NCeHu 545/09
Siete puñales en
el corazón de América
Fidel Castro Ruz
La
Jornada
México, 6/8/09
Leo y releo datos y artículos elaborados por
personalidades inteligentes, conocidas o poco conocidas, que escriben en
diversos medios y toman la información de fuentes no cuestionadas por
nadie.
Los pueblos que habitan el planeta, en
todas partes, corren riesgos económicos, ambientales y bélicos, derivados de la
política de Estados Unidos, pero en ninguna otra región de la tierra se ven
amenazados por tan graves problemas como sus vecinos, los pueblos ubicados en
este continente al Sur de ese país hegemónico.
La presencia de tan poderoso imperio, que
en todos los continentes y océanos dispone de bases militares, portaaviones y
submarinos nucleares, buques de guerra modernos y aviones de combate
sofisticados, portadores de todo tipo de armas, cientos de miles de soldados,
cuyo gobierno reclama para ellos impunidad absoluta, constituye el más
importante dolor de cabeza de cualquier gobierno, sea de izquierda, centro o
derecha, aliado o no de Estados Unidos.
El problema, para los que somos vecinos
suyos, no es que allí se hable otro idioma y sea una nación diferente. Hay
norteamericanos de todos los colores y todos los orígenes. Son personas iguales
que nosotros y capaces de cualquier sentimiento en un sentido u otro. Lo
dramático es el sistema que allí se ha desarrollado e impuesto a todos. Tal
sistema no es nuevo en cuanto al uso de la fuerza y los métodos de dominio que
han prevalecido a lo largo de la historia. Lo nuevo es la época que vivimos.
Abordar el asunto desde puntos de vista tradicionales es un error y no ayuda a
nadie. Leer y conocer lo que piensan los defensores del sistema ilustra mucho,
porque significa estar conscientes de la naturaleza de un sistema que se apoya
en la constante apelación al egoísmo y los instintos más primarios de las
personas.
De no existir la convicción del valor de
la conciencia, y su capacidad de prevalecer sobre los instintos, no se podría
expresar siquiera la esperanza de cambio en cualquier período de la brevísima
historia del hombre. Tampoco podrían comprenderse los terribles obstáculos que
se levantan para los diferentes líderes políticos en las naciones
latinoamericanas o iberoamericanas del hemisferio. En último término, los
pueblos que vivían en esta área del planeta desde hace decenas de miles de años,
hasta el famoso descubrimiento de América, no tenían nada de latinos, de
ibéricos o de europeos; sus rasgos eran más parecidos a los asiáticos, de donde
procedieron sus antepasados. Hoy los vemos en los rostros de los indios de
México, Centroamérica, Venezuela, Colombia, Ecuador, Brasil, Perú, Bolivia,
Paraguay y Chile, un país donde los araucanos escribieron páginas imborrables.
En determinadas zonas de Canadá y en Alaska conservan sus raíces indígenas con
toda la pureza posible. Pero en el territorio principal de Estados Unidos, gran
parte de los antiguos pobladores fueron exterminados por los conquistadores
blancos.
Como conoce todo el mundo, millones de
africanos fueron arrancados de sus tierras para trabajar como esclavos en este
hemisferio. En algunas naciones como Haití y gran parte de las islas del Caribe,
sus descendientes constituyen la mayoría de la población. En otros países forman
amplios sectores. En Estados Unidos los descendientes de africanos constituyen
decenas de millones de ciudadanos que, como norma, son los más pobres y
discriminados.
A lo largo de siglos esa nación reclamó
derechos privilegiados sobre nuestro continente. En los años de Martí trató de
imponer una moneda única basada en el oro, un metal cuyo valor ha sido el más
constante a lo largo de la historia. El comercio internacional, por lo general,
se basaba en él. Hoy ni siquiera eso. Desde los años de Nixon, el comercio
mundial se instrumentó con el billete de papel impreso por Estados Unidos: el
dólar, una divisa que hoy vale alrededor de 27 veces menos que en los inicios de
la década del 70, una de las tantas formas de dominar y estafar al resto del
mundo. Hoy, sin embargo, otras divisas están sustituyendo al dólar en el
comercio internacional y en las reservas de monedas convertibles.
Si por un lado las divisas del imperio se
devalúan, en cambio sus reservas de fuerzas militares crecen. La ciencia y la
tecnología más moderna, monopolizada por la superpotencia, han sido derivadas en
grado considerable hacia el desarrollo de las armas. Actualmente no se habla
solo de miles de proyectiles nucleares, o del poder destructivo moderno de las
armas convencionales; se habla de aviones sin pilotos, tripulados por autómatas.
No se trata de simple fantasía. Ya están siendo usadas algunas naves aéreas de
ese tipo en Afganistán y otros puntos. Informes recientes señalan que en un
futuro relativamente próximo, en el 2020, mucho antes de que el casquete de la
Antártida se derrita, el imperio, entre sus 2 500 aviones de guerra, proyecta
disponer de 1 100 aviones de combate F-35 y F-22, en sus versiones de caza y
bombarderos de la quinta generación. Para tener una idea de ese potencial, baste
decir que los que disponen en la base de Soto Cano, en Honduras, para el
entrenamiento de pilotos de ese país son F-5; los que suministraron a las
fuerzas aéreas de Venezuela antes de Chávez, a Chile y otros países, eran
pequeñas escuadrillas de F-16.
Más importante todavía, el imperio
proyecta que en el transcurso de 30 años todos los aviones de combate de Estados
Unidos, desde los cazas hasta los bombarderos pesados y los aviones cisterna,
serán tripulados por robots.
Ese poderío militar no es una necesidad
del mundo, es una necesidad del sistema económico que el imperio le impone al
mundo.
Cualquiera puede comprender que si los
autómatas pueden sustituir a los pilotos de combate, también pueden sustituir a
los obreros en muchas fábricas. Los acuerdos de libre comercio que el imperio
trata de imponer a los países de este hemisferio implican que sus trabajadores
tendrán que competir con la tecnología avanzada y los robots de la industria
yanki.
Los robots no hacen huelgas, son
obedientes y disciplinados. Hemos visto por la televisión máquinas que recogen
las manzanas y otras frutas. La pregunta cabe hacerla también a los trabajadores
norteamericanos ¿Dónde estarán los puestos de trabajo? ¿Cuál es el futuro que el
capitalismo sin fronteras, en su fase avanzada del desarrollo, asigna a los
ciudadanos?
A la luz de esta y otras realidades, los
gobernantes de los países de UNASUR, MERCOSUR, Grupo de Río y otros, no pueden
dejar de analizar la justísima pregunta venezolana ¿Qué sentido tienen las bases
militares y navales que Estados Unidos quiere establecer alrededor de Venezuela
y en el corazón de Suramérica? Recuerdo que hace varios años, cuando entre
Colombia y Venezuela, dos naciones hermanadas por la geografía y por la
historia, las relaciones se volvieron peligrosamente tensas, Cuba promovió
calladamente importantes pasos de paz entre ambos países. Nunca los cubanos
estimularemos la guerra entre países hermanos. La experiencia histórica, el
destino manifiesto proclamado y aplicado por Estados Unidos, y la endeblez de
las acusaciones contra Venezuela de suministrar armas a las FARC, asociadas a
las negociaciones con el propósito de conceder siete puntos de su territorio
para uso aéreo y naval de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, obligan
ineludiblemente a Venezuela a invertir en armas, recursos que podían emplearse
en la economía, los programas sociales y la cooperación con otros países del
área con menos desarrollo y recursos. No se arma Venezuela contra el pueblo
hermano de Colombia, se arma contra el imperio, que intentó derrocarlo ya y hoy
pretende instalar en las proximidades de la frontera venezolana sus armas
sofisticadas.
Sería un error grave pensar que la amenaza es solo contra
Venezuela; va dirigida a todos los países del Sur del continente. Ninguno podrá
eludir el tema y así lo han declarado varios de ellos.
Las generaciones presentes y futuras juzgarán a sus
líderes por la conducta que adopten en este momento. No se trata solo de Estados
Unidos, sino de Estados Unidos y el sistema. ¿Qué ofrece? ¿Qué busca?
Ofrece el ALCA, es decir, la ruina anticipada de todos
nuestros países, libre tránsito de bienes y de capital, pero no libre tránsito
de personas. Experimentan ahora el temor de que la sociedad opulenta y
consumista sea inundada de latinos pobres, indios, negros y mulatos o blancos
sin empleo en sus propios países. Devuelven a todos los que cometen faltas o
sobran. Los matan muchas veces antes de entrar, o los retornan como rebaños
cuando no los necesitan; 12 millones de inmigrantes latinoamericanos o caribeños
son ilegales en Estados Unidos. Una nueva economía ha surgido en nuestros
países, especialmente los más pequeños y pobres: la de las remesas. Cuando hay
crisis, ésta golpea sobre todo a los inmigrantes y a sus familiares. Padres e
hijos son cruelmente separados a veces para siempre. Si el inmigrante está en
edad militar, le otorgan la posibilidad de enrolarse para combatir a miles de
kilómetros de distancia, “en nombre de la libertad y la
democracia”
. Al regreso, si no mueren,
les conceden el derecho a ser ciudadanos de Estados Unidos. Como están bien
entrenados les ofrecen la posibilidad de contratarlos no como soldados
oficiales, pero sí como civiles soldados de las empresas privadas que prestan
servicios en las guerras imperiales de conquista.
Existen otros gravísimos peligros. Constantemente llegan
noticias de los emigrantes mexicanos y de otros países de nuestra área que
mueren intentando cruzar la actual frontera de México y Estados Unidos. La cuota
de víctimas cada año supera con creces la totalidad de los que perdieron la vida
en los casi 28 años de existencia del famoso muro de Berlín.
Lo más increíble todavía es que apenas circula por el
mundo la noticia de una guerra que cuesta en este momento miles de vidas por
año. Han muerto ya, en el 2009, más mexicanos que los soldados norteamericanos
que murieron en la guerra de Bush contra Irak a lo largo de toda su
administración.
La guerra en México ha sido desatada a causa del mayor
mercado de drogas que existe en el mundo: el de Estados Unidos. Pero dentro de
su territorio no existe una guerra entre la policía y las fuerzas armadas de
Estados Unidos luchando contra los narcotraficantes. La guerra ha sido exportada
a México y Centroamérica, pero especialmente al país azteca, más cercano al
territorio de Estados Unidos. Las imágenes que se divulgan por la televisión, de
cadáveres amontonados y las noticias que llegan de personas asesinadas en los
propios salones de cirugía donde intentaban salvarles la vida, son horribles.
Ninguna de esas imágenes procede de territorio norteamericano.
Tal ola de violencia y sangre se extiende en mayor o menor
grado por los países de Suramérica. ¿De dónde proviene el dinero sino del
infinito manantial que emerge del mercado norteamericano? A su vez, el consumo
tiende también a extenderse a los demás países del área, causando más víctimas y
más daño directo o indirecto que el SIDA, el paludismo y otras enfermedades
juntas.
Los planes imperiales de dominación van precedidos de
enormes sumas asignadas a las tareas de mentir y desinformar a la opinión
pública. Cuentan para ello con la total complicidad de la oligarquía, la
burguesía, la derecha intelectual y los medios masivos de
divulgación.
Son expertos en divulgar los errores y las contradicciones
de los políticos.
La suerte de la humanidad no debe quedar en manos de
robots convertidos en personas o de personas convertidas en robots.
En el año 2010, el gobierno de Estados Unidos empleará 2
200 millones de dólares a través del Departamento de Estado y la USAID para
promover su política, 12% más que los recibidos por el gobierno de Bush el
último año de su mandato. De ellos, casi 450 millones se destinarán a demostrar
que la tiranía impuesta al mundo significa democracia y respeto a los derechos
humanos.
Apelan constantemente al instinto y al egoísmo de los
seres humanos; desprecian el valor de la educación y la conciencia. Es evidente
la resistencia demostrada por el pueblo cubano a lo largo de 50 años. Resistir
es el arma a la que no pueden renunciar jamás los pueblos; los puertorriqueños
lograron parar las maniobras militares en Vieques, situándose en el polígono de
tiro.
La patria de Bolívar es hoy el país que más les preocupa,
por su papel histórico en las luchas por la independencia de los pueblos de
América. Los cubanos que prestan allí sus servicios como especialistas en la
salud, educadores, profesores de educación física y deportes, informática,
técnicos agrícola, y otra áreas, deben darlo todo en el cumplimiento de sus
deberes internacionalistas, para demostrar que los pueblos pueden resistir y ser
portadores de los principios más sagrados de la sociedad humana. De lo contrario
el imperio destruirá la civilización y la propia especie.
Agosto 5 de 2009