EL HÁBITAT Y EL HABITAR.
PERCEPCIÓN Y REPRESENTACIÓN DE LOS BARRIOS PLANIFICADOS
EN
UNA CIUDAD INTERMEDIA
Beatriz COSSIO
Beatriz DILLON
Gladys M.TOURN
Universidad Nacional de La
Pampa
República
Argentina.
ABSTRACTS
La apropiación del espacio
urbano adquiere innumerables formas determinadas por las tradiciones culturales
de los actores sociales, su origen, antigüedad de residencia en el lugar,
ubicación en la escala social y posibilidades de acceso a una vivienda. Esto se
enmarca en un entorno socioeconómico que conceptualiza el tema del hábitat de
una cierta forma y en función de ello provee distintas alternativas de solución.
Este trabajo trata de abordar el estudio del espacio urbano a partir del tema de
la vivienda, pues más allá de una simple mercancía, al ser habitada se
transforma en hogar, adquiriendo otra dimensión: el espacio del habitar, espacio
personal, íntimo y privilegiado. En los barrios de viviendas sociales
construidos por el Estado, la estructuración y formas de vida individual y
colectiva dependen de la configuración territorial. La construcción del hábitat
y el habitar resulta dificultosa cuando la tipología constructiva, el diseño
arquitectónico, los materiales de construcción y la resolución de los espacios
privados no permiten la obtención de las representaciones de cada familia con su
vivienda lo que influye en su proyección para la construcción del espacio
público. La acción del Estado no solo debería ser únicamente ejecutor de los
complejos y prestador de los servicios básicos, sino también realizar
acompañamiento de los grupos con el fin de crear espacios adecuados para el
desarrollo de la vida individual y colectiva contribuyendo al logro de una
relación simbiótica y simbólica, es decir un hábitat y un habitar confortable.
Introducción.
El acto primero y más
elemental de apropiación de la naturaleza por el hombre es el establecimiento de
su hábitat. Es un acto vinculado con la toma de posesión de un territorio, desde
donde se construye la alteridad, la relación con el Otro, que no es solamente el
semejante, sino todo lo que es exterior a sí mismo. Esta concepción amplía
notablemente la idea de territorialidad atribuida tradicionalmente a las
especies animales, que se restringe a la toma de posesión defensiva de un
espacio.
El logro del hábitat
equivale a la adquisición de una serie de elementos básicos desde el punto de
vista biológico y psicológico, vinculados sobre todo con la reproducción de la
vida.
La evolución de las
sociedades ha generado una enorme diversidad de respuestas y soluciones a esta
necesidad básica. Aquí trataremos sobre una de estas posibilidades, en relación
con el grado de solución alcanzado al problema del
hábitat.
La apropiación del espacio
urbano adquiere innumerables formas determinadas por las tradiciones culturales
de los actores sociales, su origen, antigüedad de residencia en el lugar,
ubicación en la escala social y posibilidades de acceso a una vivienda. Esto se
enmarca en un entorno socio - económico que conceptualiza el tema del hábitat de
una cierta forma y en función de ello provee distintas alternativas de solución.
La vivienda en su
representación social, es una necesidad relativa y cambiante. No todas las
sociedades ni en todas las épocas, ni todos los estratos sociales, perciben de
la misma manera qué es una vivienda adecuada. Así puede recorrerse todo un
espectro de gran diversidad. En un extremo está la infravivienda que es solo un
precario refugio, o aún la calle cuando se privilegia la cercanía al lugar de
trabajo en la zona céntrica, lo que ocurre
en muchas ciudades latinoamericanas y del resto del mundo; en el otro
extremo está la vivienda de exclusivos barrios residenciales que más allá de la
función de habitar se constituye en elemento de fuerte diferenciación
social.
Otro aspecto de la
representación social de las necesidades, es la existencia de un desajuste
permanente entre las demandas y su satisfacción, que es un factor primordial
para explicar los procesos de cambio social.
Por eso nos parece adecuado
abordar la apropiación del espacio urbano a partir del tema de la vivienda, pues
más allá de una simple mercancía que se incorpora al mercado, al ser habitada se
transforma en hogar y adquiere otra dimensión: es el espacio del habitar,
espacio personal, íntimo y privilegiado de la vida humana; allí el espacio se
apropia y se personaliza mediante símbolos y objetos que representan el yo más
profundo; es una apropiación individual y al mismo tiempo
familiar.
Por otra parte es
representativo de los distintos estatus que integran la sociedad y expresión y
condicionante de los diferentes roles sociales.
El hábitat y el habitar. Aproximación
Teórica.
Para el análisis a gran
escala que constituye el núcleo de este trabajo es pertinente comenzar con
algunas reflexiones sobre los conceptos de hábitat y habitar que han
desarrollado distintos autores.
Lefebvre por ejemplo opone
el hábitat, que se traduce para él en grandes conjuntos habitacionales de
carácter funcional y abstracto, al habitar. Esta perspectiva es previa y se
ocupa de la ciudad que se construye mediante la vida cotidiana de sus
habitantes, sus ritmos, sus ocupaciones, su cultura. Parte de un enfoque
integral, de actividades complejas y concretas desde donde se crean los espacios
ciudadanos de la convivencia, de la solidaridad y la sociabilidad, elementos
todos difícilmente cuantificables. (Villasante; 1995:105).
Con matices diferentes, Turner establece
la diferencia entre el inglés housing
y el to house. En el primer caso se
trata de un nombre que designa un artículo o producto, cuya medida son las
especificaciones técnicas. En este caso se mide el número de viviendas, sus
metros cuadrados, tipo y calidad de los materiales, valor de mercado, tiempo
invertido en su construcción, y todo aquello que puede cuantificarse. En cambio
el autor asimila el to house al
proceso o actividad de habitar. Si bien la palabra housing como nombre colectivo también se
asocia a la actividad de habitar, es difícil concebirla sin las viviendas
utilizadas para ello. En cambio el to
house se refiere a los aspectos
vitales tales como la frustración o satisfacción con la vivienda, experiencias
que no pueden cuantificarse ya que es impropio conceder valores humanos a las
cosas. En el caso de la vivienda es indispensable distinguir entre lo que ella
es materialmente y lo que representa en la vida de la
gente.
Una vivienda construida
respetando todas las normas arquitectónicas y urbanísticas puede ser considerada
adecuada como un artículo, pero solo pueden evaluarlas realmente quienes
"experimentan la actividad de habitar".
A partir de esta distinción
entre el sustantivo vivienda y el
verbo que expresa el arte de hacer vivienda y habitar en ella,
se estudia el impacto que su creación provoca en la vida de los alojados; el
enfoque sostenido por el autor jerarquiza la intervención de los futuros
usuarios en la construcción. Por ser una actividad de gran significación en la
vida de la persona, el ideal es que los propios usuarios tomen decisiones sobre
su vivienda y sean los principales agentes en su construcción o
adquisición.
Turner imagina una sociedad
ideal donde la vivienda es un medio para fines humanos, una actividad y no un
producto manufacturado y acabado. En esta organización cada familia tendría que
ser libre de elegir su vivienda, o hacerla construir y arreglarla a su manera;
debería tener la posibilidad de optar entre distintas localizaciones en la
ciudad, diferentes materiales y técnicas constructivas, diversas formas de
financiamiento. Por su parte, la sociedad funcionaría en forma tal que proveería
servicios institucionalizados al alcance de todos de modo que cada uno opte
entre una cantidad discreta de ofertas.
Es decir que la construcción
de la vivienda en la que el usuario interviene directamente o donde se ocupa del
control de las tareas, es un mejor vehículo de evolución personal, familiar y
social, que la vivienda adquirida. (Turner,
J.F.C.; 1976).
Desde este enfoque entonces,
el valor del producto material no radica en sus cualidades físicas, sino en las
relaciones que se establecen entre el objeto y el usuario. Estas relaciones
cambian a medida que cambia la composición del núcleo familiar, que se modifica
la vivienda por ampliación, renovación o envejecimiento, que el valor de uso y
de mercado varía al cambiar el contexto urbano que la rodea.
Pero la situación que
plantea Turner es, como dijimos, una sociedad ideal que está lejos de la
realidad urbana, especialmente de las ciudades
latinoamericanas.
En ellas se ha producido un
crecimiento vertiginoso en los últimos años. Sus causas radican en la
disminución de la mortalidad infantil, las mejoras sanitarias que aumentaron la
esperanza de vida, la migración campo - ciudad, el desarrollo económico y la
mejora tecnológica. Esto ha colocado a América Latina en primer lugar entre las
regiones "en desarrollo" por su crecimiento urbano. Las mayores áreas
metropolitanas" México, San Pablo, Buenos Aires y Río de Janeiro, superan todas
los 10 millones de habitantes.” (Fernández Wagner;
1999:57).
Este proceso de crecimiento
explosivo es protagonizado en gran
parte por población pauperizada expulsada del campo que, sin trabajo y sin
bienes, se instala en las áreas periféricas de las ciudades. Allí se aloja en
condiciones precarias, y da origen a las villas miseria de Argentina, que en
otras ciudades se denominan rancherías, callampas, favelas, tugurios... Esta
variedad de denominaciones
locales indica su presencia generalizada en toda
Latinoamérica.
Pero la vivienda digna es un
derecho fundamental, una necesidad básica reconocida en todas las constituciones
y/o declaraciones. Sin embargo, en un momento se convierte en un bien de mercado
demasiado costoso para ser adquirido por un asalariado. En la formación de su
precio intervienen la renta del suelo sobre el que se edifica, el costo de los
materiales, de la mano de obra más o menos especializada, el tiempo que insume
su construcción y los costos financieros.
Todo ello configura un valor que no puede ser afrontado por un obrero o
un empleado de clase media, y menos aún por los de menores ingresos. En este
momento, el Estado, a partir de la concepción del acceso a la vivienda como un
derecho básico de las personas, obra como intermediario entre el mercado y la
población careciente de vivienda, intentando resolver el problema ya sea a través de
una política económica que facilite la actividad de los constructores de
vivienda, el acceso al crédito de los potenciales compradores o mediante la
construcción masiva y el subsidio a los sectores más
desprotegidos.
Frecuentemente toma a su
cargo la construcción de las llamadas viviendas sociales, generalmente agrupadas
en grandes conjuntos habitacionales que se convierten en elementos destacados de
la estructura urbana, especialmente en los asentamientos intermedios y pequeños
y en las periferias de las grandes ciudades.
Se trata de un sistema
jerárquico donde la cima está ocupada por el Estado a través de sus organismos
de planificación, y en la base están los consumidores que tienen muy pocas
opciones entre un número limitado de alternativas
prediseñadas.
Aquí la experiencia del to house o del habitar, tiene un punto
de partida totalmente diferente al caso de la autoconstrucción. Se construyen
viviendas homogéneas para una población heterogénea. Las personas se transforman
de consumidores en beneficiarios pasivos de un producto planeado por organismos
supralocales. Desde un punto de partida común, cada familia elabora una relación
diferente con su vivienda, que evoluciona según los cambios del grupo, los
introducidos en la construcción y los del entorno urbano.
Volviendo a Lefebvre, este
tipo de solución está lejos de su concepción del habitar que consiste en "la
elaboración de un programa cuyo primer artículo sea la autogestión
generalizada... En cuanto a lo urbano solo puede constituirse y servir "el
habitar"…” (Lefebvre, 1970 en Villasante;1995:109).
Este trabajo trata de captar
las relaciones familia - vivienda en distintos barrios construidos con el
sistema cerrado, planificados por
el Estado y en una ciudad intermedia, que si bien ha sustentado gran parte de su
crecimiento demográfico en la inmigración rural, carece de grandes masas
pauperizadas alojadas en condiciones de infravivienda.
Se trata de vincular la
teoría presentada con las conclusiones de las investigaciones realizadas en
estos barrios tomando distintos casos a fin de analizar las formas de
apropiación, tanto de la vivienda como de su entorno.
Partimos de la premisa de
que la representación social de las necesidades es relativa, y por ello
encontramos una gran variabilidad en la relación habitantes - vivienda en los
distintos casos analizados.
El hábitat y el habitar en los barrios de viviendas
sociales
El déficit habitacional y la
consecuente demanda de viviendas y de equipamiento urbano a causa del
crecimiento de las ciudades se ha reflejado en pequeñas y medianas ciudades del
interior del país, tal el caso de la ciudad de Santa Rosa, La Pampa
–Argentina-.
El deterioro progresivo de
los niveles de ingreso ha provocado en los habitantes de la ciudad la
incapacidad de acceder, en forma individual, a la construcción de una vivienda
digna. La recurrencia al Estado en procura de una solución habitacional pone de
manifiesto la necesidad de los individuos de una vivienda provista de servicios
elementales básicos tendiente al logro de una movilidad social
ascendente.
A casi tres décadas de
políticas habitacionales controladas por el Estado, éstas han variado de acuerdo
a la coyuntura política y el alcance de su intervención ha tenido relación
directa con la fuerza de los reclamos de la población. En el marco de la
dinámica de transformaciones del sistema, el Estado se ha convertido en receptor
de las demandas, en ejecutor del diseño
y construcción de las viviendas –a través de su vinculación con las
empresas constructoras-, y en el responsable de la selección de los posibles
adjudicatarios. El vínculo entre el Estado y los usuarios culmina en el momento
de la adjudicación de la vivienda, estableciéndose posteriormente la relación
entre ellos y la entidad financiera encargada del cobro del crédito público. La
modificación de la política de vivienda supone la descentralización y coloca a
los estados provinciales como entes promotores para el financiamiento de las
mismas.
El rol del Estado como
agente proveedor de viviendas supone la intervención en uno de los bienes más
privados e individuales de las personas. El diseño de la vivienda social,
uniforme y estandarizado, se ha contrapuesto con el deseo de los adjudicatarios
de construir un “lugar” personal e individual. Según Borja, la vivienda social significa dependencia,
control, regulación y anonimato (Borja, J. et.al 1990:203).
El efecto de las políticas
nacionales de vivienda sobre el espacio urbano ha definido la conformación de
áreas, muchas veces, funcionalmente
inadecuadas, generando dificultades en las relaciones sociales de sus
habitantes.
En los barrios de viviendas
sociales, la estructuración y formas de vida dependen, en gran medida, de la configuración
territorial. La tipología constructiva, el diseño arquitectónico, los materiales
de construcción y el equipamiento e infraestructura dan marco a un entorno que
influirá sobre la dinámica social, contribuyendo a definir la calidad del
habitar y del hábitat.
Sin embargo, la satisfacción
que genera el disponer de “una casa propia” con una infraestructura mínima, con
la cual la mayoría no contaba hasta ese momento, tiende a minimizar otras
cuestiones relacionadas con el habitar y con el hábitat en
general.
Siguiendo a Borja, el barrio debe ser entendido
en sus dimensiones simbióticas y simbólicas. Simbiótica en cuanto relaciona
Sociedad y Estado -adjudicación de viviendas, provisión de servicios y
equipamiento- y simbólica porque integra culturalmente y da identidad colectiva
a sus habitantes a través de la apropiación de los espacios públicos y privados.
La recurrencia de ambas dimensiones permite obtener el bienestar colectivo, que
se manifiesta a través de una convivencia agradable, la voluntad de
participación, el cuidado de los espacios públicos y privados (Borja, J.;
1997).
El hábitat es el espacio
construido por los grupos sociales para la producción y reproducción humana en
cuanto a lo material y lo afectivo e involucra la socialización de las distintas
generaciones. La estabilidad, la seguridad y la pertenencia son elementos
centrales para la satisfacción de las necesidades.
La percepción de la vivienda
y del habitar.
La relocalización masiva de
personas supone la conformación de un nuevo grupo social, ya que las condiciones
del entorno físico exigen cambios en los comportamientos individuales y
grupales, es decir, en el modo de vida de las personas, lo que afecta su
identidad sociocultural.
Al acceder a la vivienda el
adjudicatario inicia una interacción con el espacio urbano distinta a la
previamente internalizada, debido a que debe asimilar o modificar conductas que
en parte le son impuestas. Es un proceso de apropiación social del espacio y de
situaciones de vida cotidiana, en búsqueda de vínculos que le permitan
identificarse con el lugar y con el nuevo grupo social, a fin de lograr
identidad y pertenencia.
La construcción del habitar resulta dificultoso cuando las
viviendas poseen en general un espacio reducido, fundamentalmente el de las
áreas destinadas al encuentro social (cocina-estar-comedor) lo que no favorece
el desarrollo de relaciones de convivencia o exige una adaptación a sus condiciones y dimensiones, más
allá de las modificaciones que puedan realizarse para adecuarlas a los usos y
funciones de la vida cotidiana de sus habitantes.
La uniformidad de la
tipología edilicia adoptada sufre, en corto tiempo, modificaciones
considerables. La construcción del espacio en los barrios planificados parte de
la necesidad de diferenciación, íntimamente unida al deseo de progreso, a la
manifestación de las diferencias sociales existentes y a la necesidad personal
de mostrar la condición social. La vivienda se convierte en signo de status
social y en la medida que se produce su individualización logra una proyección,
positiva o negativa, hacia el hábitat.
Según Wilheim, la
disponibilidad de espacio “depende de
patrones culturales y es función del número de usuarios y de sus edades, que
garantiza el confort en oposición a la promiscuidad resultante de la falta de
espacio” (Wilheim, 1990:357). El espacio privado está constreñido dentro de
la vivienda y es colectivo cuando es externo a la misma. Se convierte en lugar
cuando se colma de significados y valores, en virtud del afecto con que se lo
reconoce o por su presencia en la vida cotidiana.
Según León, el espacio público y el
privado son el “resultado del cruce de dos lógicas
distintas, la oficial que remite a criterios de técnica y de bajo costo y la del
cotidiano de sus habitantes que impone un ciclo espacial distinto y transforma
en la práctica usos y funciones. El consumo que de él se hace es clave en estas
transformaciones”(León, M. 1991:165)
Otro factor a considerar es
la privacidad, este indicador define el confort individual, se asocia al espacio
disponible y al silencio. Permite al individuo recogerse en un espacio; mediante
la privacidad familiar se establece un límite al compromiso colectivo, se huye
un poco de la coerción social de la comunidad (Wilheim,
1990:358).
La privacidad y la
independencia se hallan relacionadas con la posibilidad de desarrollar
libremente las actividades cotidianas en el interior de la vivienda. En este sentido la relación entre
privacidad y tipología constructiva es directa, e influye en la intensidad de
las relaciones sociales generando en algunos casos situaciones de conflicto. Las
mayores causales de conflicto devienen de la proximidad inmediata de las
viviendas y del alto grado de densidad barrial. Las viviendas individuales
garantizan mayor independencia y privacidad, ya que las mismas cuentan con
espacios libres privados.
Por otro lado, en los conjuntos
habitacionales multifamiliares, la
imposibilidad de ampliar o mejorar las condiciones externas de la vivienda
producen sentimientos de desapego e indiferencia hacia la misma y la vivienda
social representa una solución transitoria al problema habitacional, ya que se
aspira a acceder a otra vivienda, situación estrechamente ligada a la necesidad
de mejorar la "habitabilidad" de la misma. Esto es motivo de una alta movilidad
espacial de las personas lo que dificulta el sentimiento de arraigo y perjudica
el desarrollo de vínculos sociales.
La percepción de las
diferenciaciones socioeconómicas entre los grupos de habitantes de viviendas
FONAVI, se vincula con las mejoras realizadas en las viviendas, como una forma
de exteriorización de la condición social. La concreción de ampliaciones y las
modificaciones internas y externas, están vinculadas fundamentalmente con las
necesidades del grupo familiar y las posibilidades económicas del adjudicatario,
contrastándose con los casos donde las viviendas se mantienen en estado original
ante la imposibilidad de sus propietarios de realizar dichas mejoras. Por lo
tanto la construcción del habitar es
diferente en cuanto a las representaciones que cada familia tiene con su
vivienda.
La percepción de las
relaciones sociales y del hábitat
La socialización del entorno urbano crea las
condiciones para el descubrimiento de intereses y problemáticas comunes
(Castells, 1986:123). En los barrios de viviendas colectivas la configuración
territorial y la construcción del habitar son esenciales en la
construcción del hábitat.
Privacidad, independencia individual y
familiar, individualización,
equipamiento e infraestructura en estrecha relación con la estructura
demográfica interna, son elementos indispensables de la dinámica social que se
traducen en la intensidad de las relaciones sociales, el grado de pertenencia y
la participación y gestión de actividades comunitarias.
En los barrios de viviendas
unifamiliares las relaciones sociales son más intensas que en los conjuntos
de viviendas multifamiliares,
presentándose indicios de conflictividad en éstas últimas, donde el cuidado de
los espacios comunes y el desarrollo de la actividad cotidiana de niños y
adolescentes son los que generan mayores conflictos. Las molestias sociales no
se originan en los propios individuos, sino que están relacionadas con la
exteriorización de sus prácticas cotidianas debido a los defectos de diseño y
construcción de las viviendas y edificios: falta de insonorización, disposición
de las viviendas, calidad de los materiales de construcción utilizados y del
ancho de las paredes medianeras, el
acceso a los departamentos, lo que
no asegura independencia a los moradores.
En general, resulta un
espacio construido por y para adultos, esto agravado para el caso de barrios de
viviendas multifamiliares, donde niños y adolescentes no "encuentran" un espacio
propio para el desarrollo de sus actividades específicas y las formas de
adaptación a la vida cotidiana resultan más complicadas. Los niños se ven
sometidos a una estricta vigilancia con una movilidad territorial claramente
definida, siendo los espacios comunitarios áreas vedadas y hasta peligrosas, en
determinadas horas del día. El
adolescente y su familia se ven sometidos a una fuerte presión social.
Comparándola con la de
cualquier habitante de la ciudad, la presión social en los barrios de viviendas
colectivas es alta. La presencia del vecino se impone, pero las relaciones
sociales no logran intensificarse.
Los obstáculos al desarrollo
de la vida cotidiana y de las organizaciones que la estructuran, se vinculan con
la indiferencia hacia la participación en actividades comunitarias. Esto trae
como consecuencia la disminución en la extensión y riqueza de las redes sociales
y la interacción humana. Se establecen reales dificultades para construir una
"comunidad", debido al escaso control sobre el hábitat. De esta forma, estos
barrios se convierten en ambientes de vida "privatizada", carentes de
dimensiones sociales flexibles y positivas.
La densidad de ocupación de
las viviendas, el deterioro físico de las construcciones, la falta de
funcionalidad y la carencia de identidad con el lugar, generan situaciones
conflictivas atendibles, teniendo en cuenta que involucran a un grupo social que
no desarrolla una adecuada interacción con el medio en que
vive.
Los problemas de apropiación
del espacio público y privado imposibilitan el arraigo y la pertenencia con el
consecuente deseo de abandonar el barrio, sobre todo en los conjuntos de
viviendas multifamiliares. Esto provoca alta movilidad espacial, indiferencia
hacia las actividades colectivas y descuido de los espacios comunes. El recambio
permanente de habitantes afecta directamente las relaciones de vecindad que no logran afianzarse por la
presencia continua de nuevos ocupantes.
A modo de
cierre
De este análisis se
desprende cómo un grupo social autodefine su anhelo de un mejor habitar y hábitat. Esto supone la
necesidad de construir un modelo que resulte de una síntesis entre las políticas
oficiales y las necesidades y deseos de la comunidad.
Una mayor participación del
adjudicatario en el proceso de construcción de "su vivienda" supondría un mayor
apego a la misma y al barrio.
Las futuras viviendas
sociales deberían prestar especial atención al diseño arquitectónico y a la
calidad de los materiales de construcción utilizados con el fin de evitar
situaciones de conflicto y, por el contrario, facilitar la construcción de
vínculos comunitarios que permitan mejorar la calidad del habitar.
Se hace necesario un diseño
que proponga buen tratamiento de los espacios abiertos, de manera de suministrar luz y aire a los
edificios, prever vistas y perspectivas del entorno urbano, de las áreas de recreo y de desarrollo de
actividades comunitarias, además de
concientizar sobre la importancia del cuidado de los espacios
comunes.
Equipar a los barrios con
centros recreativos de usos múltiples que concentren actividades para distintas
edades según la estructura demográfica, permitirá la organización de actividades
comunitarias que aumentarán la participación barrial y contribuirán a la
integración de los distintos sectores.
Más allá de la transformación de las relaciones
entre la sociedad y el Estado, la acción de éste es indispensable no solamente
en el aporte económico para la ejecución de los complejos habitacionales y la
prestación de los servicios públicos, sino también para acompañar a los grupos
sociales a crear espacios adecuados para el desarrollo de la vida individual y
colectiva. Se propone incentivar a
los habitantes del barrio a desarrollar sus propias organizaciones sociales para
el intercambio de experiencias cotidianas, y la búsqueda de acciones y opciones
que refuercen lazos de cooperación y participación social.
Un habitar armónico y confortable supone
una mayor permanencia del grupo familiar en el hogar y un hábitat armónico y confortable supone
una mayor permanencia en el barrio,
favoreciendo el desarrollo de
relaciones sociales estrechas y formas de participación y gestión de actividades
de integración barrial.
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de Santa Rosa -Provincia de La Pampa- Argentina-, los conjuntos habitacionales
construidos a partir de operatoria FONAVI albergan aproximadamente el 30% de su
población. Su conformación, inserción en la trama urbana, estructura demográfica
interna, sociabilidad del hábitat, relaciones de convivencia diaria, desarrollo
de vínculos entre la vida colectiva y el espacio urbano, definen una
organización del espacio particular, donde las relaciones entre espacio,
sociedad y Estado resultan sumamente intrincadas. (Dillon, B. Cossio, B,
1998).
La tipología constructiva adoptada
difiere según las distintas operatorias y categorías: barrios de viviendas
unifamiliares o multifamiliares (monobloques), completas o de terminación
mínima. El diseño arquitectónico de las viviendas es estandarizado y uniforme y
la morfología que adoptan algunos de ellos son particularizadas en lo que se
refiere al diseño de las manzanas, calles y pasajes
peatonales.
En cuanto a las características
sociodemográficas, están habitados por hogares unifamiliares de tipo nuclear con
dos, tres o más hijos. La edad de las personas que viven en estos barrios tiene
estrecha relación con el año de entrega de las viviendas. La categoría
ocupacional es heterogénea. Coexisten empleados del sector público
principalmente, cuentapropistas, ocupados en el sector informal, profesionales y
trabajadores familiares sin remuneración fija, fundamentalmente en el caso
femenino. El índice de ocupación de la vivienda, en los barrios planificados, es
de aproximadamente 4 habitantes por cada una de ellas, cifra ligeramente
superior a la de la media provincial que asciende a 3,2 habitantes por vivienda.
(Díllon,B; Cossio,B 1996/7).
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