilizativo e institucional. Después se dan, por supuesto, los Acuerdos de
Nueva York que ponen fin al conflicto guatemalteco en 1996, donde el
imperialismo norteamericano tuvo que presionar a la oligarquía guatemalteca y al
ejército para que llenaran ese expediente.
-
En ese entonces se decía: cuando teníamos las respuestas, nos cambiaron las
preguntas. Y ahora resulta que el mapa político latinoamericano cada vez más se
inclina a la izquierda. ¿Cuál es tu interpretación?
Creo que hay
cuatro elementos, tres positivos y uno negativo. El primer término, el acumulado
de lucha que el movimiento revolucionario traía de todo el siglo XX y, en
particular, de este período 1959 – 1989. Si no hubiese habido un Frente
Farabundo Martí para la Liberación Nacional con un tremendo historial de guerras
revolucionarias y bravas desde 1980 a 1992, no habría hoy un FMLN con
posibilidades de elegir a un candidato presidencial. Eso es un acumulado que se
trae. Es decir, no se alcanzaron todas las metas que el FMLN se planteó, la toma
de poder, la conquista de poder, el establecimiento de un poder revolucionario,
pero hay un acumulado y ese acumulado no se puede desconocer. Si no hubiese
habido ese largo período de lucha y ese intenso período de lucha que se da entre
1959 y 1989, no habría hoy gobiernos de izquierda en toda América Latina, y en
el caso particular de Centro América, si no hubiese habido una revolución
popular sandinista en el año 79, no habría hoy espacios para que el Frente
Sandinista de Liberación Nacional pudiera competir, en este caso, ganar el
gobierno. Si no hubiese habido una lucha armada en el Salvador, de la manera en
que la hubo, no hubiese hoy un gobierno del FMLN.
Un segundo elemento,
el rechazo mundial y, por supuesto, regional a los crímenes tan brutales que
cometieron las dictaduras militares de Seguridad Nacional. Lo que hace que
provoque un rechazo que, por lo menos hoy, sería impensable volver a aquello. No
se descarta la posibilidad de un golpe de estado reaccionario; se intentó en
Venezuela contra el presidente Hugo Chávez, pero ya el esquema no es el mismo.
En todo caso, el esquema sería: dar el golpe de Estado e inmediatamente buscar
algún tipo de fachada civil e inmediatamente buscar algún tipo de
“constitucionalidad democrática”, entre comillas. Es decir, no sería una
dictadura militar que se instala, y que va a mantenerse en el gobierno. No se
haría ya aquellas dictaduras que duraban 10, 15, 20 años. Es decir, el período
de las dictaduras de Seguridad Nacional, si empezamos a contar desde el golpe de
Estado en Brasil contra João Goulart en el 64
hasta el 89, cuando termina la de Pinochet, duró 25 años. Ese tipo de dictaduras
ya serían impensables. Podría haber un golpe de Estado pero tratarían siempre de
darle algún tipo de civilidad, etc. etc.
Tercer elemento: la
movilización popular en la lucha contra el neoliberalismo, que aunque ha habido
y sigue habiendo problemas, a veces desencuentros, entre movimientos sociales y
partidos políticos de izquierda, aunque ha habido mucha tensión entre la lucha
social y la lucha política de izquierda, finalmente, hay puntos de encuentro muy
importantes. Es decir, no se podría explicar la victoria de Evo Morales sin una
decisiva participación política de los movimientos sociales bolivianos. No se
podría explicar la victoria del mismo Chávez sin una decisiva participación
política de los sectores populares, aunque ahí el grado de organización es
menor.
En este sentido, creo que la participación del sujeto social más
oprimido en la política, en el respaldo a los candidatos, también es importante.
Me gusta mucho citar a Samuel Huntington, el ideólogo de las teorías de la
gobernabilidad, que en el año 1975 escribió el Informe de la Comisión
Trilateral. Huntington dice que una de las características inherentes a la
democracia, burguesa por supuesto, es que una franja de la población no
participa, señalando que para que funcione el sistema democrático tiene que
haber una cantidad x de individuos, de personas, que no participe, que no esté
interesada o en condiciones de ejercer sus derechos democráticos. Y lo que ha
pasado en América Latina, creo que es un punto de no retorno, es que aquella
gente que Huntington, por definición, excluía de la participación en el sistema
democrático, está participando: los indios están votando, las mujeres están
votando, los afrodescendientes están votando, toda esa gente está
votando.
Y el cuarto elemento, el de carácter negativo, cerrada esta
etapa histórica, es el que le apuesta a un nuevo sistema de dominación. Este
nuevo sistema es transnacional y lo que busca es imponer al estado nacional
latinoamericano una camisa de fuerza de la cual no se va a poder mover.
Entonces, aunque consideren que lo óptimo es que gobierne la gente de la
derecha, apuntan a que si llegase al gobierno alguna fuerza progresista, tenga
puesta esa camisa de fuerza y no pueda moverse.
El chileno Hugo Zemelman
señala que cuando Salvador Allende gana en Chile había un esquema, un modelo,
demócrata-cristiano en el gobierno, lo derrota e implanta un gobierno socialista
democrático, un gobierno social-demócrata. El cambio de figura, de partido, de
presidente, implica un cambio de modelo. Lo que ha hecho el capitalismo es que
ha puesto un modelo neoliberal, entonces, dice, bueno, hay alternancia dentro
del modelo. Es decir, puede cambiar el partido, puede cambiar el dirigente,
puede cambiar el presidente, pero sigue siendo un modelo neoliberal.
- De esta ecuación, ¿hay algún factor que
haya prevalecido?
No hay una explicación única de porqué hoy hay
gobiernos de izquierda. No se puede ver como resultado solo de factores
positivos ni solo de factores negativos. Ambas visiones son extremas. Y si uno
dice no, todo es positivo, bueno, entonces, quiere decir que la izquierda ya
llegó al poder, no hay que hacer más nada, no hay que plantearse otras
transformaciones. Si uno lo ve todo negativo, entonces estaría diciendo no se
puede hacer más nada.
Si tomamos como punto de partida la elección
mexicana de julio 1988, cuando le robaron el triunfo a Cárdenas, tenemos que
decir que hay un primer momento, entre 1988 a 1998, en que los triunfos
electorales de la izquierda se dan en los ámbitos locales y en las legislaturas
nacionales pero ningún candidato presidencial triunfa. Incluso, fueron
derrotados. Cárdenas fue derrotado tres veces, Lula fue derrotó tres veces, en
Uruguay hubo tres derrotas, una de Seregni y dos de Tabaré durante 10 años. La
primera victoria electoral de un candidato electoral de izquierda en esta época
es la de Chávez.
Ahora, ¿cómo aprecio eso? Yo creo que, durante esos
primeros 10 años, 88 a 98, aunque ya había un rechazo popular importante contra
la reestructuración neoliberal, todavía ellos tenían la capacidad de infundir
miedo. Esto es, si no reeligen a Menem, entonces la paridad del peso argentino
con el dólar se desmorona, ustedes tienen deudas en dólares y no las van a poder
pagar. O sea, había una capacidad de infundirle miedo al ciudadano. Había una
capacidad de decir que si no se seguía con esos mismos gobernantes, con esas
mismas políticas, iba a ser un gran acabose. Eso lo mantuvieron durante unos
cuantos años. No es casual que el primer triunfo de un candidato de izquierda
sea en Venezuela y haya sido el de Chávez. Porque ahí hubo un desmoronamiento
institucional total, el miedo no funcionó. Intentaron para que Chávez no ganara,
pero nada funcionó. Luego viene la historia de Lula, etc., etc.
Sería
difícil decir cuántos gobiernos de izquierda hay, porque cada cual tiene una
apreciación distinta de qué cosa es ser de izquierda. Yo puedo decir que hoy hay
en el gobierno, ya bien como fuerza principal o como fuerza secundaria, o sea
como fuerza dentro de la coalición del gobierno, miembros del Foro de Sao Paulo
en 15 países. ¿Es de izquierda el gobierno de Chile? Yo creo que no, pero es
miembro del Foro de Sao Paulo y por lo tanto está dentro de esta lista, y ese es
el otro problema.
La idea que yo tengo es que en América Latina está
sucediendo hoy algo parecido, en un sentido y diferente en otro, a lo que
sucedió en Europa a postrimerías del siglo XIX y del XX. Es decir, la
sustitución de las formas violentas de implantación en las que nace el
capitalismo, por la implantación de la hegemonía. Ahora, hay grandes diferencias
con Europa porque allí esa sustitución de la dominación por la hegemonía fue la
idea, metamorfoseada, caricaturizada, lo que quieras, pero las ideas de la
revolución francesa; mientras que las ideas que presiden la hegemonía en América
Latina hoy es el neoliberalismo. Hay una gran diferencia entre el liberalismo
político emanado de la revolución francesa y lo que hoy es el neoliberalismo.
Otra diferencia es que en Europa eran potencias imperialistas, potencias
capitalistas que se estaban beneficiando de la explotación de lo que hoy es el
Sur, el Tercer Mundo, del llamado mundo colonial, semicolonial y, por lo tanto,
eran potencias con un extraordinario desarrollo político, económico y social,
basado en el desarrollo tecnológico y basado en la explotación del Tercer Mundo.
En el caso de América Latina estamos hablando de naciones subdesarrolladas. Es
decir, que es un proceso mucho más complejo que lo que ocurrió en
Europa.
Entonces la gran pregunta que yo hago, es: ¿cuánto de sujeción a
la hegemonía neoliberal y cuánto de construcción de contrahegemonía popular hay
en cada proceso latinoamericano actual donde hay un gobierno de izquierda? Yo no
creo que hay una respuesta única, no creo que hay una cosa químicamente pura.
Porque hay compañeros que se ponen a analizar las políticas del gobierno
boliviano y ven signos de neoliberalismo. Hay compañeros que se ponen a analizar
las políticas del gobierno de Chávez en Venezuela y ven signos de
neoliberalismo.
El capitalismo neoliberal es el capitalismo real de
nuestros días. Y no puede haber otro, tiene que ser capitalismo neoliberal. No
responde a la gente, responde a un grado de envejecimiento, de agotamiento del
sistema capitalista de producción que obliga a la concentración extrema de la
riqueza, a la masificación extrema de la pobreza, de la marginalidad, de la
exclusión. Entonces, bueno, puedes llegar a ser un gobierno progresista
latinoamericano y puedes llegar a contener bastante, contener en la medida de lo
posible, ese tipo de tendencias, no las puedes eliminar, tiene que haber rastros
de neoliberalismo porque no lo pueden evitar, aunque sea un gobierno de
izquierda.
¿Cuánto se opone el gobierno al neoliberalismo?, ¿cuánto se
opone a la hegemonía neoliberal?, ¿en qué medida está construyendo
contrahegemonía popular? Bueno, yo no tengo la respuesta, pero esa es un poco la
situación.
- La caracterización que haces de
Venezuela, respecto a la de crisis institucional también se podría aplicar a
Ecuador y Bolivia, y en cierta medida a Paraguay…
Veamos. En el caso
de Venezuela hubo un desmoronamiento institucional. No pudieron evitar que
Chávez ganara y no pudieron evitar que Chávez hiciera todo lo que consideró
necesario hacer, por lo menos en un período de 4, 5 años durante el cual
transformó la Constitución, transformó las leyes, aplicó programas sociales,
etc., y la oposición tardó en reorganizarse, reestructurarse, ya no como
oposición política sino bajo todos los mecanismos que hoy conocemos, sobre todo
con los medios de comunicación. Por eso, yo hablo de un desmoronamiento
institucional en ese caso.
En el caso de Bolivia yo hablaría de un
debilitamiento, no tanto un desmoronamiento. Y la diferencia está en que Evo no
tuvo ese período de gracia que tuvo Chávez. Es decir, desde el momento en que
Evo es electo, ya hay una derecha organizada, no a través de los partidos
políticos que estaban muy desprestigiados, pero en este caso a través de los
movimientos ciudadanos, la oligarquía disfrazada de autonomista, secesionista,
etc. Hay una diferencia cualitativa que, por ejemplo, se puede ver en la
facilidad relativa con la que Chávez hizo su proceso constitucional, en
comparación con la dificultad que encontró Evo para desarrollar el
suyo.
Pero a la vez, hay otros casos donde no ha sido un desmoronamiento,
o un debilitamiento institucional, sino que sencillamente ha sido el acumulado
de luchas. Es decir, no hay un desmoronamiento institucional, sino que al
contrario la izquierda es electa para evitar que haya una crisis. Cuando a Lula
lo eligen, lo que se estaba intentando evitar era que pase en Brasil lo que
había pasado en Argentina, elijen a la izquierda para evitar que llegue la
crisis. Y, aquí, es a la inversa, hay una construcción política de muchos años,
el Partido de los Trabajadores se había formado en 1980, el Frente Amplio se
había fundado en 1971, entonces aquí tenemos lo contrario. O sea, en un caso,
crisis institucional sin fuerza política bien estructurada, bien consolidada, y,
en el otro caso, no hay crisis institucional y hay una fuerza política.
- En el primer caso, ¿cuenta a que se den
liderazgos fuertes?
Sí. Hay una figura que es la que convoca y eso
tiene un papel importantísimo, un papel decisivo en el éxito. Se vota a favor de
esa figura. Y, bueno, yo digo, lo que no se ha logrado, porque no es fácil, es
la construcción política que permita la construcción a largo plazo y una
actuación homogénea o, por lo menos, sino homogénea, una actuación coherente. Es
decir, un gabinete que ya tiene heterogeneidad, más una legislatura que tiene
otra, una constituyente que tiene otra heterogeneidad, la figura sí es muy
emblemática, pero la actuación es muchas veces muy incoherente. Si tienes un
ministro diciendo una cosa, otro ministro diciendo otra. Entonces, ahí entra la
complejidad. Si a eso le agregamos… salvo en Cuba, el único lugar donde la clase
derrotada agarró sus maletas y nos dejó el país. Es una suerte extraordinaria.
Es decir, los tipos agarraron, hicieron sus maletas, se fueron a Miami porque
pensaron que volvían en tres meses. Eso nos dio la posibilidad de hacer lo que
nosotros entendimos que había que hacer, sin mayores dificultades. Pero nadie
más ha tenido esa suerte. La burguesía está ahí adentro, la oligarquía está ahí
adentro, el ejército viejo está ahí adentro, para que no haya la posibilidad de
que el movimiento popular y que las fuerzas de izquierda actúen sin contrapeso,
sin enfrentamiento.
Pero no hay que perder de vista que todo este
proceso es muy joven, un proceso que la vida misma lo va guiando. Yo recuerdo
que hace apenas unos años lo político y lo social eran ámbitos que prácticamente
se repelían, eran dos polos opuestos. El movimiento social era el anatema del
partido político de izquierda y era el que venía y le decía: no estás cumpliendo
con tu deber, no estas cumpliendo con tu promesa. De ahí las invocaciones a la
unidad entre lo social y lo político, donde uno no suplante al otro ni trate de
dominarlo, sino que cada uno cumpla la función que debe cumplir y que se
retroalimenten entre sí. Y es la propia vida que ha ido empujando a esa
articulación, que es lo que expresa sobre todo el triunfo de Evo.
- ¿Consideras que ya hay mayor claridad y
la voluntad política para avanzar en esa perspectiva?
La relación es
compleja, pero a la larga cuando, por ejemplo, los movimientos populares
brasileños tienen que optar entre Lula o Serra, por decir alguien, bueno, tienen
que votar por Lula, independientemente que pueda haber un cuestionamiento a que
las políticas del gobierno de Lula no llegan tan lejos como ellos desearían. Lo
mismo ocurre en el caso de Uruguay, donde hay una articulación bastante grande
entre el Frente Amplio y el movimiento sindical, independientemente que haya sus
complejidades.
Yo si sigo pensando que falta algo. Yo no sé cómo, ni la
nueva forma que tomará. Pero esa cosa que antes llamábamos poder político, era
la capacidad de realmente actuar en función de cumplir con los objetivos
estratégicos y tácticos también. Es decir, satisfacer el programa histórico de
la izquierda, eso falta. Si no es la conquista de poder, si es la construcción,
todo está muy bien, pero yo creo que falta eso. Estamos en un nuevo momento, no
podemos mirar para atrás. Yo no estoy mirando nostálgicamente a la época de las
guerrillas donde todo era supuestamente más fácil, se conquistaba el poder y se
podía hacer, supuestamente, lo que quisiéramos. Yo sé que ahora hay que mirar
hacia adelante, pero me sigue faltando el elemento del poder. Es decir, tenemos
que ir a elecciones cada 4, cada 5, cada 6 años, depende el país, y la oposición
no es una oposición que pudiéramos decir de una corriente popular, que puede
tener otro punto de vista con respecto a la industrialización, a la agricultura
o a la ecología. No, la oposición es neoliberal con todo el apoyo del
imperialismo a las clases dominantes, de ese ejército que sigue agazapado ahí. Y
si perdemos la elección, va a venir el neoliberalismo a arrasarnos a rajatabla.
Segundo elemento, en casos como Brasil o el mismo Uruguay, en sentido
general, incluso si definimos a un bloque progresista, bueno, no es solo él el
que gobierna, tiene que establecer determinadas alianzas que no son de
izquierda, que son de centro, que son, incluso, de sectores de derecha porque en
determinadas circunstancias se ven obligados. Ya tenemos un segundo problema.
Hay que ganarle a la derecha. Hay alianzas con sectores que no son de izquierda.
Y el tercer momento está la heterogeneidad del mismo bloque de izquierda donde
hay gente que considera que hay que entrarle de frente y derrotar al
neoliberalismo y hay sectores que, lamentablemente, de hecho, están de acuerdo y
ejecutan las propias políticas neoliberales, y lo hacen a conciencia. Y todo
esto adquiere más dramatismo y más sentido de urgencia en este momento, porque
hay una crisis.
- Claro, lo que altera los
términos del debate…
Al punto que si vemos las actividades
contempladas por el Foro de Sao Paulo hasta su próximo encuentro, que será en
México, del 20 al 23 de agosto, todas se refieren a la crisis y la actitud que
frente a ella debe asumir la izquierda y el movimiento popular. Entonces, por
supuesto, como hasta ahora, también de cara a la crisis hay dos polos. Hay un
polo que dice que tenemos que cumplir con lo que nos dicen los organismos
internacionales y las grandes potencias. Y están quienes dicen no, la crisis no
le puede caer encima de nuevo a los pobres, tenemos que evitar que sean los
trabajadores, los campesinos, los sectores más vulnerables los que paguen el
efecto la crisis. Y hay sectores que dicen: tenemos que aprovechar la crisis
para acumular políticamente y luchar a favor de una transformación social
verdadera, socialista.
Ese es el enfrentamiento que está planteado en
este momento. Yo creo que ese enfrentamiento existe desde que existen gobiernos
de izquierda, de esta nueva camada como la llamo yo. O sea, desde el año 98 está
planteado este enfrentamiento, que no es nada más que una forma metamorfoseada
del enfrentamiento histórico reforma - revolución, con otras condiciones
históricas, otras circunstancias. Pero, a la larga lo que se discute es lo mismo
que se viene discutiendo desde finales de los años 60, por lo menos. Y ese es el
debate que vamos a tener en el próximo Foro. Qué hacemos, seguimos las pautas
que trazan los organismos financieros internacionales o los desafiamos y en qué
medida los desafiamos y hasta qué punto esto implica una
ruptura.
- Ahora, en uno y otro caso se
cruza el tema integración
En uno y otro caso se cruza el tema
integración que, lamentablemente, tampoco hay una visión única dentro de la
izquierda. Está el proyecto ALBA, con Cuba, Bolivia, Venezuela, Nicaragua, y
algunos otros países que se han ido acercando, incluso incorporando. No es un
proyecto compartido, digamos, por el Cono Sur; Brasil, Uruguay, Argentina,
Paraguay, siguen insertados en el MERCOSUR, con grandes contradicciones. Es
decir, no hay todavía un proyecto integrador que esté consolidado, en
desarrollo, y que sea capaz de llevar el peso, de acompañar las políticas de
ruptura. Lo hay en ciernes, tampoco está acabado, en el caso del ALBA, pero está
ahí.
- Pero también está UNASUR donde se
plantea una nueva arquitectura financiera, el Banco del Sur, el Fondo de
Compensación y Desarrollo, etc.
Correcto, eso está en desarrollo.
Pero qué lastima que no haya avanzado 5 años más, antes que estallara la crisis.
Por eso considero que debería apresurarse mucho más, quemar etapas, porque ya la
crisis existe y todavía hay que llegar a acuerdos. Hay un problema lógico de
maduración de cualquier proceso integracionista y es una lastima que la crisis
no se demoró 5, 6 años más, o que UNASUR no hubiera comenzado 5 o 10 años antes
de forma tal que las cosas esas que necesariamente hay que negociar, discutir,
hay que acordar y presentar a las respectivas legislaturas para que las
aprueben. Pero esta situación también puede actuar a la inversa, puede ser que
la crisis haga que UNASUR avance en un año lo que en otras condiciones hubiera
avanzado en 12 años. Es decir, la crisis también puede, ojalá, que sea ese el
desenlace.
- Una de las características de
este nuevo momento es la inédita autonomía de nuestros países respecto a
Washington y los organismos internacionales asentados ahí. ¿Cómo puede gravitar
el factor Obama al respecto?
Yo creo que hay avances en toda la
línea. Es un proceso muy joven, de un nuevo tipo, pero obviamente hay cosas que
son irreversibles. Para mi es muy importante lo que decía de Huntington, pues
América Latina ha pasado un punto de no retorno en lo que es la participación
popular en el tema político. Es decir, aquello que Huntington trataba de evitar,
que es que los ciudadanos y las ciudadanas excluidos, marginados, participaran
del sistema político y ejercieran su voto y que después lo defendieran como
ocurrió en el Salvador. El FMLN logró, no solo que el pueblo salvadoreño votara
sino que se organizara para evitar que le entraran los transportes colectivos de
Honduras, de Nicaragua, con votantes nicaragüenses y hondureños pagados por la
derecha para hacer el fraude. Es decir, no solo vota, sino además defiende el
voto.
Esto no quiere decir que no pueda haber retrocesos. No estamos en
una cuestión lineal. Podemos perder el gobierno en uno u otro país de América
Latina, si ese mismo pueblo considera que el gobierno de izquierda que eligió no
se comportó a la altura de sus expectativas y transó demasiado con la derecha y
se puso a coquetear con el centro o aplicó políticas que no eran las que el
pueblo esperaba. Eso puede pasar. Pero esa gente no va a dejar de ser un actor
político, independientemente de que castigue en un determinado momento a un
gobierno progresista o de izquierda que no haya cumplido con las expectativas
que generó. Yo creo que ese es un punto de no retorno.
Eso es nuevo en
América Latina, como lo es la configuración regional, pues lo que ha ocurrido es
muy importante. El Grupo de Río nace en el año 86 en un momento de
enfrentamiento álgido de los gobiernos de América Latina y Estados Unidos.
Ronald Reagan gobierna del 81 al 89 y es él que, finalmente, a sangre y fuego, a
través de la última etapa de las dictaduras militares de Seguridad Nacional,
impone en Latinoamérica la reestructuración neoliberal. Pero, Ronald Reagan
desarticuló el sistema de relaciones interamericanas. La OEA, en aquel momento,
no valía nada. Y por eso es que surgen expresiones o mecanismos de concertación
alternativa. Si había una OEA, ¿por qué no fue la OEA la que medió en el
conflicto Centroamericano?, porque estaba en crisis. Y es entonces que surgió un
grupo portavoz que se convirtió en el año 86 en el Grupo de Río. Reagan fue tan
brutal no solo con los pueblos, sino incluso con los gobiernos, que polarizó
todo.
En el momento en que nace, el Grupo de Río es un grupo
contestatario, está tratando de reencauzar las relaciones latinoamericanas, es
un grupo que está a favor de la creación de un espacio de Estados
latinoamericanos y caribeños sin los Estados Unidos, en el cual estuviera Cuba.
Pero se produce ahí el proceso que ya conocemos, desmoronamiento de la Unión
Soviética, la bipolaridad y se da un giro de 180 grados en la estructura de los
gobiernos. Entonces, ese Grupo de Río que había estado llamando a favor de una
reforma democratizadora de la OEA, que había estado hablando de crear una
organización de países latinoamericanos y caribeños, se vuelve sobre sus pasos y
ya en el año 91 ese Grupo de Río, por primera vez, condena a Cuba, no solo
condena sino que se da una Cumbre de estos países con Europa y son los
latinoamericanos los que llevan a condenar a Cuba por supuestas violaciones a la
democracia y los derechos humanos. Estamos hablando de cómo era eso al principio
de los 90. Cómo ha cambiado el mapa político de América Latina donde hoy Cuba
ingresa al Grupo de Río sin ningún tipo de condicionamiento.
Y, bueno,
ahora entra en escena la administración de Obama. Sea que presida él o Bush, la
cuestión de fondo es que preside el imperialismo norteamericano. Y ese
imperialismo norteamericano no solo es malo sino que está en una crisis
extraordinaria. Ya vimos en la Cumbre de Trinidad, él podrá sonreír, podrá
darles la mano a los países latinoamericanos, podrá incluso poner la mano en el
hombro, pero no puede cambiar la esencia de la política norteamericana. No puede
dejar de tratar de echarles a los países latinoamericanos la crisis de los
Estados Unidos. No puede flexibilizar en el tema migratorio. No puede
flexibilizar en el tema comercial, no puede flexibilizar en nada. No veo que
tenga margen de maniobra para acomodarse a un mapa político donde los países
latinoamericanos reclaman una nueva presencia, un nuevo rol. Ya él mismo ha
declarado que no está en condiciones de levantar el bloqueo a Cuba, que se ha
convertido en un requerimiento casi unánime, por no decir unánime.
-
En este contexto, adquiere particular relevancia pensar y actuar en términos de
contra-hegemonía, que tiene que ver con participación y politización social, con cultura, con visiones
capaces de enfrentar la crisis civilizatoria, etc., pero las urgencias de la
coyuntura, de la propia gobernabilidad, hacen que no se descarte incluso el
disciplinamiento social. ¿Cómo salir de este impasse?
Yo creo que
hay de por medio un problema de visiones, de actitudes, de voluntades. ¿Qué se
puede esperar de gente que, sencillamente, no quiere ir más allá de contener o
de limitar, en alguna medida, lo peor de las políticas neoliberales? Y este es
justamente el terreno de las luchas políticas internas que se están dando en
este momento. Pero sí, obviamente, es clave la educación, la cultura, la
formación política, la información, la conscientización, en primer lugar, de
nuestra propia militancia, afiliados, miembros. Porque ese es uno de los
problemas. Trabajar en esa dirección es una de las cuestiones fundamentales,
porque, frente a una crisis, lo principal es la actitud que adoptemos. Es decir,
adoptar una actitud pasiva de dejarnos aplastar una vez más, o adoptar una
actitud contestataria, de no dejarnos pasar por encima.
Para mí, todas
las experiencias de gobiernos de izquierda que hay en América Latina en este
momento son positivas porque demuestran hasta donde se puede y hasta donde no se
puede llegar. Es decir, dentro del capitalismo. Acuérdate que el Che decía que a
la idea de la revolución solo se llega cuando se ha demostrado que por la otra
vía no hay posibilidades. Entonces, creo que se está llegando a una experiencia
en América Latina que está demostrando a qué se puede llegar y a qué no se puede
llegar dentro del capitalismo y en qué medida habrá que emprender una
transformación social revolucionaria.
Entonces, creo que el hecho de que
haya una crisis adelanta los tiempos, para bien y para mal. Para bien porque nos
coloca a la orden del día la batalla que pensábamos que se iba a dar en 5 años
10 años. Y para mal porque nos trae, nos recuerda que todavía no hemos hecho lo
que teníamos que hacer. No hemos formado la escuela de cuadros, no hemos librado
la batalla cultural…
- Y que no se resuelve
con talleres de fin de semana.
Y que no se resuelve con talleres de
fin de semana. Esa es la realidad.
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