Varios medios de información en España han reproducido los argumentos dados
por los propios golpistas hondureños para explicar el golpe de estado en aquel
país. Tales medios han señalado que el Presidente Zelaya había violado la
Constitución, convocando ilegalmente un referéndum para “perpetuarse” en el
poder. Se acepta así, la explicación dada por los golpistas, que señalan que la
expulsión del Presidente Zelaya ocurrió para impedir que éste convocara un
referéndum a fin de alargar su mandato. Un ejemplo de ello es el reportaje del
corresponsal de El País en Tegucigalpa, que indicaba que “Zelaya fue
derrotado y expulsado el 28 se junio pasado, después de intentar organizar un
referéndum para abrir la vía a la reelección, que había sido declarada ilegal
por las instancias judiciales” (04.08.09). Según tal reportaje, el golpe tenía
por objetivo, pues, evitar que Zelaya se perpetuara en el poder.
Esta explicación ha aparecido en los cinco diarios de mayor tiraje del país.
De todos ellos, La Vanguardia ha sido el periódico que ha promovido con
más intensidad esta explicación. Su corresponsal en América Latina ha
entrevistado nada menos que a Romeo Vásquez, General que realizó el golpe
militar, el cual niega en la entrevista que lo que ocurrió en Honduras hubiera
sido un golpe militar pues la detención y expulsión del Presidente respondía a
principios constitucionales. El entrevistador, el Sr. Ibarz, de cuyos reportajes
hablé ya en otro artículo (“Las falsedades sobre Honduras”, Público,
23.07.09) también entrevistó al Cardenal de Honduras, el Sr. Rodríguez
Maradiaga, que alegó los mismos argumentos. Por cierto, ninguno de los
dirigentes del movimiento en defensa del Presidente Zelaya ha sido entrevistado
por La Vanguardia.
La causa principal del golpe, sin embargo, no fue impedir que Zelaya se
perpetuara en el poder. El mal llamado referéndum (en realidad fue una encuesta
popular gestionada por el Instituto Nacional de Estadística) no hablaba de la
reelección del Presidente. En tal encuesta se consultaba a la población si ésta
creía aconsejable que se eligiera a una Asamblea Constituyente que permitiera
cambiar la Constitución. Y ahí está el meollo de la cuestión. Lo que motivo el
golpe fue el deseo de la oligarquía hondureña de mantener intacta la
Constitución instaurada por la última dictadura militar. Tal Constitución otorga
gran número de privilegios a la oligarquía del país, incluyendo a las fuerzas
armadas y a sus aliados en EE.UU. Eran estos privilegios los que la oligarquía y
sus fuerzas armadas querían mantener a toda costa. Existía el temor, entre la
oligarquía, de que una nueva Constitución pudiese, por ejemplo, pedir la
eliminación de bases militares extranjeras en territorio hondureño. Hoy, el
Pentágono de EE.UU. tiene una base militar en Honduras, la única existente en
Centroamérica, una región de gran importancia estratégica para las fuerzas
armadas de EE.UU. Éstas y las fuerzas armadas hondureñas eran conscientes del
intento de los progresistas hondureños de cerrar la base, una base que ha sido
el centro de actividades militares y represivas llevadas a cabo por las fuerzas
militares estadounidenses en toda la región. Las fuerzas armadas hondureñas y
sus aliados estadounidenses no desean cambios en la situación actual. De ahí que
una de las primeras condiciones que puso el nuevo gobierno golpista al
Presidente de Costa Rica (Sr. Óscar Arias) en su mediación fue precisamente que
no se cambiara la Constitución.
Las fuerzas progresistas hondureñas querían, también, el enjuiciamiento de
los militares que aterrorizaron a la población durante la horrible dictadura que
se estableció con el apoyo del Gobierno Federal de EE.UU. También pedían que
(como en España) se encontraran a los desaparecidos durante la dictadura y
periodos posteriores, en actos de represión política, cuando miles de hondureños
y ciudadanos de otros países de Centroamérica fueron asesinados debido a su
defensa de la libertad y de los derechos civiles y sindicales de las clases
populares. El Presidente Zelaya había aprobado el inicio de tal
investigación.
La respuesta de EE.UU.
En EE.UU. la administración Obama está dividida sobre como responder a esta
situación. El Partido Republicano apoya a los golpistas y sus argumentos son
semejantes a los propuestos por el corresponsal de La Vanguardia, el Sr.
Ibarz. El Sr. Zelaya –según ellos- no es ya el Presidente de Honduras, pues, ha
sido sustituido por un nuevo gobierno que es el legal. Es interesante señalar
que hace setenta años, La Vanguardia (llamada entonces La Vanguardia
Española), propiedad de la familia Godó (que apoyó el golpe militar del
General Franco en 1936 y la enormemente represiva dictadura que estableció),
promovió argumentos legitimadores del golpe militar español, utilizando
argumentos casi idénticos a los que su corresponsal utiliza ahora para apoyar a
los golpistas hondureños. En España, el gobierno del Frente Popular, en 1936,
había violado -según los golpistas- la Constitución española. Se sublevaban
–según ellos- para defender la legalidad.
Este apoyo al nuevo gobierno golpista hondureño aparece también entre
sectores conservadores del Partido Demócrata. La Administración Obama, sin
embargo, considera al Presidente Zelaya como el Presidente legal de Honduras.
Este reconocimiento es un paso positivo y marca una distancia con
administraciones anteriores. Ni que decir tiene que adoptar una postura distinta
habría significado enfrentarse a la gran mayoría de gobiernos de América Latina,
así como a la opinión mundial. Ahora bien, la vía de la mediación, propuesta por
la Administración Obama y por la OEA, y dirigida por el Presidente de Costa
Rica, Óscar Arias, ha abierto la posibilidad de que el Presidente Zelaya vuelva
a Honduras como Presidente y a la vez se cancele el intento de cambio de la
Constitución. El proceso de mediación, al reconocer a los golpistas,
sentándolos en la mesa de mediación al mismo nivel que al gobierno legítimo de
Honduras, dio gran poder de veto a los golpistas con lo cual, si se elimina
cualquier intento de cambio de la Constitución, se habrá conseguido lo que los
golpistas deseaban, es decir que no se cambie la Constitución. De ahí el gran
riesgo que supone el proceso de mediación, promovido por la Administración
Obama, y liderado por el Presidente de Costa Rica. Tal proceso puede conseguir
lo que los golpistas deseaban. De ser así, el proceso habrá alentado a que se
produzcan otros golpes de estado en América Latina, pues mostrará que dar golpes
de estado es rentable, al conseguirse a través del golpe lo que no se puede
obtener a través de las urnas.
Una última observación. El argumento de evitar que dirigentes políticos de
América Latina “se perpetúen en el poder” se utiliza
constantemente para intentar parar los intentos de aquellos presidentes
latinoamericanos, democráticamente elegidos, de cambiar el sistema electoral
permitiéndoles presentarse de nuevo, convirtiendo sus sistemas electorales en
sistemas semejantes a los sistemas europeos. En la mayoría de países europeos no
existen límites en el mandato del Presidente. En Cataluña, el Presidente Pujol
gobernó durante 23 años y el Presidente Erlander en Suecia, también, 23 años,
sin que los sistemas electorales catalán o sueco pudieran considerarse
dictatoriales, pues siguieron las reglas del proceso democrático. El hecho de
que los candidatos puedan ser elegidos tantas veces como el electorado desee, no
convierte el proceso en dictatorial. Que un proceso sea democrático o no depende
del proceso electoral en si y sobre todo de la pluralidad de partidos y
opiniones existentes en el proceso electoral sin limitaciones en la presentación
de alternativas. Y es ahí donde el centro del análisis debiera fijarse y no en
que sea o no el mismo candidato el que se presente. El sistema electoral
bipartidista, no proporcional, que existe en muchos países de América Latina,
limita enormemente las posibilidades democráticas de aquellos países, lo cual se
debe, no al número de veces que los Presidentes pueden presentarse de nuevo a
las elecciones, sino a la escasa representatividad proporcional de sus sistemas
electorales y limitada posibilidad de participación popular en sus sistema
político. Fijarse en lo primero (la posibilidad de repetir mandato), ignorando
lo segundo (la escasa diversidad de sensibilidades políticas y limitada
participación ciudadana), es el punto flaco de la mayoría de críticas a la mal
llamada “perpetuación en el poder”, argumentación que se hace en nombre de la
defensa del sistema democrático.
Vicenç Navarro es Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu
Fabra, y Profesor de Policy Studies and Public Policy. The Johns Hopkins
University.