Magnitud y Factores de Localización de la PEA Agropecuaria
que Reside Específicamente en las Áreas Rurales
Universidad Nacional de Río
Cuarto
Ricardo Oscar Agüero
Departamento de
Geografía
Jorge Ramón González
Provincia de Córdoba
Eva Ruth Puigdomenech
República
Argentina
Fundamentos
Este trabajo
–que se complementa con otro que versa sobre la misma temática central– consiste, en esta instancia, en
el estudio de la PEA Agropecuaria que reside específicamente en las áreas
rurales de la Región Pampeana aledañas a la ciudad de Río Cuarto, cuyas
características y problemática observadas se asemejan hasta cierto punto a toda
la región mencionada, por el grado de relativa homogeneidad que detenta la misma
en su configuración espacial y organización
socio-económica.
La temática
central de este análisis apunta particularmente a indagar los cambios de los
factores de localización y condiciones actuales en que se desenvuelve la PEA
Rural. Esta preocupación surge, en primera instancia, debido al fuerte
despoblamiento que vienen sufriendo las áreas rurales de nuestro estudio desde
hace varias décadas, y por ende también su fuerza laboral, y en segunda
instancia, motivada por las alteraciones socio-económicas que se manifiestan en
esta PEA Rural, como producto de los reacomodos que se ve obligada a practicar a
fin de subsistir como tal, ante las nuevas modificaciones estructurales de la
economía a escala nacional y universal.
Resulta por lo
tanto de sumo interés enfocar las inquietudes descriptas dentro del contexto
mundial en el que se desarrollan los nuevos paradigmas de estos tiempos,
y que afectan sin la menor duda a todo el espectro de actividades inherentes a
la sociedad humana, no escapándose por cierto de sus designios, la economía
agropecuaria.
Es así como los
nuevos factores de la globalización digitan y marcan el compás de todo el
quehacer agrario, y muy especialmente, en aquellas áreas –como la Región
Pampeana– con un desarrollo capitalista prevaleciente, pero están principalmente
orientadas a que el campo sirva de base de sustentación alimenticia y de
complemento de otras actividades económicas –donde, en éstas sí, se obtienen
mayores tasas de ganancias–, y no como un sector propicio donde resulte
conveniente efectuar grandes inversiones, debido a que en términos comparativos
no resulta generador de grandes utilidades.
Inclusive, da
la impresión de que para la elite que maneja los máximos resortes de la
macroeconomía el mundo rural y lo que éste produce implica “un mal necesario”,
imposible de eludir por su papel insustituible de proveedor de alimentos, lo
cual no quita que represente un estorbo sus ritmos pausados y aleatorios de
producción, y fundamentalmente, su fuerza de trabajo y población dependiente, a
quienes en muchos casos hay que subsidiar, por su imposibilidad en varias
circunstancias de sostenerse económicamente.
Ahora, si bien
es cierto que de acuerdo con las nuevas directrices a escala mundial el agro
requiere de una profunda reestructuración a fin de que pueda brindar en forma
adecuada los recursos necesarios y conservar a su vez sus fuentes de trabajo,
resulta una paradoja que frente a un amplio segmento de la humanidad ávida de
alimentos, se subsuma el rol de la agricultura –como arma eficaz disolución de
esta inmensa falencia– a otros sectores económicos, en lo inmediato más
redituables, pero que están lejos de cubrir por sí solos la carencia
aludida.
El “hambre” y
sus secuelas no es un tema de otros tiempos, sino que sigue teniendo vigencia y
con síntomas de agravarse cada vez más. Esta realidad incontrastable indica que
el papel de la agricultura no solamente no se debe soslayar, sino que se debe
fomentar. Obviamente no con el propósito de retroceder a una agriculturización
de la economía, sino para capacitarla mediante su optimización, a fin de
eliminar este flagelo de la humanidad.
Por
consiguiente, para esta superación la clave indudablemente pasa por armonizar
los necesarios incrementos de la producción bajo criterios de sustentabilidad,
con la conservación y capacitación de la fuerza de trabajo
rural.
Queda por
cierto pendiente, para salvar esta brecha de carencia alimenticia, otra cuestión
que escapa estrictamente al mundo rural, y consiste en las políticas vigentes de
distribución de la producción. Al respecto poco podemos decir aquí sobre esta
flagrante asimetría distributiva que rige a nivel mundial, simplemente agregar
que si en la actualidad se repartiesen equitativamente los frutos de la tierra,
el hambre se reduciría sustancialmente si no es que dejaría de existir. Queda
claro, entonces, que la potenciación de la agricultura y de la población que la
moviliza resulta insuficiente si no está acompañada por criterios de equidad
social. Para ellos posiblemente tendrá que pasar mucho tiempo hasta que se
imponga sobre las fuerzas que digitan la actual globalización, una política de
verdadero contenido humanista, donde el acceso a la alimentación básica –dentro
de parámetros no ilimitados de crecimiento demográfico– represente un bien
social de alcance ordinario, y no un bien escaso de penoso acceso para una
multitudinaria franja de la población del planeta.
Pero este
planteo de un factible devenir es indudablemente nada más que una esperanza y
una aspiración, lo concreto es que en la realidad actual, el ámbito rural debe
dar batalla para subsistir y cumplir al mismo tiempo dentro de sus
posibilidades, con su rol natural y esencial de proveedor de materias primas
alimenticias, sin que por ello deje de contribuir también con otros productos de
vital importancia.
El peligro que
corre este propósito reside, entre otros aspectos, en que se viene infiltrando
con inusitado dinamismo y rapidez, especialmente en las áreas rurales más
desarrolladas, una fuerza distorsiva, que se expresa en un manejo de las
actividades agropecuarias con un sesgo capitalista netamente especulativo y
volátil, en base a la intromisión en éstas –además de las empresas
agroindustriales– de nuevos sectores provenientes muchos de ellos del ámbito
industrial, financiero y de servicios y que, aparte de direccionar el quehacer
agropecuario dentro de esta tónica, se apoyan a su vez en una estrategia de
fondo, que consiste no solamente en ampliar el abanico de sus ingresos, sino
también de cubrirse ante posibles desbalances de sus actividades económicas
originales, al convertir a las mismas en
multifacéticas.
Estos nuevos
intereses que apuestan a una capitalización rápida y de jugosos ingresos del
producido agropecuario no comulgan, desde luego, con aquella PEA Agropecuaria
que vive auténticamente del campo, y considera a éste como una fuente de trabajo
y modo de vida; y no exclusivamente como un instrumento multiplicador de
dividendos.
Este cuadro de
situación –propio de un capitalismo agropecuario avanzado– es el que se refleja
en nuestra área de estudio, y dentro del arco de variables que caracterizan al
mismo, nos interesa particularmente –como ya se especificó– analizar desde un
enfoque geográfico, cómo inciden los factores de localización en aquellos
productores y trabajadores dependientes que, a pesar de todos los avatares,
siguen viviendo en el campo.
Sabemos de
antemano, a su vez, que estos factores se movilizan dentro de los designios de
una política económica a gran escala que los contiene y predetermina, pero no
por ello deja de tener importancia la posibilidad de considerar la “estrategia
de localización” como una alternativa válida dentro de marcos más reducidos de
decisión –por ejemplo, a nivel familiar, grupal o zonal– para la sustentación y
afianzamiento de nuevas instancias de sobrevivencia económica y social de la PEA
Rural.
En suma, ésta
es la realidad que nos interesa explorar, a fin de aproximarnos en lo posible a
la comprensión más precisa de las variaciones y tensiones socio-económicas y
demográficas que interactúan sobre este sector de la fuerza laboral y sus
correspondientes impactos a nivel territorial, ante los cambios de los vectores
productivos desencadenados por el fenómeno de la globalización, aportando a su
vez algunas sugerencias al diseño de Políticas Públicas orientadas a esta
problemática.
El área de
trabajo
Ésta comprende
el borde de la pampa húmeda y seca que rodea a la ciudad de Río Cuarto con un
radio discontinuo de acción de 100 Km aproximadamente a partir de la misma. Este
espacio, aparte de que entendemos que es representativo para nuestra labor y
conveniente desde el punto de vista operativo, tiene la ventaja de superponerse
con el territorio de la investigación anteriormente mencionada. Esta conjunción
se supone que debe permitir una captación más ajustada de los aspectos que nos
interesa estudiar.
Ahora, en este
trabajo se analiza específicamente las “áreas rurales” de las diez localidades
más relevantes de la región aledaña a la citada ciudad, que sirven de apoyo a la
investigación. Pero no abarca de manera continua (homogénea) a todo este
territorio, sino que se circunscribe al entorno rural inmediato de cada
pueblo.
Con respecto a
las características geográficas de este espacio agropecuario que se ubica
prácticamente en el centro del país, si bien está dentro de la macrohomogeneidad
que distingue a la región pampeana, posee a su vez una serie de diversidades
ambientales y socio-económicas que lo diferencian de otras áreas
similares.
En este
sentido, sin duda han interactuado un cúmulo de factores, tanto naturales como
humanos, en algunos casos abarcativos de toda el área de referencia, y en otros
más bien específicos, siendo éstos últimos los que van a marcar a su vez una
diversidad zonal dentro del área en su conjunto. Entre los factores en común que
modelaron la ocupación de este espacio pero con efectos disímiles dentro del
mismo, una vez desaparecida la frontera interior que atravesaba el sur cordobés,
debemos enumerar –bajo el impulso de una política acordada en su momento a nivel
nacional– la decisión de distribuir tierras a nivel privado y oficial, para el
asentamiento tanto de particulares como de colonias agrícolas, lo cual
representó un reparto numérico de predios a gran escala, pero no por ello en esa
época desaparecieron los latifundios. A su vez debemos contemplar el
advenimiento del ferrocarril a partir de las últimas décadas del siglo XIX, que
sirvió como punta de lanza para la incorporación de estas tierras al circuito
agropecuario nacional. Las cabeceras de las líneas férreas estaban en las
ciudades de Rosario y Buenos Aires, cuyo diagramado a partir de éstas penetró en
el centro-sur de la provincia de Córdoba en el sentido este-oeste, en forma más
o menos paralela y a una distancia entre cada vía de unos 40 a 50 Km., de modo
tal que la producción que se extraía de estas lonjas de tierra circunscriptas
por este entramado, fue manejada por mucho tiempo en forma hegemónica a través
del sistema ferroviario.
Asimismo, este
medio de transporte dio lugar, utilizándose estas bocas de entrada, a un derrame
inmigratorio procedente de ultramar de grandes proporciones, con destino a la
actividad rural, destacándose prioritariamente los italianos y en menor medida
los españoles –especialmente los vascos–, seguidos por un grupo más reducido
pero significativo de austríacos, que se concentraron particularmente en una
zona específica.
Esta
inmigración, con un aporte reducido de población criolla que era muy exigua y
estaba sumamente dispersa, fue conformando a su vez pequeños pueblos de muy
similares características por su funcionalidad urbana, con el objetivo de que
sirvieran de apoyo a sus necesidades cotidianas y a la de circulación de su
producción, a partir de la jerarquización de algunas de las estaciones
ferroviarias de los diversos ramales, que por sus características naturales y
disponibilidad de tierras en su entorno, así lo
permitieron.
Con referencia
a los factores específicos, éstos sobre todo se manifiestan en los vectores
naturales, donde las variaciones de suelos, topografía, clima, red hidrográfica
superficial y de aguas subterráneas, van a determinar conjuntamente con los
disímiles impactos a nivel espacial provenientes de los factores en común que
interactuaron en su momento, la configuración de una significativa diversidad de
paisajes y la implementación de diferentes actividades agropecuarias
zonales.
En síntesis, la
incidencia de los factores naturales y las formas y condiciones de ocupación de
este espacio, van a constituir varias estructuras agrarias –dentro de una
homogeneidad general– en esta diversidad de paisajes geográficos, que se van a
reflejar en la tipología de la fuerza laboral que reside en los
mismos.
Precisiones
metodológicas y resultados obtenidos
En lo atinente
al trabajo empírico, las técnicas que se emplearon –con la correspondiente
concatenación metodológica– consistieron en la aplicación de entrevistas
que se nutrieron con el aporte de “informantes claves” quienes orientaron en los
lineamientos generales para las acciones específicas posteriores, y para
elaborar a su vez encuestas y guías. La primera denominada “con
fines científicos” permitió obtener información de primera mano con el objeto de
captar datos vivenciales de parte del universo que conforma la PEA
Agropecuaria.
En las guías se
volcaron datos provenientes de información estadística y de referentes claves
con el objetivo de cuantificar variables centrales que ayudaron a construir el
marco estructural del trabajo.
Con la
información obtenida a través del procesamiento del material teórico-aplicado,
de las técnicas empleadas y de datos estadísticos se realizaron los
correspondientes procedimientos apropiados que transformaron este caudal en
conocimientos concretos y en parámetros válidos, que permitieron avanzar en la
interpretación de la realidad analizada.
Los resultados
de valoración cuantitativa proveniente de censos y de la recopilación de datos
propios, se expresan en los siguientes cuadros de los que se destacan las
variables más importantes:
·
En el
Cuadro 1, referido a la “Población Rural Dispersa en el área de influencia de
cada localidad entre 1980-1999”, se detecta lo
siguiente:
§
Una
caída general pronunciada en el lapso 1980-1999 de la población rural, con un
promedio general del 23,6% de disminución
poblacional.
§
En el
período 1991-1999 la disminución de la población rural se acentúa notoriamente,
alcanzando un promedio del 36,7%, cifra notablemente superior al período
anterior.
§
Por
último, en el lapso que media entre 1980 y 1991 la disminución poblacional va a
trepar a un 51,7%, porcentaje que refleja en forma incontrastable el profundo
desmantelamento demográfico del área rural bajo
estudio.
·
En el
Cuadro 2, referido a la “Distribución por residencia, fuerza laboral y familia
dependiente de los núcleos familiares de los productores y trabajadores fijos
dependientes, más las características por tamaño de las explotaciones”, se
observa lo siguiente:
§
En la
distribución promedio de los integrantes de los núcleos familiares de los
productores por “residencia” corresponde el 11,6% a los que viven en otro lugar,
el 45,5% y 42,9% para los que residen en los pueblos y en las explotaciones
respectivamente. La escasa diferencia a favor de los productores que viven en
los pueblos se incrementa si se suma a éstos el total de los que residen en otro
lugar, dado que la mayoría de los integrantes de esta franja vive en centros
urbanos.
§
En la
distribución promedio de la “fuerza laboral” y “familia dependiente” se ve que
el 38,3% corresponde a la PEA Agropecuaria, un 3,3% a la PEA No Agropecuaria y
un 58,4% a la familia dependiente.
Aquí se observa
que la proporción de la franja laboral de los productores en comparación con la
familia dependiente, guarda en general una relación standard con respecto a las
fuerzas laborales de otras actividades económicas.
§
En el
promedio del número de las explotaciones por su tamaño, vemos que el 43,5%
corresponde a las chicas, el 37,2% a las medianas y el 19,3% a las grandes, lo
que permite colegir, en primera instancia, que no hay una gran diferencia entre
explotaciones chicas y medianas; en segunda instancia, que la sumatoria del
número de campos chicos y medianos (80,7%) resulta notoriamente predominante, y
en tercera instancia, se advierte que el 19,3% de las grandes explotaciones no
resulta para nada desestimable.
§
Respecto
del rubro “trabajadores fijos dependientes” se observa que del total promedio
del núcleo familiar, el 17,3% vive en los pueblos y un preponderante 82,3%
reside en las explotaciones.
§
Respecto
de la distribución promedio de la “fuerza laboral de los trabajadores
dependientes” un 43,1% corresponde a la PEA Agropecuaria y un 56,6% recae en la
familia dependiente, porcentaje menor que su equivalente en la familia
dependiente de los productores.
·
En el
Cuadro 3, referido a la “Localización de los productores, PEA Agropecuaria de
los mismos y PEA Agropecuaria de los trabajadores fijos dependientes”, se
observa que:
§
En los
promedios referidos a la localización de los productores, predominan los que
viven en los pueblos (45,4%) seguido por los que residen en las explotaciones
(35,4%). Ahora, si se hace la distinción entre los que residen en los centros
urbanos (para ello se suma el 11,2% que corresponde generalmente a los que viven
en centros urbanos de mayor jerarquía) y los que residen en el campo, se
advierte que los primeros superan holgadamente a los
segundos.
§
En lo
que respecta a la “localización de la PEA Agropecuaria de los productores”, los
valores de los promedios totales se invierten predominando la PEA que vive en la
explotación (48,5%) en 6 puntos por encima de la que reside en el pueblo
(42,8%). Ahora, si se suma la PEA que vive en otro lugar (8,7%) a ésta última,
se comprueba que la resultante de este nuevo valor (51,5%) –que sería el total
de los que viven en los centros urbanos– apenas supera a la PEA que reside en
las explotaciones, o sea que prácticamente se
emparejan.
§
En los
promedios correspondientes a la localización de la “PEA Agropecuaria de los
trabajadores fijos dependientes” se detecta que el personal que vive en las
explotaciones (88,3%) es abrumadoramente mayor al que reside en los pueblos
(11,7%).
·
En el
Cuadro 4, de síntesis del “Total general de la PEA Agropecuaria y su
localización”, se advierte que:
§
En el
promedio general de la distribución de los totales generales de la PEA, se
detecta una preponderancia muy acentuada de la PEA que vive en las explotaciones
(62,4%) que es casi el doble de la que reside en los pueblos (31,9%). Queda para
la PEA que vive en otro lugar un modesto 5,7%, que por más que se sume a la
columna de la PEA que reside en los pueblos, el porcentaje de la PEA que vive en
las explotaciones sigue siendo netamente
preponderante.
§
En
síntesis, a pesar de la prevalencia de los productores que residen en los
centros urbanos, e inclusive de una pequeña ventaja en estos mismos centros por
parte de la PEA de productores, lo real es que todavía el grueso del total de la
PEA Agropecuaria sigue viviendo en el campo, a pesar del drenaje hacia otros
ámbitos –con el correspondiente cortejo familiar– que la misma viene acusando en
las últimas décadas.
Los resultados
obtenidos de la “encuesta” efectuada en la categoría laboral:
“Productores que residen específicamente en áreas rurales”, en cinco localidades
testigo –de las cuales se vuelcan las variables más importantes–, se extraen las
siguientes observaciones:
·
Del
primer gran ítem atinente a la “Estructura familiar” se destaca
que:
§
El
promedio del núcleo familiar oscila entre los 4 y 5 miembros, y aunque hay
algunos ejemplos de familias numerosas, en general los núcleos encuestados no
son extensos, como podrían haber sido en décadas
anteriores.
§
El
promedio de edad de los jefes de familia ronda entre los 52 y 58 años, lo que
implica una dirección y fuerza laboral
más que madura.
§
El
núcleo familiar cuenta con más hijos que hijas (en general éstas entre 20 y 25
años, al formar pareja, dejan el núcleo familiar). La edad promedio de los hijos
varía entre 17 y 26 años, lo que representa que en general están en condiciones
de ayudar al padre. Hay también un porcentaje menor de hermanos del productor,
padres a cargo, nietos, que se manifiesta especialmente en las familias
numerosas.
·
El
segundo gran ítem comprende los “Motivos, expectativas y características de
localización en la zona rural”. Éstos son los aspectos que
se observan:
§
En lo
referente a la procedencia de los productores, la mayoría nació en la
explotación o en la zona rural donde se encuentra su actual predio, lo que
indica que el grueso de los productores es del lugar donde
vive.
§
Sobre
las razones que motivaron y motivan la localización en la explotación, por parte
del actual productor, la predominante recae en la causa de “seguir ligado al
lugar donde se nació o donde se vive desde hace
tiempo”.
§
Hay
conformidad en general con la vida que se lleva a cabo en la explotación y casi
todos los productores piensan seguir residiendo en las
mismas.
§
La
calidad de las viviendas fluctúa entre buenas y regulares, prevaleciendo las
primeras y el tamaño de sus casas en general varía entre medianas y
grandes.
§
A la vez
el estado de mantenimiento de las mismas oscila entre aceptable y bueno,
predominando éste último.
§
Casi
todas las viviendas cuentan con electricidad de red y muy pocas con generador
propio.
§
La
mayoría de los productores se puede comunicar telefónicamente y tienen acceso a
la televisión.
§
En
síntesis, con respecto a las comodidades de la vivienda de los productores que
residen en las explotaciones, se puede decir que están provistos en general de
un confort y de una tecnología comunicacional bastante aceptable a muy
buena.
·
El
tercer gran ítem se refiere al “Perfil económico del productor”, al respecto se expresa
que:
§
Casi
todos los productores son propietarios y más de la mitad de los encuestados
alquilan campo, lo que va a acrecentar en algunos casos el tamaño de las
explotaciones con la transformación de algunas pequeñas y medianas propiedades
en medianas y grandes explotaciones
respectivamente.
§
En el
tipo de explotación que se practica predomina la actividad mixta (agricultura y
ganadería), con supremacía de la ganadería y en segundo término por partes
iguales.
§
El
estado de mantenimiento de los campos en general oscila entre bueno y aceptable,
sin embargo en menos de la mitad de los mismos hay sectores que tienen algún
problema de deterioro natural o de origen
antrópico.
§
Aproximadamente el 40% de
los encuestados utilizan créditos para la producción. La comercialización de las
cosechas y del ganado es canalizada en su mayoría a través de empresas
comerciales.
§
En lo
referente a la disponibilidad de maquinaria, la mayoría de los productores están
bien equipados y cuentan con instalaciones entre básicas y
completas.
§
Casi
todos los productores reciben asesoramiento tecnológico que puede ser de origen
oficial o privado y llama la atención la poca inserción de los mismos en
organizaciones corporativas, siendo bastante baja la participación en
cooperativas y muy baja en asociaciones gremiales.
§
En
síntesis, la disponibilidad y manejo tecnológico con que cuenta y llevan a cabo
los productores consultados, se puede considerar como relativamente
significativo o avanzado, lo cual se refleja en un nivel de acceso al
mejoramiento tecnológico entre regular, aceptable y
bueno.
·
En
cuanto al último gran ítem, trata sobre el “Perfil laboral del productor y del
personal dependiente”, del que se destacan los
siguientes aspectos:
§
Después
de la fuerza laboral específica de los responsables de las explotaciones, la
mayor participación corresponde a los hijos varones, luego siguen las esposas de
los jefes de familia y por último otros familiares con diversos grados de
vinculación.
§
La
amplia mayoría de los adultos, tanto los que componen la fuerza laboral como la
familia dependiente solamente han cursado la escuela primaria, un pequeño
porcentaje asistió a la escuela secundaria y sólo dos adultos poseen título
universitario. En lo que respecta a los niños y adolescentes en edad escolar, se
podría decir que todos están escolarizados en sus respectivos niveles,
concurriendo solamente a la universidad un pequeño grupo de
jóvenes.
§
La
amplia mayoría de los productores no piensa cambiar de actividad laboral y, por
otra parte, el 100% de los mismos le brinda una dedicación permanente y una
atención directa a las explotaciones.
§
En lo
referente a las “Perspectivas futuras respecto de la forma de trabajar las
explotaciones”, dos tercios aproximadamente se inclina por seguir trabajándolas
como hasta ahora y un tercio significativo, aunque no mayoritario, manifiesta la
tendencia de explorar nuevas estrategias de manejo y por ende de trabajo de las
explotaciones, lo que puede implicar, entre otros aspectos, la demanda de más o
menos horas de trabajo, de mejores o peores condiciones laborales y el
requerimiento de incorporación, disminución o aumento de mano de
obra.
§
El 25%
de los productores consultados emplean trabajadores fijos. El grueso del total
de los núcleos familiares del personal dependiente residen en las explotaciones
y en un porcentaje menor el empleado vive en el campo y la familia en el
pueblo.
§
El total
de los empleados están mensualizados, y el salario que reciben en general,
corresponde al básico más un porcentaje o premio. A todos los dependientes les
efectúan los correspondientes aportes jubilatorios y de obras
sociales.
Conclusiones
A continuación se puntualizan por tema y a modo de síntesis los aspectos
más destacables.
Características
de la localización en la zona rural
En lo referente a este tópico, resaltamos:
·
Un
despoblamiento acentuadísimo de las áreas rurales estudiadas en los últimos
veinte años.
·
El
trasvasamiento en ese intervalo de un porcentaje importante de la PEA
Agropecuaria a los pueblos.
·
Del
total de Productores, el mayor porcentaje reside en los centros
urbanos.
·
Del
total de Asalariados Fijos, el mayor porcentaje reside en el
campo.
·
El
lugar de residencia de la PEA de los Productores está más o menos equilibrado
entre el campo y los centros urbanos.
·
Del
total de la PEA Agropecuaria –PEA de Productores + PEA de Trabajadores
dependientes (en este trabajo se limita a los Asalariados fijos)– el mayor
porcentaje sigue residiendo en el campo, a pesar del derrame en las últimas
décadas de esta fuerza laboral hacia los pueblos.
·
Se
insinúa una leve tendencia de repoblamiento permanente en unas pocas
explotaciones, como una posible estrategia, primero de reacomodo laboral y
solución de hábitat para algunos miembros del núcleo familiar del Productor, y
segundo, de ahorro de gastos de mantenimiento simultáneo de dos casas y dedicar
así una mayor atención a la explotación a fin de incrementar los
ingresos.
·
Una
intención generalizada de parte de los Productores que residen en las
explotaciones, de seguir en las mismas. Esto implica, por una parte, una
persistencia en continuar viviendo de las tareas rurales, y por otra, que no
consideran conveniente para el mejor manejo de sus predios trasladarse al
pueblo. La firmeza de esta actitud se manifiesta por ejemplo en aquellos
productores –que no son pocos– que contando también con casa en el pueblo,
prefieren seguir residiendo en forma permanente en el
campo.
·
Se
interpreta que en el proceso de derrame en las últimas décadas de las
explotaciones a los pueblos, las familias de Productores que continúan en las
áreas rurales, son las que, primero, pudieron quedar dentro del sistema
agropecuario; segundo, ante la variante de trabajar sus predios desde los
pueblos, o no pudieron acogerse a esta alternativa por sus limitaciones
económicas, o prefirieron seguir viviendo en el campo, por poseer una mayor
vocación de arraigo al mismo.
·
En
cambio para los Trabajadores fijos dependientes no les quedó ninguna posibilidad
de opción locacional. Simplemente el grueso de los mismos fue desarraigado de su
hábitat rural, primero por el proceso de modernización tecnológica y cambio en
el manejo de las explotaciones, y segundo por la pérdida de sus fuentes de
trabajo en aquellas explotaciones cuyos dueños se desprendieron de las
mismas.
·
En
suma, pareciera que se ha llegado a un punto de equilibrio en lo atinente al
desplazamiento poblacional campo-ciudad. Los productores que quedaron tratan de
aferrarse a sus explotaciones, procurando por un lado el mayor rendimiento de
éstas a través de la atención directa y dedicación completa de sus predios,
teniendo en claro que ése es el camino más apropiado para seguir, en lo posible,
dentro del sistema, y conservar así sus fuentes de trabajo en la única labor que
realmente conocen y saben hacer, y por el otro, llevar hacia las explotaciones
el mayor bienestar, de modo de acortar la brecha que media sobre los servicios
que pueden ofrecer los pueblos.
Perfil
socio-económico del Productor y del Trabajador fijo
dependiente
En general las condiciones de las viviendas, de disponibilidad de
elementos de confort y de comunicación de los productores que residen en las
explotaciones, se pueden considerar de aceptables a muy satisfactorias. Es
evidente que tienden a desaparecer las diferencias en lo atinente a las
comodidades entre el campo y la ciudad. Se observa por lo tanto, una asimilación
progresiva de los estilos de vida urbana en el mundo
rural.
A su vez, la amplia mayoría de los productores y el entorno de su familia
adulta cuentan solamente con una instrucción básica (escuela primaria), pero
procuran que sus hijos incrementen su nivel de instrucción en todo lo posible,
dentro de sus factibilidades económicas y de sus limitaciones motivadas por el
aislamiento. Hay una clara tendencia a incorporarlos a las escuelas técnicas
agropecuarias donde éstas existen.
Por otra parte, si bien de acuerdo con una expresión popular, “en el
campo se conoce todo el mundo”, es notoria la falta de vinculación
asociativa, tanto a nivel gremial como cooperativo –exceptuando alguna zona con
respecto a este último nivel–, y más allá de la existencia de algunas
conformaciones grupales (por ejemplo: “Cambio Rural”) –con suerte diversa– a fin
de sumar experiencias laborales y de propiciar ayuda económica mutua, lo cierto
es que los Productores como así también los asalariados de las áreas rurales,
siguen viviendo en forma muy aislada en su quehacer
cotidiano.
Con respecto a la capacidad económica de los Pequeños Productores
rurales, en general (no nos interesa en este caso referirnos a los niveles
superiores porque es obvio que disponen de amplios fondos), vemos que el capital
que movilizan no es desestimable –no se los puede parangonar con la categoría de
pobres rurales o de campesinos– y si quedan fuera del sistema productivo, es
porque a juicio de ellos el manejo que aplican a sus explotaciones en función
del capital que ponen en juego y del trabajo que realizan, les impide alcanzar
la rentabilidad básica prevista, y que desde luego, en algunos casos de
agravamiento, esta rentabilidad puede también convertirse en negativa, debido a
causas coyunturales o no.
Ahora, dentro de esta caracterización global, resulta preocupante
observar en la región, la pérdida progresiva de las propiedades de algunos
productores –en general previamente descapitalizados–, que pasan a manos de
empresas comerciales agropecuarias o agroindustriales, como producto de una
vinculación contractual con éstas netamente desfavorable a los primeros, y que
se manifiesta con efectos caóticos cuando se le produce un desequilibrio
productivo al propietario comprometido. Pero este fenómeno es menos probable que
se produzca en la franja de productores de nuestro análisis (los que viven en el
campo) porque éstos poseen, en general, un control y cuidado más directo de la
marcha económica de sus explotaciones.
En este sentido, podemos agregar que el Productor, y en especial el
pequeño, que queda en el campo, pone mucho ahínco en adecuarse a las diferentes
alternativas y posibilidades productivas que se le presentan, teniendo la
precaución de no dejar de practicar una actividad mixta aunque en diferentes
grados, como una forma de reasegurarse ante los cambios de exigencia del
mercado, y con una pretensión general de mejorar los índices de producción de
sus explotaciones.
En lo referente al Trabajador fijo dependiente que reside en el campo, es
una franja laboral indudablemente de modestas condiciones socio-económicas, que
numéricamente ha disminuido sustancialmente en los últimos años. Convive en
muchos casos con su familia en su lugar de trabajo, especialmente en las zonas
tamberas, donde en las tareas participa casi todo el grupo familiar, pero esta
característica no se puede generalizar, ya que en otras circunstancias, por
ejemplo los que trabajan en los grandes establecimientos, generalmente viven
solos durante los días laborables en la explotación, y sus familias residen en
forma permanente en el pueblo cercano.
Perfil laboral
del Productor y del Trabajador fijo dependiente
En el trabajo, el Productor que vive en el campo generalmente cuenta con
la ayuda familiar –a mucha mayor escala que su par que reside en el pueblo–, que
pueden ser sus hijos, algún hermano, padre y no en pocos casos, su esposa. Pero
no por ello, esta fuerza laboral se puede considerar abundante. La relación, de
acuerdo con nuestras observaciones, es de un familiar trabajador por
productor.
A su vez, estos Productores –como es de imaginar– cuentan con mucho menos
personal dependiente que sus pares que viven en los centros
urbanos.
Por otra parte, en los grandes establecimientos es muy raro que el dueño
resida en el mismo –lo que no quiere decir que no lo dirija–, quedando por lo
tanto ceñida básicamente la presencia del Productor que vive en las áreas
rurales a las pequeñas y medianas explotaciones.
En lo atinente a la PEA que corresponde al Trabajador fijo dependiente,
vemos que es mucho menor numéricamente que la PEA que pertenece al productor. Es
una franja laboral que –como decíamos anteriormente– desde hace años viene
disminuyendo notoriamente y da la impresión de que tiende a convertirse en una
fuerza residual, posiblemente pasando muchos de ellos a la categoría de
Trabajadores temporarios –que seguramente siempre se va a requerir–, y otros
quedando fuera del sistema laboral agropecuario. Este trabajador fijo
dependiente vive esencialmente en el campo, cuenta con ingresos modestos
(generalmente el salario básico más algún premio) pero muy por encima del
Trabajador temporario, y es común que el contratista el efectúe los
correspondientes aportes jubilatorios y de obra social, pero no así en cambio
media siempre un contrato formal de trabajo.
Por otro lado, a pesar de haber quedado sin trabajo, una porción
importante de asalariados fijos por los motivos ya explicitados en párrafos
anteriores, se plantea la paradoja de que resulta muy difícil en muchas
circunstancias disponer de estos trabajadores. Una de las razones principales de
esta carencia, se debe a las exigencias de escolaridad que requieren sus
hijos.
Con respecto a los Trabajadores temporarios, que fundamentalmente viven
en los pueblos, es una fuerza laboral eminentemente precarizada –salvo los
tractoristas en lo atinente a sus salarios– que tiene una incidencia pasajera en
las tareas generales del campo.
Alteraciones
espaciales observables como consecuencias de las transformaciones
socio-económicas en la región
La alteración espacial más evidente se da en relación con los cambios de
localización. Ésta se manifiesta en el abandono y vacío poblacional de numerosas
explotaciones, que en algunos sectores de las áreas estudiadas se torna
desolador. Estos campos, que en general responden a pequeñas explotaciones,
pasan a se trabajados por arrendatarios accidentales (pool de siembra,
contratistas capitalistas, empresas agroindustriales) o siguen siendo trabajados
por los propios dueños, pero desde el pueblo cabecera de la zona donde se han
trasladado a vivir. Es muy difícil que no se las explote de alguna manera, y
también es muy raro que vuelvan a ser ocupadas de forma permanente por nuevos
productores. Se deja de ver así en estos campos abandonados, el trabajo de
“chacra”, esa combinación abigarrada de cría de pequeños animales con algo de
huerta, en los alrededores de las viviendas de las
mismas.
Otro indicador de este vacío demográfico es la desaparición del clásico
paraje visitado en función de la existencia de un “boliche”, que servía para la
compra básica y como centro de reunión social. Éstos prácticamente se han
extinguido en la región.
En referencia a otras modificaciones, se observa en toda el área un
incremento del tendido de la red de electrificación, como así también del
asfaltado de varias rutas provinciales –aunque algunas de ellas no en muy buen
estado– que ayudan eficazmente a los pueblos a conectarse con centros urbanos de
mayor jerarquía. En cambio, en relación con algunos caminos vecinales que se
ubican especialmente al oeste de la región del presente trabajo, por procesos
erosivos de diferente índole, están absolutamente cortados –con formación de
barrancas, en muchos casos de varios metros– y cuyo arreglo es prácticamente
insoluble, lo que produce una incomunicación vial a escala vecinal y zonal de
difícil reversión.
A su vez, se observa en las afueras o en el mismo casco urbano de algunos
pueblos, el asentamiento de importantes plantas agro-lácteas-industriales, que
indican la presencia y el avance de las empresas agroindustriales en la zona, en
estrecha conexión productiva con el campo
circundante.
El contexto
socio-económico en que se desarrollan las actividades agropecuarias en la
región
El contexto socio-económico en que se desenvuelven las actividades
agropecuarias en la región, no varía sustancialmente del que se manifiesta en
toda el área pampeana y en muchas otras regiones del
país.
Los indicadores que caracterizan este marco, son los mismos que ya
desarrollamos en un trabajo anterior de 1997, pero ahora están mucho más
agudizados. La presencia y proceder de los pool de siembra, de los contratistas
capitalistas, de las grandes sociedades agropecuarias anónimas, de los
acopiadores y de las empresas agroindustriales, sigue en plena expansión. Si
bien esta dinámica no es demoledora en comparación posiblemente con otras áreas,
las transformaciones que vienen produciendo en el quehacer productivo se dejan
notar con mucha fuerza al imponer cada vez más sus reglas de juego a los
productores constituidos a nivel individual, familiar o de sociedad limitada, y
muy especialmente dentro de ellos a los pequeños productores. Vemos aquí, por
ejemplo, que el arrendamiento accidental (por ciclo agrícola o por no más de dos
años) y la compra progresiva de tierras por parte de los grandes agrupamientos,
se está tornando en un fenómeno común, como así también la incidencia directa o
indirecta de éstos, en el incremento de ciertos cultivos como el maní, que viene
desbordando con creces su área original de siembra.
Los efectos negativos de esta dinámica, se reflejan en la suba desmedida
–por manipuleo momentáneo del mercado– de los alquileres y precio de la tierra,
despoblamiento del campo, achicamiento de la PEA Agropecuaria, expulsión del
sistema de varios pequeños productores endeudados, y en un manifiesto deterioro
de las características naturales de las explotaciones arrendadas, por estos
nuevos actores del capitalismo agropecuario pampeano. Lo que sí es dable
destacar como un aparente contrasentido, es que de parte de las grandes empresas
sigue el proceso de agriculturización en plena marcha –que desde hace tiempo
viene observándose en el área–, y de parte de los productores, una tendencia a
no descuidar e inclusive a incrementar en lo posible sus planteles ganaderos,
como una forma de garantizar sus necesidades básicas y asegurarse a su vez de
las incertidumbres de la agricultura. Pero esta estrategia, indudablemente, no
tuerce la tendencia de los primeros.
Por otra parte, habría que ver si en términos macroeconómicos
–prescindiendo si se quiere de la contabilización de las familias perjudicadas
que quedan en el camino– estos nuevos impulsos y modificaciones productivas se
traducen en un incremento significativo de la producción en general. Justamente
sería importante, en algún momento dado, hacer un balance al respecto y ver si
realmente estas orientaciones en marcha, justifican tanto perjuicio a una
porción más que destacable de Productores, y por reflejo también a muchos
asalariados rurales.
Por último, en este contexto de imprevisibilidad y limitaciones que
imponen estas transformaciones arriba descriptas, las estrategias de
sobrevivencia y tendencias de las fuerzas laborales, particularmente de los
Pequeños Productores rurales, se pueden resumir diciendo que pasan básicamente
por: la optimización y manejo más directo de las explotaciones, un posible
incremento en la dedicación laboral de parte de los Productores que viven en los
pueblos hacia sus respectivas propiedades y un quietismo locacional de los
Productores que siguen residiendo en las áreas
rurales.
Sugerencias para el diseño de políticas públicas relacionadas con las
actividades agropecuarias
Si bien lo expuesto hasta ahora tiende sobre todo a una diagnosis
orientada especialmente a una problemática rural, cabe sugerir a su vez la
conveniencia de incluir con particular énfasis la “temática de la localización”
en la agenda de diseño de Políticas Públicas dirigidas a las actividades
agropecuarias.
La intención de esta propuesta se centra principalmente en que se rescate
y valore la fuerza del trabajo rural –como fuente básica de vida– para aquella
reducida población que todavía sigue permaneciendo en el campo, sin que por ello
se deje también de contemplar los factores que inciden en la mejora de la
producción.
Es así que, a pesar de ser conscientes de las limitaciones que implican
las propuestas generalistas –ya que de antemano sabemos que toda formulación
específica de nuestra parte, por desconocimiento global de todas las
problemáticas rurales, caería inevitablemente en el simplismo propositivo–, nos
arriesgamos no obstante a sugerir algunas acciones, no con la idea de brindar
soluciones concretas, sino la de ofrecer posibles alternativas a explorar,
tendientes a ese fin.
Por otra parte, entendemos que la validez de aplicación de las
directrices que aquí presentamos tiene sentido en la medida en que se contemplen
en conjunto, dado que su posible eficacia reside en que se puedan articular al
unísono.
Estas directrices pueden resumirse en las siguientes propuestas de
acciones:
·
Procurar
la implementación de un “apoyo económico especial”, mediante subsidios
diferenciales u otro procedimiento similar, y de “capacitación y asesoramiento
tecnológico específico”, para beneficio exclusivo de aquellos “Productores que
viven en el campo”, a fin de consolidar el arraigo de los
mismos.
·
Promover
la creación de “ligas solidarias de mutuo apoyo de Productores que residen en
las áreas rurales” a nivel zonal, con el objeto de incentivar entre los propios
vecinos rurales de cada lugar, la ayuda generalizada y la creatividad de
estrategias de conservación de sus modos de vida.
·
Impulsar
la creación de un “sistema educativo rural integral”, como una de las armas más
eficaces para evitar el desgranamiento poblacional del campo, mediante dos
instancias básicas: 1º) “revitalizando la red de escuelas rurales” –desechando
aquellos criterios economicistas de medición, costo-beneficio– que repercutiría
favorablemente, en primera instancia, en la retención de la familia del
asalariado rural en el lugar, y 2º) propiciando “becas de sostén individual”
para que puedan vivir solos en las localidades cercanas, aquellos adolescentes
de procedencia rural que estén en condiciones de cursar la escuela secundaria,
además de prever también donde pueda aplicarse, la implementación de una “red de
transportes escolares de alumnos secundarios”, para el traslado de los mismos a
las poblaciones cercanas.
Cabe recordar, según una encuesta realizada por nuestro equipo años
atrás, que la causa principal que motivó el cambio de residencia de los
productores rurales hacia los pueblos –a partir de la década del sesenta y en
concordancia con el inicio de creación de escuelas secundarias en los mismos– se
debió al interés de que sus hijos pudieran asistir a los colegios de enseñanza
media.
·
Propiciar
la planificación y realización de una mejora progresiva de los “caminos
troncales vecinales” de cada zona rural por parte del estado provincial, a fin
de darles un carácter de transitabilidad permanente, como asimismo apoyar a los
“consorcios camineros” existentes e incentivar la creación de otros nuevos,
direccionándolos especialmente hacia el cuidado y mantenimiento de los caminos
vecinales secundarios. Con este proceder de efectos socio-económicos múltiples,
no cabe duda de que además de viabilizar eficazmente la producción, evita el
aislamiento y ayuda al arraigo poblacional.
·
Apoyar
la “fuente de trabajo” y fomentar a su vez el “arraigo”, particularmente de
aquellos “Trabajadores dependientes que viven o pueden llegar a vivir en el
campo”, mediante la concreción de algún “mecanismo compensantorio a favor de los
Productores contratistas” –que puede ser una desgravación impositiva o un
subsidio de efecto equivalente–, con el objeto de morigerar el costo salarial
que demanda el contratar personal dependiente.
·
Habilitar
un “sistema de actualizaciones tecnológicas y capacitación laboral” al servicio
de los “Trabajadores rurales dependientes”, con centro de reunión en algunas
localidades a designar, a fin de favorecer el empleo y mejorar el ingreso
salarial de los mismos.
·
Fortalecer
de manera institucional –que de hecho se da en forma espontánea o no del todo
formal– el “estrechamiento vincular entre la población que vive en la zona de
influencia rural de cada localidad y su respectiva municipalidad”, con el
propósito de incentivar en forma ordenada el mutuo apoyo entre las partes
implicadas. En lo atinente, por ejemplo, a las prestaciones que brinda o que
puede llegar a brindar el municipio a su zona de influencia, como en las
contraprestaciones que ésta a su vez retribuye al municipio y pueblo en general.
Resulta importante fomentar esta vinculación, dado que debemos tener en cuenta
que los servicios que ofrecen los municipios a la áreas rurales –cuando éstos se
prestan adecuadamente– sirven en parte de soporte a los residentes rurales y,
como contrapartida, cuando el campo funciona bien económicamente, ayuda
eficazmente al incremento de los ingresos comunales y de la población en general
del centro urbano.
·
Procurar
se contemple la posibilidad de “creación de una repartición pública” –en la
medida en que exista la voluntad política a tal fin– que se aboque
específicamente al estudio de las “problemáticas inherentes a la PEA
Agropecuaria y con especial énfasis en la que reside en las áreas rurales”, e
implemente a su vez las correspondientes acciones tendientes a las soluciones
apropiadas de las mismas. Esta decisión pública –en caso de asumirse– podría
representar una forma concreta de avanzar en el tratamiento de la cuestión que
aquí se plantea.
Resumiendo, con respecto a las directrices explicitadas, queremos
reiterar y agregar que las mismas no tienen como propósito central revertir el
despoblamiento rural –aunque en el futuro, si llegase a mediar una política
apropiada, no se debe descartar la posibilidad de una leve tendencia hacia el
repoblamiento–, sino de conservar a la poca población que queda en el campo, no
porque si ésta lo abandona se deja de trabajar la tierra, sino porque se
entiende que la misma se trabaja mejor, rinde más y sufre menos deterioro cuando
el Productor vive en la explotación, y también y por sobre todos los factores
anteriores, el objetivo principal de estas directrices está orientado a procurar
retener y conservar para beneficio de los implicados, una fuente de trabajo
específico, debido a que las deserciones de los Productores y Asalariados,
cuando se producen, inevitablemente no son reemplazados por otros trabajadores
rurales.
En suma, para el tratamiento de la problemática de la PEA Agropecuaria
que planteamos en este trabajo, se pueden implementar diversas estrategias de
solución –que pueden ser algunas malas o regulares y otras buenas–, pero en
definitiva lo central de la cuestión pasa ante todo por si los organismos
estatales “le prestan atención o no a esta
realidad”.
Si la respuesta es positiva –que en última instancia es lo que nosotros
procuramos– a partir de ese momento toda acción orgánica que se efectivice en
este sentido, por pequeña que sea, se podrá considerar que marcha hacia la
solución progresiva de un problema concreto y
pendiente.
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