Cuando Mr. Jones, el dueño de Manor Farm, se fue a dormir
en medio de un sopor etílico, los animales se congregaron en el granero y
planearon la rebelión. Bajo la dirección de los cerdos comenzó el golpe de
Estado. Los más inteligentes, Napoleón y Bola de Nieve, dirigieron al grupo que
se apoderó de la propiedad y pintó sobre el antiguo letrero un nombre nuevo:
Granja Animal. Publicaron siete “mandamientos”
que se convirtieron en la
esencia del “animalismo”
: se prohibió caminar en dos
patas, y a quienes caminaran en cuatro o tuviesen alas se les calificaba como
amigos. Tenían prohibido vestir ropas o dormir en una cama. Ningún animal podía
beber alcohol o matar a otro animal. El último mandamiento estipuló que
“todos los animales son
iguales”
. Con el paso del tiempo,
Napoleón eliminó a Bola de Nieve y se convirtió en dictador absolutista;
fraternizó con humanos, caminó en dos patas, usó la ropa de Mr. Jones y
durmió en las camas en el interior de la granja; bebió alcohol y organizó
francachelas.
A medida que sucedían los acontecimientos los animales de larga memoria
comenzaron a notar que algunos “mandamientos”
en la pared de la granja
sufrían modificaciones: “cuatro patas son buenas, dos son
mejores”
. La prohibición de dormir en
una cama se transformó en una cama “con sábanas”
. Y la de no matar se limitó a
crímenes “sin causa justificada”
. Cuando Napoleón descubrió el
güisqui de Mr. Jones, a la prohibición de no beber se le añadieron las
palabras “en exceso”
.
Finalmente, el lector de esta maravillosa sátira de George Orwell, una de las
100 mejores novelas en lengua inglesa, comienza a adivinar la suerte del último
mandamiento, al que yo le daría el título de “postulado democrático”
. A la consigna que decía
“todos los animales son
iguales”
se le incluyó un
calificativo: “pero algunos son más iguales que
otros”
.
Mientras leía el artículo de Roberto Micheletti, publicado en Wall Street
Journal (WSJ) el 27/7/09, me reí como nunca. Sus explicaciones
sobre la expulsión de Manuel Zelaya, y los “fundamentos
legales”
para que los poderes fácticos
tomaran el poder por la fuerza de las armas, eran extraídos de las páginas de
Animal Farm (Rebelión en la granja, en español).
Los soldados no irrumpieron a media noche y con violencia en el domicilio de
Zelaya para enviarlo al exilio: “cumplían órdenes
de la Suprema Corte”
, porque el ejército es la
“agencia indicada”
para ejecutar esos
mandamientos constitucionales conforme a derecho hondureño. (¡George Orwell debe
estar regodeándose en la tumba!) Por eso, prosiguió Micheletti su cínico relato,
el arresto de Zelaya “fue instigado”
por autoridades
constitucionales y civiles de Honduras, no por los militares (¡otra página de
Animal Farm!). Y para darle un mayor viso de legalidad al golpe de
Estado, Micheletti afirmó que la mayoría del Congreso, el comisionado de
Derechos Humanos, cuatro de los cinco partidos políticos, los dos candidatos
presidenciales y hasta el cardenal hondureño estuvieron de acuerdo en que Zelaya
actuó ilegalmente.
Por fin, Sr. Napoleón Micheletti, ¿los actos violatorios de la Constitución
hondureña son sancionados por la Suprema Corte o por consenso de los poderes
fácticos? Los golpistas hondureños continúan pintarrajeando consignas para
justificarse frente a la comunidad internacional.
Según Micheletti (¿cómo pudo el WSJ publicar un artículo de opinión
semejante?), cuando Zelaya fue arrestado “ya no era
presidente de Honduras”
, porque el artículo 239 de la
Constitución establece que cualquier presidente que pretenda enmendar la Carta
Magna para relegirse “queda automáticamente
descalificado”
para ejercer el cargo. ¿Y el
debido proceso legal, Sr. Goriletti?
En la mañana del 27 de julio pasado los hondureños descubrieron una nueva
consigna en la pared de la granja: Micheletti aseguró que “días antes de su arresto, Zelaya
había retirado millones de dólares en efectivo del Banco Central”
: ¡eso lo justifica todo! Para
quienes insinúen que Estados Unidos no participó en el golpe sugiero escuchar la
conferencia de prensa del jefe de la delegación de Micheletti que negoció con
Óscar Arias. “Gracias, presidente Arias”
, por aquí y por allá;
“por su inteligencia, sus consejos,
por su atinada mediación”
. Éste es el momento de la
verdad para Obama. No basta condenar el golpe de Estado ni negar visas a los
diplomáticos golpistas. No es suficiente participar en sesiones de la OEA, para
adoptar resoluciones idénticas a las de Naciones Unidas y la Unión Europea. Es
preciso suspender relaciones y cualquier ayuda económica a los golpistas.
Fue triste la visita de Manuel Zelaya a México. Un presidente constitucional
nómada, que va por la comunidad latinoamericana pidiendo apoyo y siguiendo el
juego de Washington, mientras los golpistas se consolidan cada día más en el
poder. Roberto Micheletti fijó la pauta en el WSJ: “suponiendo que todas las partes
acuerden el regreso de Zelaya, yo creo que no podemos confiar en que observará
la ley. Por eso debemos procesarlo”
. O sea,
¡procesarlo a priori por delitos imaginarios!