NCeHu
384/08
El polvorín de Evo sacude
Suramérica
Chile convoca una cumbre de urgencia de 12 países ante el conflicto
boliviano - Brasil advierte que no tolerará una ruptura en su principal
suministrador de gas
JORGE
MARIRRODRIGA
El País
Madrid, 14/09/2008
Al igual que sucede en el monte, la crisis boliviana
empezó siendo una fogata convertida al rato en un fuego fuera de control que
amenaza ahora con transformarse en un pavoroso incendio y sus llamas pueden
extenderse a todo el continente americano.
Al igual que sucede en el monte, la crisis boliviana
empezó siendo una fogata convertida al rato en un fuego fuera de control que
amenaza ahora con transformarse en un pavoroso incendio y sus llamas pueden
extenderse a todo el continente americano. En un salto cualitativo sin
precedentes en la historia reciente del conflicto, los graves enfrentamientos
civiles de esta semana han obligado a movilizarse a Gobiernos cuyo papel es
crucial para determinar qué rumbo tomará la crisis en los próximos días. Bolivia
padece un conflicto interno, pero su futuro va a decidirse en el exterior.
La veintena de muertos y cientos de heridos -amén de
algunos desaparecidos- con los que se han saldado los graves enfrentamientos
civiles sucedidos esta semana en la región autonomista de Pando entre
partidarios del proyecto indigenista de Evo Morales y simpatizantes de las
regiones autonomistas suponen un nuevo peldaño en la escalera de violencia por
la que asciende el país andino desde hace dos años. Pero no se trata de una
cifra más que agregar al medio centenar de muertos por violencia política desde
que Morales llegó al poder en 2005.
Porque aunque lo más llamativo sean las expulsiones
recíprocas de embajadores entre La Paz y Washington y las habituales amenazas de
Caracas -aunque esta vez con expulsión de embajador incluida- ha sido una sola
frase del presidente del país más poderoso de la región la que ha hecho saltar
las alarmas en las cancillerías latinoamericanas. Brasil, que hasta ahora había
mantenido una estudiada prudencia, ha hablado. Un hecho que hace pensar en la
región que Bolivia está a las puertas de la resolución sangrienta del llamado
"empate catastrófico".
Luiz Inácio Lula da Silva, con palabras mesuradas
pero firmes, ha advertido que Brasil no "tolerará" una ruptura institucional de
su vecino. Un aviso que sirve tanto para los autonomistas que de facto
rechazan la autoridad del presidente elegido democráticamente y que esta semana
han animado al saqueo de edificios y bienes del Gobierno central como para las
tentaciones autoritarias del propio Morales en cuyo entorno son cada vez más
fuertes las voces que le animan a imponer el Estado de sitio en todo el país y
suspender las garantías constitucionales. Y de paso es también una advertencia a
Hugo Chávez y sus amenazas de intervención militar si Morales cayese.
A diferencia de lo que sucede cuando habla el
presidente venezolano, cuyos colaboradores conocen a menudo sus declaraciones y
planes en el mismo momento en que los anuncia, detrás de Lula se sitúa una de
las diplomacias más eficaces del mundo, en la cual tanto el presidente brasileño
como sus antecesores depositan su confianza. La misma diplomacia que ha
elaborado una estrategia de intervención en la crisis cuidada hasta el último
detalle y que explica, por ejemplo, la cauta reacción del Departamento de Estado
de Estados Unidos ante la expulsión de sus representantes de un país considerado
como de primer interés tanto por su disparada producción de droga como por ser
la punta de lanza del proyecto antiestadounidense que lidera Chávez.
Lula no se ha limitado a una declaración. Medios y
periodistas brasileños han recibido en las últimas 72 horas filtraciones
oficiales que confirman la "profunda preocupación" del mandatario, un lenguaje
que ni siquiera se empleó cuando, en 2005, Evo Morales decretó la
nacionalización parcial de la brasileña Petrobras en Bolivia. Y eso que el 50%
del gas que consume a diario Brasil procede del país andino. Ahora Lula y su
equipo consideran que es hora de forzar el diálogo en Bolivia, porque el punto
de no retorno está a punto de ser sobrepasado.
Con este planteamiento, Brasil se presentará mañana
en Santiago de Chile en la cumbre de urgencia que Michelle Bachelet ha convocado
de la recién nacida Unión de América del Sur (Unasur). Un dato que no es menor
porque Chile mantiene un histórico y enconado conflicto territorial con Bolivia,
necesita que La Paz le suministre gas -cosa a la que el país andino se niega
hasta ahora- y es el principal candidato a convertirse en el chivo expiatorio en
caso de que en Bolivia decida taparse la crisis interna con un conflicto
exterior. Antes de convocar la reunión, Bachelet y Lula hablaron por
teléfono.
En paralelo, Brasil ha enviado a Washington el
mensaje de que está dispuesto a tomar un papel activo en el conflicto boliviano.
Aunque existan unas relaciones excelentes entre ambas diplomacias y el
presidente George W. Bush comparta con Lula una muy buena relación, el mensaje
brasileño tiene por objeto marcar ante EE UU su territorio en la región y
a la vez evitar otra iniciativa impulsada desde Washington que probablemente
tendría un efecto contraproducente. No hay que dejar pasar que con el embajador
estadounidense se han marchado de Bolivia 60 agentes de la agencia
estadounidense antinarcóticos (DEA), un organismo que tiene instalaciones en
Bolivia y que está en el punto de mira de Morales desde antes de que éste
alcanzara el poder.
Washington ha optado, de momento, por dejar la crisis
en manos de Chile y Brasil, dos de sus interlocutores de mayor confianza en la
zona que, además, tienen prestigio ante los detractores de la política exterior
estadounidense. Y lo hace porque el conflicto boliviano hace tiempo que ha
trascendido el altiplano y sirve de detonante a otros países para ajustar
cuentas, reales o no, con Washington. Por ejemplo, Honduras se ha sumado esta
semana al frente antiimperialista de Chávez. Su presidente, Manuel
Zelaya, ha denegado la acreditación al nuevo embajador de EE UU alegando
solidaridad con Bolivia "por la intromisión de Washington". También es
destacable el papel de Argentina, que se ha aliado con Chávez en todo tipo de
acusaciones contra Washington, aunque lo ha hecho para tapar un escándalo sobre
financiación ilegal de la campaña electoral de Cristina Kirchner.
Con Bolivia sobre la mesa de la cumbre, por debajo
volverá a verse un nuevo capítulo de la soterrada lucha entre las dos izquierdas
latinoamericanas. Mientras los países capitaneados por Brasil insistirán en
abrir el diálogo en Bolivia entre las partes, otros, con Chávez a la cabeza,
tratarán de hacer del conflicto con EE UU el centro de conversaciones e
improbables resoluciones finales.