Un complejo y largo día
Alfredo César
Dachary
El 4 de noviembre del año 2008 quedará en la historia de América
como una fecha referente, ya que en el mismo se han dado dos hechos opuestos que
van incidir significativamente en dos de los grandes países de América del
Norte: Estados Unidos y México.
La victoria del primer afroamericano, designación disfrazada que
agrupa a la mayoría de los descendientes de esclavos que fueron explotados por
angloamericanos, los conquistadores y colonizadores de lo que hoy es Estados
Unidos, fue un hecho si bien era posible, no se esperaba tan rápidamente.
Esto debido a que Estados Unidos fue el último país de América y
el penúltimo del mundo en levantar las restricciones sobre la población de
color, a mitad de la década de los 60´ y el último fue Sudáfrica, al final del
siglo XX.
La “democracia norteamericana” funcionó hasta hace cuatro décadas
con diferencias raciales legalizadas y, por eso, no es de extrañar que a los
ciudadanos del siglo XXI se los refiera por el lugar de origen de ellos, padres
o abuelos: hispanos, asiáticos y afroamericanos, entre los más
significativos.
En el momento en que se comenzaban a dar los resultados de la
elección de Estados Unidos en el espacio de más alto ranking de la televisión de
todo el mundo y muy especialmente de México, que también se jugaba como socio
una importante carta, ocurre un hecho difícil de explicar pero fácil de imaginar
en la actual situación de México.
La aeronave en la que viajaban el Secretario de Gobernación, el
principal responsable de la lucha contra el crimen organizado y un reducido
grupo de personas de su entorno, estalla y cae en pleno centro de la ciudad de
México, noticia que acapara la atención de toda la sociedad y nos invita una vez
más a una larga y profunda reflexión.
Mientras en un importante parque de Chicago, Barack Obama
festejaba en medio de más de cien mil simpatizantes una victoria muy clara y
contundente y la consolidación de un frente legislativo favorable para poder
impulsar sus reformas, en Los Pinos, la residencia presidencial, el jefe del
ejecutivo presidía una reunión del Consejo de Seguridad
Nacional.
Dos momentos opuestos de estos país aliados e integrados en el
Tratado de Libre Comercio de América del Norte, dos puntos de partida
diferentes, uno el de la esperanza que plantea Obama y el otro, el de la
reflexión y necesidad de una respuesta, porque si fue un atentado, algo que ya
pasó la línea de la murmuración, el país está más cerca de hacer realidad la
Colombianización que tanto hemos rechazado.
Como casualidad o destino, los personajes de esta noche tenían
algo en común además de su juventud y su gran responsabilidad política, ya que
ambos habían nacido de matrimonios entre un extranjero y una nacional, ambos
eran una expresión de un nuevo orden demográfico, un mundo atravesado por la
inmigración.
La victoria de Barack Obama se festejó en muchos países, como un
acto de exorcismo de casi una década de guerras y amenazas operada por el hoy
designado por una gran mayoría de estudiosos, como el peor presidente de Estados
Unidos, George Bush.
Hasta en un pequeño pueblo de Nigeria, lugar de nacimiento del
padre de Obama se realizaron festejos porque un nacional era el padre del nuevo
presidente. Por oposición, en España país que revindica la nacionalidad del
secretario Mouriño, la sorpresa fue seguida por la condena, ya que tocaba a un
connacional.
Pero en el fondo de esta aparente dualidad de escenarios y
diferentes tipos de hechos, hay muchas cosas en común, que en el mediano plazo
comenzarán a emerger y a comprometer los tiempos que vienen.
Dos preguntas son necesarias de hacer. La primera es ¿por qué la
guerra de los carteles pasó de Colombia a México, y con ello por qué a Colombia
se lo ha apoyado más que México en este conflicto que compromete la seguridad de
Estados Unidos?
¿Por qué el ejército más importante del planeta y sus sistemas de
inteligencia no han podido afectar al crimen organizado del cuál el narcotráfico
es sólo una parte?
Si bien es posible entender por qué el ejército de Estados Unidos
no puede derrotar a los talibanes y sus aliados ni consolidar un poder en Irak,
porque éstos tienen apoyo popular, algo que debería haber aprendido de la guerra
que perdió en Vietnam, es difícil entender porque no ha derrotado al
narcotráfico, que una guerra de guerrillas controla grandes espacios en México y
en el propio Estados Unidos, ¿es que los narcotraficantes tienen apoyo popular o
solamente de la clase política y los factores de poder como la
policía?
La actual situación de México, una similar a una guerra civil no
declarada, emerge apenas sube al poder el presidente Calderón, pero viene de
varias décadas atrás, no es un hecho nuevo, ¿por qué sobrevive donde está el
tratado de integración o ya la corrupción permeó ambas fronteras y estamos ante
un nuevo escenario de zonas de bajo control?
Barack Obama como futuro presidente tiene muchas tareas pendientes
derivadas de la actual situación económica y su consecuencia mundial más
inmediata, la pérdida de la hegemonía de Estados Unidos, un hecho diferente de
forma pero en el fondo similar a la caída de la URSS, es el fin de los grandes imperios.
Pero la guerra de Irak y de Afganistán, el conflicto de Oriente
Medio y los de África central, entre los más graves, forman parte de una
prioridad fundamental del nuevo gobierno de Estados Unidos, pero hay otra parte
que es también fundamental y es la que sirvió de base para el triunfo de Obama:
el ocaso del modo de vida americano.
Pero para reordenar la sociedad, donde la clase media está
totalmente endeudada y los sectores populares en el límite de la pobreza, deberá
enfrentar grandes retos, desde obtener fondos para salvar a esta parte de la
sociedad como otras acciones para protegerla de los flagelos internos del cual
destacan las drogas.
Así los dos grandes escenarios del día cuatro de noviembre
aparecen cada vez más cerca, no son hechos aislados, no son causales, se trata
de dos países que luchan por liberarse de las cargas de guerras perdidas, desde
las del exterior a las del interior.
Mundialmente no hay países que hayan logrado reducir a las mafias
en guerras directas y el ejemplo más emblemático en la primera década del siglo
XXI es Italia, país gobernado por un neofascista, que plantea volver a
nacionalismos olvidados, persecuciones de razas y otras formas de ver enemigos,
mientras el país se ha polarizado en dos partes, con una mafia consolidada, pese
a la larga guerra que se ha librado.
Barack Obama es una nueva esperanza para la sociedad
norteamericana, que debe dejar su visión de pueblo elegido y de poder absoluto
luego de varias décadas de derrotas hasta el colapso del septiembre negro.
Enron, donde se perdieron grandes capitales y fondos de
jubilación, y apareció la parte más obscura del estado norteamericano, buscando
un responsable y no las políticas de apertura con sus costos que hicieron
posible estas megaquiebras, fue el primer llamado de atención; en septiembre fue
el colapso real.
En México, tras
largos meses de una guerra sin control con las bandas cada vez más
organizadas del narcotráfico, guerra a la que se incorporó al ejército sin
grandes resultados, más que como en Estados Unidos, se encontraron cabezas. Pero
en el gran sistema, las cabezas son fácilmente reemplazables: el hecho del
cuatro de noviembre se ha transformado en un verdadero parteaguas o punto de
inflexión.
La muerte del Secretario de Gobernación y de altos funcionarios en
la guerra contra el crimen organizado, no puede pasar como en la administración
anterior, cuando muere en un accidente el Secretario de Seguridad Pública, sin
ser verdaderamente resuelta.
La sociedad y los diferentes estamentos del Estado están alarmados
por el hecho, ya que ha tocado el centro del poder y con ello la sensación de
inseguridad se potencializa mucho más, a la vez que se reduce la imagen de poder
del Estado frente a estas bandas que son mucho más que lo que pensamos, sino
tendrían que haber sido exterminadas hace décadas.
La guerra en Afganistán tiene un gran punto de contacto con la
situación actual, ya que es el principal abastecedor de heroína de oriente, o
sea, que la droga es una vez más el centro de la lucha, ¿coincidencias o
consecuencias de políticas altamente irresponsables y gobiernos corruptos por
este gran poder?
El cuatro de noviembre ha pasado a ser un verdadero parteaguas en México
como en Estados Unidos, y es de esperar que la guerra que hoy se da en México
sea atenuada con una operación eficiente de la DEA, la CIA y demás organismos de inteligencia,
que dejen de juzgar a los países y que se autoevalúen, porque no es coincidencia
que hace muchas décadas que no pueden ni siquiera limitar al crimen organizado y
sus terribles secuelas.
alfredocesar7@yahoo.com.mx