SEGREGACIÓN ESPACIAL Y POBREZA URBANA EN EL UMBRAL DEL S.XXI.
LA EXPERIENCIA ESPAÑOLA
Mª DEL PILAR ALMOGUERA SALLENT
DPTº DE GEOGRAFÍA HUMANA.
FACULTAD DE GEOGRAFÍA E Hª.
UNIVERSIDAD DE SEVILLA.
ESPAÑA.
INTRODUCCION
La
pobreza urbana aparece en la actualidad, como la consecuencia mas obvia y
evidente de los efectos negativos de la
estructura económica vigente. Basada en unos modos de producción que han
necesitado de grandes concentraciones de población en el espacio, se ha resuelto
en un incremento constante de la población urbana de nuestro planeta,
modificando el sistema de hábitat que fue tradicional durante
siglos
La
pobreza urbana, pues, parece reflejar las propias características de la economía
actual y sus modos de producción, al tiempo que refleja sus rasgos sociales: es cada vez más
violenta, degrada al individuo, reduce su capacidad de relación social, impide
la integración de grupos de activos en el propio sistema productivo y, en última
instancia, anula la dignidad del hombre.
Es
cierto que existe, a nivel institucional, gran interés por analizar y comprender
la pobreza. En efecto, importantes trabajos de índole teórica ya han sido
publicados, y todos ellos parecen coincidir en algo esencial: la pobreza en los
países desarrollados ya no puede entenderse como se venía haciendo hasta ahora,
sino que en la actualidad se trata de un fenómeno que adopta jerarquías de
formas que dan lugar a categorías nuevas. Bajo ese prisma, la pobreza no solo no desaparece en el
mundo urbano, sino que puede incluso que se esté incrementando; de la misma
manera, nuevos procesos de empobrecimiento parecen haberse puesto en marcha. Se
impone por tanto una reflexión
sobre el tema, ya que sus implicaciones sociales son de primera
magnitud.
En
el debate científico sobre la evolución de la pobreza no parece existir un
criterio único; mas al contrario se observa cierta discrepancia; si bien ciertos
informes procedentes de organismos internacionales sostienen que hacia el año 2015 la pobreza severa podría
reducirse a la mitad en todo el planeta, la realidad que se observa en las
grandes ciudades del mundo es otra: La pobreza urbana parece ir en aumento,
tanto en la cantidad de personas afectadas, como en la intensidad de las
situaciones de marginalidad que producen.
Verdaderamente,
se han apreciado importantes incrementos de estados de pobreza que se enmarcan
en otras categorías y que aparecen como los efectos negativos, no deseados por
supuesto, de las tendencias globalizadoras de la economía. Se trata de “la nueva
pobreza” (Withe,1995) que se manifiesta en la aparición de una mayor
vulnerabilidad social, así como en la emergencia de nuevos grupos sociales
(underclass) con rasgos claramente marginales: Inmigrantes, desempleados,
jóvenes sin ocupación, toxicómanos, transeúntes sin hogar,
etc.
Estos
grupos se definen en términos de capacidad económica, aunque es obvio que
entrañan otros rasgos de distinta naturaleza, por lo que aparecen como la
resultante de un fenómeno multidimensional y no solo económico (SARPELLON,1990.
RENES,1993). La pobreza disminuye las posibilidades de relación y participación
colectiva, al tiempo que anula las capacidades para hacer valer los derechos civiles. Quizás
por ello la pobreza hoy no se entiende como un hecho individual sino sobretodo
como un fenómeno social, de ahí que los grupos mas desfavorecidos tiendan a
reunirse en colectivos, a adoptar normas de conductas propias, y formas de
comportamiento específicas (subcultura).Pero además y por encima de ello hay que
recordar que tales situaciones requieren atención asistencial, por cuanto que
resulta difícil, cuando no imposible, escapar del círculo negro de la miseria.
Es necesario, pues, adoptar estrategias tendentes a poder luchar contra
ella.
LA
DIMENSION TERRITORIAL DE LA POBREZA URBANA
La
pobreza así entendida, se manifiesta claramente en la organización espacial de las
ciudades, de forma que los procesos de exclusión social se consolidan en la
generación de zonas marginales y suburbios donde la conflictividad social y la
violencia resultan cada vez mas radicales.
Verdaderamente,
la marginalidad urbana no es un fenómeno exclusivo de fin de siglo;
piénsese en las periferias de
chabolas que han constituido el paisaje dominante de algunas de las grandes
ciudades españolas durante la primera mitad del siglo XX. Su importancia ha sido
tal que dio lugar a lo que hoy conocemos como “la ciudad espontánea”, es decir,
la formación de un tejido urbano marginal y periférico, que prácticamente
duplicó la trama urbana hasta entonces existente, organizando una auténtica ciudad yuxtapuesta junto a
la urbe oficial.
Esta
ciudad espontánea se formó por simple ocupación del terreno, disponiéndose a lo
largo de las principales vías de comunicación que daban acceso a la ciudad. Las
casas se levantaban muy rápidamente, a veces en una sola noche, al margen de la
legalidad, aunque aquí la casuística sería muy variada; pero siempre, se fuera
propietario o no de la parcela ocupada, se actuaba sin licencia de obras ni
permiso de habitabilidad. Estos barrios de autoconstrucción surgieron,
pues, sin la más mínima
planificación y carecieron durante muchos años de los mas elementales
equipamientos y dotaciones. Sirva como ejemplo el caso de la ciudad de Sevilla,
que llegó a tener un auténtico cinturón de miseria constituido por unas 4.000 chabolas que rodeaban materialmente a la ciudad
por los sectores Norte y Este. Ahora bien, desde el punto de vista social, los
residentes en dichos barrios no desarrollaron mecanismos de rechazo social, sino
que se consideraron parte de una misma comunidad y no desarrollaron estrategias
de automarginación en ningún caso.
Sin
embargo, la marginalidad urbana de finales del siglo XX presenta caracteres bien
distintos: se materializa, desde el punto de vista morfológico en la denominada
polarización espacial.
La
polarización espacial ha aparecido como tal en los últimos veinte años
aproximadamente en las ciudades españolas, y se define como una ruptura del
tejido urbano, como una reclusión de la trama sobre sí misma, que impermeabiliza
el espacio y lo hace inaccesible para todos aquellos que quedan fuera de dicha
organización, incluidos los servicios públicos, médicos o asistenciales. La
negativa a entrar en el barrio por miedo a la propia integridad física por parte
de quienes no pertenecen a él, hace patente el nivel de exclusión y
radicalidad que aqueja a estos
sectores urbanos.
Las
causas últimas que dan lugar a esta auténtica ruptura del tejido urbano hemos de
buscarla, sin lugar a dudas, en los
procesos de reestructuración económica, procesos inducidos por las tendencias
globalizadoras de la economía y que se han materializado en crisis profundas que
han obligado al cierre de industrias y empresas obsoletas con la consiguiente
perdida de empleo estable y auge de la economía sumergida y economía informal.
Todo ello se ha reflejado en el plano de la ciudades españolas, que han visto
como el abandono de inmuebles y el vaciado de actividad en determinados
sectores, daba paso a la ocupación de los mismos por grupos menos favorecidos
que a la postre han desembocado en la formación de barrios marginales e incluso
en auténticos ghettos.
Junto
a ello, la inexorable ley de ocupación que establecen los precios del suelo, ha
dado lugar, en última instancia, a
un reajuste morfológico de la
ciudad con la aparición de la ciudad dual: una situación en la que las
diferencias entre la localización de las zonas residenciales y los polígonos de
infravivienda tiende a acentuarse.
La
realidad que se esconde en estas áreas marginales de las principales ciudades,
ha sido descrita por diversos autores Todos ellos
han puesto de relieve la tendencia a la radicalización del proceso, así como el
incremento de las redes de comportamiento y violencia. En nuestro país,
afortunadamente, aún no hemos alcanzado un grado excesivamente intenso en los
procesos de segregación socio-espacial, pero no es menos cierto que comienzan a
detectarse síntomas alarmantes.
SEGREGACION
ESPACIAL Y MARGINALIDAD URBABA
El
fenómeno descrito es observable en gran número de ciudades sea cual sea su
escala, pero se da preferentemente en las denominadas villas-globales o
metrópolis regionales, allí donde las tensiones generadas por las nuevas
tendencias económicas se han dejado sentir con mayor
virulencia.
En
España, ya se ha comentado, el fenómeno aún no adquiere las dimensiones
observadas en otros países, pero no es menos cierto que la segregación espacial
es ya un hecho en nuestras grandes ciudades.
La
fortísima especulación inmobiliaria de los años anteriores, especialmente la
desarrollada en la década de los ochenta, junto con la precariedad de los
empleos, especialmente del primer empleo, ha hecho que el acceso a una vivienda
digna en las grandes capitales, bien sea en propiedad o en alquiler, se haya
convertido en el principal problema para muchos ciudadanos, especialmente para
los segmentos de jóvenes en edad de independizarse.
Por
otra parte, y desde el punto de vista urbanístico, las ciudades se vieron
sometidas durante esos años, a un proceso de remodelación en el que la promoción
pública de viviendas descendió drásticamente, siendo las empresas privadas las
que edificaron el mayor número de casos. Las actuaciones se fueron localizado en
los terrenos que iban siendo progresivamente liberados tras las grandes obras de
infraestructuras, de tal forma que la tradicional morfología urbana de la
ciudad, que se resolvía en una fácil oposición entre centro-periferia, ha dado
paso a un plano segmentado en el que las distintas zonas del área sufren un
proceso de especialización funcional. Así las actividades menos rentables van
siendo obligadas a localizarse en las zonas menos accesibles, en las que los
precios de suelo son mucho mas baratos y los niveles de equipamiento cada vez
son menores.
Las
áreas marginales urbanas en España no lo son solo desde le punto de vista social
(concentración de la pobreza), sino también desde el punto de vista espacial y
funcional: segregación de la trama urbana y abandono de actividades serían sus
rasgos mas característicos. Al mismo tiempo se ha producido una degradación
máxima de las zonas comunes, con pérdida del mobiliario urbano y decadencia
acelerada de los inmuebles; todo ello anula la relación y convivencia en los
espacios públicos, característica de nuestra cultura mediterránea que ha
pervivido durante siglos.
No
obstante, la realidad tanto morfológica como demográfica, varia según el tipo de barrio que se trate. Es
por ello que hemos establecido una tipología de barrios marginales según sus
características intrínsecas. La tipología, que aparece recogida en el cuadro nº
I, puede ser válida para reflejar la situación de cualquier ciudad española, o
al menos es lo que se pretende. Hay que advertir, no obstante, que dicha
clasificación se ha efectuado teniendo en cuenta únicamente las variables
demográficas, cuyos valores aproximados aparecen en cifras porcentuales sobre el
total de la población residente en ese sector urbano. Como podrá observarse,
algunos caracteres no han podido ser cuantificados, por lo que se citan solo
como variables cualitativas. De la misma manera resulta obvio advertir, que los
caracteres demográficos que han servido de base para la confección de dicha
taxonomía se basan en la realidad de nuestro país, y habrán de completarse con
indicadores de naturaleza urbanística y económica. La limitación propia de este
tipo de trabajos, impide un tratamiento mas exhaustivo.
A)
Barriadas marginales periféricas.-
Se
trata de edificaciones de localización periférica construidas a instancias de la
administración (promoción pública), hará relativamente pocos años, quince o
veinte a lo sumo. Prácticamente desde su construcción, apenas han recibido
atención por parte de los poderes locales, padeciendo de un déficit crónico de
equipamientos, incluso de los mas elementales, y con amplios espacios verdes
materialmente arrasados.
Desde
el punto de vista demográfico se distinguen por poseer un porcentaje de
población joven superior a la media de la ciudad. Destaca la altísima proporción
del fracaso escolar en la franja 12-18 años, con importantes problemas de
integración escolar en un sistema de educación obligatoria que los jóvenes
rechazan abiertamente.
De
la misma forma encontramos una muy escasa cualificación de la mano de obra joven
que, por la misma razón se ve excluida de un mercado de trabajo cada vez mas
exigente y competitivo. Frente a ello, se ven empujados a mantener niveles de
consumo superiores a sus ingresos y posibilidades, por lo que terminan por
desarrollar sus propias estrategias de supervivencia apoyadas, la mayoría de las
veces, por actividades delictivas. La organización en redes de comportamiento o
bandas callejeras, es casi obligada.
Al
mismo tiempo se detectan también la presencia de minorías étnicas con formas de
conductas propias y peculiares..
B)
Barrios obreros obsoletos.-
Se
trata de barriadas ya antiguas construidas en los años sesenta del presente
siglo. El proceso de envejecimiento ha sido notorio, tanto en lo referente a los
inmuebles, como en las estructuras demográficas.
La
morfología urbana del área se caracteriza por un notorio abandono de los
inmuebles y espacios públicos, a lo que contribuye el aislamiento del barrio de
la trama urbana, ya que por lo general, estos barrios han quedado encerrados
sobre sí mismos debido al efecto “pantalla” ocasionado por infraestructuras escasamente permeables.
Sin embargo, su posición actual en la trama urbana ha mejorado sensiblemente
gracias a las nuevas infraestructuras realizadas, así como por la mejora de los
transportes públicos. Estas mejoras en su accesibilidad hacen presagiar para
estos barrios un futuro incierto.
Las
estructuras demográficas presentan unos porcentajes en la composición por edad y
sexo en las que tanto las proporciones de los grupos de jóvenes como de
ancianos, son semejantes; ello hace pensar que la evolución demográfica del
barrio lo sitúa en fase regresiva de sus estructuras por edad y sexo, con clara
tendencia al envejecimiento tanto por la base como por la cumbre de su pirámide
demográfica.
Junto
a ello se observa un número considerable de familias monoparentales, así como
una amplia representación de hogares unipersonales o de solitarios, en la
mayoría de los casos ocasionados por viudedad.
La
existencia de antiguos talleres e instalaciones industriales abandonadas, junto
con la falta de comunicación con el resto de la trama urbana, es lo que le
confiere ese aire suburbial que, unido a la progresiva degradación de las
viviendas y sus instalaciones, hace que se la califique, en ocasiones como
“zonas de chabolismo vertical”.
Desgraciadamente
los núcleos de chabolas no han desaparecido de la fisonomía de la ciudad. Ciertamente no
adquieren las dimensiones de décadas pasadas, pero pueden reconocerse en
enclaves marginales claramente insalubres y faltos de la mas mínima higiene
pública. Ocupados en su mayoría por minorías desarraigadas (inmigrantes,
semitranseuntes) constituyen el hábitat marginal por excelencia; pues bien, no es extraño ver núcleos de chabolas
adosadas estos viejos barrios obreros.
c)
zonas degradadas del casco histórico.-
Desde
el punto de vista morfológico se trata de zonas con un buen número de edificios
en ruinas o claramente envejecidos, muchos de ellos de gran valor arquitectónico
e histórico-artisticos. Dado que en su mayoría se trata de inmuebles con
viviendas de rentas muy antiguas , el nivel de inversiones por parte de sus
propietarios para el mantenimiento ha sido mínimo,.dado
que su rentabilidad económica verdaderamente ha sido nula.
Desde
el punto de vista demográfico se ha producido un envejecimiento muy acusado de
la población, con alta proporción de ancianos. De igual forma se detectan un
numero muy superior a la media de transeúntes y desarraigados, que en muchos
casos ocupan y malviven en edificios en ruina o abandonados. De igual forma
localizan allí su residencia grupos que entienden su estancia en la ciudad como
puramente coyuntural, caso de los inmigrantes. El abandono definitivo de
inmuebles y su declaración administrativa de ruina, permite la progresiva
colonización de grupos de delincuentes y toxicómanos.
D)
Pobreza encubierta.
Se
da fundamentalmente en barrios acomodados y de clases medias con una cierta
antigüedad. Este tipo de pobreza suele alcanzar a familias en las que el jefe de
hogar ha visto drásticamente reducidos sus ingresos, bien por reestructuraciones
de empresas o ajustes de plantillas.
Espacialmente estos hogares se localizan en forma
diseminada y oculta, con disimulo de su situación de necesidad y sin demandar
ayuda social, por considerar que ello estigmatizaría a la familia y ocasionaría
un serio trauma para todos sus miembros. Los contactos sociales y la relación
social se ven seriamente afectados.
Estas
familias constituyen los grupos en riesgo de sufrir pobreza severa, colectivo
que, si nos atenemos a las recomendaciones de los organismos internacionales,
requieren de forma prioritaria,
asistencia y trato por parte de los agentes locales, pues existen grandes
posibilidades de obtener la mayor eficacia en los programas de acción social, y
romper así con el círculo de reproducción e incremento de la
pobreza.
CONCLUSION
La
polarización espacial de la nueva pobreza en las grandes ciudades españolas, ha
pasado a ser uno de los principales problemas al que han de enfrentarse los
gobiernos tanto locales como nacionales. Si verdaderamente parece ser que la
pobreza ha descendido en cifras absolutas, y puede que lo siga haciendo a lo
largo de las próximas décadas, lo cierto es que no hay unanimidad de
criterios en ello. Naciones Unidas,
no obstante, aporta una conclusión esperanzadora en su último Informe sobre el
Desarrollo Humano: la extrema pobreza podría ser borrada del planeta a mediados
del próximo siglo.
Sin
embargo y frente a ello, las grandes ciudades cada vez muestran su cara mas
hostil, que se manifiesta en las zonas espacialmente aisladas y segregadas de la
trama urbana desde el punto de vista morfológico, económico y social. El espacio
aislado, segmentado, y polarizado, se convierte en una variable de gran
trascendencia a la hora de reproducir y perpetuar la pobreza.
Pero
ello, además, viene ocasionando otras consecuencias de índole morfológica y
social que conviene enfatizar.
Desde
el punto de vista social los
residentes de los barrios y áreas marginales frecuentan, con calendarios que se
ajustan a sus usos y costumbres, distritos y zonas por las que, hasta ahora, no
parecieron demostrar gran interés;
amparados en sus propias redes y leyes de comportamiento, impregnan una
exclusividad en el uso del espacio que puede llegar a tener graves repercusiones
desde el punto de vista económico y social (creación de una sociedad cada vez
mas dual y segmentada en lo que a uso del espacio se
refiere).
Desde
el punto de vista morfológico las
ciudades están viendo disminuir de forma alarmante, y quizás como consecuencia
de lo anteriormente apuntado, el volumen de sus espacios públicos de carácter libre,
de tal manera incluso que puede aventurarse que probablemente el S. XXI va a contemplar el fin de los espacios
públicos tal y como lo conocemos en la actualidad. Frente a ello nuevas
modalidades de gestión de estos espacios se están poniendo a prueba, cual es la
autogestión vecinal, vigilancia privada, proliferación de clubes privados de
recreo y ocio, etc., y desde luego siempre los encontramos bajo la fórmula de
recinto cerrado.
La
extensión de redes de comportamiento endógeno, la generación de subcultura,
violencia y delincuencia, aparece como la forma mas radical y trágica de la
llamada “nueva pobreza”, con la que parece irremediable conviviremos en el
próximo siglo.
En
España se han puesto ya en marcha mecanismos de lucha contra la segregación
espacial. Así cabría señalar las políticas tendentes a hacer descender los
precios del suelo y luchar de esta forma contra la especulación urbana. La Ley
del suelo, en España, permite que las diversas administraciones y los propios
ayuntamientos sean propietarios de patrimonios públicos de suelo que pueden
servir para regular los mercados de las viviendas en un momento dado. Las
actuaciones son de diversa naturaleza, y van desde la construcción de nuevas
viviendas de promoción pública en propiedad, hasta aquellas otras dedicadas a
ser alquiladas a rentas bajas dando prioridad a parejas jóvenes, parados de
larga duración etc.
De igual forma, y desde hace
aproximadamente un lustro, los
ayuntamientos se han decidido a promover mejoras urbanísticas en estos barrios
que anteriormente han sido catalogados. Las inversiones implican la redacción de
ciertos documentos de planeamiento cuya naturaleza varía dependiendo del grupo
al que pertenezcan, y donde se localicen morfologicamente hablando. Estas
actuaciones están resultando, en
líneas generales, bastante satisfactorias. En efecto, los planes de rehabilitación para determinadas zonas de los cascos
históricos, y los planes de reurbanización en aquellos otros barrios marginales
de naturaleza suburbial. se entienden como actuaciones de carácter global y no
solo como actuaciones de carácter físico o morfológico, tendentes a reparar
firmes, acerados o sanear infraestructuras. Además de ello, que resulta en todos
los casos imprescindible, implica dotar al barrio de equipamientos urbanos,
llevar a cabo mejoras el paisaje, dotarlos de sedes vecinales y, al mismo
tiempo, establecer programas de acción social específicamente diseñados teniendo
en cuenta las variables demográficas específicas de cada zona. De ahí que el
conocimiento de las características de la población de dichas áreas sea de gran
importancia.
Aún
es pronto para poder realizar un balance pormenorizado acerca de los resultados
obtenidos mediante tales actuaciones; los primeros resultados parecen dibujarnos
un futuro optimista Pero resulta
evidente que no podemos quedarnos
solo en una crítica al estado del bienestar. Han de encontrarse los mecanismos a
través de los cuales las grandes
ciudades vuelvan a recuperar su cohesión interna y su integración morfológica,
pues solo así se alcanzará el
equilibrio social y el derecho al disfrute de la ciudad por parte de todos los
ciudadanos.
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