Fue a mediados de mayo de 1976. Ya
estaba en funcionamiento el primer grupo Rama de Barcelona, del que yo fui
portavoz. En medio de la semana recibimos un mensaje en el que se nos decía: "El
próximo domingo id al campo como siempre, mirad al cielo al atardecer y allí
veréis la señal de la Verdad".
Éramos 24 personas. Cada domingo,
desde los últimos meses del año anterior y procedentes de diferentes lugares de
la provincia catalana, nos reuníamos en una montaña de Gavá, un pueblo cercano a
la ciudad condal.
Aquél domingo todos fuimos muy
ilusionados y durante el día hicimos todas las actividades de convivencia que
teníamos por costumbre, dentro de los parámetros de la Misión.
Con la paulatina llegada del
crepúsculo vespertino, contemplamos una puesta de Sol verdaderamente
deslumbrante. Poco a poco, las nubes que antes refulgían en cascadas de todos
los colores, se fueron volviendo de un color violeta y conformando el dibujo del
rostro de Cristo puesto de perfil.
De pronto, apareció una brillante y
plateada nave lenticular que marcó en el cielo un trazo brillante como el oro.
Instantáneamente desapareció, para, en el segundo siguiente, volver a surgir
sobre la perpendicular de la larga línea luminosa trazada anteriormente. Volvió
a dibujar otro trazo, esta vez más corto y con el que ya había formó una
esplendorosa cruz. El cuadro presentado fue verdaderamente sublime: el rostro de
Cristo mirando a una luminosa Cruz. Hecho esto, la máquina desapareció y todos
nos quedamos fascinados. Jamás olvidaríamos aquella reveladora y sublime
visión.
Recibimos un mensaje que decía: "La
Cruz, signo es de Redención y de Fe. Sólo en ella, está todo el Amor que el
hombre debe comprender. ¡Amor con Amor debe pagarse! Hay quien no la ve por la
razón de que aún no sabe leer ese signo y su significado. También simboliza el
dolor, y el dolor refleja el sacrificio que el buen camino aporta. Tened fe y
confianza y el dolor os será causa de alegría. Dad muestras de fe en la
adversidad y sed consuelo para el llanto de los pobres de espíritu. Ésta fue
nuestra idea al representarla: recordaros siempre el gran Amor del Padre que dio
a Su Hijo para vuestra salvación. Vosotros, los que leéis en los signos de los
tiempos y sois agradecidos a las gracias que recibís: ¡Recibiréis el cien por
uno!"
Ese día, los que ya tenían fe
llenaron de alegría su corazón, y los que necesitaban ver para creer, creyeron.
La prueba dada por los Mentores Siderales que guiaban al grupo fue
indiscutible.