LA MINERÍA PESQUERA
¿ARGENTINA?
José María Cóccaro*-
Joël Le Bail**-
Oscar Gómez-
Analía Boetto***
*Universidad Nacional de La
Plata, Río Cuarto y Mar del Plata
**Universidad de Bretaña
Occidental(Francia)
***Universidad Nacional de
Río Cuarto
¿La tenemos
significada?
Si a un ciudadano desprevenido de un lugar de la Argentina se le
propone que confeccione una lista de las principales exportaciones de la
Argentina, hoy, estamos casi seguro que, muy excepcionalmente, aparecerán
enumeradas el turismo y la pesca.
Es más, si formulamos la misma pregunta en otros ámbitos: familiar, escolar,
administración pública, ¿universidad?, ¿en qué grado de jerarquía ubicarían
estas actividades?. Es que no son percibidas como actividades que forman parte
del “curriculum” argentino como “espacios curriculares” esenciales y típicos de
la Argentina. Estas actividades tienen un punto central en común: ritmos de
estacionalidad. En un caso impuesto por la temporada turística, en el otro por
el comportamiento de las especies con todo lo que ello implica como
condicionamiento de los ritmos socio- económicos subordinados: disponibilidades
variadas de ofertas, ritmos de empleo de mano de obra, inversiones de
reacondicionamiento de infraestructura, concentración de ingresos,
funcionamiento de servicios conexos. Quizás en el imaginario colectivo esté
presente una dimensión que vincula ambas actividades: la costa y el mar; aunque
esta vía de acercamiento es más producto del interés turístico que de la
concientización del mar como espacio productivo y producido. Así, en los hechos,
un puerto de pesca artesanal puede integrar un eslabón de algún circuito
turístico, especialmente en el contexto construido de la tendencia de valorizar
lo típico, tradicional y lo autóctono; hecho que tiene mucho más de espectáculo
que de conocer realmente la historia y la situación social de sus
actores.
Cuesta realmente internalizar en el pensamiento colectivo el
sentido de pertenencia al territorio. Es más, muchas de nuestras pautas de
conducta, inducidas por el modelo construido, parecen manifestarse como producto
de vivir en un país alquilado, donde el relacionamiento de pertenencia
parece darse en ese plano, con todo
lo que ello implica, especialmente en los espacios urbanos que concentran la
historia de la organización del espacio argentino. Ni que hablar cuando se trata de
internalizar en ese pensamiento colectivo la pertenencia del espacio marítimo
como productor y producido. Es cierto que la realidad es y parece y nosotros
somos y parecemos en función a cómo hemos aprendido a verla o a vernos. De allí
la histórica no integración a la economía nacional, ni a la sociedad argentina
del espacio marítimo en cuanto a su valorización significativa. Pero no
debemos dejar de señalar que ha
existido una valorización del espacio marítimo como zona de circulación desde el
poder multidimensional y multiescalar, que ha sido decisiva en el proceso de
organización del espacio argentino, entendido éste, como expresión de los
diferentes momentos de la inserción argentina en el mundo en diversos contextos
y con diferentes relaciones de fuerzas. Hoy el poder, con una nueva estructura o
una estructura resignificada, hace en el mar sus buenos negocios, sin estar
internalizada esta realidad en la
sociedad, salvo en los sectores afectados.
¿Qué nos dicen los números de la pesca?
Los números parecen decir que hemos pasado de ser un país con
pesca a ser un país pesquero.
Con fluctuaciones, que obedecen a varias razones, las capturas
declaradas por la flota nacional crecieron
significativamente en los últimos 30 años, especialmente en esta última
década(Ciocco, 1998). Las 200.000 toneladas/año de la segunda mitad de los años
sesenta se sextuplicaron en 1997 alcanzando 1.340.000 toneladas desembarcadas de
las cuales se exportaron 671.672,2 toneladas que representaron 1.014 millones de
dólares. A nivel de capturas mundiales la Argentina pasó en 6 años del puesto 33
(1989: 475.529 toneladas) al 22 (1995: 1.148.761 tn) (Gráficos: 1 y 2). El año
1997 fue el pico máximo alcanzado en la última década. Los años 1998-99 muestran
los síntomas, en el total de las capturas, del esfuerzo y presión sobre la
merluza común.
En los últimos años se han “producido” mundialmente algo más de 100
millones de toneladas de productos acuáticos- marinos y de agua dulce-
provenientes tanto de la pesca como de los cultivos. Pero hablar de este
resultado como “producción” enmascara
una realidad que se reproduce y multiplica en diferentes escenarios del
océano mundial: la pesca ha pasado,
en el proceso de producción del espacio marítimo, de ser una actividad de
recolección a ser una actividad de extracción “minera” potenciando, a través del
perfeccionamiento y selectividad de las técnicas de extracción, la vocación
paleolítica que le quiere desarrollar el poder con las consecuencias que sufren unos y se benefician
otros.
Así sólo el 14% de lo “producido” es realmente producido mediante
el cultivo de organismos marinos y de agua dulce que representa un volumen de 25
millones de toneladas. ( Scelzo, 1997)
¿Pero qué implica ser un país pesquero?
¿Cuál debe ser el papel económico, social y espacial de la pesca
desde una perspectiva situada? El crecimiento de la producción pesquera puede
generar divisas con la exportación; el consiguiente desarrollo de la flota
requiere compras al sector industrial, a los astilleros y a las fábricas de
artes de pesca, así como promueve la expansión del sector de la construcción
portuaria; la transformación de la producción implica el desarrollo de la
industria agro-alimentaria, del comercio, de las comunicaciones y de los
servicios. El mejoramiento de la población marítima se traduce en consumo e
inversión. Asimismo, el desarrollo de la pesca representa la creación de empleo
y el mejoramiento de la alimentación.
La pesca produce un espacio que tiene una singularidad: su
extraordinaria especificidad y originalidad que le confiere ser un espacio
diferenciado producto de las peculiaridades que imprime el contacto de dominios
diferentes, involucrando las
franjas contiguas de tierra y agua
Creemos que debe ser visto como continente y contenido de una realidad relacional, definido por
el espacio relacional como categoría de análisis, que nos permita la
reproducción de la estructura que asegure su explicación. Es resultado de un proceso histórico de
producción y contribuye a producir, reproducir y transformar los modos de
producción. No es un espacio neutro Se diferencian en él zonas de pesca
(costera, de altura y oceánica) de acuerdo a la localización de las pesquerías,
su distribución estacional, el alcance de la flota y la distancia a que se
encuentran de los puertos de operaciones así como los tipos de embarcaciones y
artes de pesca requeridas para las capturas. Se delimitan zonas jurídicas (mar
territorial, zona económica exclusiva) que expresan el proceso de apropiación
nacional de los bordes oceánicos y de sus recursos y diferentes delimitaciones.
El tipo de pesca que se realiza en la zona más cercana es la pesca artesanal. La
más distante es la pesca industrial. Este espacio de producción puede
representar también un espacio de conflictos entre la pesca artesanal y la pesca
industrial, la pesca nacional y la pesca extranjera.(Le Bail, 1996)
Además, los puertos son espacios de trabajo y de vida donde se
pueden analizar los flujos de productos, bienes, servicios y mano de obra. El puerto artesanal tiene
un poder de organización más reducido que el puerto de pesca industrial, pero
contribuye al desarrollo de la zona costera.
El espacio pesquero se presenta así como una combinación de
subespacios en su producción:
-
un sub - espacio pesquero generado por un
pequeño puerto que se integra a un espacio regional.
-
un sub - espacio pesquero generado por un
puerto de pesca industrial que se integra a un espacio regional, nacional e
internacional.
La evolución de esta coexistencia puede plantear diferentes tipos
de combinación: el crecimiento de un puerto de pesca industrial puede provocar
la desaparición de la pesca artesanal o, al contrario, puede dinamizar, los
pequeños puertos.
Este espacio producido
tiene una dinámica temporal que puede resultar de los cambios por la evolución y
diferenciación de procesos que llamamos naturales (migraciones de peces,
modificaciones climáticas- oceanográficas, por ejemplo) o por procesos de
diferenciación y comportamiento socio- económicos(evolución de los precios
nacionales e internacionales, del consumo, impactos del esfuerzo de pesca o
sobrepesca)
Esta aproximación o
reflexión teórico- conceptual pretende mostrar las ventajas de esta actividad y
sus limitantes y condicionantes supuestos que, enmarcados en el análisis del
contexto de la realidad relacional argentina, revela que el impacto económico,
social y espacial fluctúa según las estrategias desarrolladas. Desde esta
perspectiva, el espacio pesquero “argentino” es parte del espacio producido,
definido y construido desde el poder multidimensional y multiescalar: con
agentes sociales decisivos que han actuado y actúan desde diferentes instancias:
gubernamentales, privadas, transnacionales y técnico -
científicas.
En pesca: ¿el hoy es el
futuro del ayer? Etapas en la historia reciente.
No se puede entender el manejo de los recursos y el uso del espacio
en países como la Argentina separado del acontecer mundial, cuando muchos de sus
rasgos específicos han obedecido a formas particulares en que la Argentina se ha
integrado o insertado en el mundo a través del tiempo, con relaciones de fuerza
diferentes y teniendo como resultado desarrollos regionales y beneficios
diferentes. (Villar et al., 1996) “El análisis histórico de las variaciones que
tuvieron que tuvieron lugar en el sistema internacional, en el comportamiento de
los mecanismos internos de acondicionamiento y respuesta a las decisiones
generadas desde afuera permitirá observar los cambios en las formas espaciales
de los sistemas nacionales” y el comportamiento activo o marginal de sus
diferentes unidades espaciales. (Rofman,Romero,1974:58).La actividad pesquera no
ha sido la excepción.
En un intento de caracterización de la evolución del contexto y de
sus variables, con la identificación
de sus respectivas causas, podemos reconocer etapas en el proceso de
“producción” del espacio pesquero ¿argentino? en los últimos 30 años, secuencia
en que las capturas declaradas crecieron significativamente La necesidad de empirizar efectivamente el
espacio y el tiempo a través de una periodización permite definir o redefinir las cosas que se nos
presentan como representándose a sí mismas. Porque las cosas, las personas y
las relaciones son resultado de un proceso histórico (Santos, 1996), perspectiva
que no ha sido internalizada en las dimensiones de análisis y elaboración de
estrategias de solución, no sólo en el tratamiento de la problemática planteada
sino en otras que se multiplican porque forman parte de un modelo.
La pesca en la etapa de
la génesis de la deuda externa
Hasta principios de la década del 60 la pesca marítima se
desarrollaba exclusivamente orientada al consumo interno y sostenida por
especies destinadas a satisfacer las exigencias de la
industria conservera, de la salazón y el consumo en fresco, con el puerto Mar
del Plata como centro de operaciones. El producto era capturado por la flota
costera compuesta por unidades cuyo alcance oscilaba entre 8 y 100 millas y con
una autonomía alternativa, según las características de la embarcación, entre 16
y 36 horas. Al incorporarse la flota de altura integrada por barcos
convencionales(trawlers o arrastreros) y congeladores, permitió una mayor
inserción en el mercado de oferta interna proporcionando materia prima para el
consumo en fresco y para la
industria del congelado. Con el correr de la década del 60 se advierte cómo la pesca de altura supera a la
costera, situación relacionada con
el cambio de destino de la
producción hacia el mercado
exterior, y que se reafirma en la
década del 70 al acordarse la constitución de empresas conjuntas- argentinas y
extranjeras- orientadas a la producción de productos congelados.
El aumento de estas
exportaciones no tradicionales y su colocación en el mercado, limitado hasta
entonces para las posibilidades argentinas, obedeció a relaciones de fuerzas de
un contexto global emergente en dos instancias: en el plano pesquero propiamente
dicho y en el monetario- financiero.
En el plano de la
actividad pesquera las capturas en el ámbito
mundial habían aumentado desde el final de la segunda guerra mundial hasta los
primeros años de la década del 70,
en los que se alcanzó casi 60 millones de toneladas, triplicando la
extracción. En ese lapso se diferencian dos ritmos diferentes de aceleración:
hasta 1958 con un crecimiento medio anual de alrededor de 1,5 millones de toneladas y
entre 1958 y 1970 de casi 3 millones de toneladas.
La rápida expansión en este período es producto de la convergencia
de factores múltiples:
* el desarrollo de las técnicas que permitió, por un lado, la posibilidad de equipar a las unidades
pesqueras con los elementos más eficaces para satisfacer las exigencias de su
doble función de medio de transporte y de extracción y por el otro el
mejoramiento de la infraestructura para la conservación del producto;
* la ampliación del mercado de subproductos que facilitó y estimuló
el paso del pescado alimento al pescado industrial: la producción de harina,
aceite y alimentos balanceados con
el boom espectacular de Perú entre 1956 y 1970,
* la conversión del océano mundial en escenario de
pesca.
A partir de 1970 la expansión pesquera se desacelera,
estabilizándose,con avances y retrocesos, que responden a límites y dificultades
en la explotación:
*aparecen varias “pesquerías” con síntomas de notable disminución
de rendimiento por “sobrepesca” y agotamiento no sólo las tradicionales, como
las del Atlántico NO(arenque) y Mar
del Norte, sino también las más recientes para la época, como la peruana, en la
que cíclicamente aparecen también alternancias del Ñiño con el
“upwelling”
* se manifiesta la “apropiación” nacional de los bordes oceánicos
como reivindicación de los países ribereños que se multiplicó unilateralmente
ante el vacío jurídico imperante y que llevó a la reducción de las capturas por
parte de las potencias pesqueras en las aguas más productivas.
A partir de 1976 casi todos los estados ribereños aplicaron las 200
millas cómo límite pesquero encargándose de explotar las disponibilidades o concediendo licencias de pesca a
terceros(Carré, 1988). Las Conferencias del Mar convocadas por Naciones Unidas
en 1958 y 1960 constituyeron el marco para ir concensuando estas
reivindicaciones que se expresarán en el Acta Final de la Convención de las
Naciones Unidas sobre Derecho del Mar de 1972/82.
Estas condiciones
fueron limitando las zonas de operabilidad de las grandes flotas
pesqueras mundiales y reduciendo, consecuentemente, su oferta en el mercado
exterior, ya disminuida, además, porque sus pesquerías tradicionales se hallaban
en el límite de la sobrecaptura. Esto motivó el traslado del centro de gravedad
de la actividad pesquera hacia las “pesquerías” subutilizadas y el consiguiente
ingreso, en el mercado, de países como la Argentina.
Así, entre 1971 y 1979 el incremento de las capturas se vio
estimulado por la demanda internacional de productos pesqueros argentinos,
especialmente los congelados. El incremento anual acumulativo fue en ese período
del 133 %, aunque, como se observa en el gráfico 1, sufrió una interrupción en
el lapso 1974-1975 que refleja la retracción de la demanda internacional
vinculada con la crisis del petróleo.
Las empresas realizaron elevadas e importantes inversiones para
responder a la expansión del período que requería: incorporación de unidades
pesqueras, reequipamiento de las plantas de elaboración y adecuación de la
cadena de frío, tomando créditos a precio dólar y bajo costo. Y aquí converge el contexto de la actividad
pesquera con el contexto monetario- financiero.
Desde fines del decenio de los sesenta se fueron produciendo
transformaciones en el funcionamiento del régimen monetario y de la
intermediación financiera internacionales. El régimen de Bretton Wood, que se
mantuvo agónicamente hasta los primeros años de la década del 70, fue
reemplazado por otro en que la liquidez pasó a ser generada y distribuida a
través de la banca internacional, operando desde mercados financieros, muy poco
controlados por autoridades monetarias oficiales. Este mecanismo, que generó la
crisis de la deuda de los 80 de los distintos países, en especial de América
Latina, adoptó una gran diversidad de formas en cuanto al modo de utilización de
estos recursos externos: ampliar la
capacidad productiva, aumentar el consumo, acumular reservas oficiales,
financiar políticas de apertura financiera.
Así, de crédito
escaso, público, “atado” a proyectos o programas de inversión, con tasas de
interés fijas, más inversiones externas de riesgo, se pasó rápidamente a crédito
abundante, privado, prácticamente incondicional, de corto plazo (renovable), con
tasas de interés variable”(Hopenhayn, 1989:88).
El destino que se le dió
a los recursos financieros así obtenidos, durante la segunda mitad de los
años 70, incidió en el
comportamiento y evolución posterior
de las actividades económicas que acumularon deudas en esta época, entre
ellas la pesca.
Las capturas muestran un drástico descenso a inicios de la década del 80(Gráfico 1):
Estados Unidos modifica su política monetaria interna produciendo una fuerte
contracción de la liquidez y un aumento del costo del dinero internacional; los
bancos dejan de prestar; reaparece
el crédito de fuentes oficiales con montos inferiores a los intereses “a pagar”
por las deudas contraídas por los países con la banca privada internacional
siempre que sean destinados al pago de intereses y para aplicar políticas de
ajuste.
La actividad pesquera atraviesa por una situación crítica
signada:
-
por una política cambiaría, que afectó
negativamente a una industria que dependía en gran medida de las exportaciones
(la paridad dólar-peso se incrementó en breve lapso en un 28 por ciento %);
-
por el alto costo del crédito bancario que afectó negativamente a las empresas
que habían realizado inversiones; por el elevado costo de los insumos y de la
mano de obra- encarecida por la fuerte demanda operada entre 1976 y 1979 y
-
por la inextensibilidad del mercado de consumo
interno para absorber los excedentes. (Cóccaro,1983).
A inicios de la década del 80 la situación estaba
caracterizada:
-
por la presencia de una flota pesquera, con
edad promedio de 16 años, superando apenas el límite de eficiencia del servicio,
con la consiguiente elevación de los costos operativos;
-
con especies cercanas a los niveles de máxima
captura posible como la merluza común, el calamar, langostino, pescadilla y
corvina que anticipaban el rumbo
del hoy;
-
por la expansión de la pesquería de Uruguay
desde la firma del tratado del Río de La Plata y su frente marítimo en 1974 como
la consecuente competencia en los mismos mercados a precios subsidiados y la
presión sobre la merluza que, en 1987, sumó 416.000 toneladas sobre una captura
máxima sostenible estimada en 353.000 toneladas en la Zona Común. La situación
ya planteaba la necesidad de reducir el esfuerzo pesquero para preservar
fundamentalmente a los juveniles (Bertolotti, 1985 y Lerena,1989).
En este
contexto las consecuencias de la guerra de Malvinas incorporan una dimensión de análisis conflictiva
al cuadro del espacio pesquero, con la presencia de grandes flotas en la zona de
exclusión impuesta unilateralmente por el gobierno de las islas, ejerciendo
presión sobre las disponibilidades y que, a su vez incursionaban sobre la ZEE
Argentina, compitiendo en nuestros mercados con compradores tradicionales.
Malvinas y la etapa de
los acuerdos pesqueros
A la disputa por las islas se la interpreta como un simple hecho
bélico, más que como una enajenación histórica de recursos(Olivier, 1990). Pero
la presencia de buques extranjeros
pescando en la ZEE, a través de permisos de pesca, ya estaba enmarcada
legalmente desde 1966 en artículos de las leyes 17.094/66; 17.5000/67;
20.136/73; en decretos y disposiciones de 1970/72/73; en el Tratado del Río de
la Plata y en las leyes 20.489 y 21.514, el decreto 4.915/73 y la resolución
204/87 y las leyes 23.493/86 y 23.494/86.
Cuando se inicia la actividad de buques extranjeros en 1966/67,
especialmente soviéticos, el esfuerzo de pesca se centro en especie demersales
costeras con destino principalmente a la industria de reducción(harinas y
aceites) sometiendo a la castañeta a una fuerte sobreexplotación. Esta fue una
de las primeras especies que sufrió el efecto cascada de los ciclos de
sobrecaptura en el mar argentino; luego le seguirían, la merluza, el langostino, el calamar y
la merluza negra en distintos momentos y contextos.
Pero la presencia de buques extranjeros en las pesquerías
argentinas, ejerciendo presión sobre diferentes “recursos” se institucionaliza
en 1986 a través de los Acuerdos Marco firmados con la Unión Soviética y
Bulgaria. Los argumentos manejados por la Cancillería Argentina se sostenían en
el contexto de la situación generada por la guerra de Malvinas y el
establecimiento de la Zona de Exclusión por el gobierno inglés; en el
reconocimiento por parte de terceros de la reafirmación de la soberanía en el
área adyacente a las islas; en la promoción y reactivación de la actividad
pesquera y en el incremento de las fuentes de trabajo (Lerena, 1989).
El esfuerzo de las capturas de las flotas rusa y búlgara se
concentró en especie demersales, especialmente la polaca, con una fuerte presión
sobre la misma, sin aportar un impacto significativo de ocupación de mano de
obra argentina, en particular, debido a una reducida participación en el
personal embarcado y a la inexistencia de generación de procesamiento en tierra
de la materia prima capturada. Cabe mencionar solamente algunos acuerdos puntuales que
pudieron beneficiar a un reducido número de empresas argentinas asociadas, a las
que estaban obligadas a comprar un 30 % de sus necesidades de materias primas.
Por licencias otorgadas la Argentina obtenía un canon del 3% de la
producción.
Los acuerdos marco con
la ex Unión Soviética y Bulgaria señalan el ingreso, institucionalizado en
materia pesquera, de la Argentina en el contexto construido de la globalización
desde el poder multidimensional y multiescalar.
Este ingreso se expresa
también en un cambio en la configuración del espacio pesquero argentino,
que ya se había comenzado a delinear a fines de la
década del 70, al acordarse la constitución de empresas conjuntas- argentinas y
extranjeras- orientadas a la producción de productos congelados. Los
establecimientos tienden a
instalarse en la zona patagónica al amparo de un marco de disposiciones y
franquicias otorgadas por leyes y decretos (decreto 2529/77, ley 21.608 de
promoción industrial; ley 21.382 de inversiones extranjeras, que permitía la formación de sociedades
mixtas y poner en operación su flotas de largo alcance; ley 21.514 de concurso
internacional para adjudicar la explotación de recursos pesqueros al sur del
paralelo 40 S, reembolsos créditos y avales del banco Nacional de desarrollo
para inversión y refinanciación de pasivos y créditos del banco de la Nación
Argentina para evolución). (Bertolotti,1985)
En este proceso de
producción del espacio emergen los puertos
patagónicos -en especial Deseado,
Pto. Madryn y Ushuaia- como
polos de estructuración en cuanto
a: zonas de alcance de las
capturas, centralización de las plantas de fileteado y congelado y puertos de
expedición de rubros de exportación. Los mayores exportadores se radican en el
sur y son empresas vinculadas con los grandes grupos económicos y asociadas
(joint-ventures mediante) a firmas extranacionales. Hoy sobreviven de esta etapa
Alpesca y Harengus, entre otras.
Mar del Plata, a su vez,
asume el papel de concentrar las áreas de captura tradicional y el sector
industrial de conservas y salado y procesamiento y fileteado para el mercado
interno.
La etapa de la historia
reciente de la minería pesquera argentina.
Los acuerdos con la
Comunidad Europea
La historia reciente tiene un disparador en los Acuerdos con la
Comunidad Económica Europea.
En marzo de 1993
estaban conformadas y en actividad trece empresas mixtas de capitales españoles
y argentinos que habían exportado en 1992 por valor 162 millones de dólares equivalentes a una participación del
28,9 % del total de las exportaciones pesqueras argentinas. Estas empresas eran
propietarias de 55 buques factorías de los 160 que contaba la flota argentina y
constituían un contexto favorable para la firma de un convenio que
“beneficiaría” al estado argentino con un préstamo no retornable de 32 millones
de dólares destinados a desarrollar el programa de investigación científica. El
acuerdo con la Comunidad Europea firmado el 30 de noviembre de 1992 en Buenos
Aires comprometió anualmente
250.000 toneladas por cinco años(1993-1997), más un 10% autorizado de
sobrepesca, de las cuales correspondían 120.000Tn de merluza hubsi y 30.000 Tn
de calamar Ilex, dos especies con signos de sobreexplotación en el momento de
aprobarse el tratado De ese total una tercera parte podría capturarse con buques
de bandera comunitaria, en el marco de las asociaciones temporales,
estableciéndose cupos totales anuales de las distintas especies, pasibles de
modificarse de un año para el otro. (Espoz Espoz, 1994).Podían reemplazar, así
lo exigía el convenio, buques
argentinos por europeos tecnológicamente más modernos, pero con igual capacidad
de captura. Desde 1991 seguía la
prohibición de otorgamiento de nuevos permisos para pesca de la merluza, pero se
podía transferir los vigentes siempre que los buques no estuvieran inactivos o
pertenecieran a empresas en quiebra y el empresario que cediera el permiso no
estaba habilitado para
pescar.
¿Qué vendría como “contrapartida” a los 32 millones de dólares?
Buques inactivos que pasarían a las empresas conjuntas como inversión
de capital buscando como respuesta acceder a los recursos pesqueros argentinos
incrementando sus capturas. En
realidad, existía un gran lucro
cesante de buques financiados por
bancos alemanes y españoles. Y había que ponerlos a trabajar. Se habían agotado
los caladeros africanos y se trasladaron a estas aguas. Eran unidades
extractivas con parámetros no comparables para transferir esfuerzos.
Precisamente, una de las causas determinantes en la producción de la situación
de sobrepesca hoy, ha sido, desde el punto de vista biológico pesquero, la
configuración de las flotas que se usaron. Se utilizaron buques de mucho poder
de pesca para trabajar sobre recursos que no estaban en condiciones de soportar
semejante esfuerzo. Si hasta se llegó a afirmar desde la Secretaría de
Agricultura Ganadería y Pesca: ”no haber estudiado mejor la potencia de los
buques que vieron y los permisos otorgados” (Clarín, 1997) al referirse en su
momento a los efectos de sobrepesca
por la situación creada en el marco de los acuerdos con la Comunidad Económica
Europea. ¡Inconcebible! El convenio aceleró la sobrepesca de casi todos los
stocks; especialmente de la merluza hubbsi. En 1998 se denunció el Acuerdo y
dejó de regir en 1999. Y pensar que el Convenio fue anunciado oficialmente como
una de las victorias más resonantes de la Argentina en los últimos
años.
Las
razones de la crisis: articulación del contexto exterior con el
interior
En este marco: ¿qué lectura podemos hacer de esta
situación? Es la decisión de política económica de poner a un sector de la
economía al servicio de la deuda externa
y del nuevo proceso de acumulación del capital por ser una actividad de rápida
respuesta. Fiel a los principios de una economía paleolítica de recolección:
tirar y sacar, permitió superar los 1.000 millones de dólares en valor de
exportaciones y llegar a convertir, a la actividad de recolección, en actividad
minera con las consecuencias que “sufren” unos y se benefician otros. Y todo
esto es legalizado e institucionalizado en el marco de acuerdo con terceros.
Las flotas pesqueras de la Unión Europea
“subvencionadas” trasladaron el problema de la “sobrepesca” de Europa al “mar
¿argentino?” Inconscientemente lo contribuyentes de la Comunidad aportaron 150
millones de dólares en los últimos
cinco años de la década del 90 que fueron vehiculizados “conscientemente” para
trasladar hacia el sur la flota., convirtiéndose en co-responsables del colapso
de la merluza en aguas argentinas. El objetivo de la Unión Europea se enmarcaba
en la “doble presión” de caladeros
regionales comprometidos y la presencia y acción de las ONGs. A todo esto
dejamos “flotando” si los intereses de las ONG son planetarios o
regionales.
El
contexto interior: el descontrol y la permisividad.
El decreto 2265 autorizó la transferencia de permisos, decisión que
acentuó la “desprotección” de la
pesquería argentina permitiendo la
venta de “licencias de trabajo”. Gran parte del subsidio de la UE circuló en las
operaciones para asociarse a los argentinos. Estas condiciones crearon un
“mercado de permisos” con un “plafond legalista” que profundizaron la
sobrepesca: barcos activos que vendían sus permisos y conseguían otros de remates de empresas en quiebra; la habilitación
de permisos de empresas en quiebra; duplicación ilegal de permisos; venta de
permisos caducos, o de barcos inactivos, etc.
A la “sobreabundancia” de transferencia de permisos de pesca se le sumó la existencia de controles ineficientes,
aún en un contexto de reducción crónica de recursos, por parte del estado
nacional: durante 1999 se produjo
el desmantelamiento del equipo de inspectores a bordo y quedó desactivado el
Programa de Control Satelital Monpesat, por falta de financiamiento, al no haber
liberado la Subsecretaría de Pesca los fondos correspondientes. De este modo,
continuaba sin aplicarse la Ley Federal de Pesca 24922/97 que dispone,
fundamentalmente, la cuotificación y e inspecciones a bordo. Es decir los
instrumentos aplicables e instrumentales, existían y existen.
El INIDEP (Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo
Pesquero) con sede en Mar del Plata , advirtió en 1988 de que la merluza
comenzaba a dar señales de presión y esfuerzo y dio la voz de alerta en 1996: no
más de 340.000 toneladas de merluza común por año. Las capturas reconocidas
oficialmente (sin los descartes) alcanzaron en promedio, en ese año, las 600.000
toneladas. El gráfico 3, muestra la
evolución del comportamiento de la “pesca minera” sin control de la merluza
entre 1992 y 1999, donde el volumen de la “sobrepesca” muestra una tendencia
decreciente,desde 1998, en función de la disminución del “capital natural”. Hoy
el INIDEP calcula que aun cerrando la pesca de la merluza todo el año no se
garantiza un normal desarrollo de la especie en los dos años
siguientes.
Estas son las
principales aristas del contexto de un
modelo que se reproduce en diferentes escenarios construidos porque es necesario
unificar el mundo para satisfacer las necesidades de una nueva manera de
“producir”(¡vaya término paradojal si se trata de hablar de la actividad
pesquera en estas condiciones!) y del perfil de una “administración” puesta al
servicio `para ejecutar las decisiones
de las estructuras de poder y decisión, que han “materealizado” este
emergente pesquero: disponibilidades con signos vitales casi imperceptibles y la
supervivencia de los trabajadores relacionados socioeconómicamente con esta
actividad.
Los
“tiempos de la pesca”: los “unos” contra los “otros”
La historia reciente transita en cómo lograr el
equilibrio en el balanceo entre el SOS merluza y el SOS pescadores, donde los
requerimientos y necesidades corren por ritmos de tiempo
diferentes.
Los
“tiempos del SOS Merluza” han
llevado al INIDEP a recomendar y al Consejo Federal Pesquero y a las autoridades
nacionales a determinar “paradas biológicas” y cuantificaciones por flotas y
sectores.
La
necesidad de articular, en lo posible, los “tiempos del recurso y los del
impacto económico-social” condujo
a dictar decretos de necesidad y urgencia como marco para resoluciones de la
Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación para establecer un
sistema normativo mientras dure la emergencia.
La
urgencia del “tiempo social de la pesca artesanal marplatense” llevó a presionar para garantizar el trabajo de
los fresqueros, en el período de emergencia, a través de la elaboración de un
plan de manejo de las pesquerías,comenzando a diseñarse el escenario de
conflicto entre “fresqueros” y “congeladores” para disputarse la asignación de
lo que “resta”.
Las
necesidades del “tiempo social de la pesca industrial
patagónica” empujan y obtienen la
elaboración de un plan de manejo de los caladeros intentando asegurar el
mantenimiento de una actividad de captura continua, sin tener la merluza como
objetivo.
El impacto socioeconómico de los diferentes
tiempos de la pesca tiene su correlato emergente en simples
datos.
Sólo en Mar del Plata unas 20.000 personas (12.000 en relación
directa y 8.000 que indirectamente se benefician con lo producido por este rubro)
viven de esta actividad. En Rawson,
una sola empresa trabajando en el
90% de su capacidad, absorbe 300 empleados, que expresa una vinculación
indirecta de 1.200 personas, sobre un
total de 22.000 habitantes de la capital de Chubut. La flota congeladora
que opera en puertos patagónicos relaciona directa e indirectamente a 10.000
personas.
Mar del Plata como base de
operaciones de la flota pesquera, Rawson como una de las sedes de pesca
artesanal en patagonia, Madryn, Deseado y Ushuaia como las principales bases de
la flota congeladora son lugares de la Argentina y en todo lugar se expresa lo
global. De la lista de posibilidades de lo global el lugar, por su contenido,
selecciona algunas de esas posibilidades y las expresa. El modelo construido-
como estrategia política y amparada en una concepción neoliberal- apunta, para legitimarse, en
fracturar el tejido social –dado que la solidaridad es un mecanismo para fisurar
un sistema injusto- y crear un
“clima” de conflicto interno, típico en esta etapa de globalización, que se expresa entre diferentes
sectores. Así en la actividad pesquera aparecen los antagonismos cualquiera sea
el lugar de referencia: entre bonaerenses y patagónicos en la dimensión regional
o en un mismo lugar como Rawson, por ejemplo, entre “artesanales” e
“industriales”. Un sector congelador que defiende una modalidad de extracción,
un sistema de concesión de permisos y que tiene bases en puertos de Patagonia y
otro sector que ha crecido dando otro tratamiento al recurso, convivían cuando la abundancia de la merluza era
una realidad. . La actual situación del “stock”hace emerger las diferencias que
siempre han existido en la actividad y que son producto de la reproducción del
modelo que las ha potenciado. “Unos” contra “otros”: las divisiones y los lobys
políticos; la proliferación de Cámaras y Federaciones que responden a uno u otro
sector. Antagonismo entre los artesanales y los congeladores y factorías
argentinos. Es el árbol
intencionalmente “plantado” para que no deje ver el bosque.
La justicia debe develar
algunas de las causas que llevaron a la actividad a esta situación crítica. Al
instaurar las vedas y las cuotas, las autoridades nacionales responsabilizaron a
sus predecesores del deterioro experimentado por el recurso. Las denuncias
presentadas intentan establecer por qué se autorizaron permisos entre 1991 y
1998 para la pesca por encima de las recomendaciones del INIDEP. Existen
denuncias penales que señalan a empresarios y funcionarios vinculados a esta
“sobrepesca ilegal” realizada durante 1994-1999. Algunas demandas hacen
referencia a:
·
los
volúmenes exportados; dado que éstos superan a los declarados en la
captura,
·
las
licencias; por la duplicación de las mismas con anuencia de
funcionarios,
·
el
número de buques: por cada buque subsidiado que ingresara se retiraría otro,
según el acuerdo con la UE, pero no fue así, y siguió
pescando.
* la desinformación entre la
aduana y la oficina recaudadora de impuestos.
* empresas
que siguieron operando durante vedas establecidas.
La justicia determinará en qué circunstancias las resoluciones u
omisiones oficiales motivaron la
emergencia de esta situación. Muchos interrongantes exigen respuesta:
Por qué se abandonó el principio de la Reserva del Pabellón
Nacional para el calamar mediante el decreto 1493/92 y en el Acuerdo con la
UE,
Por qué se autorizó la transferencia de permisos por el decreto
2265 creando un verdadero “mercado flotante” de licencias,
Por qué el cuerpo de inspectores y observadores de pesca a bordo
fue desmantelado en los últimos tres años,
Por qué se tomaron decisiones que llevaron a no destinar fondos
para el financiamiento del Programa de Control, incluyendo el Sistema de
Monitoreo Satelital Pesquero
(Monpesat) y cómo ha sido el trámite de licitación, adjudicación, instalación
y/o pago del Sistema.
Por qué los buques no fueron reemplazados por otros de igual
capacidad como fijaban los acuerdos, sino por unidades considerablemente
mayores,
Por qué aprobada la Ley Federal de Pesca 24.922/1997, la “politica
pesquera”, se instrumentó con decretos y hasta con simples resoluciones,
apartándose del cumplimiento de la Ley en aspectos importantes.
Estos interrongantes y
muchos más encuentrarán el camino de respuesta al comenzar a desandar el
itinerario de la historia reciente de la “minería pesquera
argentina”.
¿Qué
hacer?
En esta problemática coexisten dos variables
fundamentales: una parte significativa del “capital natural” con graves síntomas
de agotamiento y la situación socioeconómica de los trabajadores relacionados
directa e indirectamente con la actividad. Administrar la crisis para salir de
ella no será tarea sencilla, es más: si existe, en este caso, una certeza es que
nadie quedará conforme y será un proceso doloroso.
En esta “coyuntura” estructural, en el marco del
modelo construido, deberán tenerse en cuenta medidas colectivas en el manejo de
las disponibilidades pesqueras y la puesta en marcha de una política de apoyo
para la producción que permita diseñar un modelo capaz de proveer un
ordenamiento global por medio de la plena aplicación de la Ley Federal Pesquera
de 1997.(Fortunato,1999, Curatola, 1999, Solari Yrigoyen,
1999)
En este contexto aparecen, a modo de una simple
enumeración y alimentadas por los “síntomas” de la historia reciente de la
minería pesquera argentina, algunas consideraciones para administrar la crisis y
comenzar a “construir” las bases de una política social pesquera situada.
Consideraciones que involucran tres dimensiones: la del recurso; la de su
utilización, control y fiscalización y la de creación de condiciones para la
“producción”
Entre las primeras:
-respetar las recomendaciones del INIDEP,
considerando a corto, mediano y largo plazo el impacto
socioeconómico,
-no descartar la ampliación de zonas y frecuencias
de “paradas biológicas”, incluyendo quizás algunos golfos,
-realizar el ordenamiento del caladero en el
contexto de las leyes existentes,
-fijar obligatoriedad de artes de pesca selectivas
tanto para langostineros, merluceros y de otras especies,
- asignación de cuotas de captura para ordenación
de los caladeros de acuerdo a la Ley Federal de Pesca.
Entre las segundas:
-ordenación y fiscalización de los permisos de
pesca y la aplicación del Programa de Control, incluyendo el Sistema de
Monitoreo Satelital Pesquero (Monpesat),
-extremar el control y fiscalización, tanto a
bordo como en tierra, y confrontar las extracciones con los certificados de
exportación de las empresas,
-verificar en las empresas el cumplimiento de las
obligaciones fiscales y previsionales,
-propiciar reformas necesarias para volver al
sistema del pabellón nacional y acotar las excepciones que se permiten a la
misma.
Entre las terceras:
-no descartar la instrumentación de una red de
contención social para atender las necesidades de desocupados y subocupados con
financiamiento, en la primera etapa, a través de un esfuerzo en común entre la
Nación y las Provincias y pensar en la posibilidad, a mediano plazo, que el
apoyo surja del propio sector pesquero (cánones sobre permisos de
pesca),
-la posibilidad de crear condiciones para la
reconversión que, en algunos casos, implica una gran inversión(por ejemplo
reemplazar la merluza hubsi por hoki o merluza de cola),
- contemplar las necesidades e intereses de todos
los sectores administrando el recurso con cuidado.
- discutir la política
impositiva para el sector,
-elaborar e instrumentar un
planes de modernización tecnológica
y de desarrollo de mercado, de capacitación, etc.
No cabe duda que la impronta
de muchas de estas consideraciónes están contenidas en Ley Federal de Pesca y su
viabilidad de implementación se tornaría factible con su aplicación plena. Pero
para “articular” la situación de crisis con una política social pesquera que
contemple nuestra “situacionalidad” ¿no será necesario replantear la estructura
administrativa y política encargada de asumir esta “coyuntura” estructural? La
Ley 24.922/97 estableció que la actividad debería organizarse a través de una
Secretaría específica, norma que fue vetada por el Poder Ejecutivo, quedando su
administración dentro de la cartera de Agricultura, Ganadería, Pesca y
Alimentación, y coordinada por una Dirección. Esta estructura administrativa es
indicadora de la “desmerituación”
histórica del peso de la actividad y su sujeción a los intereses que,
desde el poder, ha hecho del mar su “gran negocio” en los peores términos para
el recurso y los sectores de la pesca afectados.
Si el hoy es el futuro del
ayer ¿no volverá a repetirse?
Por un lado el S.O.S
merluza, sustentado por las evaluaciones del INIDEP y enarbolado por algunas
organizaciones ecologistas. Por el otro el S.O.S. pescadores sostenido por los
sectores afectados y algunos “relictos” de la comunidad social. Y que intenta
ser contemplado en la administración de la crisis. Ambos gritos de socorro quedan contenidos en el todavía confuso,
pero concensuado, en términos genéricos, concepto de desarrollo sostenible,
sobre el que mucho habrá que caminar para resignificarlo frente a su
construcción conceptual desde el poder para legitimar esta nueva manera de
“producir”. En este concepto, de fuerte matiz “naturalista” por su origen, se
acentúa el énfasis de la visión intergeneracional: supeditar el modo de uso de
los recursos hoy, pensando en las generaciones futuras. Preocupa el mañana (y
esa preocupación es legítima). Pero: el aquí y el ahora? Es urgente contemplar
no sólo la calidad de vida de las generaciones futuras sino los intereses
sociales, los asuntos económicos y
la equidad intrageneracional (aquí y hoy), incluso como camino ineludible para
asegurar aquellas. ¿Qué ocurriría, sin perder la visión intergeneracional, si
ponemos el acento en el pasado, en lugar de proyectarnos hacia un futuro
indeterminado, integrado por agentes y posibilidades indefinidos e imprecisos?:
nos encontraríamos con hechos concretos y actores sociales responsables. Les
proponemos pensar que el hoy es el mañana del ayer, en la actual crisis
pesquera. Y es lo que hemos hecho.
Ubicados en esta visión
retrospectiva y teniendo en cuenta esta situación coyuntural donde las personas,
las cosas y las relaciones son productos históricos: ¿no se debería aplicar una
justicia distributiva en cuanto a
la responsabilidad de asumir los costos de la crisis?; ¿qué garantías existen y
quienes asumen esas garantías para asegurar que el costo social a pagar hoy, por
ejemplo, por el sector de pesca
artesanal- como consecuencia de las paradas biológicas- asegure, a ese “precio”,
trabajo en el futuro y que no “otros”, los de siempre, sean los beneficiados? El
hoy, que fue el futuro inmediato del ayer, nos hace
desconfiar.(Cóccaro,1999)
La coyuntura pesquera argentina no es más que una
expresión de la realidad relacional cuya lectura y comprensión debe emerger del
desafío de no renunciar a construir los marcos de análisis que nos permitan
organizar la información, conocer esa realidad relacional y producir un discurso
político positivo que articule lo
geográfico, en sentido estratégico, a los fines de su aplicabilidad.
Gráfico1. Evolución de las capturas en
volumen entre 1972 y
1999
(Fuente:
SAGyP)
Gráfico
2. Evolución de las exportaciones en valor entre 1987 y
1997
(Fuente:SAGyP)
Grafico 3. Sobrepesca de la
merluza hubsi entre 1992 y 1999
(Fuente:SAGyP)
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Humanidades. Universidad Nacional de Mar del Plata
Agradecemos profundamente toda la
información y colaboración aportada por Lic. Raúl González, Lic. Eduardo
Zampatti, y Dr. Marcela Pascual del
Instituto de Biología Marina y Pesquera “Almirante Storni”; Lic. Nestor Ciocco
del Centro Nacional Patagónico; Lic. Fernando David, gerente de planta de
Mellino Sa. Rawson, Chubut. Prof. María Inés Robiani Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de la Plata; Dr. Nicolas
Bernard de la Universidad de Bretagna Occidental; Lic. Marilú Re del Centro
Nacional Patagónico y Prof. Mirta Vallejos.
Ponencia presentada en el Segundo Encuentro Internacional Humboldt. Mar
del Plata, Argentina. Octubre de 2000.