EN LA ANTESALA DEL CHACO.
LA REDEFINICION ESPACIAL Y PRODUCTIVA EN EL
ESTADO NACIONAL
María Gabriela
Greco
Resumen:
La región del Chaco pareció
olvidada de los principales circuitos económicos y productivos durante muchos
años, siendo solo ocupada en su periferia. Recién en las últimas décadas del
siglo XIX el “hombre blanco” ha avanzado por el Oeste
sobre el Chaco salteño.
Además de campañas militares e
instalación de líneas de fuertes y fortines, cuyo objetivo explícito consistía
en someter al indígena; hubo empresarios (vinculados a las actividades
azucareras, forestales y ganaderas), científicos y religiosos que recorrieron, y
en algunos casos se asentaron, en diferentes zonas del sector
oriental de la provincia de Salta. Esta población, ya sea directa o
indirectamente fue útil al nuevo Estado a partir de la ocupación de tierras y la
incorporación subordinada del indígena.
El objetivo del presente trabajo consiste en analizar los mecanismos utilizados
para lograr el control territorial y social a favor de las nuevas actividades
productivas.
Consideraciones
previas
En los primeros años del siglo XIX, se produce un quiebre en el sistema colonial
y una paulatina gestación de un Estado Nacional, el cual necesitaba la
apropiación, el conocimiento y el control del espacio y la población. Oszlak
(1981) sostiene que la formación de un Estado es parte de un proceso en el que
se definen distintos planos y componentes que van estructurando una determinada
vida social. Dicho proceso requirió de varias décadas para su
consolidación.
En el marco de este
proceso la Argentina transformaba vertiginosamente su estructura
económica, social y productiva; y en la segunda mitad del siglo XIX se insertaba
en el mercado internacional como proveedora de materias primas y alimentos. Al
mismo tiempo el país incorporaba importantes cantidades de inmigrantes de origen
europeo y asiático y necesitaba crecientes extensiones de tierra y mano de obra.
En este
escenario se hacían permanentes referencias a la necesidad de ocupar los
llamados “espacios vacíos”, como también a dar solución al “problema indígena”.
Efectivamente los indígenas constituían un problema, a menudo así mencionado en
proyectos y trabajos de la época. Los indígenas eran vistos como el atraso y la
barbarie. Eran vinculados a la improductividad y al ocio. También se hablaba de
las tierras hostiles, para referirse a las tierras donde vivían los
indígenas.
Lagos (2000) sostiene que en la década de 1870 el
hombre blanco apenas se había asentado en el borde oriental chaqueño a orillas
del Paraná. Desde el Oeste avanzaba sobre el Chaco salteño
y en el norte santiagueño y santafecino daba sus primeros pasos a frontera
forestal. Hacia 1920 no había rincón del Chaco
en el que no hubiera penetrado (Lagos, 2000:29)
Además de militares e instalación de líneas de fuertes y fortines, cuyo objetivo
explícito consistía en someter al indígena y ponerlo al servicio de las nuevas
actividades productivas como fuerza de trabajo; hubo empresarios (vinculados a
las actividades azucareras, forestales y ganaderas), científicos y religiosos
que recorrieron, y en algunos casos se asentaron, en diferentes
zonas del sector oriental de la provincia de Salta. Estas “nueva población” pasó
a formar parte del proyecto del Estado Nación que buscaba consolidarse. Así, ya
sea directa o indirectamente sirvieron a ese nuevo Estado a partir de la
ocupación de tierras y la incorporación subordinada del indígena.
El relato de un científico y viajero que recorrió importantes zonas del norte
del país en las últimas décadas del siglo XIX, muestra claramente los objetivos
del “nuevo Estado”:
“....Los elementos fundamentales para la industria abundan allí, .... brazos y
tierras baratas, combustible vegetal abundante, eximio, inagotable, en bosques
que pueden figurar entre los mejores del mundo” (de La Serna, 1985)
Una
rápida mirada dirigida hacia la toponimia del sector oriental de la provincia de
Salta evidencia claramente algunas de las actividades de la zona; principalmente
las vinculadas a los obrajes madereros, a las misiones religiosas y a la
actividad ganadera; a partir de los distintos nombres plasmados en el
territorio. De norte a sur siguiendo el recorrido del ferrocarril, desde
Salvador Mazza hasta Embarcación, pueden observarse las siguientes localidades,
parajes o puestos: San Francisco, Bajo de los Hachadores, Quebracho
Ladeado, Las Tablillas, Quebrachal, Senda Hachada, Los Troncos, Algarrobal,
Misión Zenta, Misión Chaqueña, Desmonte, Talar, El Quebracho, Ex Obraje. Algo
más hacia el este, siguiendo el recorrido del río Bermejo, en el actual
departamento de Rivadavia se observan: La invernada, La Ovejería, Monte Cristo,
Corral de Agua, Santa Victoria, El Toro, Los Chanchos, El Talar, Colonia
Santafecina, La Corzuela, Las Misiones, y la lista podría continuar más
aún.
Efectivamente, en el ya mencionado proceso de afianzamiento del Estado Nación y
consecuentemente en la necesidad de tierras libres y población incorporada al
nuevo proyecto económico productivo tuvieron un papel fundamental algunas
instituciones, entre ellas las misiones, los obrajes madereros (ya mencionados)
y los ingenios azucareros. El objetivo del presente trabajo consiste en analizar
los mecanismos utilizados para lograr el control territorial y social a favor de
las nuevas actividades productivas.
“Enseñando” al indígena:
Bialet Masse se refirió a la “influencia poderosa” de la religión en los
indígenas, agregando también que “el indígena no tenía idea alguna de la vida
civilizada...” (Bialet Masse, 1904:94).
En el territorio argentino, el Colegio de
Misioneros Franciscanos de Salta, comenzó a actuar en el ámbito de la región
chaqueña desde el año 1856, fundando numerosas misiones (Tomasini, Juan, 1974).
Efectivamente, fueron muchas los centros religiosos que se establecieron en las
adyacencias del río Bermejo durante la segunda mitad del siglo XIX. Esta zona,
era considerada peligrosa y llamada al mismo tiempo por los religiosos el
“centro el salvajismo”.
Muchas de estas misiones fueron diezmadas,
ya sea por fuertes inundaciones (como la de marzo de 1875), por
terribles sequías, o por epidemias de viruela. Sin embargo y a pesar de los
inconvenientes, los misioneros, han sido probablemente los que tuvieron una
relación más directa con los aborígenes, a partir de la convivencia y un trato
cotidiano con los mismos.
Fray Benito Pistoia, refiriéndose a la
labor de los misioneros franciscanos decía lo siguiente:
“No dejaron rincón sin explorar, se
hicieron hermanos de los indios, viviendo su misma vida, en sus mismas chozas y
participaron íntegramente del lento andar hacia la civilización” (Pistoia, 1989: 77)
Los relatos de algunos misioneros franciscanos dejan entrever una preocupación
por el futuro de los indígenas, a la vez de un deseo, junto con el
esfuerzo de éstos mismos por hacer de las misiones centros prósperos con
actividades promisorias, fundamentalmente agrícolas.
“....Durante siete años los misioneros
siguieron trabajando en la misión Miraflores, creando ya una progresiva
transformación en la vida nómade, salvaje e indolente de los reducidos, y hacía
abrigar la esperanza de un halagüeño porvenir para el pequeño centro misionero”.
(Relato del Padre Ludovico
Venturini, fundador de la reducción San Miguel de Miraflores, en Pistoia,
1989:82)
Se observa también, en los relatos de los
mismos misioneros una preocupación, por la salida de los indígenas a
los ingenios y sus inmediatas consecuencias:
“Pero aquí también la presencia de los
contratistas para el trabajo en el ingenio Ledesma, echó a perder la gran obra.
A la vuelta de los indios, diezmados por la viruela, cuando comenzaba a
levantarse nuevamente la misión, ocurrió la tremenda sequía....con gran
mortandad de ganado ...”
(Pistoia, 1989:80)
El mismo Pistoia, refiriéndose a la Misión
de San Antonio decía lo siguiente:
“....Se construyeron una capilla y casas,
se ocupó a la gente en desmontes y sembradíos, mientras la labor espiritual
prometía frutos muy buenos. Pero también aquí el eterno problema de
la salida de los indios para los ingenios azucareros, con casi medio año fuera
de la misión y con el consiguiente relajamiento de las buenas costumbres
aprendidas all ... pues los indios aprendían los vicios de los cristianos unidos
a los propios, resultando así una realidad difícilmente corregible”
(Pistoia,
1989:80-81)
Sin embargo es evidente, y en algún sentido
contradictorio, el esfuerzo por cambiar al indígena, por “civilizarlo”. En la
misión, los religiosos les imponían actividades, ritmos de trabajo, horarios y
un asentamiento permanente que lo obligaba a abandonar las tradicionales
actividades productivas de la vida nómade. Todo esto convertía al indígena en un
elemento útil como fuerza de trabajo, específicamente en la producción azucarera
y los obrajes:
“Como de costumbre, desde el comienzo se
empeñó el misionero en suministrar a los indios semillas y herramientas de
labranza para sus sementeras, instruirlos en los trabajos y sobre todo en la
vida civil y moral cristiana. Dóciles a las enseñanzas, aunque rudos e
indolentes, hacían esperar un resultado satisfactorio ...
“La enseñanza cristiana se hizo más regular
y organizada, mientras los cultivos progresaban claramente. El hábito al
trabajo, la enseñanza de las artes mecánicas y la conciencia de lo que es
propiedad individual, eran resultados positivos” (Pistoia, 1989:79)
También la religión constituyó un elemento
fundamental en la transformación de los indígenas y obviamente el arma principal
de los misioneros. Sin embargo, la conversión al catolicismo fue muy resistida
por los indígenas. Sostiene Lagos (2000) que aceptar el catolicismo afectaba la
propia esencia del aborigen, obligándolo a abandonar su organización familiar,
sus ritos, sus fiestas, y su cosmovisión de la naturaleza y las cosas.
“Pero ello no basta para decir que se
realiza un programa de civilización a favor de los indios. Tan es así que tobas,
matacos y afines, después del trabajo del día, viven en sus ranchos inmundos, y
pasan su vida como en los tiempos más remotos de la conquista...... La educación
y la civilización del indio es un campo que requiere personal adecuado, medios
especiales y una vocación elevada para afrontarla y conducirla adelante con
provecho” (Tommasini,
Gabriel, 1937:153)
Sostiene también el mismo Pistoia que la
presencia del misionero en el Chaco hizo que muchos estancieros de Bolivia y de
las provincias argentinas de Santiago del Estero y Salta pudieran establecerse
sin inconvenientes en tierras ubicadas a lo largo del Bermejo. Esto podría
ser vinculado a lo manifestado por Lagos (2000) respecto a que los indígenas
reducidos, ya sea en las reducciones a cargo de los misioneros franciscanos como
las que estaban a cargo del Ministerio del Interior padecerían los intentos más
fuertes de integración, dejando de esta manera vía libre para el accionar de
otros grupos económicos necesitados de mano de obra.
San Ramón de la
Nueva Orán
Todo parece indicar que la región del Chaco durante siglos fue mirada con
cierto temor y desde alguna distancia. En sus bordes se asentaron numerosas
ciudades: Tarija y Santa Cruz de la Sierrra en la actual Bolivia; Jujuy, Salta y
Tucumán, al Oeste; Asunción (Paraguay) y Corrientes al Este; Santiago del Estero
y Rosario más al Sur. “Como un collar que rodea esta inmensa llanura de más de
un millón de kilómetros cuadrados” (Lagos, 2000:17), pero siempre de
lejos, sin penetrarla.
Los primeros ingresos a la región del Chaco se
realizaron entre los años 1700 y 1770, fundándose algunas reducciones en el
norte de Santiago del Estero y desplazando a los indígenas hacia el interior de
la región. En las últimas décadas del siglo XVIII, se realizaron otras
incursiones en la región del Chaco, dirigidas por gobernadores y religiosos
(Poderti, 1995) y orientadas a la fundación de ciudades y exploración de
fronteras interiores.
Pojasi (1994) sostiene que la entrada de las
columnas expedicionarias al Chaco se demoró tanto años debido en principio a
acontecimientos políticos de la nueva república, luego por la guerra con el
Paraguay y finalmente por la conquista de los Desiertos del Sur.
Probablemente a lo anterior habría que agregar la falta de interés o de
funcionalidad de la región, agregando que la misma comenzó a ser ocupada cuando
se hacían necesarios nuevos espacios y fuerza de trabajo.
La fundación de la localidad de San Ramón de la Nueva Orán, ubicada en el sector
más oriental de las Yungas, fue concretada a fines del siglo XVIII, aún en el
período colonial y casi un siglo antes de las principales campañas militares.
Orán, ubicada a unos 30 km. de la frontera con Bolivia y en las proximidades de
la margen izquierda del río Bermejo, prácticamente en la puerta de entrada a la
región del Chaco: ¿se funda en un momento en que desde distintos sectores
comenzaba a mirarse hacia esa zona, sus recursos naturales y su potencial fuerza
de trabajo? ¿Cuál fue la causa para fundar una ciudad en ese preciso lugar? En
breve repaso de las circunstancias de la fundación de Orán darán algunas
respuestas a estos interrogantes.
La Misión o Reducción de Zenta, (muy próxima a Orán) y el Fuerte de San
Andrés, estaban presentes en la zona desde 1779. La Misión, a cargo de los
misioneros franciscanos poesía plantaciones de cañaverales para una artesanal
elaboración de azúcar. Tenía además cultivos de cítricos, viñedos, frutales,
algodón y tabaco; contaba a su vez con grandes extensiones de pastizales con
ganado mayor.
Ramón García de León y Pizarro, en 1792, siendo encargado de la
Intendencia de Salta del Tucumán, realizó una gira con fines de inspección por
el valle de Zenta. En dicho recorrido visitó la Misión de Zenta, a partir de lo
cual decidió fundar una ciudad en dicho valle y repartir tierras a fin de que se
utilicen para cría de animales y cultivos.
María Mercedes Rubianes y Moure, esposa del Coronel Zegada, donó sus tierras
para la fundación de la Ciudad de Orán y la Misión de Zenta (Poderti,
1995). Así se convocó a diferentes pobladores y en 1794 se fundó San
Ramón de la Nueva Orán en el Valle de Zenta.
Dicha ciudad fue llamada por Pizarro Nueva Orán en homenaje a su lugar de
nacimiento, Orán del Africa (Luna, 2001)
“La distribución gratuita de grandes campos y solares destinados a faenas
agrícolo-ganaderas, privilegiaron la inmediata influencia de muchos colonos,
entre los que se cuenta el Sargento Mayor de las Milicias de Tarija, Inocencio
de Acosta, quien se estableció en Orán junto a otras 74 personas” (Poderti,
1995:50)
Los franciscanos fundan también una misión cerca de Orán, a la que llaman
Zaldúa, en honor a la esposa del fundador de la ciudad María Ana
Zaldúa.
Gerónimo de la Serna, ingeniero civil, integrante de la expedición del Ejército
Argentino al Chaco y realizador del levantamiento del primer plano de la ciudad
de Orán, manifestó lo siguiente:
"Ya a fines del siglo XVIII, Orán había conquistado
méritos excepcionales a la consideración del rey, a pesar del poco tiempo que
llevaba de fundada, considerándosele como uno de los establecimientos más
valiosos creados por la acción del progreso y civilización en que la provincia
de Salta estaba empeñada, en sus luchas incesantes contra los indios del Chaco y
la acción letal del desierto inconmensurable" (de la Serna, 1885).
Probablemente el comentario de Gerónimo de la Serna sea el más elocuente
respecto a los objetivos que se perseguía con la fundación de Orán. Poderti
(1995) señala también la necesidad de una “ciudad-fuerte” que protegiera las
actividades de los pobladores de la región.
No deja de
sorprender sin embargo la referencia al “desierto inconmensurable” en una zona
de selva pedemontana. Minvielle y Zusman (1995) sostienen que el uso de la
metáfora “desierto” permitió ejercer cierto tipo de dominación antes de
emprender su ocupación efectiva. Consideran las mismas autoras que igual
situación se dio en el caso norteamericano, en el cual la metáfora del
desierto se aplicó a un espacio ajeno a la llamada "civilización", la tierra del
indígena, hostil, en cuanto en ella se carecía de los medios para la
sobrevivencia a los cuales estaba acostumbrado el habitante del no-desierto.
Pero si se asocia el uso de este término con otro muy usado también en el
momento como el de “espacios vacíos”, se puede pensar que el uso de estas
metáforas formaban parte del proyecto que estimulaba el proceso ocupación de
tierras.
El proceso de ocupación de Orán y sus adyacencias continuó en los primeros
años del siglo XIX, cuando aún seguían adjudicándose tierras a quienes quisieran
establecerse para trabajar en chacras o estancias en la zona. La población de
Orán y sus alrededores en este momento estaba constituida por personas
provenientes de Iruya, Tarija, Bacoya, Puscaya, Salta y San Salvador de Jujuy,
entre otros lugares.
Hasta las últimas décadas del siglo XIX, desde Santiago del Estero, aún
permanecía una línea de quince fortines, que se extendía desde el río Salado
hasta las proximidades de San Ramón de la Nueva Orán (Pojasi; 1994) que ya
contaba en este momento con 1500 habitantes (en el año 1885; según Poderti,
1995). Sin embargo, un año más tarde una gran epidemia de cólera que se inició
en Salta hizo que muchos de sus habitantes se trasladaran hacia el valle de San
Andrés.
Los cambios que transita el país en la segunda mitad del siglo XIX, hacen que la
producción azucarera, presente en el Valle de San Francisco desde mucho tiempo
atrás, incremente paulatinamente su producción. Dicho aumento de la producción
hacía necesario también una mayor cantidad de mano de obra. Los aborígenes de la
región del Chaco constituyeron el grueso de la fuerza de trabajo en los ingenios
azucareros hasta la década de 1930, momento en el cual comienzan a ser
reemplazados por campesinos de la Puna y Valles
Altos.
En las últimas décadas del siglo XIX ya se había configurado un comercio
de mano de obra indígena para los ingenios saltojujeños. Al respecto Schleh
(1945), cita una carta escrita en 1895 por propietarios de ingenios de Salta y
Jujuy, dirigida a un oficial a cargo de los fuertes de la frontera chaqueña. En
la misma, los propietarios de los ingenios hacen referencia a las actividades de
los colonos del Departamento de Rivadavia (provincia de Salta), quienes
inducidos por ciertas autoridades provinciales, habían desarrollado un comercio
del trabajo indígena, reclutando Matacos en el Chaco y transportándolos hasta
las zonas de plantación, donde les cobraban a los propietarios de los ingenios
una cierta suma por cada indígena que les entregaban (Schleh, 1945).
Los indígenas, partían hacia la zafra a mediados de marzo (la zafra comienza en
el mes de mayo).
Estos iban trasladados por los contratistas que también llevaban ganado en pié
para alimentarlos durante el viaje. Hasta el momento en que se finaliza la
construcción del ferrocarril que une las localidades de Formosa con Embarcación
(1930) los indígenas debían recorrer a pie los varios cientos de kilómetros, que
los separaban de los ingenios (En Greco, 2001).
Podría afirmarse entonces que, entre fines del siglo XIX y principios del XX,
las campañas militares, las misiones religiosas, la explotación forestal, la
producción azucarera, junto al trazado de las vías férreas, transformaron
intensamente la región del Chaco
y sus adyacencias.
San Martín
del Tabacal
Las empresas militares llevadas a cabo por el General Benjamín Victorica y el
Teniente Coronel Enrique Rostagno, entre los años 1884 y 1911, terminaron con la
resistencia indígena, concluyendo la Campaña del Chaco. A fines de ese período,
precisamente en 1909, se construye el ferrocarril a Bolivia y comienza en la
zona de explotación petrolera.
Estos cambios dan lugar al asentamiento de importantes grupos de inmigrantes:
siriolibaneses, españoles, griegos e italianos.
En el año 1908, los hermanos Robustiano y Juan Patrón Costas decidieron adquirir
tierras en Orán, zona que por sus ríos con abundante caudal, consideraban apta
para el emprendimiento que deseaban realizar. La adquisición de las fincas San
Martín y Tabacal
se hizo a: Mercedes Cornejo de Leguizamón, Miguel Colque, Julio Carlsen y a los
herederos de Don Dámaso Uriburu (Luna1999:30).
Poco después de la llegada del ferrocarril a Orán, en 1915, los nuevos dueños de
la finca comenzaron a concretar su proyecto, dando lugar a la tarea de desmonte.
Luna (1999), sostiene que más de 1800 obreros fueron destinados a la eliminación
de la selva para poder iniciar las plantaciones, empresa que no estuvo exenta de
levantamientos indígenas. Finalmente, en julio de 1920 se realizó la
primera cosecha.
Como
consecuencia de la Primera Guerra Mundial y la consecuente destrucción de las
usinas de remolacha azucarera, la producción azucarera encontró nuevos mercados
y un incremento en el precio de venta, todo lo cual favoreció la joven industria
azucarera argentina.
La presencia del ingenio San Martín del Tabacal tuvo importantes efectos
socioespaciales. El mismo (fábrica y plantación) llegó a extenderse desde el río
Colorado hasta la localidad de Orán. A su vez Orán, junto con Pichanal y
Embarcación, fueron localidades que brindaron diversos servicios al ingenio, el
cual llegó a tener varios miles de trabajadores en su interior durante la época
de zafra (Greco, 2001).
Con mucha
semejanza a los ingenios del nordeste brasilero y de Cuba, por mencionar
solamente dos casos, el San Martín del Tabacal organizó el espacio en su
interior. Las plantaciones de caña fueron divididas en lotes, había distintas
viviendas para los distintos tipos de trabajadores; había almacenes, iglesia,
escuela, hospital
y también policía y moneda propia (sí se entiende por ésta última los vales que
solo podían cambiarse en los almacenes del mismo ingenio).
En relación con las escuelas, su rol sería fundamental. Por intermedio de éstas
los niños indígenas aprenderían el idioma, el respeto por los símbolos
patrios e incorporarían los “valores de la civilización”. Sin embargo
Lagos (2000) manifiesta que las escuelas instaladas en torno a los
establecimientos industriales debían competir con los empresarios que
necesitaban a los niños para el trabajo.
Los indígenas que trabajaban en el ingenio
en los comienzos no hablaban español, eran necesarios en consecuencia los
"lenguaraces" que hacían de traductores.
Paulatinamente los indígenas fueron aprendiendo el español. En el ingenio se
realizaban además periódicamente actividades religiosas, muchas de estas eran
exclusivamente para los dueños del ingenio, sus familias y el personal
administrativo
no obstante algunas celebraciones religiosas se hacían en los mismos lotes donde
debían participar los indígenas (Gallo Mendoza, 1999). Téngase en cuenta
que Robustiano Patrón Costas tenía fuertes creencias religiosas (Swneey y
Benavides, 1997).
El ingenio San Martín del Tabacal, organizó un espacio determinado. Hacia el
exterior, el ingenio tenía una importante presencia en las distintas ciudades
que se encontraban próximas, cuyos habitantes utilizaban algunos servicios del
mismo, como el almacén y el hospital. Al mismo tiempo activó el comercio a
partir de los comerciantes de estas localidades,
quienes instalaban sus tiendas los días de pago a lo largo de la puerta del
ingenio vendiéndole diversos artículos a los trabajadores (muchas veces
engañándolos).
En el Tabacal
trabajaron familias enteras, a partir de lo cual los padres fueron transmitiendo
y enseñando el trabajo del surco a sus hijos. El ingenio en su vida y
actividades cotidianas fue "inculcando" a sus trabajadores diversos elementos
vinculados al Estado Nación (idioma, religión, uso de moneda circulante,
símbolos patrios) Podría afirmarse que el San Martín del Tabacal fue imponiendo
a sus trabajadores un determinado modelo de "ciudadanización" (Greco,
2001).
Comentarios finales:
Se ha
hecho referencia a que el afianzamiento de un Estado Nación necesita de
determinados mecanismos: un control y organización espacial y social
en función de la estructura económica y productiva, un idioma
uniforme, una religión, sentimientos y lazos de pertenencia e identidad
nacional.
Se ha visto que en la consolidación del Estado Nacional argentino en el norte
del país, fueron participes diversas instituciones. Una de ellas ha sido la
Orden Franciscana, asentada en el territorio desde mediados del siglo XIX. Dicha
Orden, por intermedio de las distintas misiones crearon un determinado patrón de
asentamiento. Las misiones tenían viviendas, escuelas, iglesias y campos de
cultivos, con lo cual imponían en los indígenas un determinado modelo espacial
diferente del seminómade que éstos poseían. De esta manera los indígenas, al
estar asentados y concentrados eran transformados en “presa fácil” de los
contratistas de ingenios y obrajes.
Sostiene Hirsch que “Las zonas de fronteras son espacios donde el Estado y
sus instituciones intentan imponer su control político e ideológico....”(Hirsch,
1999:2)
A lo expresado por Hirsch, se podría agregar que el Estado intenta imponer un
control político e ideológico en todo el territorio sobre el cual mantiene su
dominación, pero más aún en las zonas de frontera; tal vez temiendo que en
dichas zonas pueda existir algún efecto contagio proveniente del Estado
vecino.
La localidad de
Orán, las misiones religiosas próximas a ella y el ingenio San Martín del
Tabacal, ubicados en una zona próxima a la frontera argentino-boliviana,
han tenido un rol funcional a la necesidad de control territorial y poblacional
del Estado Nación en esa zona.
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refieren al trabajo indígena en los ingenios saltojujeños.
7 Los geólogos Luis
Brackebush y Rodolfo Zuber en la década de 1880 habían señalado la existencia de
una importante formación petrolífera en la zona del Chaco
En los primeros años del ingenio a la escuela no asistían los hijos de los
indígenas.
Si bien pertenecían a diferentes étnias solían recibir todos el nombre de
"Chaguancos"
Algunos
indígenas tenían conocimiento del inglés debido probablemente a su contacto con
Anglicanos.
Principalmente las misas semanales
La
mayor parte de éstos de origen sirio-libanés (Gallo Mendoza, 1999)
Téngase en
cuenta que en tiempos de zafra en el ingenio había alrededor de 15.000
trabajadores.
Orán se
encuentra aproximadamente a 30 km. de la frontera y el ingenio a unos 45 km. de
la misma
Ponencia presentada en el Cuarto Encuentro Internacional
Humboldt. Puerto Iguazú, Argentina. Setiembre de
2002.