2009:
¿Nuevo año de la era de la inseguridad?
Alfredo César
Dachary
Hay una teoría escrita por la gente y por ello es que domina a la
sociedad, que consiste en creer que la vida es un ciclo de subidas y bajadas,
donde los malos tiempos suceden y preceden a los buenos días y así
sucesivamente, sin que nada quede como resabio de lo que antes
ocurrió.
Así, cuando tenemos pocos años pensamos que nunca llegaremos a los
cincuenta y cuando estamos en esto pensamos que falta mucho para los setenta y
así sucesivamente, vamos combinando entre quejas y justificaciones el cambio del
tiempo, lo único seguro en esta vida.
Es por ello que los grandes cambios que se dan en historia de la
humanidad aparecen siempre como novedad, que significa algo nuevo que reemplaza
a lo viejo y que termina por beneficiarnos, como en la última década pasó con el
fax, un invento que duró poco y es reemplazado por el Internet y el escáner; el
teléfono fijo que viene de comienzos del siglo XX y hoy va camino al olvido.
Los hechos negativos fácilmente se olvidan y quedan en la memoria como
hechos aislados, a veces muy difícil de asociarlos entre sí, aunque no cabe duda
que lo están pero es mejor así, verlos aislados como “hechos fortuitos” aunque
desagradables, pero no repetibles.
En los tiempos modernos, esta escena llena de cambios abrumadores y en
muchos casos agobiantes es el paisaje en el que podemos ver que muchos de estos
hechos que no queremos asociar están íntimamente ligados a otros y se van
sumando en detrimento de la teoría clásica y popular de los ciclos de la
vida.
Hoy tenemos frente a nosotros la inseguridad como un gran fantasma que
aparece en el escenario de la vida y empieza a hacerse una especie de actor
obligado en todas las escenas de ésta, “el malo de la
película”.
Hoy nos asombramos de lo rápido que se ha ido deteriorando la seguridad
en las ciudades, en las zonas rurales, en el mundo en general, al extremo de ser
un titular obligado de la prensa escrita o por la Web, un invitado a quien no deseamos
invitar pero que aparece cada vez más.
¿En qué momento se unió al elenco de nuestra vida este invitado no
deseado? Para el caso de México, diríamos desde el comienzo del actual sexenio,
como si antes todo era lo opuesto, una rápida manera de hacer del olvido un
sujeto de la historia.
Pero no es así, este actor malo ha tenido que pasar también por un largo
camino para poder “legitimarse en la sociedad”, no como el bueno sino como el
demonio de los tiempos modernos, haciendo referencia al que se creó en occidente
a mitad de la edad media como parte de un escenario de dominación.
Hoy estamos en el tiempo de la inseguridad física, las personas
amenazadas por rapto, secuestro, homicidio y demás formas de violencia que el
hombre crea contra el hombre, desde el tráfico de humanos al consumo de humanos
como partes para otros, un horror que no queremos ver.
Pero para que esta inseguridad física tome forma, antes se han ido dando
otras formas de inseguridad que nos parecieron pasajeras y que al final del
camino están en la base de la inseguridad actual.
El siglo XX, llamado el siglo chico o corto por el padre de la historia
contemporánea, Eric Hobsman, ha sido el escenario de grandes guerras, tan o más
sanguinarias que las pasadas, pero con la diferencia que en ésta son blancos
tanto soldados como civiles en una macabra
igualdad.
Pero la diferencia de fondo va más allá de ello; hoy podemos ver la
guerra como un comic más, podemos deshumanizarnos en un corto curso donde el
hombre hace de la escena la realidad y disfruta de sus macabros escenarios.
CNN, hoy la más poderosa red de información de occidente, tuvo su momento
de “gloria” cuando trasmitió la primera guerra del golfo desde Bagdad, haciendo
quedar a Hollywood como una simple fábrica de novelas rosa frente a la violencia
de la guerra transmitida en directo para disfrute de muchos e inconsciencia de
otros más.
Hoy, en las primeras horas del 2009, Youtube transmite en directo la
primera masacre del año, el ataque desproporcionado y, por ende, fuera de toda
lógica del ejército más poderoso del Oriente medio, el de Israel, contra la
franja de Gaza bajo el control del grupo radical Hammas, pero con miles de
civiles que no son militantes y cuyo único delito es ser
palestinos.
Parece ser que el propio ejército ha subido los videos de las bombas
dirigidas hacia sus blancos y con ello la gente puede “disfrutar” una carnicería
en tiempo real, los jóvenes se entusiasman y otros se fanatizan, en general, se
envenenan y se forman en enemigos de la humanidad para el futuro cercano.
En la televisión ésta aparece como ficción, en Youtube esto parece como
lo que es, la realidad, pero en ambos el papel es similar, insensibilizar, matar
los restos del humano que tenemos y hacernos creer que esa debe ser la realidad,
nuestra nueva realidad donde reina la inseguridad.
Pero no sólo la televisión, Hollywood, o en el caso actual, la web en
Youtube son los responsables de esta sociedad cada día más violenta, hay muchos
más responsables de la situación, sin que muchos intenten asociarlos, por
ignorancia o por miedo a ver cada vez más difícil la realidad.
En el siglo XX se ganaron muchas cosas, pero las mismas que se lograron
en sus primeros ochenta años se perdieron en las últimas dos décadas y lo más
dramático es que la gente que lo perdió lo vio como un hecho natural y no como
una monstruosidad de la cual poco tiempo después empezaron a sufrir las
consecuencias.
Más de medio siglo la sociedad occidental luchó por la jornada de ocho
horas, hoy en los países de América esto se perdió o comienza cuestionarse, y en
Europa y el propio Estados Unidos se discute antes de anularse, la gente vuelve
a las largas jornadas, como un nuevo “logro de la modernidad”.
Luego vino la pérdida de la segunda conquista, la estabilidad laboral, y
con ello se cayó todo el gran aparato del Estado para apuntalar a la gran
mayoría de la sociedad desde las jubilaciones hasta los seguros médicos pasando
por todo lo que signifique asistencia a la sociedad, que hoy es tildado, por los
que no lo necesitan, como Populismo.
En el camino de la modernidad se perdieron muchas otras cosas más, desde
las utopías como motores de esperanza de los que creen que el mundo puede ser
más equitativo hasta las religiones como discurso de creencias de la sociedad
para enfrentar la gran incógnita de su propio
final.
Todas estas pérdidas fueron en su tiempo “seguridades”, todas ellas
terminaron en “inseguridades”, unas permitieron que las otras entraran, todas se
sumaron para hacer del hombre lo que hoy es: la gran marioneta del mercado, el
autómata del consumo, quizás el tema más difícil de tocar, porque cuando se
reduce la gente empieza a dudar que existe.
Hoy ya se llegó a tocar el mundo del consumo, con la crisis mundial que
nos toca vivir, así en Europa y Estados Unidos se pierden las viviendas, otra
seguridad añejada y muy pronto nos toca a nosotros como lo fue en 1994-95, donde
perdió una clase media emergente y se recapitalizó el gran capital a través del
impuesto de la sociedad que sirvió para crear el
FOBAPROBA.
Las inseguridades son mucho más que éstas, los niños no pueden andar en
las calles como nos tocó a nosotros, los depravados y otras especies de
pervertidos han tomado las calles por asalto y cada día vemos un caso nuevo de
pérdida o abuso de niños.
La droga ha invadido todos los resquicios de la sociedad, transformando a
gran parte de sus actores en adictos, paso previo para ser actores directos de
todo tipo de violencia contra la propia sociedad.
En medio de todo esto están los restos del Estado, representado por una
clase política sin credibilidad, con una muy cuestionada ética y moralidad,
ineficiente y que sólo ha servido para apoyar estos cambios porque también por
esto ellos se beneficiaron.
Así la inseguridad hoy es la seguridad del mañana, algo que ya varios
expertos han definido como los “países inviables” aquellos que no pueden
recuperarse de esta profunda crisis y se logra desaparecer al Estado o
transformar al mismo en un aparato dominado por la economía criminal.
Los ejemplos sobran en África, desde Somalia, un país que hoy sólo
produce piratas modernos, al Congo, país destruido por guerras internas
promovidas descaradamente por las grandes compañías mineras dada la gran riqueza
que hay en ese destrozado país.
En América, el ejemplo es Haití, pero no está solo, gran parte de
Centroamérica va hacia ese destino. Colombia hace sesenta años que inició una
guerra interna luego del asesinato del candidato a presidente de los sectores
populares colombianos, Gaytan, en 1948.
La lista no se cierra, porque algunos países no pretenden la desaparición
del país, sino la secesión de una parte, como es el caso de Santa Cruz y otras
tres provincias ricas en Bolivia, a fin de no cargar “con millones indígenas
pobres”, luego de haberlos explotado durante cinco
siglos.
La inseguridad es una nueva seguridad que llegó y que sólo se podrá
superar cuando la sociedad pueda retomar el control de sí misma y no se digite
su mente desde otras centrales a fin de hacer del ciudadano un autómata tal como
se planteó en el libro de Huxley: Un Mundo Feliz.
alfredocesar7@yahoo.com.mx