“HACIA LA
CONSTRUCCIÓN DE UN INDICADOR SOCIO-POLITICO
A ESCALA DE
BARRIO. UN APORTE DESDE LA GEOGRAFÍA”
Cecilia Camila Quintana
Binimelis
Resumen
En la
investigación la autora analiza social y políticamente los barrios que conforman
la comuna de El Bosque que se localiza en el área sur-central de la Región
Metropolitana de Santiago. Se considera de interés geográfico, ya que constituye
la primera experiencia en Chile en delimitar su territorio en unidades de
barrios con el objeto de definir áreas de trabajo más funcionales y
operativas.
El
estudio analiza primeramente el espacio comunal a partir de las elecciones
presidenciales, parlamentarias y municipales desde el retorno a la democracia en
1989. Posteriormente se aplican variables socio-políticas a escala de barrio,
tales como densidad de población, niveles de organización, grupo socio económico
(GSE) y presencia de miembros de las FFAA. De esta manera, es posible establecer
los comportamientos electorales que se desarrollan en la mencionada
comuna.
La
conclusión fundamental de dicha investigación es que no sólo debe constituir una
herramienta de análisis para fines electorales, sino que además debe
transformarse en un complemento necesario para aquellas decisiones relacionadas
con la inversión y gestión pública local, las que generalmente están sujetas a
la percepción de los asesores políticos.
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Introducción
El 12
de diciembre de 1999 se realizaron las elecciones presidenciales en Chile. Sin
embargo, la proclamación de un nuevo mandatario, que gobernaría hasta el 2006,
debió ser postergada para mediados de enero del 2000. El motivo: el estrecho
margen entre el candidato de la Concertación de Partidos por la
Democracia
(pacto gobernante), Ricardo Lagos (47,96%), y de Joaquín Lavín
(47.52%) del conglomerado opositor “Alianza por
Chile”.
Si bien
diversos estudios de opinión pública (Fundación Futuro, CERC) habían vaticinado
una segunda vuelta eleccionaria, la alta votación obtenida por Lavín fue de gran
impacto político, no sólo para la Concertación, sino para los otros partidos de
izquierda que no integran dicha coalición. Después de 36 años se generaba la
posibilidad para la derecha de aspirar, en forma democrática, al gobierno con un
líder que, además de ser ex funcionario del régimen militar de Pinochet,
pertenece al Opus Dei.
La otra
consecuencia directa de esta vuelta fue la baja votación obtenida por las otras
candidaturas: Gladis Marín del Partido Comunista (3,19%), Tomás Hirsch del
Partido Humanista (0,51%), Sara Larraín de una coalición de grupos
ambientalistas e intelectuales (0,44%) y Arturo Frei ex militante de la
Democracia Cristiana (0,38%).
Pero
¿cómo se puede explicar la votación de Lavín? La respuesta podría encontrarse en
las siguientes causas: una tasa de desocupación que en los meses de junio
(15,4%) y septiembre (14,4%) alcanzó sus más altos índices en relación con el
promedio que experimentaría en 1999,
un aumento en los actos delictuales
y, particularmente, la ausencia de Pinochet en el país. Este panorama económico
y político-social permitieron al candidato derechista focalizar su campaña,
especialmente en los sectores sociales de mayor vulnerabilidad, utilizando los
temas de delincuencia, cesantía y pobreza, proclamando que Chile debía mirar
hacia el futuro y eludiendo durante su campaña lo que acontecía con Pinochet en
Inglaterra.
Es
indudable que restringir dicho análisis a situaciones específicas que
acontecieron durante 1999 no resultan del todo válidas, sobre todo porque no se
pueden obviar las profundas transformaciones de la sociedad chilena durante la
década de los `90. Al respecto Tironi (1999) indica que la idea de estancamiento
y decadencia, así como el sentimiento de apocamiento, hastío, pesimismo y abulia
que predominó a lo largo del siglo XX en la actitud de los chilenos, fue
cambiado por el de optimismo, preocupación por el futuro, ánimo consensualista,
vocación por el esfuerzo individual y, particularmente, por rechazar todo
aquello que lo retrajera hacia el pasado, en otras palabras, una disposición
hacia la fuga.
Pese a
que en la segunda vuelta Ricardo Lagos consiguió la victoria con el 51,32% de
los sufragios, la cifra obtenida fue producto de las preferencias por parte de
los votantes que en la primera elección habían optado por los candidatos Marín,
Hirsch y Larraín. A esto se agrega parte de la disminución que se produjo en los
votos nulos: de 2,19% en la primera vuelta a 1,41% en la segunda.
La
votación obtenida por Lavín dejó a la derecha en una posición estratégica para
las elecciones municipales a desarrollarse en octubre del 2000. La capacidad de
canalizar estos votos aumentaría su presencia política a escala local en
proyección a las presidenciales del 2005.
En este
contexto resulta de interés geográfico político analizar la comuna de El Bosque,
no sólo porque los resultados de la segunda vuelta eleccionaria reflejaron la
tendencia nacional con respecto a las preferencias de los electores,
sino porque en 1999 se transformó en la primera unidad política administrativa
en dividir su espacio comunal en barrios (Carta Nº1). Esta situación permite un
análisis de mayor especificidad que la obtenida solamente a partir de las
circunscripciones electorales que la conforman.
El
Bosque: una herencia del régimen militar
La
comuna de El Bosque, localizada en el área sur-central de la Región
Metropolitana de Santiago, corresponde a la parte urbana del Gran Santiago.
Creada como territorio en 1981 a partir de la fragmentación de terrenos
pertenecientes a las comunas de San Bernardo y La Cisterna, sólo a mediados de 1991 entró en funcionamiento
la municipalidad.
Esta
nueva división se enmarcó en la lógica de estratificar socioeconómicamente a la
población, consagrando la segregación espacial y administrativa sobre el espacio
urbano. Pero, además, el gobierno militar integró criterios geopolíticos en este
proceso de planificación, los que en caso de El Bosque tuvieron un mayor impacto
por la conformación de una comuna que no sólo incorporaba la Escuela de Aviación
Capitán Avalos y la Base Aérea El Bosque perteneciente a la Fuerza Aérea, sino
toda el área de influencia de conjuntos habitacionales asociados a miembros
activos y en retiro de esta institución, representando cerca del 55% de la
superficie.
La
comuna heredada se dividía en 34 Unidades Vecinales
producto de la fusión de las comunas madres. Dado lo arbitrario de la
subdivisión se optó por definir espacios más funcionales y operativos para
trabajar el territorio denominándose “Sectores de Planificación” o “Sectores
Pladeco”
(6) y “Barrios”
(53) (Carta Nº1). Ambos fueron desarrollados en torno a los Planes de Desarrollo
Comunal (PLADECO): 1994 y 1999, respectivamente.
Catalogado como un
municipio “innovador” por parte del gobierno central en diversas áreas
relacionadas con la gestión, los barrios, como parte de su nuevo espacio
comunal, aún no se han incorporado plenamente en las estrategias de trabajo de
profesionales y funcionarios que forman dicha institución. De igual forma,
prevalecen las decisiones políticas basadas en la concesión de favores que no
necesariamente significan un mayor número de votos para la actual
administración, como también la existencia de asesorías políticas que no cuentan
con información objetiva política del territorio y que son fundamentales para
complementar las decisiones de carácter técnico. Esta realidad, obviamente,
tampoco está ausente en otros municipios de
Chile.
Retorno a la
Democracia: procesos eleccionarios desde 1989
A fines
de 1989 se efectuaron las primeras elecciones presidenciales después de 19 años.
Sin embargo, para comprenderlas es preciso retroceder en el tiempo. En 1981, y
de acuerdo a lo establecido por la nueva Constitución Política de 1980, comenzó
a regir un nuevo período presidencial de ocho años en el que “continuará como
Presidente de la República, el actual Presidente, General de Ejército don
Augusto Pinochet Ugarte, quien durará en el cargo hasta el término de dicho
período”.
Al término le “corresponderá a los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas y
al General Director de Carabineros, proponer al país, por la unanimidad de
ellos... la persona que ocupará el cargo de Presidente de la República en el
período presidencial siguiente...”.
La ciudadanía a través de un plebiscito podría manifestar su voluntad de aprobar
o rechazar la proposición, lo que significaría que el presidente elegido
ejercería sus funciones hasta 1996, pero convocando a elecciones parlamentarias.
En caso de rechazo se convocarían a elecciones presidenciales por un período de
cuatro años, no pudiendo el nuevo mandatario ser reelegido en el período
siguiente.
El 30
de agosto de 1988 fue propuesto el General Augusto Pinochet y el 5 de octubre
del mismo año se realizó el plebiscito. A escala nacional, los resultados fueron
los siguientes: 43,01% optaron por el Sí y 54,71% por el No.
A
partir de este proceso de “reincorporación democrática”, es posible ir
explicando el comportamiento del electorado en la comuna de El Bosque.
Referente al proceso
plebiscitario, un 37,60% de los ciudadanos bosquinos votaron por el Sí, mientras
que un 60,27% por el No,
destacándose la amplia diferencia entre las opciones con respecto a los totales
del país.
Elecciones
Presidenciales
Para la
elección de Presidente de la República de 1989 se mantuvo la tendencia reflejada
en el plebiscito. En el ámbito nacional, Francisco Javier Errázuriz, candidato
centro-derecha obtuvo el 15,04% de los votos, Hernán Büchi, candidato de la
derecha, el 28,66% y Patricio Aylwin de la Concertación, el 53,78% de los
sufragios. En El Bosque nuevamente prevalecieron algunas diferencias. La
votación de Aylwin (57,25%) fue relativamente mayor, debido a que los otros
candidatos (Büchi, 25,67% y Errázuriz, 14,87%)
presentaron una baja en comparación con los resultados
nacionales.
En las
presidenciales de 1993 se registró la votación más alta de la Concertación hasta
la fecha. A pesar de ser una elección con 6 candidatos, Eduardo Frei Ruíz-Tagle,
hijo del ex presidente Eduardo Frei Montalva (1964-1970), alcanzó el 57, 98% de
las preferencias, superando con creces a Arturo Alessandri Besa (24,42%) de la
derecha y al resto de los candidatos que no excedieron el 7%. En la comuna de El
Bosque el proceso eleccionario fue muy similar: Eduardo Frei obtuvo el 62,06% y
Alessandri el 20,61%.
Elecciones
Parlamentarias
Si bien
se reconoce las consecuencias negativas que ha provocado la vigencia de un
sistema electoral binominal,
por la imposibilidad de existir una representación parlamentaria que permita
realizar reformas a la Constitución de 1980, éstas no han afectado todavía a una
elección de diputados en el distrito 27, al que pertenece El Bosque junto con La
Cisterna y San Ramón.
No
obstante, es la votación parlamentaria la que de alguna forma, ha ido reflejando
una relativa derechización de los ciudadanos bosquinos y que se hizo evidente en
la alta adhesión obtenida por Lavín.
En 1989
el distrito eligió los dos cupos para la Cámara de Diputados con candidatos de
la Concertación: uno de la Democracia Cristiana (35,60%) y uno del Partido
Socialista (22,66%).
En 1993 incrementó la votación del diputado socialista (31,78%), pero se redujo
a 23,14% para el militante del PDC. Esto permitió que el candidato de la UDI
(23,16%) ocupara el segundo cupo parlamentario para dicho distrito.
En 1997
el diputado de la UDI aumentó su votación a un 28,63%, mientras la Concertación
obtenía la segunda mayoría (20,10%) con un nuevo candidato de la Democracia
Cristiana.
Sin
embargo, es importante señalar que en estas elecciones existió un crecimiento
sustantivo de los votos nulos: mientras en 1989 y 1993 registraron un 2,05% y un
5,97%, respectivamente, en 1997 estos representaron el 16,09% de los sufragios,
siendo incluso mayor a lo acontecido al nivel de país:
13,51%.
Las
causas de estos hechos no están necesariamente asociados a los efectos
antidemocráticos del sistema binominal, sino más bien a un consenso popular
crítico hacia los políticos, una actitud extrema, casi militante y que obedece
al discurso antipolítico del período autoritario; pero también al desinterés de
los parlamentarios por abordar los temas que preocupan a la sociedad.
Elecciones del
gobierno local
El
sistema de elección de alcalde y concejales a lo largo del territorio nacional
está lejos de ser todavía una representación acorde con lo que expresa el
electorado en las urnas, ya que también está basado en los principios del
sistema binominal. Esta situación ha derivado en una clara apatía hacia un
proceso que reviste de mayor importancia por el alcance que tiene sobre el
espacio residencial y vecinal, tan inmediato de los
ciudadanos.
Frente
a lo descrito, la comuna de El Bosque no resulta distante de esta realidad.
Administrada desde 1991 por Sadi Melo del Partido Socialista (PS), su
permanencia puede ser caracterizada en tres etapas. La primera corresponde desde
el período de designación como alcalde por parte del ex Presidente de la
República, Patricio Aylwin, debido a la creación de la nueva municipalidad,
hasta la primera elección municipal.
La segunda se relaciona con su permanencia en el poder local con una
votación que lo situó en un segundo lugar. Y la última etapa con la amplia
votación obtenida en 1996 que consolida su gestión como
alcalde.
Sin
embargo, es preciso detenerse en las características que asumió el proceso
eleccionario en 1992 y en los efectos que significa la vigencia del sistema
binominal en la conformación del Concejo.
Esta
situación ocasionó que en otros municipios el protocolo no fuera respetado,
generando situaciones de conflictos
entre los concejales de los partidos de la Concertación, coaliciones con la
derecha y, en general, una absoluta falta de credibilidad respecto a este
importante proceso de participación ciudadana, ya que tampoco los concejales de
derecha apoyaron en las comunas con mayor presencia electoral al más votado
dentro de sus pactos políticos.
En 1996
Sadi Melo logró, finalmente, validar democráticamente su cargo con una ventaja
absoluta: 23,82%.
El concejal DC, que en 1992 había obtenido la primera mayoría, descendió a un
segundo lugar con el 11,24%.
No obstante, las trabas para que el candidato mayoritario no haya sido alcalde
en la anterior elección y la desinformación sobre las modificaciones a la ley
electoral municipal, hicieron que el 5,94% de los votos nulos, registrados en
1992, aumentara a 11,72%. Este resultado fue muy superior a lo que acontecía en
el resto del país (7,93%).
Por
otra parte, la vigencia de un sistema binominal también en las elecciones
municipales contradice “la tendencia tradicional chilena del pluripartidismo
que, por otra parte, debe entenderse y explicarse como propia de los países de
cultura latina”
y lo que es más perjudicial, no estructura un cuerpo de concejales acorde con la
realidad política local.
En el
caso de El Bosque el sistema binominal ha favorecido a la Concertación. En 1992
el Concejo Municipal quedó conformado por tres concejales de la Democracia
Cristiana (PDC) y uno del Partido Por la Democracia (PPD). El Partido Unión
Centro-Centro
obtuvo un cupo, mientras la derecha fue representada por un concejal de la Unión
Demócrata Independiente (UDI) y uno de Renovación Nacional (RN).
Si el
sistema proporcional estuviera vigente, el gobierno local se hubiese
caracterizado de la siguiente manera en esas elecciones: un alcalde y dos
concejales del PDC, un concejal del PS y otro del PPD, todos pertenecientes a la
Concertación. La derecha, por otra parte, hubiese mantenido los cupos bajo el
sistema binominal: uno de RN y otro de la UDI. Pero lo más interesante es que
habría sido elegido un concejal del Partido Comunista.
En
1996, la composición del Concejo tuvo algunos cambios y pasó a ser integrado por
un concejal del PS, dos del PPD y dos de la Democracia Cristiana. En tanto, la
derecha se mantuvo con un concejal de RN y otro de la UDI.
Este
Concejo bajo un sistema proporcional no presentaría sustanciales cambios, ya que
la DC se reduciría a un cupo y la UDI aumentaría a dos. Por ende, la presencia de la derecha
sería relativamente mayor.
Por
último, es importante indicar que a través de diversos estudios de opinión
pública, se ha ido concluyendo que el voto en las presidenciales no es el mismo
que el que se produce a escala comunal. Esto se debe, entre otras razones, a que
la comunidad percibe a la autoridad local con más capacidad para resolver
problemas más cotidianos. Esta situación produce que el “voto cruzado” (voto por
candidatos de distintos partidos) sea un fenómeno reiterativo en las elecciones
de presidentes, senadores, diputados y de alcalde y/o concejales.
Pero también la llegada de un nuevo gobierno genera muchas expectativas,
particularmente entre los sectores más postergados, lo que supondría que el
apoyo que ha tenido la opinión pública hacia Ricardo Lagos (68,9%)
influya en los alcaldes concertacionistas, como es el caso de El Bosque,
fundamentalmente por la posibilidad de gestionar mayores recursos para la
comuna.
Variables
socio-políticas: una cercanía a la realidad microcomunal
La
subdivisión del espacio comunal en 53 barrios representa un importante avance en
materia de gestión y desarrollo local, ya que parte de la idea de que cada
barrio constituye una unidad homogénea con una historia e identidad diferente y
por ende, refleja carencias distintas.
Es por
ello que resulta interesante, a partir de esta fragmentación del territorio,
aplicar variables de carácter social-político, como densidad de población, grupo
socio económico (GSE), niveles organizacionales
y presencia de miembros de las FFAA. Esto se transforma en un complemento al
análisis electoral desarrollado anteriormente, porque involucra relacionar otras
informaciones que influyen, de alguna manera, en los resultados de los procesos
eleccionarios.
El
Bosque tiene una población de 195.820 habitantes
y una superficie de 14,2 km2, de la cual un 17% corresponde a la
Escuela de Aviación Capitán Avalos y Base Aérea El Bosque. Sin considerar este espacio de uso
militar, la densidad media es de 16.614,627 habitantes/km2. Sin embargo, esta densidad no se
distribuye uniformemente en cada uno de los barrios y por este motivo se
transforma en la variable predominante para los análisis
posteriores.
El
18,9% de los barrios registra altas
densidades de población. De éstos, el 80% corresponde predominantemente al grupo
socioeconómico (GSE) D (Carta Nº2), compuesto por familias con un ingreso fijo o
estable, pero reducido de U$ 310 mensuales, que los obliga a enfrentar con
estrechez sus necesidades básicas. La construcción de sus viviendas es de tipo
económico, pequeña, con algunas ampliaciones y agregados de material ligero; su
valor no supera los U$11.850.
Predominan en estos
barrios niveles medios de
organización (70%) (Carta Nº3), lo que significa que éstos apuntan a la solución
de sus carencias comunitarias sólo cuando una demanda específica lo requiera y
frente a ello, exigen que la respuesta provenga de la
municipalidad.
El GSE
D en períodos eleccionarios se transforma en el principal objetivo de las
diversas candidaturas y, de hecho, fue el principal grupo sobre el que focalizó
su campaña Joaquín Lavín, ya que constituye una votación “volátil”
de electores interesados en políticos que ofrezcan soluciones inmediatas para
sus problemas económicos. Es por ello que al definir electoralmente el D no es
posible asociarlo con algún grupo o pacto político específico, porque, además,
carga una fuerte emocionalidad por las dificultades que debe enfrentar
diariamente. Es esta condición la que lo hace receptor de políticos que
fundamentan su actividad en el “tráfico de esperanzas”.
Los
barrios que presentan densidades medias de población constituyen un
47,1%. El 80% de éstos se caracterizan por la presencia preferente del GSE D,
pero también hay que agregarle un 8% correspondiente al GSE E
(Carta Nº2). Este último grupo lo integran familias que no superan los U$ 130
mensuales; no poseen ingresos fijos y generalmente sus viviendas son de material
ligero (mediaguas de tablas, fonolas y/o cartón).
A pesar
de existir una condición de pobreza generalizada, el panorama social y/o
comunitario de estos barrios es mejor que la de aquéllos con altas densidades, ya que el 40% y 36%
indican niveles organizacionales medios
y altos, respectivamente. Esto
significa que están orientando sus planes de acción de manera estratégica desde
lo comunitario a lo institucional (municipal) e implementando coordinaciones
permanentes con las organizaciones representativas de su sector con el objeto de
mejorar su espacio urbano.
Por tanto, sus habitantes tienen un mayor compromiso y/o conciencia como
ciudadanos en cualquier proceso eleccionario.
Es
interesante mencionar que el 24% de estos barrios de mediana densidad poblacional tuvieron un
rol de lucha y fuerte actividad social y política durante el régimen militar,
por lo que no resulta extraño que se mantengan altos (66,6%) y medianos (16,6%) niveles de
organización. Es indudable que esta condición histórica repercute, de alguna
manera, en los resultados electorales en favor de candidatos
izquierdistas.
La baja densidad poblacional está
representada por el 34% de los barrios, los que se caracterizan
predominantemente por el GSE C3 (38,8%) y C2 (27,7%). El primer grupo
socioeconómico lo componen familias con ingresos mensuales de U$570. Pueden
cubrir sus necesidades básicas de alimentación, vivienda, vestuario y algunas
regalías moderadas. Presentan casas de material sólido y de aspectos de mayor
progreso y/o cuidado, las que no superan los U$35.450.
En cambio, el C2 percibe remuneraciones de más de U$1.230 mensuales y sus
viviendas oscilan entre los U$44.300 y U$73.850,
destacándose la calidad de éstas. Este grupo es el denominado comúnmente “clase
media”.
Ambos
estratos reflejan una tendencia conservadora de votos asociados a la derecha,
particularmente porque en estas densidades bajas de población se localiza un 66,6%
de los barrios con presencia de miembros activos y en retiro de la Fuerza Aérea
(Carta Nº2). De éste total, un 41,6% corresponde al C3 y un 33,3% al C2. Esta distribución desigual por GSE
obedece a que en el C3 habitan, principalmente, miembros con rango de
suboficiales y en el C2 con rango de oficiales.
En los
barrios de densidad baja, prevalecen
medianos (55,5%) y bajos (38,8%) niveles organizacionales (Carta Nº3), debido a
que están resueltas la mayoría de las carencias socioeconómicas, de equipamiento
comunitario y áreas verdes. Esto determina que, en general, las organizaciones
sociales tiendan a una baja representación e inserción comunitaria o simplemente
no existan.
Finalmente, es
importante precisar dos aspectos en relación con las características de los
barrios. En primer lugar, el estrato C3 sin residentes vinculados a la Fuerza
Aérea, y que representa un 10,4% de los barrios, cuando se localiza en conjuntos
habitacionales sin un historial de organización como también en las cercanías de
viviendas C2, se transforma en un grupo social que tiene como principal objetivo
ascender y llegar a formar parte de este grupo social. Por tanto, su
comportamiento ciudadano puede tender a apoyar aquellos políticos vinculados a
la centro-derecha o derecha.
En
segundo término, el 30,18% de los barrios es habitado preferentemente por
miembros activos y en retiro de la Fuerza Aérea. Esto significa un 41,56% de la
superficie comunal (Carta Nº2). Sin embargo, se debe indicar que en la última
década se ha producido un movimiento migratorio importante desde estos sectores,
lo que ha hecho perder el dominio absoluto que estos grupos lograron durante la
década de los ´60 y ´70 sobre estas áreas de El
Bosque.
Aunque
estos barrios no representan las mayores densidades poblacionales, la
importancia que éstos adquieren en la ocupación del espacio no se puede
desvalorizar. En esta perspectiva, preocupa que todavía no se desarrollen
políticas y programas cívico-militares en el ámbito municipal y gubernamental
desde el retorno a la democracia en 1989. Eso no sólo porque fortalecería la
votación de la derecha, sino que resultaría fundamental en la consolidación de
la democracia que estos sectores fueran convencidos desde las bases, de la
necesidad que prevalezca este tipo de sistema para que así, en el mediano y
largo plazo, no se tenga que lamentar la instauración nuevamente de regímenes
dictatoriales.
Conclusiones
Las
transformaciones que ha experimentado la sociedad chilena, desde el retorno a la
democracia en 1989, han sido significativos. Esto ha generado cambios en sus
estilos de vida y en sus conductas electorales.
La
vigencia de un sistema binominal de elecciones de acuerdo a lo establecido por
la Constitución de 1980, promueve la división del país en dos sectores políticos
e impide a los partidos de menor representación (sobre todo comunistas e
independientes) la posibilidad de postular a cargos legislativos o relacionados
con el gobierno local.
A pesar
de esta realidad nacional, es indudable que los chilenos se han adaptado. La
escasa presencia de movimientos o grupos políticos que promuevan un sistema de
mayor representación, verifica que los intereses son otros. Por lo demás el “ánimo consensualista” y
la “preocupación por el futuro” que se ha experimentado en los últimos 11 años
ha permitido a los sectores de derecha aumentar su presencia electoral.
En este
contexto la realidad de la comuna de El Bosque es un reflejo de la tendencia
general del país. Además, la configuración de su territorio en barrios permite
proyectar una conducta al momento de votar, lo que hace necesario incorporar al
análisis de los procesos eleccionarios por constituir un nivel de conocimiento
más específico.
Sin
embargo, comprender social y políticamente el espacio comunal no sólo debe ser de interés en vísperas de
elecciones, sino que debe transformarse en una herramienta complementaria en la
gestión administrativa municipal que permita responder adecuadamente a los
intereses y necesidades de sus habitantes.
La
estratificación de la población en grupos socioeconómicos (GSE) es una vieja
técnica utilizada por la sociología y las empresas de marketing. Hoy en día, en
todos los estudios de opinión pública relacionados con diversos temas
(políticos, sociales, de mercado, culturales, etc.) incorporan esta variable, lo
que no sólo ha ido reflejando las características de la sociedad chilena, sino
también su comportamiento electoral.
Sin
embargo, esta variable de gran importancia no es determinante en un análisis
político local. La existencia de otros antecedentes, como densidad de población,
niveles organizacionales y presencia de miembros vinculados a las FFAA, permiten
ir acercándonos a las particularidades de un grupo de
población.
El
objetivo de conocer la conducta de población no es para ejercer sobre ella un
control político, sino para buscar mecanismos que mejoren la gestión política de
“compadrazgos” que todavía persiste en los gobiernos locales y, particularmente,
dar señales de transparencia democrática en aquellas gestiones en que la
percepción parece jugar un rol preponderante.
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