LAS INUNDACIONES EN OLAVARRIA:
UNA SOLUCION LOCAL CON PERSPECTIVA REGIONAL
Barrionuevo, Federico
Ceverio, Luz
Universidad Nacional de Mar
del Plata
Resumen
La ciudad de Olavarría,
ubicada en la provincia de Buenos Aires (Argentina), se ha visto afectada a lo
largo del tiempo por una sucesión de fenómenos recurrentes de inundación. Ante
la magnitud que alcanzaron éstos, se creó un organismo municipal que llevó
adelante diferentes líneas de acción con la intención de “resguardar” a la
ciudad, para evitar, en el caso de un nuevo aluvión, las consecuencias que
generan.
El particular ámbito natural donde se asienta Olavarría, determinó un
manejo de la problemática específico, que contempla los criterios de la
microhidráulica.
Analizar el por qué de la elección y la influencia de la misma en la
región, es nuestro objetivo.
En la provincia de Buenos
Aires (Arg.) se localiza a los 37º LS y 60º LO la ciudad de Olavarría, cabecera
del partido homónimo. Fundada en el año 1867, posee una historia que amerita ser
contada. Como tantas otras ciudades de la zona, su origen se remonta a la época
en que existía la línea de frontera al sur del Río Salado. Hasta el momento de
su fundación, el espacio que ocupa actualmente pertenecía al umland (radio de
acción de una ciudad mediterránea) del “Partido del Azul”.
“.
. . El primer intento de ocupación de los campos del actual partido de Olavarría
fue realizado durante la campaña militar contra los indios en 1855 y 1856, en
que el teniente coronel Ignacio Rivas levantara sobre la margen derecha del
Arroyo Tapalquén, un pequeño fortín . . . ” (Améndola;1987:13). La intención de
poblar el paraje fracasó en los adversos combates de Sierra Chica y San Jacinto,
quedando los restos humeantes del “pueblo” (o fortín) Tapalqué Nuevo como
testimonio del encuentro. Ocho años después, el mismo Ignacio Rivas, aprovechando la relativa calma que
sucedió a los Tratados de Paz con el cacique Calfulcurá, ocupó definitivamente
los campos emplazando el “Campamento de las Puntas del Arroyo Tapalquén”, en las
proximidades de la actual Plaza Aguado de Olavarría.
El
Tte. Cnel. Rivas pidió permiso al ministro de Marina y de Guerra (Gelly y Obes)
para formar cuarteles permanentes en el lugar, por considerar que ese era el
punto más estratégico para resguardar la frontera aprovechando las barrancas del
arroyo como defensa ante las frecuentes invasiones de los indígenas, ya que para
ellos ese sitio era un verdadero paso hacia las tierras pobladas. Así lo vio
también Alvaro Barros cuando se hizo cargo de la Frontera Sur de la provincia en
1866. Luego de fortificar el campamento inició las gestiones tendientes a
obtener la fundación de un pueblo en el lugar. Este accionar sustentaba la idea
de Barros de que la resolución del conflicto con los indios pasaba por el
poblamiento; fundando pueblos que sostendrían el resguardo en forma permanente
del
territorio, encerraría a los indígenas en el desierto, cortándoles todas
sus comunicaciones.
Aunque la idea no le pertenecía
exclusivamente, pues igual proyecto había tenido Rivas, la fundación de
Olavarría se le adjudica a Barros pues fue quien estableció las bases y
distribuyó los primeros solares antes de ser legalizada por decreto. El 23 de
Julio de 1868 el gobernador Alsina dictó el decreto que permitió la creación del
Partido de Olavarría.
Dos
años después, las primeras cuatro manzanas distribuidas por Alvaro Barros
ascendieron a diez, y se encontraban pobladas por comerciantes que vieron en el
regimiento acampado en las márgenes del arroyo motivo suficiente para asentarse
en el nuevo pueblo.
A
partir de esto se puede establecer que el pueblo de Olavarría tuvo su origen en
una comandancia de frontera que, al ser abandonada en 1869 por la guarnición, se
convirtió en una agrupación de comerciantes que volcó sus esfuerzos a la
explotación agropecuaria. Este “embrión de aldea” contaba con una tienda que
servía de refugio ante eventuales invasiones indígenas en la margen izquierda y,
con el primer fortín para el mismo fin, en la margen derecha.
La
fundación de Olavarría significó, para los azuleños, la extensión de sus
operaciones a un área más amplia y segura. Es más, el buen resultado obtenido en
las tierras del nuevo ejido con la siembra de trigo y maíz, atrajo con el tiempo
a numerosos pobladores que deseaban iniciarse en la agricultura.
Esta
breve reseña histórica nos brinda los elementos necesarios para conceptualizar
el “sitio” de Olavarría. “. . . Las ciudades surgen en lugares especiales para
cumplir funciones específicas; [. . . ] el núcleo de Olavarría, que fue el fuerte, estaba sobre el
arroyo Tapalquén, fácil de defender
en una línea de frontera porque la barrera acuática significaba una protección
hacia el oeste, ya que la primera función del núcleo urbano sería la de defensa,
[. . .] ese sitio, sobre el río, queda comprendido en una brecha entre dos
sierras del sistema de Tandilia. [. . .] los elementos de sitio destacables para
este núcleo urbano [. . .] se pueden enumerar así: a) la llanura pampeana en un
área de contacto con b) una de sus
serranías inclusas que aparecen separadas por un abra y además c) un arroyo que nace en dichas sierras
. . . “ (Améndola;1987:16)
Por
lo tanto, así como en algún momento el arroyo Tapalqué significó para el
olavarriense “seguridad”, cumpliendo una función estratégica, hoy, el mismo, es
un elemento más del paisaje citadino que en momentos puntuales se
transforma en un invasor silencioso, desmedido, ingobernable. Estamos hablando
de aquellas instancias en que el arroyo Tapalqué se desborda por los picos de
crecida que buscan su cauce para desaguar en la pampa deprimida avanzando sobre
la ciudad. Qué paradoja
. . .
El Arroyo Tapalqué
Como uno de los protagonistas de esta historia es el arroyo Tapalqué,
intentaremos describir de manera sucinta las características más relevantes del
medio en que se haya localizado.
El mismo recorre dos zonas geomorfológicas netamente diferentes: en la
inicial, del tipo serrano, registra fuertes pendientes en su lecho y en las
áreas aportantes aledañas (entre el 1, 5‰ y el 10‰), con un cauce que va
creciendo a sección a medida que avanza y cuyo límite está en la zona de la
Estación Miñana, unos 30 km aguas abajo de Olavarría. Hasta allí recibe los
aportes de cursos afluentes, arroyos y algunos cañadones. De Miñana en adelante las zonas
atravesadas por el Tapalqué van haciéndose cada vez más tendidas así como las
pendientes del cauce y sus secciones van perdiendo importancia. Luego se
transforma en un curso de llanura con marcados meandros, se subdivide, continúa
luego unificado por terrenos llanos cada vez más tendidos, llegando a una zona
de bañados en los que históricamente se perdió o anegó según el caudal que
trajera.
Estas características por sí mismas permiten afirmar que el curso del
arroyo Tapalqué nace en la Pampa Interserrana o Pedemontana y se pierde en el
área noroccidental de la Pampa Deprimida.
Las nacientes se localizan en el sector noroccidental de las sierras de
Tandilia; en realidad, más que sierras constituyen una cadena de serranías
bajas, colinas y lomadas con un zócalo de basamento cristalino perteneciente al
Macizo de Brasilia. Estas serranías fueron vigorosamente disectadas al
producirse el alzamiento tectónico cenozoico, que diera origen a la Cordillera
de Los Andes. En contraste con el paisaje llano que la rodea, sus 250 msnm las
hace parecer significativamente importantes. Lo son para el arroyo Tapalqué
porque le permite poseer en un primer momento un cauce definido que va
disminuyendo en profundidad a medida que se aleja del frente serrano. ¿A qué se
debe el hecho de destacar la posibilidad que brinda la sierra al arroyo de
labrar su cauce?, a que los suelos de este sector intermedio entre la Pampa
Interserrana y la Deprimida poseen una estructura particular que influye en la
formación del mismo.
Si observamos detenidamente el trabajo realizado por Moscatelli y Scoppa
vemos que las nacientes del arroyo corresponden al sector de los pedemontes de
Tandilia. En este “. . . las pendientes alcanzan al 8% y consecuentemente la red
de drenaje está bien definida y formada por arroyos que corren por cauces
marcados, angostos y de barrancas altas [como el Tapalqué] [. . .] El paisaje de
lomadas y pendientes se ha modelado sobre espesos mantos de loess que cubren con
potencia variable una formación toscosa contínua que caracteriza a los
pedemontes [. . .] Los suelos más representativos son medianamente profundos
(algunos están limitados a unos 50 cm. por la tosca) [. . .] La permeabilidad
del perfil es buena y si bien el manto de tosca seguramente impide la libre
percolación no se tienen evidencias de que ello produzca capas colgadas o
períodos de saturación prolongados.
En buena medida ello se debe a la pendiente de estos terrenos que hace
que gran parte del agua escurra superficialmente [. . .] Desde el punto de vista
hidrológico entonces, los suelos del pedemonte no tienen limitaciones
considerables . . ." (Moscatelli;1984:1079)
Una vez que el arroyo abandona Olavarría, en dirección NE, hacia la
ciudad de Tapalqué, comienza a atravesar el sector que ". . . se conoce como el
de la tosca generalizada. Esta costra limo calcárea cementada tiene singular
continuidad y limita la profundidad de la mayoría de los suelos. El relieve es
sumamente plano, solo escapan a esa
generalidad algunos retazos de cordones de origen eólico. Lo más
representativo son las dilatadas áreas planas formadas por sedimentos finos
apoyados casi siempre sobre la tosca. [ . . . ] [que] es un impedimento físico
para la penetración del agua y da lugar a una muy rápida saturación del suelo,
en épocas estivales, a una muy pronta disecación y aislamiento de la humedad
profunda. Los horizontes B tienen
siempre textura arcillosa [. . .]
condición [que] agrava la ya apuntada dificultad de percolación. . . “
(Moscatelli;1984:1082).
Una descripción tan puntillosa del tipo de suelo que recorre el arroyo es
necesaria para entender las consecuencias de la interrelación con el clima de la
zona.
En líneas generales se trata
de un clima templado que, por la latitud en que se encuentra el área analizada,
es del tipo húmedo; sus condiciones de temperatura se ven influenciadas por el
efecto moderador que ejerce el océano Atlántico. Distintas masas de aire ejercen
su influencia durante todo el año ocasionando cambios bruscos no
estacionales. Así, la zona se halla
sujeta a la llegada de los vientos secos patagónicos del SO (Pampero) y del Sur
(Polar).
La temperatura media del mes más cálido (Enero) oscila entre 20ºC y 23ºC
y la del mes más frío (Julio) entre 7ºC y 9ºC. En esta última es notable la
influencia de la continentalidad por el fuerte enfriamiento terrestre.
Con respecto a las lluvias, su distribución es marcadamente uniforme a lo
largo del año. De todos modos se puede observar una mayor pluviosidad en el
semestre cálido, llegando a valores máximos en el mes de Marzo. Estas lluvias de
verano suelen concentrarse en pocos días alcanzando gran intensidad, por lo
tanto un porcentaje considerable del agua caída escurre superficialmente sin
penetrar en el suelo. En la cuenca que estamos estudiando “. . . las
precipitaciones medias históricas se ubican en los 800 mm anuales; sin embargo
en los últimos 100 años, única base conocida, se han producido dispersiones
importantes de este índice, el que alcanzó valores del orden de los 1300 mm/año,
incluyendo en ellas caudales compactos de lluvia de 3 a 8 días de duración con
intensidades acumuladas de 200 a 450 mm. . .“ (Sec. de
Hidráulica;1987:41)
Fuente: Secretaría de
Hidráulica de la Municipalidad de Olavarría.
CUENCA DEL ARROYO
TAPALQUE.
Teniendo en mente las
características recién mencionadas, especialmente la precipitación media anual,
puede resultar paradójico que ahora hablemos de una alternancia de sequías e
inundaciones en la zona. Estas, que se dan como parte de un fenómeno cíclico que
afecta a la Pampa toda, se evidencian en el tipo de suelo y morfología existente
en el lugar.
“Los rasgos geomorfológicos
[. . .] [del área] corresponden en general a un paisaje desarrollado bajo
condiciones de clima árido o semidesértico, constituído [en el trayecto que
recorre el Tapalqué, por] formas típicas de Pedemonte en las vecindades
de las sierras y acumulaciones de origen eólico, con formas muy degradadas
distribuidas en Mantos de poco espesor pero de importante distribución
areal...” (Fidalgo;1983:1059).
Estas características, si
volvemos en el tiempo, devienen de períodos en que “. . . extensos mantos de
hielo se derramaron sobre los Andes y la Patagonia, dando lugar a cambios en la
circulación atmosférica. Las altas presiones ubicadas sobre los glaciares
seguramente produjeron vientos predominantes del sector Oeste y Sudoeste,
siempre secos, de cuya existencia constituye testimonio...” (Chiozza;1975:174)
el paisaje actual. Así, las depresiones, los piedemonte y mantos que identifican
a éste, y lo reducido y casi nulo de las pendientes, hacen que hoy, bajo un
régimen climático húmedo-subhúmedo, los rasgos dominantes de la morfología
heredada de climas áridos del pasado geológico no concuerden con el clima
actual. Esto motiva que los escurrimientos superficiales resulten afectados.
“. . . Se trata, cuando hay
lluvias adecuadas en cantidad y tiempo, de una red de drenaje insuficiente,
hecho que se ve agravado por las características de las pendientes y el
endicamiento temporario [que se produce como respuesta a la presencia de suelos
arcillosos, que dificultan la infiltración] [. . .] En cambio, si las
precipitaciones en su distribución, se producen además en cantidades tales como
para que sean más importante la evaporación y la evapotranspiración, son las
sequías pronunciadas las que caracterizan a la región...” (Fidalgo; 1984:1059).
Teniendo en cuenta lo
antedicho, y que los factores determinantes tanto de inundaciones como de
sequías son la secuencia de precipitación y evapotranspiración consideradas en
forma integral (en términos del balance hídrico), el mismo en “. . . la Pampa
Deprimida, en relación a su complejidad climática (región semiárida y
semihúmeda) es alternante considerado un período anual, porque revela excesos de
agua en el invierno y déficit en el verano. “Tales fenómenos son consecuencia de
que, a pesar de que la región concentra precipitaciones levemente superiores en
el semestre más cálido, es en él más elevada la evapotranspiración. Durante el
semestre más frío, en cambio, las precipitaciones son también moderadas pero la
disminución de las temperaturas y, consecuentemente, de la evapotranspiración
crean condiciones favorables para que se produzcan excesos de agua”
(Durán;1982:10). . . “ (Durán;1987:66).
La combinación de estos
factores permite asegurar que, desde el punto de vista hidrológico, en la cuenca
alta del arroyo, se produce una combinación de procesos de transferencia
vertical y horizontal; predominan la infiltración, la recarga del acuífero y el
escurrimiento superficial, mientras que en la cuenca media y baja la combinación
se da mediante evaporación, evapotranspiración, infiltración, recarga del
acuífero, ascenso capilar,
escurrimiento superficial y subterráneo local. A la hora de elegir algún tipo de solución para
las inundaciones creemos conveniente tener presente y claro el tipo de procesos
hidrológicos que se dan en el área. Porque “. . . el ciclo hidrológico es
Universal pero la Ciencia Hidrológica (descripción, modelos, etc. ) y las
técnicas ingenieriles en ella no son Universales y no será lícito y llevará a
errores, como ya ha pasado, aplicar . . . “(Fuschini Mejía;1994:24), a zonas con
pendiente, modelos y razonamientos desarrollados para otros ámbitos.
Características del Arroyo
Tapalqué
Como
expresáramos anteriormente, el arroyo recorre dos zonas geomorfológicas
diferentes. Más allá de esta distinción, la cuenca total se puede dividir en
tres secciones el Tapalqué según la morfología del terreno por el cual se
desplaza. Así descubrimos la cuenca alta, la cuenca media, y la cuenca
baja, siendo la primera objeto de
análisis en este trabajo.
En
la cuenca alta, en el sector anterior al área urbana de Olavarría, se originan
las nacientes del arroyo Tapalqué, en el paraje que rodea a la laguna “La
Barrancosa” (260 msnm). Olavarría se encuentra ubicada en la parte más baja de la cuenca alta, a 160
msnm.
El
perímetro de esta sección se asemeja a un extenso riñón, abarcando un área de
1700km2 (170.000 ha) aproximadamente. La geoforma que recorre se asemeja a un
extendido anfiteatro cuyas graderías convergen sobre la ciudad
(Olavarría).
“.
. . En la parte alta no existe un único cauce afluente, sino que hay una densa
red de escurrimiento muy ramificada y salpicada con pequeños y numerosos
reservorios naturales y cursos menores que van uniéndose entre sí para formar el
arroyo “El Perdido”, colector principal y definido del área. A medida que éste
se aproxima a las estribaciones de las sierras Las Dos Hermanas al Oeste y
Sierras Negras al Este, la unificación de afluentes se acentúa [. . .] de tal
forma que a unos 8 km antes de la ciudad, y después de recibir el aporte del
arroyo “El Encontrado”, toma un único cauce [el Tapalqué] que concentra todo el
escurrimiento del agua de la cuenca superior.
Desde
este punto, y a través de un lecho de profundas barrancas cavadas en la arenilla
por erosión retrocedente, el arroyo Tapalqué avanza hacia la ciudad, la atraviesa por
su núcleo más poblado y sale al campo nuevamente por sus suburbios hacia el
norte.
En ese tramo, y en ambas márgenes, recibe el aporte
de varios cañadones por los que escurren las cuencas rápidas laterales, que
tienen pendientes del orden del 3‰
al 30‰ provenientes de los faldeos de Sierras Negras y Sierras Bayas al
Este y Las Dos Hermanas y La China, al Oeste [. . .]
Al
seguir el curso adelante y faldear las laderas de Sierra Chica recibe por la
derecha al arroyo "San Jacinto", y de ahí en adelante se va transformando en un
curso de llanura, con marcados meandros...” (Sec. de
Hidráulica;1987:22).
Aunque
el eje de nuestro trabajo es la cuenca alta, creemos necesario caracterizar
brevemente la cuenca media y baja del arroyo Tapalqué, ya que cualquier acción
que involucre a la primera, indefectiblemente afectará a
éstas.
Una vez que el arroyo deja atrás a Estación Miñana
se subdivide, unificándose después en dirección SO-NE. Atraviesa así terrenos
llanos sin el aporte de cursos afluentes definidos hasta que, 8 km antes de la
ciudad de Tapalqué, sufre una derivación artificial -regulable- al Canal 11.
Si
rastreamos su curso natural, olvidando el canal por un momento, observamos que
atraviesa la ciudad de Tapalqué y
flanquea durante algunos kilómetros la ruta Nº 51, para perderse posteriormente
en una zona de bañados.
Estos
bajos evacuaban a través del arroyo San Miguel en el arroyo Las Flores. Esta
situación natural se modificó cuando se construyó el canal Piñeyro, de unos 15
km de largo, que une la entrada a
los bajos mencionados con el arroyo Las Flores, bordeando la ciudad de
Alvear.
La cuenca
alta
Olavarría se encuentra en un
valle enmarcado por las sierras Loma Negra, Sierras Bayas y Sierra Chica por la
margen derecha, y Las Dos hermanas, La China y La Loma por la izquierda. No
podemos dejar de tener en cuenta que estos elementos pertenecen a la cuenca alta
del Tapalqué definiendo subcuencas generadoras de escurrimientos mantiformes que
buscan el cauce del arroyo o de sus afluentes a través de recorridos cortos y
con buenas pendientes. Estos desplazamientos líquidos y los problemas
consecuentes, que antes llegaban a los colectores naturalmente, hoy encuentran
en su camino a la ciudad de Olavarría que, inevitablemente, modifica sus
regímenes con retenciones o aceleraciones localizadas. Por lo tanto, a medida
que la ciudad crezca, crecerán también las interceptaciones a las subcuencas y
los problemas subsecuentes.
Como el comportamiento
general de las aguas superficiales que buscan el curso principal es similar en
toda la cuenca alta, a ésta la podemos dividir en:
Subcuenca de fondo:
Comprende
todos los aportes provenientes desde la laguna La Barrancosa y las localidades
de El Luchador y 16 de Julio por el SE; desde Santa Luisa y las primeras
estribaciones de las sierras Las Dos Hermanas hasta la entrada de la ciudad por
el SO y de una franja paralela al arroyo (sobre su margen derecha y de 1 a 5 km
de ancho) provenientes de las estribaciones meridionales de las Sierras Negras
hasta el paraje Salto de Piedra. Todo el sector abarca un área de
aproximadamente 141.000 ha. con pendientes medias de 1,5‰. Desde el borde de la
cuenca a 60 km de Olavarría hasta el Empalme Querandíes, el encauzamiento se
produce a través de una serie de cursos poco definidos con aguas temporarias,
que confluyen en uno más destacado denominado “El Perdido”(nombre del Tapalqué
en su parte superior). Desde Empalme Querandíes hasta la ciudad, el aporte de
agua se produce en un cauce principal que se presenta ya unificado y bien
definido. Este área superior mantiene el caudal permanente del Tapalqué por el
escurrimiento básico afluente generado en las napas freáticas. En condiciones
normales todas las aguas provenientes de esta zona se encauzan naturalmente sin
llegar al área urbana. Pero, los desmesurados volúmenes y caudales generados en
esta subcuenca son los que provocan las inundaciones grandes por desbordes del
Tapalqué.
Subcuenca La
Pampita:
Concentra todos los aportes provenientes de la ladera occidental de las Sierras
Negras, que a través de pequeños cursos afluentes adquieren su máxima expresión
en un arroyo paralelo al Tapalqué que denominamos “El Encontrado”. Este corre
entre 1 y 2 km. y confluye con aquel a través de un canal artificial en el
paraje Salto de Piedra. El área es de aproximadamente 10.000 ha., con pendientes
medias de 6.5‰, llevando aportes superficiales al curso principal sólo en épocas
de lluvias. El recorrido máximo de agua de este sector es de aproximadamente 20
km., y por sus características de superficie y pendientes es capaz de generar
volúmenes regulares y caudales importantes, con tiempos de concentración menores
que la subcuenca anterior, que parecen oscilar entre las 15 y las 20 hs.. Los
aportes torrenciales grandes exceden la capacidad natural del “Encontrado” que,
al tener sólo aguas temporarias con períodos secos intermedios, sufrió
reducciones de cauce en varios lugares por aradas rellenantes o alcantarillas de
cruce chicas.
Subcuenca Las Dos
Hermanas:
Comienza desde las cimas del cerro homónimo, pasa por sus faldeos y llega hasta
la periferia ciudadana. No presenta cursos definidos, salvo los provocados por
el hombre a través de los caminos y rutas. El escurrimiento superficial corre
por bajos relativos, buscando el Tapalqué. Debido a los fuertes desniveles
existentes, presenta importantes pendientes, con una media del 6.0‰, y
recorridos máximos de 10 km., los que provocan tiempos de concentración
seguramente muy bajos (no hay registros). Su superficie, aproximadamente 10.000
ha., genera aportes superficiales sólo en épocas de lluvias. En forma similar a
La Pampita, es una subcuenca muy sensible, capaz de generar fuertes caudales y
regulares volúmenes, con efectos fuertemente
perjudiciales.
Subcuenca Loma
Negra: Nace
en las cimas de las Lomas Negras, siguiendo por sus faldeos y llegando hasta los
barrios del Sudeste de la ciudad. Es la de menor superficie, aproximadamente
5.200 ha., pero es la de mayores desniveles y pendientes (media de 8.5‰). Además
es la más urbanizada al incluir importantes villas periféricas. Tiene recorridos
máximos de 10 km. Sus escurrimientos se concentran en varios canales y cunetas
locales, algunos con descargas indefinidas y otros que alcanzan el arroyo San
Jacinto. Estas características dan lugar a tiempos de concentración muy bajos,
de 10 a 15 horas, y a la posibilidad de importantes caudales con volúmenes
totales menores.
Subcuenca
urbana:
Teniendo en cuenta la ubicación de la ciudad, es inevitable considerarla como
una subcuenca más dentro de la principal, porque recibe, modifica y aporta aguas
al sistema. Ocupa un área en constante crecimiento, con una superficie
aproximada de 4.000 ha. En condiciones normales, las únicas aguas visibles que
ingresan en el área son las que trae el Tapalqué, las originadas por lluvias
locales, las de afluentes básicos de las napas en los lechos y conductos, y las
aguas domiciliarias no confinadas en las cloacas. Esta “subcuenca” posee un
sistema de canales, localizados en las afueras del casco urbano, que interceptan
y desvían a cauces permanentes las aguas que llegan superficialmente. Por lo
tanto, estas aguas no se cuentan como ingresos efectivos.
A continuación se puede observar, en el mapa elaborado por la Secretaría
de Hidráulica de la Municipalidad de Olavarría, las subcuencas pertenecientes a
la cuenca alta del Arroyo Tapalqué.
Para finalizar la
descripción del área no podemos dejar de mencionar las subcuencas no
interceptadas por el área urbana, que pertenecen igualmente a la cuenca alta del
arroyo Tapalqué.
La importancia de estas
radica en que reciben todos los
caudales que de una u otra forma pasan por la ciudad. Por lo tanto secuencias
desfavorables en el orden de las precipitaciones posibles, pueden alterar la
capacidad disponible del curso y retardar desfavorablemente una rápida
evacuación del área urbana, con malas consecuencias para la
misma.
Llegado este punto es
necesario detener al análisis general para adentrarnos en uno más específico; no
quiere decir dejar de tener en cuenta el conjunto, sino dar prioridad a un
sector en particular (la subcuenca urbana). ¿Por qué hacer de la misma nuestro
objeto de análisis?. Porque en ella se manifiesta de manera explícita la
relación entre el hombre y el medio con sus causas y consecuencias, sin olvidar
que todos los hechos son interdependientes y que se combinan entre sí de la
manera más diversa. El universo de esta relación justifica su desarrollo en un
ítem aparte.
La
subcuenca urbana
Si existe un ámbito que
pueda dar fe de lo que significa haber trazado obras de infraestructura
ferrovial sin considerar las condiciones geomórficas del área, con los problemas
que ello implica (complicando la red de drenaje y perjudicando el desagüe
natural) ese es el ámbito urbano. Olavarría refleja fielmente lo antedicho ya
que el F. C. Roca la cruza sobre un terraplén paralelo al Tapalqué que actúa
como dique de contención hidráulico ante el escurrimiento superficial
proveniente de las cuencas interceptadas por la ciudad.
“. . .En efecto, el trazado
urbano y sus sistemas de escurrimiento pluvial, posteriores al F.C. en el sector
SE, ignoraron las obras de arte que transparentaban el mismo en los lugares de
mayor concentración de agua. Tan es así que prácticamente todas las
alcantarillas y los puentes medianos ubicados en el sector, están inutilizados.
. .” (Sec. de Hidráulica; 1987: 32)
El resto de la ciudad
escurre directamente al Tapalqué por conductos y canales.
La superficie totalmente
urbanizada cuenta con un número importante de viviendas, patios, veredas y
calles con infiltración cero lo que provoca pequeños tiempos de concentración y
coeficientes de escorrentía altos. Obviamente estas características se
acentuarán a medida que la ciudad crezca, trayendo como consecuencia que los
picos de crecida originados por el área urbana sean cada vez más concentrados y
más intensos.
Para confirmar la notable
influencia que ejerce la urbanización en el régimen del arroyo, se puede
mencionar que, para las lluvias intensas y de corta duración, esta cuenca
principal (2,2 % de la cuenca total del Tapalqué hasta Olavarría) genera picos
tan agudos que pueden superar los de la cuenca total. Así, cuando se producían
lluvias excepcionales, las capacidades del sistema, hasta 1985, eran rebasadas,
y los excedentes se salían del cauce inundando la ciudad.
Como si esto no fuera poco,
y para no ser una excepción a la regla, la ciudad creció ocupando el sobrecauce
de desborde, y en muchas oportunidades “ganando terreno” con rellenos del propio
cauce colector que dejaron
secciones libres de escurrimiento de sólo 150-160 m2. Aún así, quedan lugares
sin alterar, con barrancas tendidas, en los que la sección a cota de desborde
supera los 500 m2. Si bien ésta es variable aún naturalmente, el promedio
original oscila entre los 250 y 350 m2.
Varios elementos se fueron
agregando a la topografía natural; obviamente la plantilla antrópica de las
obras construidas modificó sensiblemente las características originales del
medio, condicionando el funcionamiento del sistema. Las modificaciones se dieron
en el cauce, en los sobrecauces, transversales a ambos y en la cuenca. Entre las
primeras tenemos presas y puentes; entre las segundas construcciones y rellenos
costaneros; entre las terceras rutas, ferrocarriles y la ciudad; y entre las
cuartas canales y terraplenes de los caminos o
ferrocarril.
Queda por contemplar un
factor que siendo natural no deja
de ser producto de una acción antrópica. Nos referimos a la profusa vegetación
que existía en todo el cauce urbano, comprendiendo árboles y arbustos
implantados en las barrancas desde el tirante del agua normal hasta el borde
superior. Con el tiempo muchos fueron cayendo, y al quedar en el fondo del lecho
provocaron la formación de islotes sedimentarios. Estas plantas en primavera y
verano se cubrían de hojas y, en épocas de crecida, retenían plásticos y
basuras, constituyendo una represa natural. En conjunto, todos estos elementos,
configuraban un cuadro potencialmente condicionante para la capacidad del lecho, favoreciendo los
desbordes urbanos.
Las crecidas del Tapalqué y
las líneas de acción llevadas a cabo:
Una perspectiva
histórica
Para desarrollar este punto
recurrimos a la memoria y a los registros escritos que permiten rever,
diacrónicamente, las inundaciones más significativas que se dieron en Olavarría.
De diarios y revistas locales se desprenden los datos que nos brindaron la
posibilidad de confeccionar un análisis cronológico de obras e
inundaciones.
En el l900 una fuerte lluvia
originó una inundación como, según antiguos vecinos y pobladores, no se había
conocido otra, ni aún en épocas de grandes crecientes. Obras de desagüe y
nivelación se habían empezado a construir en l886, pero fueron insuficientes
para la enorme masa de agua que, como “avalancha” y con rapidez, convirtió a las
dos terceras partes del pueblo en un mar.
En esta oportunidad, y como
sucedió en otras, el terraplén, construido en marzo de 1883 desde Azul hasta
Olavarría para el ferrocarril, actuó como embalse regulador por insuficiencia de
sus puentes. Como no pudo retener el escurrimiento total de las aguas
provenientes de la cuenca alta, colapsó en la horquilla ferroviaria de
Querandíes, generando picos aluvionales de consideración.
En base a las crónicas se
contaba en la época con un gran canal que dividía las chacras de las quintas
hacia el sur del pueblo porque se consideraba insuficiente el canal existente
para contener el agua que “El Perdido”
arrojaba sobre Olavarría.
En 1904 “. . . fue invadida
la planta baja del pueblo por un canal de agua, impulsado por un viento
huracanado que corría de SO a NE [. . .]. Hubo partes en que las aguas
alcanzaron un metro y medio de altura, con fuerte oleaje. . . “ (Diario El Popular; 11 de agosto de
1904).
Para 1913 existían en el
arroyo, a la entrada del pueblo, compuertas de funcionamiento automático que,
durante la inundación que se registró en agosto, no funcionaron, elevando el
nivel de las aguas y demorando el desagüe de los campos que limitan con esa
parte del arroyo.
Para 1915 a las obras
mencionadas se agrega, según la crónica, un “inservible y perjudicial zanjón” en
el Boulevard Del Valle.
“El 5 de julio de 1919 ha de
ser memorable en la historia olavarriense, ya que desde la inundación, jamás los
habitantes han conocido un peligro tan grande como en esta fecha”; así consta en
el diario El Popular del año 1919. Las lluvias se sucedieron a lo largo de seis
días y encontraron una cuenca saturada por 320 mm caídos durante los dos meses
anteriores. Las aguas del SE se unían con las rebasadas del arroyo. En los
lugares más altos de la ciudad el agua llegó a 0,50 mt. de altura, y a 2,5 mt.
aproximadamente, en los más bajos. El desborde del Tapalqué produjo
estragos.
El desastre fue ocasionado
por la ruptura del terraplén de la vía férrea; cuando ello ocurrió, las aguas
retenidas en ese lugar se lanzaron violentamente hacia Olavarría. Más
ejemplificador aún, en los alrededores de Querandíes hubo 0,80 mt de agua sobre
el nivel de las vías.
Luego de la inundación del
19’, en el área se materializó la alternancia de sequías e inundaciones de las
que habláramos oportunamente. Así, entre 1923 y 1935 se dio un “bache seco” con
un clímax en 1930. Este período, especialmente el de 1929-1930, se conoce como
la “gran sequía” debido a su extensión areal.
El año 1940 tiene en su
haber una nueva inundación en la que el Tapalqué creció en forma extraordinaria,
permitiendo una comparación de su caudal con el que transportó en
1919.
En mayo de 1941 se registró en la ciudad
otra inundación que la sociedad comparó inevitablemente con la del 19’. Las
aguas cortaron el terraplén de las vías del ferrocarril Provincial frente a
Sierra Chica. El arroyo había crecido en forma notable y el enorme caudal no
pudo ser desaguado por los canales destinados a ese fin con la celeridad que el
continuo aumento del líquido elemento requería, por cuya causa, casi todos los
barrios de la ciudad se vieron bloqueados.
Entre esta y la inundación
de 1955 continuó la alternancia de sequías e inundaciones parciales en toda la
región; Olavarría no escapó a
ellas. Resulta interesante destacar que ante la gran inundación del 55’,
nuevamente el común de la gente, la comparó con la del 19’. El agua alcanzó en
las proximidades del Ferrocarril Roca, hasta un metro de altura, desbordándolo
con el paso de las horas. Se abrieron las compuertas del Parque Guerrero para
facilitar la circulación de las aguas y la represa del Balneario Municipal
resistió el embate de las aguas, aunque el líquido la cubrió.
Una vez superado este
fenómeno, y como se puede comprobar en el Cuadro Síntesis sobre la Historia de
Inundaciones y Sequías en la Pampa Deprimida, elaborado por Diana Durán, en “. .
.vez de producirse una alternancia “normal” de sequías e inundaciones, estas
últimas estarían predominando en los años recientes; hecho que confirman en la
zona sus habitantes . . . “ (Durán;1987:24). Por lo tanto, desde 1957 en
adelante podemos observar un registro de inundaciones parciales en toda la
región. Olavarría recién sufrió una considerable en 1978. Desbordó el Tapalqué,
pero en ningún momento el agua superó las vías.
Y llegó abril de 1980. “. .
. En todo momento campeó el optimismo, la confianza. . . esa frágil memoria de los argentinos
para los sucesos y las cosas, había dejado atrás no solamente la de 1919, apenas
sí recordada por los mayores; sino también, la de julio de 1955, que debía haber estado en la memoria de
todos [. . .] 61 años son muchos, no obstante. De acuerdo a la tesis que abriga
la aparición de una generación cada 15 años, eran 4 las que habían pasado. Además, el
Tapalqué, corre retozón por el medio de Olavarría, para que halla balnearios, parques, los
famosos puentes colgantes que todo recién llegado quería conocer [. . .] Sí que
había crecido muchas veces [. . .],
pero era como una travesura, casi una bravuconada, como para que se lo
recordara algo más cuando había pasado la temporada estival y los bañistas
desaparecen [. . .] Pero ese 27 de abril de 1980 [. . .] el Tapalqué se desbordó
en magnitud [. . .] Sin embargo “nadie creía” lo que estaba pasando. Hasta que no le pasaba. . . vecinos mirando la fuga de quienes
estaban a una cuadra no más, en la
confianza de que la suba iba a detenerse [. . .] ¿incredulidad? ¿confianza?
¿irresolución? De todo un poco [. . .] Cuando llegó la noche gran parte de la
ciudad estaba cubierta; al día siguiente,
la mañana dejó ver un lento retroceso que persistió pero, a la tarde del
lunes 28 comenzó a llover copiosamente, llegó la noche y fue la más trágica por
cuanto el martes 29 el aumento tenía niveles increíbles. . . “(Olavarría
Increíble;1980:4)
En noviembre de 1985 una vez
más el Tapalqué, alimentado por torrenciales y persistentes lluvias que cayeron
en su cuenca alta y en la ciudad, desbordó expandiéndose por el casco urbano y
las zonas rurales de todo el partido, llegando la masa líquida desde varios
frentes. La sensación de alivio que se había generado al comprobar las bajantes
de las aguas el jueves, desapareció
ante la intensa precipitación que se descargó sobre toda la cuenca del arroyo a
partir de las 5 hs. del día siguiente. El tiempo pasaba y voceros oficiales
procuraban calmar a los habitantes asegurando que la inundación no alcanzaría
las proporciones aluvionales de 1980. Pero no faltaban razones para preocuparse
ya que los registros pluviométricos de la zona rural crecían paulatinamente. Esa
tendencia no se revirtió hasta las 14,30hs. Pero para entonces las cifras eran por
demás elocuentes: 120 mm en Laprida, 115 mm en Durañona, 115 mm en 16 de Julio,
113 mm en Santa Luisa, 109 mm en Muñoz, 103 mm en Rocha y 105 en Iturregui; todo
ese caudal debía pasar indefectiblemente por Olavarría.
Una tercera lluvia se dio
cuando disminuía la onda de crecida originada por los 140 mm caídos en los días
anteriores. Esta última, muy
intensa en la cuenca (92 mm en 9 hs.) produjo una importante inundación estando
el agua fuera del cauce urbano 48 hs.
En este período la cota de desborde fue superada hasta 1,70 mt a la
salida de la ciudad. “. . . Resulta evidente que el tiempo de concentración
desde el comienzo de la lluvia [. . .] [al paso del pico por el último puente
urbano] está ligado con el volumen, con la intensidad y con la secuencia de las
lluvias. Tan es así que en el 1º caso, en que la lluvia fue muy intensa y
fuerte, el pico pasó a las 50 hs. ; en el 2º, que fue por una lluvia moderada y
extensa, que vino probablemente en parte desbordado (escurrimiento mantiforme),
tardó 55 hs., y por fin, el último, fue el de una lluvia intensa que vino agua
sobre agua, tardó 27 hs. . . . “(Sec. De
Hidráulica;1987:59)
Aproximadamente a las 6 hs.
del sábado la altura del caudal había llegado a su máximo nivel en la planta
urbana. Después se dio un período
estacionario, y a partir de ese momento se verificó un lento descenso que luego
se hizo ostensible y finalmente se aceleró en la noche del mismo día.
La mañana del domingo dejó
ver un paisaje diferente, lleno de puentes destruidos, de calles embarradas y de
roturas en el pavimento. El arroyo había vuelto a su cauce natural y en muchos
tramos sus barrancas aparecían carcomidas, con la impronta indeleble del
meteoro. “Hoy martes 19 de noviembre de 1985, el Tapalqué está en su cauce. Es
tarea de todos tratar de que permanezca allí y nunca más se enseñoree de la
ciudad. Y es tarea que no tolera un solo día de demora” (Diario El Popular).
El día
después
Haciéndose
eco de las palabras emitidas por el diario local y que, no cabe duda,
transmitían el sentir de la sociedad, el municipio creó un atípico organismo
denominado Secretaría de Hidráulica de la Municipalidad de Olavarría, en
diciembre de 1985. El mismo
buscaría respuestas prontas y válidas a las angustiantes expectativas generadas
por la sucesión de catastróficos aluviones que afectaron a la ciudad en el corto
lapso de un lustro (1980-1985).
Fue
imperioso iniciar en el corto plazo una serie de obras puntuales (a nuestro entender, microhidráulica) para mejorar
las condiciones de escurrimiento del cauce principal que así disminuirían la
magnitud de los riesgos a que estaba expuesta el área urbana de Olavarría.
Después
de recopilar datos, investigar y analizar los mismos, interpretar el sistema,
formular propuestas y desarrollar anteproyectos y proyectos, se logró establecer
un plan de trabajo dividido en tres líneas de acción. Las pautas ordenadoras de criterios
directores se basaron en la tesis que Ameghino enunció hace más de un siglo con
conceptos que comparten actualmente Tricart, Barbagallo, Bellatti, Sabella,
Fuschini Mejía y Durán, entre otros.
Según
ellos, 1) el agua debe manejarse, 2) para eso habrá que efectuar retenciones en
la mayor cantidad posible, donde no se den las condiciones físicas necesarias
para ello, y en los lugares donde no existan esas posibilidades, evacuarla,
porque el agua que queda va a producir problemas y perjuicios, 3) esto es válido
sobre todo en las cuencas altas, ya que regulando en ellas los arroyos, se sabrá
cuándo y cuánto descargan a las cuencas medias y bajas, 4) hay que retener el agua porque es un
elemento vital y conservarla todo lo posible, amortiguando así los efectos de
los meteoros, 5) lo que está ocurriendo en la provincia no es una anomalía
meteorológica, sino una manifestación de punta de un fenómeno cíclico: el de las
inundaciones y las sequías, 6) no
debe hablarse de la solución del problema,
sino de las soluciones, porque éstas, que son varias y diferentes deben
referirse a las características de cada zona, respetando naturalmente un
concepto integrador. En las cuencas
altas puede pensarse en planes de trabajo simples e inmediatos que van a ser siempre coherentes con lo
que se haga luego en las bajas, 7) el manejo del suelo con prácticas
agronómicas, que tienden a retener el agua donde la gota de lluvia lo toca, no
se contrapone con las obras de retención, más bien las complementa, porque uno
se hace para las situaciones normales y el otro para las excepcionales o de
catástrofe, donde el nivel de confiabilidad del anterior fue
superado.
Teniendo
en cuenta los conceptos vertidos, la Secretaría de Hidráulica consideró que las
soluciones posibles aceptaban tres enfoques distintos, no necesariamente
sucesivos, sino que podían planearse y ejecutarse en forma separada o simultánea
pero condicionándose entre sí. En términos generales son: a) buscar
interpretaciones cada vez más confiables del funcionamiento del sistema
hidrológico en consideración, y así, prevenir con la mayor anticipación y
certeza posible los momentos y magnitudes de inundaciones que vayan a afectar a
la ciudad b) aumentar las capacidades del colector principal y de sus afluentes
para disminuir los riesgos de rebalse en la ciudad (actual y futura). Obviamente
se irán logrando mejoras relativas en el área urbana, pero empeorarán las
condiciones de los sectores aguas abajo, por la disminución de los efectos
moderadores que ejercían las obstrucciones removidas. Por lo tanto, c) hay que
retener total o parcialmente los volúmenes de los picos de crecida en lugares
aptos y regular su evacuación en forma acorde con la capacidad remanente del
cauce ciudadano o de los cauces siguientes en la cuenca principal.
Estos
lineamientos se formularon teniendo muy en cuenta los riesgos de inundaciones a
que está expuesta Olavarría. Por la importancia que el problema reviste
puntualizaremos algunos conceptos para facilitar la comprensión de las obras
propuestas.
Las
condiciones físicas de la cuenca alta dan lugar a la formación de ondas de
crecida aluvionales, típicas de las zonas pedemontanas, que pasan por la ciudad.
Las aguas fluyen en tres ondas bien definidas después de las lluvias. La primera
se forma en la ciudad y llega al arroyo
instantáneamente. La segunda viene de las sierras próximas y tarda 24 hs.
La tercera proviene de la cuenca alta y tarda tres días en volcarse al arroyo.
Si el cauce no está lo suficientemente “limpio” el agua del primer pico eleva el
nivel y no alcanza a bajar lo suficiente al momento de recibir los otros,
produciéndose en consecuencia el desborde. Su intensidad y poder destructivos
dependen exclusivamente de la secuencia y envergadura que tengan las causales
meteorológicas provocantes. Estas riadas se desplazan ocupando el sobrecauce de
desborde natural del curso, que en la ciudad sirve de asentamiento a importantes
barrios. El desarrollo de los mismos disminuye la transparencia hidráulica del
arroyo y aumenta las áreas de riesgo.
A los determinantes naturales hay que
sumar las variaciones antrópicas a lo largo del tiempo. El nivel y la cantidad
de obras de arte con que se encontró la crecida principal en la inundación de
1919 no tiene comparación con la de 1985. En esta última existió un “efecto
moderador” originado por la ciudad misma que operó como un verdadero “dique
regulador”.
Una
vez quebrada la engañosa tranquilidad con que se ignoraban los datos que la
realidad aportaba se estructuró un plan de acción de tres líneas para mitigar o
solucionar el problema.
La
línea de acción primera se basó en prevenir situaciones críticas. Para esto se
recopilaron antecedentes, se definió la cuenca sobre planchetas del IGM y se
comenzaron a realizar mediciones sistemáticas de crecidas y precipitaciones.
La
línea de acción segunda buscó aumentar la capacidad del sistema. La recuperación
del lecho principal fue racionalmente necesaria porque es la de mayor
rendimiento en la relación beneficios hidráulicos/inversiones. Para ello se
removieron obstáculos interpuestos por el hombre (presas y rellenos), por la
naturaleza (árboles e islotes) y se optimizaron las obras de arte existentes. El
criterio utilizado fue el de ir sacando obstáculos en función de los
inconvenientes que provocaban. Se comenzó con los más grandes y se siguió con
los que iban adquiriendo esa categoría por la eliminación de las anteriores.
El
objetivo fue lograr las mejoras más importantes con los menores costos y plazos
posibles. En poco tiempo de tareas el centro de gravedad de los obstáculos
importantes se desplazó aguas debajo de la ruta nacional 226.
La
gran mayoría de las obras fueron gestionadas, proyectadas y ejecutadas con
recursos municipales. Los trabajos se hicieron mediante licitación entre
pequeñas y medianas empresas olavarrienses, colaborando así con la activación
económica del ámbito local. Para noviembre de 1986, a un año de la gran
inundación, las obras ejecutadas eran: rectificación de márgenes; demolición de
una represa; 1º y 2º etapa de destronque y limpieza en zona urbana y suburbana;
limpieza y ampliación de sección bajo puentes; profundización del cauce aguas
arriba de la represa demolida; ampliación del vertedero y desmantelamiento de
compuertas en presa suburbana.
En
esta ocasión se registraron cinco precipitaciones, medianas en intensidad y
volumen, separadas entre ellas por dos a tres días. El caudal que pasó por
Olavarría originado por los 182 mm fue importante, pero los máximos niveles
registrados en el cauce fueron bajos. Esto demostró lo acertado de las obras
efectuadas. En marzo del ’87 una
sucesión de cuatro lluvias puso a
prueba nuevamente las obras de arte del cauce urbano, dado que tuvieron que
evacuar 143 mm en una tarde, con la mayor intensidad detectada desde 1984 (15
mm/hora). Además de las obras mencionadas se contaba con un canal aliviador, la
rectificación de márgenes y profundización parcial del cauce en otros sectores.
Las
mejoras se siguieron efectuando con el correr del tiempo; tomadas en conjunto
son: rectificación de cauce; prolongación, limpieza y ensanche de canales;
limpieza del arroyo Tapalqué y San Jacinto; construcción de desagües pluviales;
relleno de taludes erosionados; construcción de alcantarillas y desembocadura
del canal aliviador; eliminación de rebrotes y arbustos; colocación de conductos
construcción de laderas; ensanche de barrancas; construcción de compuertas
móviles; perfilado de pilares; construcción y reconstrucción de lozas para
balnearios; control de erosión; perfilado y parquización; relevamiento
planialtimétrico en zona Empalme Querandíes; canal de descargas pluviales;
construcción de puentes.
Una
vez en el año 1990, otra en el ’91, cinco veces en el ’92 y tres en 1998, todo
el sistema fue puesto a prueba por crecidas que se dieron al registrarse lluvias
mayores a los 100 mm por día.
Los
trabajos ejecutados mejoraron las condiciones de escurrimiento (velocidad), y al
evacuar más rápidamente los aportes de las subcuencas próximas a la ciudad,
disminuyeron las posibilidades de superposición de efectos con los provenientes
de la cuenca de fondo. Esto no significa que se halla eliminado totalmente el
riesgo de sufrir una inundación, pues el control de una secuencia climática
desfavorable, capaz de provocar la coincidencia de los picos, excede al ser
humano.
La
tercer línea de acción propuesta por el municipio al Ministerio de Obras
Públicas de la Pcia. de Buenos Aires se basa en la construcción de un sistema
regulador de caudales provenientes de las cuencas superiores de la ciudad. Esta
solución limitaría las necesidades de aumentar la capacidad del cauce urbano,
porque contaría con evacuaciones reguladas del sistema.
Se
formuló una propuesta técnica analizando alternativas de posibles sistemas de
regulación de crecidas que fue expuesta en distintas oportunidades a técnicos de
la Subsecretaría de Recursos Hídricos de la Nación, de Agua y Energía y a
Consultores de nivel nacional. Así se logró firmar un convenio con la Pcia. en
1987 por el cual una comisión interdisciplinaria produciría un completo informe
sobre la factibilidad del sistema de regulación.
A
nuestro entender el proyecto prioriza los conceptos de microhidráulica porque:
D
promueve la experimentación; D
se orienta a realizaciones continuas y en etapas; D
favorece la aplicación de criterios de cooperación y participación de la
población regional; D
incluye la captación de aguas y la utilización de crecidas por derrame;
D
prevé la construcción de pequeños pantanos aprovechando o no las cubetas
preexistentes; D
incluye diques de tierra, canales, zanjas y correcciones de pendiente; y
D
contempla medidas complementarias de control edáfico, favorecedores de una mejor
infiltración.
Así,
con esta propuesta, Olavarría logró sumarse a los 51 distritos bonaerenses
involucrados en el emprendimiento provincial que puso bajo la mira de
especialistas argentinos y británicos los 170. 000 km2 que ocupa la
cuenca del Salado.
La
obra consiguió la declaratoria de interés urbano de parte de la Consultora
Internacional Hallcrow and Partners Ltd., contratada por el gobierno bonaerense
para la elaboración del proyecto hidráulico. Este sigue considerando la
prevención de los picos de crecida mediante la sistematización del recorrido
urbano del arroyo, prevé la
construcción de un embalse en el paraje Querandíes y la creación de canales
hídricos en las zonas de Dos Hermanas y Loma Negra. Según el anteproyecto
desarrollado por el Municipio, la obra de regulación tendría su sitio en una
olla natural con una altura de 9 mt y un espacio de resguardo de 1,5 mt. la
longitud de terraplenamiento sería de 12 km, con un vertedero de hormigón de
aproximadamente 60 mt que cuenta con orificios inferiores, de un metro de
diámetro, para dejar pasar el caudal de estiaje. La cota de coronamiento se
establecería así en 194 mt, según el IGM para una cota de 192,5 mt, en un área
inundada de 1682,4 hm2 y
con un volumen acumulado de 44,263 hm3. Para ello el arroyo requerirá una
capacidad de cauce, aguas abajo, estimada en 280 m3/seg. En el caso de que se produjeran excesos
hídricos se contempla la construcción de un canal derivador que, aprovechando
singularidades naturales que brinda el área, erradicaría las aguas que no
pudieran ser retenidas por el vaso hacia la laguna Blanca Chica. Esta se
encuentra a 12 km del casco urbano, en dirección SO, y posee una extensión de algo más
de 1000 ha.
Actualmente se lleva
adelante la elaboración de un mapeo y análisis de la situación ambiental de base
contemplando tanto los aspectos naturales como antropológicos del área. La tarea
es desarrollada por un grupo multidisciplinario conformado por especialistas en
modelación matemática y análisis hidráulico, hidrología, diseño de obras
civiles, estimaciones de costos y proyecto de obra, evaluación económica y estimación de
daños, evaluación de impacto ambiental, planificación urbana, GIS, elaboración
de planos en AutoCad, digitalización de planos y administración del proyecto.
Todo el equipo cuenta con la asistencia de expertos internacionales visitantes:
Ing. Stuar Suter en Ingeniería, Prof. Colin Thorne en Geomorfología y Lic.
Richard Ashby Crane en Medio Ambiente.
Al designarse como prioritaria la obra en el marco del Proyecto
Río Salado (P. R. S.), los planos estarían listos este año y, de mediar
financiación internacional, sería muy probable que esta se ponga en marcha en el
2001.
Conclusiones
Con la certeza de que este trabajo sólo representa una parte del
rompecabezas que es la Pampa Deprimida, y con la satisfacción de haber
encontrado un municipio como el de Olavarría, donde la búsqueda de soluciones
dejó de lado banderías políticas poniendo en primer lugar el bienestar de la
sociedad sin afectar en demasía el medio ambiente, finalizamos considerando
que:
D
los lineamientos planteados y ejecutados hasta hoy por los diferentes
organismos, han seguido un criterio lógico, desde el punto de vista sistémico,
que bien podrían imitar otros.
D
es importante no traspolar soluciones ad hoc a todas las situaciones de
anegamiento e inundación. Hay que estructurar tantos tratamientos hídricos como
sitios con problemas halla, considerando micro-relieve, la geomorfología
obtenida de un ámbito mayor, la micro-meteorología, suelos y vegetación.
D
hay que tener en cuenta las posibilidades que brinda el manejo de la
vegetación para favorecer la
infiltración, aumentar la evapotranspiración y la fijación del suelo por las
raíces.
D
tener presente el manejo de los suelos con técnicas como labranza mínima,
cultivo en contorno, pastoreo controlado y toda labor que atempere el deterioro
de la capa de aireación, ya que ésta es un reservorio temporal de agua de los
episodios lluviosos y permite disminuir las inundaciones por escorrentía.
D
haciendo nuestras las ideas de, entre otros, Diana Durán y Mario Fuschini Mejía,
a largo plazo habrá que considerar seriamente la necesidad de yuxtaponer
soluciones de microhidráulica con soluciones brindadas por la macrohidráulica.
D
sería conveniente contar con mapas de riesgo hídrico para que exista seguridad a
la hora de tomar decisiones con respecto a la conveniencia o no de hacer obras
en lugares puntuales.
D
la idea de derivar los excesos hídricos de la presa a un reservorio natural nos
parece la más acertada por cuanto se estará “domesticando” el agua y
reservándola con profundidad, impidiendo su evaporación, para así luego
aprovecharla en momentos de sequías.
D
la tercer línea de acción emprendida en conjunto muestra el espíritu cooperativo
que reclamara Diana Durán al brindar una solución que involucra a la cuenca del
Tapalqué en su totalidad. El
municipio con lo realizado en la 1º y 2º línea de acción solucionaba la
problemática de la “ciudad-dique” trasladando las complicaciones aguas
abajo. El proyectar una 3º línea de
acción que regule las crecidas aguas arriba ofreció una respuesta regional.
D
hoy, desde el Ministerio de Infraestructura y Vivienda, se habla de un plan de
obras públicas que contempla un listado de obras prioritarias. Entre ellas se
encuentra la construcción de acueductos y redes de riego para aliviar las
inundaciones que padece el NO bonaerense por el inadecuado manejo que se está
efectuando con las aguas del Río V.
Esperamos que antes de optar por una “gran” solución tengan en cuenta la
factibilidad de realizar manejos en pequeña escala; reiteramos nuestro
convencimiento de que las soluciones brindadas por la microhidráulica son las
ideales. Y si así se actuara, tener presente que lo que significa solución para
un espacio (por ej. 1º, 2º y 3º línea de acción en Olavarría) no necesariamente
será solución para otro.
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Edición Inédita. Ed. Pedreira Publicidad. Olavarría. Pcia. de Bs. As.
Argentina.
-Secretaría de Hidráulica. Municipalidad de Olavarría. Registro de
lluvias 1944 a 2000. Registro comparativo de lluvias y nivel de napas freáticas
del partido de Olavarría.
Agradecimientos
A
la desinteresada colaboración otorgada por el personal de la Dirección de
Hidráulica de la Municipalidad de Olavarría;
a la Sra. Aurora Alonso de Rocha, Directora del Archivo Histórico de Olavarría y
al constante estímulo que nos brindó la Lic. María del Carmen Villar. En lo
personal, a nuestras respectivas familias que, con su apoyo, nos permitieron
realizar este trabajo.
Ponencia presentada en el Segundo Encuentro Internacional Humboldt.
Mar del Plata, Argentina. Octubre de
2000.