NCeHu 537/09
Honduras-
Impunidad: se imponen los intereses ajenos
1/8/09
Se cumplió un mes del golpe de estado en Honduras y, como en toda dictadura,
se mantiene el Estado de Sitio, las garantías individuales existen en el papel y
los poderes Legislativo y Judicial son un apéndice del régimen de facto. Los
hondureños, así como la casi totalidad de los pueblos latinoamericanos, han
vivido esa realidad antes y la rechazan.
La comunidad internacional también rechazó el golpe del 28 de junio y adoptó
acuerdos claros de condena a los golpistas, demandando la restitución en su
cargo del presidente constitucional Manuel Zelaya. Pero las cosas ya no son tan
claras ni categóricas y los motivos son ajenos a los intereses del pueblo
hondureño y de los latinoamericanos en general. De la misma manera, las
justificaciones que dan los golpistas no son verdaderas porque el golpe sirve a
los intereses del grupo de poder encabezado por el ex vicepresidente
estadunidense Dick Cheney, cuyos operadores hace tiempo que pululan por la
región y buscan infiltrarse en los gobiernos.
El grupo de Cheney, del que son parte también los Bush, se interesa
fundamentalmente en el petróleo, por eso invadieron Irak y Afganistán, arremeten
contra Irán, intentaron derrocar al presidente Hugo Chávez, han tratado de hacer
lo mismo con Evo Morales, atacan al mandatario ecuatoriano Rafael Correa y
ansían al petróleo cubano de la zona del golfo de México.
Honduras tiene mucho petróleo, tal como lo dijo Gerardo Yong el 19 de julio.
Las prospecciones las hizo una compañía noruega hace un año atrás, convocada por
el presidente Zelaya quien, como ya hemos señalado, enjuició por tramposas a las
empresas petroleras estadunidenses que le vendían caro el petróleo a su país y
se incorporó al grupo Petrocaribe, creado por Venezuela.
La compañía noruega hizo las prospecciones y las financió, le entregó el
informe al gobierno de Zelaya y se quedó con una copia que puede negociar con
empresas que estén interesadas en la información sobre esos yacimientos. Pero
además, y eso se sabía, si se aprobaba la consulta destinada a determinar si se
instalaba en las elecciones de noviembre la cuarta urna en la que se votaría sí
o no a la convocatoria a una Asamblea Constituyente, Zelaya estimaba que en la
eventual nueva constitución se debía establecer que los recursos naturales del
país no podían ser enajenados.
En consecuencia, el pretexto para el golpe de Estado fue la encuesta sobre la
cuarta urna, pero el objetivo fue evitar que se pudiera dictar una constitución
que impidiera apoderarse del petróleo hondureño. En esa conspiración estuvieron
Otto Reich y su “fundación” Arcadia, entre otros, y no fue ajeno el embajador
estadunidense en Honduras, Hugo Llorens, puesto ahí por el gobierno de Bush y
Cheney. Pero también estaban en el complot los dueños de los medios, porque se
estimaba que la nueva constitución debía hacer una distribución igualitaria del
espectro radio-eléctrico y darle participación a los grupos comunitarios. De ahí
la desinformación que sale hoy de Tegucigalpa.
Las mediaciones
En la reunión de la Asamblea General de la OEA, celebrada en San Pero Sula,
Honduras, se vio que a la secretaria de Estado estadunidense no le había gustado
la intervención del presidente Zelaya a favor de revocar la expulsión de Cuba de
ese organismo. Dado el escaso conocimiento que la señora Clinton tiene sobre
América Latina y estando rodeada de funcionarios del “establishment” y de otros
más peligrosos, como John Negroponte, su reacción al golpe hondureño fue
superficial, así como fueron vaguedades los comentarios iniciales que hizo al
respecto el presidente Obama.
Cuando toda América Latina y el Caribe, la Asamblea General de las Naciones
Unidas y la Unión Europea ya habían condenado categóricamente el golpe y
demandaban la restitución de Zelaya, Estados Unidos modificó su discurso y el
departamento de Estado propuso la mediación del presidente de Costa Rica Oscar
Arias, en circunstancias de que lo que se necesitaba era hacer cumplir los
acuerdos de las máximas entidades internacionales.
Arias, que no fue “el” pacificador de América Central, porque fueron muchos,
y que recibió un premio Nobel de la Paz destinado originalmente a Costa Rica por
ser un país sin ejército, aceptó la mediación y entregó una propuesta que fue
rechazada por los golpistas porque planteaba la restitución de Zelaya en la
presidencia. Entonces elaboró otra fórmula, que satisface mejor los intereses
estadunidenses, en la medida en que convierte a Zelaya en una figura decorativa
y anticipa las elecciones de noviembre, con lo que se hace un borrón y cuenta
nueva y el golpe de Estado desaparece por arte de magia.
Esta segunda propuesta tropieza con el mismo obstáculo, el régimen de facto
ni siquiera así aceptó la restitución de Zelaya en el cargo de presidente y dio
comienzo a una farsa mediante la cual “consultaron” a los otros poderes. El
Legislativo se reunió y trató varios puntos de la propuesta, menos el relativo a
la restitución del presidente. El poder judicial tampoco iba a aceptar ese
punto, sobre todo que el presidente de la Corte Suprema ya ha reconocido que él
también podría ocupar la presidencia de acuerdo a la “constitución” y justifica
el golpe como “un caso de necesidad”.
En ese contexto el Secretario General de la OEA buscó otros mediadores: los
ex presidentes Ricardo Lagos, de Chile, y Julio María Sanguinetti, de Uruguay, a
los que se sumaría el peruano Rafael Pérez de Cuellar, ex Secretario General de
la ONU. Al escribir estas líneas aún no se formalizaba la idea, pero otro equipo
mediador implica darle más tiempo al régimen de facto y con ello se puede
terminar avalando la jugarreta de llegar a las elecciones de noviembre o
anticiparlas y dejar el golpe de Estado en el limbo.
Los golpistas
Como ha sido visible, los golpistas viven en un pasado muy pasado. Cuando se
reunieron en el congreso para “sustituir constitucionalmente” a Zelaya, la
sesión parecía la de alguna cofradía de siglos atrás, con todo un ceremonial que
ya no se usa en ninguna parte. Sus cancilleres dan una idea del segmento social
al que representan. Ortez, el primero de ellos, los retrató a todos cuando dijo
de Barack Obama: “ese negrito no sabe donde está Tegucigalpa”. Lo cambiaron de
lugar, le dieron Gobernación y cuando habló del Secretario General de la ONU
señaló “ese chinito que no me acuerdo como se llama”.
Ortez ya está en su casa, pero por imprudente, no porque sus palabras no
representen el pensamiento de la soberbia oligarquía hondureña que se tomó el
poder, entre los cuales hay muchos con apariencia de “negritos” y “chinitos” que
no se ven a sí mismos como tales, pero sí al pueblo al que menosprecian. Por lo
tanto, el desafío que representa la reacción popular al golpe les resulta
intolerable.
El equipo golpista lo encabeza Roberto Micheletti, un transportista que hizo
fortuna. Nunca logró que su partido, el Liberal, lo nominara candidato a la
presidencia, perdió en todas las oportunidades en que lo intentó y tiene fama de
hombre rudo. En la Fiscalía de Defensa de los Derechos de la Mujer hay tres
denuncias en su contra, ninguna de las cuales ha sido activada por esa
Fiscalía.
Uno de los incidentes se produjo en la reunión de su partido en la que se
designó al candidato presidencial para los comicios de noviembre. Micheletti no
sólo perdió, sino que fue abucheado por los asistentes. Como premio de consuelo
le dieron la presidencia del congreso y cuando se iba a subir al estrado
partidario una joven del grupo de protocolo, llamada Suyapa, igual que la Virgen
de Suyapa, le pidió que esperara un momento porque no habían terminado de poner
las sillas. Micheletti, enojado por el abucheo de que era objeto, le propinó un
golpe y le rompió la boca.
Un mes de protesta popular
Desde el momento en que los hondureños se enteraron del golpe de Estado, hay
que recordar que los medios fueron censurados, las protestas han sido
permanentes. Han estado en la calle todos los días y no están dispuestos a
ceder. La prensa estadunidense lo reconoció y realizó encuestas rápidas a los
manifestantes y estos les señalaron que Zelaya era el primer presidente que se
había preocupado por ellos y al que ellos le podían hablar sin temor sobre sus
problemas y aspiraciones, lo publicó el Washington Post.
En Honduras, que tiene un poco más de 7 millones de habitantes, la mayoría es
pobre, pero hay alrededor de un millón y medio que son absolutamente pobres. De
ellos se empezó a ocupar el gobierno de Zelaya a través del programa Red
Solidaria, del que se hizo cargo la esposa del mandatario. Para determinar el
grado de pobreza, tuvieron que hacer una medición basada en averiguar si comían,
si la respuesta era afirmativa, preguntar qué y cuántas veces al día.
También hubo que establecer dónde y cómo vivían, si era en casas y si esas
casas tenían puertas o ventanas o servicios, porque no tenían trabajo ni ingreso
fijo. Ya se habían incorporado al programa 200 mil familias, las que desde el
día del golpe no reciben ayuda alguna. Incluso es posible que algunos no sepan
lo que ha ocurrido, otros lo sabrán debido a la represión.
Sin embargo, a pesar del Estado de Sitio y el toque de queda, aumenta cada
día el número de los que han llegado hasta El Ocotal, en Nicaragua, a sumarse al
campamento de quienes apoyan al presidente Zelaya, que se encuentra ahí, después
de haber ingresado a territorio hondureño. El mandatario solicitó a las Naciones
Unidas que le diera el estatus de refugiados y la ayuda correspondiente a
quienes están allí acompañándolo, porque si regresan a Honduras, están
amenazados con una condena a 6 años de prisión por “traición a la patria”, la
que por lo visto sólo le pertenece a los golpistas.
En el curso de la semana, estaban convocadas huelgas y muchas otras
manifestaciones de protesta; la pregunta es hasta qué punto pueden seguir siendo
ignoradas y reprimidas en defensa de intereses ajenos y de un gobierno
ilegítimo. Más aún cuando esta manipulación apunta también a toda la América
Latina y a las instituciones que ha creado: Unasur, MERCOSUR, ALBA, Petrocaribe,
Banco del Sur, Grupo de Río y cualquier otra que se me escape, en la medida en
que priorizan los intereses de la región.
- Frida Modak, periodista, fue Secretaria de Prensa del
Presidente Salvador Allende.
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