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Asunto: | NoticiasdelCeHu 529/09 - Honduras, la dictablanda clintoniana ( Guillermo Almeyra ) | Fecha: | Domingo, 2 de Agosto, 2009 15:22:52 (-0300) | Autor: | Noticias del CeHu <noticias @..............org>
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NCeHu 529/09
Honduras, la
dictablanda clintoniana
Guillermo Almeyra
La
Jornada
México,
2/8/09
El golpe de Estado en Honduras no sólo tuvo como
objetivo liquidar el eslabón más débil de la Alba, Honduras, con su presidente
Manuel Zelaya quien, a pesar de su origen conservador, emprendía tímidas
reformas sociales y, por motivos económicos, se acercaba a Venezuela, lo que lo
hacía aparecer como peligroso revolucionario” . También está dirigido para
reforzar la desestabilización en Guatemala (cuyo presidente Colom está
actualmente en la mira del imperialismo), El Salvador (donde el Frente Farabundo
Martí de Liberación Nacional ganó el gobierno, pero no el poder, que sigue en
manos de la ultraderecha) y Nicaragua. Estados Unidos, mediante sus servidores,
quiere reforzar así, estratégicamente, la soldadura débil istmeña del Plan
Mérida, para poner desde México hasta Colombia un corredor para la dominación
estadunidense y convertir a este último país, bajo la dictadura de Uribe, en una
cabecera de puente, una especie de Israel en América del Sur, para controlar
Venezuela, el Caribe, Ecuador, Brasil.
El golpe cívico-militar fue cuidadosamente preparado en la
base estadunidense de Soto Cano, con la presencia del embajador Llorens, de
Estados Unidos. Este se fue y se llevó su familia, aunque sabía del golpe con
anticipación, para no aparecer demasiado ligado a los gorilas hondureños a los
que Estados Unidos formó y conoce desde los tiempos de John Dimitri Negroponte y
el Irangate (el armamento a los contras nicaragüenses con
armas entregadas desde Honduras y pagadas con la droga por la CIA), que fue
también jefe directo de Llorens. Negroponte, ex secretario nacional de seguridad
de Bush, ex representante en la ONU, ex virrey en Irak, no es el único
conspirador de alto vuelo: el fantoche golpista Micheletti, por ejemplo, tiene
como asesores a dos ayudantes importantes de Bill Clinton; Lanny Davis (que lo
asesoró durante el escándalo provocado por su relación con Mónica Lewinsky, fue
el más virulento consejero de Hillary Clinton en la lucha contra Obama y es
asesor del Consejo Hondureño de la Empresa Privada, eje de la oligarquía local)
y Bennet Ratcliff. Por consiguiente, es absolutamente imposible que el
Departamento de Estado (es decir, Hillary Clinton) y el Pentágono hayan sido
sorprendidos por el golpe tan “cantado” y tan toscamente organizado
por cuatro gorilas seguros de su impunidad.
Por lo tanto, el golpe es un torpedo bajo la línea de
flotación del intento de Obama de distensión con América Latina y con Cuba misma
y fue lanzado por la derecha conservadora estadunidense, tanto del Partido
Demócrata, como Hillary Clinton y su clan, como republicana (mediante los lazos
de los bushistas con los militares y la derecha latinoamericanos). Es el primer
debilitamiento serio y desde Washington mismo del propio Obama, para el cual esa
derecha reserva el mismo papel que Óscar Arias, ese conocido siervo de Estados
Unidos, quiere darle a Zelaya: el de presidente pour la galerie,
fantoche y acotado, sin posibilidad de ninguna iniciativa, con una política
exterior absolutamente controlada por el Departamento de Estado. En efecto, la
opinión de que Obama “es un negrito que no sabe nada de
nada” la formuló el ministro de
Relaciones Exteriores de los golpistas hondureños pero, aunque todavía no la
expresen abiertamente, es compartida por todos los santos que los
gorilas tienen en el paraíso del establishment
estadunidense.
El golpe hondureño es contra los países vecinos ligados a
Chávez y a Cuba, es contra Venezuela y Cuba, contra todos los gobiernos
“progresistas” de América del Sur y es
también un golpe sin Obama y contra Obama. La aberrante propuesta de Arias es
funcional para los golpistas. Les permite ganar tiempo para organizar su poder
de facto y cansar y desmoralizar a los partidarios del presidente
constitucional. Los recompensa además con una propuesta de amnistía aunque
dieron un golpe de Estado, asesinaron gente que defendía la Constitución y son
“infames traidores a la
patria” , pasibles de fusilamiento.
Para colmo, según el Acuerdo de San José, Zelaya tendría que admitir en puestos
claves de su gabinete efímero a quienes lo secuestraron, deportaron de su propio
país, insultaron, falsificaron su firma en una carta infame de renuncia y están
oprimimiendo por el terror al pueblo hondureño, y sería sólo el rehén de esa
gente.
Si se aceptase la “solución
Clinton” (solución para los
golpistas), se alentarían futuros golpes y dictablandas (dictaduras
militares con fachadas “legales” ). La alternativa es difícil,
pero es la única positiva: rechazar el laudo Arias-Clinton y encabezar, en
Honduras mismo, un proceso de lucha, por todos los medios posibles, para imponer
una asamblea nacional constituyente que decida quién y cómo gobernará el país. O
sea, intentar crear una brecha en las fuerzas armadas y la policía mediante la
movilización insurreccional, como en Bolivia frente a Sánchez de Lozada o en
Venezuela, cuando el golpe contra Chávez.
Zelaya, hijo de un asesino de izquierdistas, líder de un
partido conservador tradicional, orientado hacia una política más avanzada sobre
todo por razones de oportunidad y por no haber calculado las consecuencias que
eso podría acarrearle, ha demostrado valentía pero probablemente no pueda
encabezar ese tipo de lucha, aunque sí la puede iniciar. El pueblo hondureño y
los sectores de izquierda que exigen su retorno irrestricto al gobierno sabrán
entonces cómo derrotar a los golpistas y hacerles pagar su crimen contra la
Constitución con procesos públicos.
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