Hoy hace seis años que Washington emprendió su campaña "conmoción y pavor"
contra Iraq y lanzó una lluvia de bombas y misiles sobre Bagdad. A pesar de la
oposición generalizada del pueblo estadounidense a esta guerra y del cambio de
la administración Bush a la de Obama, la guerra estadounidense en Iraq continúa
sin que se vislumbre un final.
Este aniversario es trágico al tiempo que infame. Marca el inicio de una
guerra de agresión basada en mentiras. Emprendida en nombre de "liberar" al
pueblo iraquí, ha infligido una catástrofe de dimensiones históricas mundiales a
su país y constituye el mayor crimen contra la humanidad del siglo XXI.
Según los cálculos más fiables, en seis años la guerra en Iraq ha causado la
muerte de más de un millón de iraquíes y ha dejado una cantidad incalculable de
heridos o discapacitados. Casi cinco millones de personas han sido expulsadas de
sus hogares, bien obligadas al exilio bien desplazadas dentro de Iraq por la
represión estadounidense y la violencia sectaria.
El gobierno y los medios de comunicación estadounidenses han ensalzado la
situación de "mejora de la seguridad" en Iraq y la "vuelta a la normalidad".
Semejantes afirmaciones sólo pueden hacerse en comparación con la masacre que se
estaba produciendo antes.
Sólo en la semana pasada se ha sabido de los siguientes incidentes:
• El 16 de marzo una niña iraquí de 12 que iba en un coche con su padre murió
cuando soldados estadounidenses dispararon contra el coche mientras se acercaba
a ellos cerca de la ciudad norteña de Mosul.
• El 15 de marzo el ejercito estadounidense mató a tiros a una mujer en una
redada en el distrito de Hamdan al oeste de Mosul.
• El 13 de marzo los soldados estadounidense mataron a dos agricultores en el
distrito de Jallam de Samarra en la provincia de Saladin. Los testigos indicaron
a la prensa iraquí que los soldados habían disparado sin que hubiera habido
provocación alguna.
Decenas de otras personas murieron en atentados con bomba y tiroteos por todo
el país, muchos de ellos en relación a la guerra sectaria de baja intensidad que
continúa causando estragos debido a la toma de poder estadounidense y de los
intentos de Washington de dominar el país utilizando la táctica de divide y
vencerás.
Y el 16 de marzo Gary L. Moore, un especialista del ejército nacido en
Oklahoma hace 25 años, murió a causa de las heridas sufridas cuando su vehículo
chocó contra un artefacto explosivo. Su muerte hace que ascienda a 4.259 la
cifra de soldados estadounidenses que han perdido la vida en esta sucia guerra
colonial.
Un estudio reciente hecho entre las mujeres iraquíes por el grupo de ayuda
Oxfam ofrece un panorama de cómo la guerra estadounidense ha hecho retroceder de
manera brutal a toda una sociedad.
• Más del 55% de las mujeres afirmaron haber sido víctima de la violencia
desde 2003 y el 30% afirmó que miembros de su familia habían padecido una muerte
violenta. También el 55% afirmó haber sido obligada a abandonar su casa al menos
una vez desde 2003.
• Casi el 25% afirmó no tener acceso diario a agua corriente y la mitad de
las que tenían acceso afirmaron que el agua no era potable.
• Un tercio de las mujeres afirmó tener electricidad tres horas al día o
menos, mientras que dos tercios tenía seis o menos horas. Un 80% afirmó que el
acceso era el mismo o peor que el año pasado.
• Un 40% afirmó que sus hijos no estaban yendo a colegio.
Los esfuerzos de reconstrucción estadounidense han tenido pocos resultados,
si no ninguno, para los iraquíes y en cambio han servido como una vasta arena
para la corrupción y ha proporcionado miles de millones de dólares en beneficios
a contratistas relacionados políticamente y fortunas a desfalcadores. Como
reconoció en una reciente entrevista para la televisión Stuart Bowen, el
inspector general de la reconstrucción iraquí, "32.000 millones de dólares
después, no tenemos ni idea de qué ha ocurrido con este dinero".
Mientras tanto, casi 30.000 iraquíes continúan detenidos, la mayoría de ellos
sin cargos, en prisiones estadounidenses e iraquíes, donde se sigue
torturando.
La mayoría del pueblo estadounidense se opone a esta guerra. A pesar de la
incesante propaganda del gobierno y de los medios de comunicación, el pueblo
estadounidense ha llegado a la conclusión de que fue un acto depredador basado
en mentiras. Sin embargo, sus repetidos intentos de ponerle fin por medio de las
urnas han resultado ser inútiles, incluyendo la elección del Barack Obama como
presidente el pasado mes de noviembre.
Durante la campaña Obama adoptó la postura de un oponente a la guerra y
criticó a su rival para la nominación demócrata, Hillary Clinton, porque había
votado a favor de autorizar la invasión. Una vez que Obama asumió el cargo,
mantuvo a todos aquellos que habían dirigido esta guerra —al secretario de
Defensa Robert Gates, al jefe del mando central general David Petraeus y al
comandante de la ocupación de Iraq general Raymond Odierno—mientras que nombraba
a Clinton secretaria de Estado.
La llamada retirada de Obama prevé que decenas de miles de soldados
estadounidenses continúen ocupando Iraq en los próximos años y existen indicios
cada vez mayores de que ni siquiera se cumplirá el limitado acuerdo de retirada
según el pacto del estatuto de las fuerzas firmado con el gobierno títere de
Maliki en Bagdad. El propio Maliki declaró esta semana que a pesar de que junio
es la fecha límite para la retirada de las tropas de combate estadounidenses de
las ciudades iraquíes, ninguna de ellas se sacará de ningunas de las ciudades en
las que siguen siendo una posibilidad de conflicto.
A medida que se van retirando tropas de Iraq van siendo enviadas a
Afganistán, donde la administración Obama está emprendiendo una importante
escalada.
El objetivo de ambas guerras—que se iniciaron con el falso pretexto de la
"guerra contra el terrorismo"—es establecer el dominio estadounidense sobre
regiones del mundo ricas en petróleo y gas para asegurarse una ventaja sobre sus
rivales económicos. Ambas tiene su origen en el histórico declive del
capitalismo estadounidense, que ahora se expresa en la crisis económica más
profunda desde los años treinta. Al perder Estados Unidos su preeminencia como
centro industrial del mundo, la elite dirigente estadounidense se ha vuelto cada
vez más hacia el parasitismo financiero por una parte y el militarismo por otra
en un intento de mantener su posición hegemónica.
Justo dos meses después de asumir el cargo, Obama ha revelado ser el
testaferro de los militares y de Wall Street, mientras que las aspiraciones de
millones de personas que acudieron a las urnas para votar en contra de la guerra
han sido rechazadas. Este es el degenerado Estados Unidos del sistema
capitalista bipartidista.
La lucha para acabar con la guerra es una cuestión de clase, inseparablemente
unida a la lucha contra el sistema capitalista del beneficio que da lugar al
militarismo. Esta lucha requiere la movilización política independiente de la
clase trabajadora basada en un programa socialista e internacionalista, que
incluya la exigencia de la retirada inmediata de las tropas estadounidenses de
Iraq y Afganistán y el que se impute la responsabilidad de sus crímenes a
aquellos que conspiraron para iniciar estas guerras de agresión.
Enlace con el original: www.wsws.org/articles/2009/mar2009/pers-m20.shtml