IRAQ: La guerra hará humo el
ambiente
Meena Janardhan
DUBAI, Emiratos Arabes Unidos, 26 feb (IPS) –
Un nuevo conflicto en Iraq tendría un costo
ambiental mucho mayor que el de la guerra del Golfo (1991), cuando fuerzas
iraquíes incendiaron 732 pozos petrolíferos en Kuwait ante la inminencia de su
derrota.
Aquellos incendios provocaron una catástrofe ambiental cuyos efectos
se sienten hasta hoy, además de costar a Kuwait tres por ciento de sus reservas
de petróleo y decenas de miles de millones de dólares.
Ahora, muchos
ambientalistas temen que, enfrentado a la derrota por un muy probable nuevo
ataque de Estados Unidos y sus aliados contra Iraq, el presidente Saddam Hussein
adopte una política de "tierra quemada" y prenda fuego a unos 1.000 pozos
petrolíferos.
Iraq tiene la segunda mayor reserva probada de petróleo del
mundo, después de Arabia Saudita.
Pero en una entrevista concedida a la
cadena de televisión estadounidense CBS, Saddam Hussein aclaró que no haría tal
cosa en caso de guerra.
"Iraq no quema su propia riqueza ni destruye sus
represas", dijo el mandatario, y agregó que espera que los invasores tampoco las
destruyan.
Pero no sólo el incendio de pozos de petróleo tendría un efecto
ambiental devastador.
La cantidad de municiones utilizadas por las fuerzas
aliadas en la guerra del Golfo fue mayor que la empleada en la primera y la
segunda guerra mundial juntas, destacó Inad Jairallah, del Centro de
Investigación Dar Al Jaleej, con sede en Sharjah, Emiratos Arabes
Unidos.
"Esto ciertamente tuvo un impacto en el ambiente. Una señal es el
aumento de la temperatura durante el invierno en los países del Golfo.
Muchos
lo atribuyen al calentamiento del planeta, pero hubo un cambio perceptible
inmediatamente después de la guerra", afirmó Jairallah.
El investigador
advirtió que la guerra revertiría décadas de trabajo para hacer la región del
Golfo más habitable.
"La región ha luchado para crear oasis en el desierto.
Algunos de los países de aquí son más verdes que otros con condiciones
climáticas ideales", pero "todo el resultado de ese trabajo se borraría de un
plumazo en caso de guerra", lamentó.
En 1991, el incendio de los pozos
kuwaitíes lanzó a la atmósfera 500 millones de toneladas de dióxido de carbono.
Este y otros gases generados por la quema de combustibles fósiles son la causa
del recalentamiento de la atmósfera terrestre o "efecto
invernadero",
coinciden numerosos científicos.
A 2.000 kilómetros de
distancia, en Irán, se encontraron rastros de petróleo, hollín, sulfuro y otros
ácidos negros producidos por los incendios.
Los iraquíes también virtieron
unos ocho millones de barriles de petróleo (cada uno contiene 159 litros) en el
océano Indico y unos 60 millones de barriles en el desierto de Kuwait, formando
verdaderas lagunas en algunos lugares.
Trece años después, las arenas del
país que Iraq invadió en agosto de 1990 todavía rezuman petróleo.
Los sitios
iraquíes donde Estados Unidos y Gran Bretaña sospechan que se producían armas
químicas, biológicas y nucleares serán seguramente los primeros blancos de los
ataques aéreos.
El ataque a esas instalaciones industriales y militares
provocaría una grave contaminación química. Preocupan especialmente los
proyectiles de uranio empobrecido, un residuo obtenido de la producción del
combustible destinado a los reactores nucleares y las bombas atómicas.
La
explosión de esos proyectiles liberaría al aire óxido de uranio, una sustancia
carcinogénica.
"Ese veneno no puede detenerse ni localizarse una vez que esté
suspendido en el aire y haya invadido el suelo y contaminado el suministro de
agua", advirtió Habiba Al Marashi, presidenta del Grupo Ambiental de Emiratos,
del emirato de Dubai.
El uranio empobrecido no respeta fronteras y "su
presencia es una amenaza tanto para el ambiente donde se usó como para las áreas
vecinas.
Sabemos que el uranio empobrecido está muy presente en Iraq como
resultado de las armas usadas durante la guerra de 1991", dijo Al
Marashi.
Así, miles de hectáreas de tierras iraquíes y sus cursos de agua
podrían resultar contaminados. La descontaminación de apenas 200 hectáreas en
una base del ejército estadounidense costó entre 4.000 y 5.000 millones de
dólares.
"No nos olvidemos de la amenaza a la biodiversidad. En 1991, el
petróleo mató a 25.000 aves costeras al cubrir una amplia superficie de agua y
destruir el frágil ecosistema marino. Y el petróleo que no se quemó y formó
enormes charcos destruyó tierras de labrantío por generaciones", señaló
Jairallah.
En Iraq, donde los ríos Tigris y Eufrates se encuentran para
formar la "media luna fértil", se encuentra uno de los ecosistemas más antiguos
y ricos del mundo.
Ya se consideran extintas más de 40 especies de aves
acuáticas, crustáceos y mamíferos exclusivas de la región.
Asimismo, los
humedales iraquíes sustentan al menos siete especies amenazadas de mamíferos y
atraen durante el invierno unas 60 especies de aves acuáticas y nueve de
rapiña.
Prabha Murali, profesor de ciencia en una escuela de Dubai, está
preocupado en especial por la contaminación del aire.
"Los incendios de 1991
produjeron... nubes negras que bloquearon la luz del sol por meses en la región.
La temperatura atmosférica disminuyó unos 10 grados, y la del mar, mucho más",
recordó.
Otro desastre ambiental de la guerra del Golfo fue la destrucción
de plantas de tratamientos de aguas
residuales, que provocó la descarga de unos 50.000 metros cúbicos diarios a la
bahía de Kuwait.
Kuwait y la coalición que atacó Iraq en ese entonces
debieron gastar más de 20.000 millones de dólares para reparar la
infraestructura petrolera destruida por Saddam Hussein.
"El costo del daño
ambiental causado por la guerra de 1991 se estimó en 40.000 millones de dólares.
Esta vez, podría ser el doble o el triple, y sólo en lo referente al ambiente.
Estremece pensar en cuáles serán los costos humanos", dijo Murali
(FIN/2003)
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